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La pobreza

del agua

Geopolítica, gobernanza y abastecimiento

Editores

Rodrigo Marín Ramírez

Cristian J. Díaz Álvarez

Gélber N. Gutiérrez Palacio

Consejo Superior

Rector

Vicerrector académico

Vicerrector administrativo y financiero

Coordinación Editorial

Contenido

Introducción

Declaración de Bogotá

Artículos de investigación

La geopolítica del agua y América Latina

Mónica Bruckmann

El poder del agua: la estrategia geopolítica del tercer milenio

Alejandro Rueda y Juan Soltau

Gobernanza del agua: consideraciones desde la experiencia mexicana

Sergio Vargas Velázquez

Instrumentos para la regulación integral del agua

Gélber N. Gutiérrez Palacio

Metabolismo hídrico de Bogotá: el reto urbano de la gestión del agua

Cristian J. Díaz Álvarez, Rodrigo Marín Ramírez y Jenifer Paola Silva Chaves

Modelamiento de la hidroclimatología de las cuencas abastecedoras de agua para Bogotá-región mediante el modelo WRF

José Daniel Pabón Caicedo, Rodrigo Marín Ramírez, Cristian J. Díaz Álvarez, Guillermo Armenta Porras y Jennifer Dorado Delgado

Agua o petróleo: también la resistencia abre nuevas fronteras

Tatiana Roa Avendaño

Hombres empetrolados

Antonio Elio Brailovsky

Artículos de reflexión

Municipios del bien común

Diego Isabel La Moneda y Christian Felber

Gobernanza del agua: todos participamos Ordenando Nuestra Cuenca

Ramón Leal Leal

Agua: elemento o recurso

Fernando Montenegro Miranda

Relatoría del VII Foro Nacional del Agua “La pobreza del agua: soluciones en momentos de crisis”

Introducción

Al hablar de la pobreza del agua, este libro no se refiere a la carencia del recurso, sino a las múltiples deficiencias de la gestión del agua en la actualidad, que han erosionado paulatinamente el patrimonio natural, han desencadenado conflictos, desequilibrios y desigualdades, y han puesto en riesgo la sostenibilidad, la supervivencia y el desarrollo humano, incluso en países y regiones que cuentan con una valiosa riqueza hídrica, como en el caso colombiano. La humanidad, absolutamente dependiente del agua, demanda una gestión que brinde soluciones en momentos de crisis y que permita corregir las falencias de su gestión en la actualidad con miras al futuro. La gestión del agua debe fortalecerse mediante la intervención amplia y solidaria de las comunidades, para poner freno a la ambición de intereses particulares y a la corrupción sin límites que impera actualmente, bajo un enfoque que contemple, en igualdad de condiciones, las necesidades del hombre y la naturaleza.

Los investigadores y expertos participantes en el VII Foro Nacional del Agua —del cual surge este libro— analizaron y denunciaron la pobreza del agua. Y plantearon la necesidad de alcanzar un novedoso entendimiento de los planes de desarrollo del milenio; una gestión clara y responsable del agua; una gobernabilidad amplia y novedosa; la adopción de nuevas medidas de preservación de los recursos naturales, y una institucionalidad acorde con el desarrollo de los pueblos y las comunidades, entre otros objetivos. Estos retos frente a la pobreza del agua son urgentes, puesto que hoy en día los intereses particulares alrededor del recurso han impuesto sus criterios sobre la territorialidad y la soberanía de los pueblos, así como sobre el valor, la propiedad, el uso y el provecho del agua. Esto ha derivado en una crisis cuyos impactos —debido al despilfarro, el desabastecimiento, la contaminación y la sustracción de los recursos— sufrirán tanto la humanidad como los ecosistemas.

En una perspectiva tanto holística como multidisciplinaria de la pobreza del agua, es importante abordar tres aspectos estratégicos de este problema de gran escala debido a sus potenciales efectos:

1. La geopolítica del agua. Este tema ha cobrado cada vez más importancia debido a las crecientes tensiones territoriales y los diversos intereses por el dominio y provecho de los cuerpos de agua entre comunidades, regiones y naciones. Numerosas organizaciones e industrias reclaman el derecho a usufructuar el agua con fines productivos y económicos, lo cual entra en conflicto con la soberanía de las naciones y con los derechos de las comunidades. Adicionalmente, la sociedad de consumo se basa, en gran medida, en el agua consumida y contaminada a lo largo de la cadena productiva, lo que marca una considerable desigualdad en el aprovechamiento del recurso hídrico y la huella hídrica entre diversas regiones del planeta, así como la competencia internacional por el dominio de los cuerpos de agua en diversas zonas del mundo.

2. La gobernanza del agua. Ante este problema geopolítico, es fundamental fortalecer la gestión integral del recurso hídrico (GIRH) mediante la participación ciudadana en pro de la sostenibilidad ambiental y la equidad. Colombia, con su enorme riqueza natural, demanda una autoridad económica, política y administrativa que represente los derechos e intereses de las comunidades y la ciudadanía. En contraste, la carencia de gobernanza en el país ha provocado mayor inequidad en la distribución de los recursos y servicios; grandes desequilibrios y catástrofes medioambientales; pobreza en algunas regiones del país; pérdida de soberanía por una débil gestión transfronteriza, oceánica y local, así como el desperdicio del potencial real de agua territorial y oceánica para el desarrollo sostenible. Este escenario es compartido especialmente por los países pobres, en vías de desarrollo e incluso por países emergentes. Por lo tanto, se requiere una gestión coherente e integral que considere la unidad del ciclo hidrológico y que garantice un efectivo abastecimiento, así como el establecimiento de políticas efectivas y transversales, basadas en una amplia y diversificada participación en la toma de decisiones, con el fin de garantizar la solidez y continuidad de las instituciones.

3. El abastecimiento de agua. La humanidad enfrenta una crisis de abastecimiento de agua, clasificada en el Foro Económico Mundial (2013) como el segundo riesgo global de mayor impacto y uno de los cinco más probables. Se pensaba que la población colombiana no vivía momentos difíciles al respecto, pero el panorama es más complejo: varios informes nacionales evidencian que el 89 % de los municipios y más de la mitad de la población del país afronta problemas en materia de abastecimiento de agua potable. Esto muestra un preocupante rezago en términos de cobertura de agua potable en el país si se compara con la región y el mundo, debido a la creciente demanda y la afectación de la oferta natural por el ciclo hidrológico del clima, el uso del suelo, las condiciones geográficas y geológicas, así como la mala calidad del agua potable por contaminación, fallas en producción y regulación hídricas, la intervención agresiva de ecosistemas estratégicos, la apropiación inequitativa, la sobreexplotación, entre otros factores. Esto determina situaciones de escasez que, de no enfrentarse y resolverse, pueden desencadenar una crisis de graves consecuencias.

Para una amplia comprensión de la problemática, el libro reúne, por un lado, nueve artículos que surgen de investigaciones sobre temas de geopolítica, gobernanza y gestión del agua, entre otros, y, por otro lado, tres artículos que aportan importantes reflexiones o experiencias en estos mismos temas. En estos doce aportes, los autores analizan diversos argumentos técnicos y conceptuales importantes, y sus conclusiones permiten entender mejor el contexto global de la pobreza del agua.

Como apertura para estos valiosos aportes, se presenta la Declaración del VII Foro Nacional del Agua, en la cual los investigadores y expertos reflejan la firme intención de continuar investigando y analizando temáticas en torno a la pobreza del agua en los diferentes ámbitos territoriales y con la pretensión de involucrar nuevos autores, a la vez que llaman la atención sobre la urgencia de atacar la pobreza del agua en los ámbitos personal, comunitario, cultural, político, económico y administrativo. Así mismo, el libro cierra con la relatoría del foro, que resume los aportes de los participantes, el desarrollo de los ejes temáticos y las principales conclusiones y propuestas que brindó el evento para enfrentar la pobreza del agua.

Esta publicación es una respuesta a los intereses y necesidades de estudiantes y profesionales, y busca aportar una hoja de ruta para trabajar en la consecución de los objetivos mencionados. Por esta razón, aspira a formar parte de la documentación personal de los actores involucrados en el manejo del recurso hídrico; La dedicación de los investigadores que se tomaron el trabajo de escribir carecería de significado si las conclusiones y reflexiones aportadas no se traducen en acciones concretas.

Los editores

Declaración de Bogotá*

Los participantes del VII Foro Nacional del Agua reconocemos que, en las dos últimas décadas, el vital líquido ha alcanzado otros significados de gran preocupación, como ser la principal causa de conflictos, pugna de poderes, disputa por la supervivencia y fuente de riqueza, entre otros. Sin duda, la falta de acceso al agua es, para este siglo, un motivo de desigualdad, pobreza e injusticia social, como también una brecha entre las comunidades de las pequeñas localidades, las regiones e incluso de los países. A esta falta de acceso, que implica un estado de confusión, descontrol, desacuerdo, improvisación, desgobierno e indiferencia, entre otras cosas, es al que ahora llamaremos “la pobreza del agua”.

En ese contexto, el Comité Organizador del Foro y los conferencistas y panelistas consideramos lo siguiente:


1. La pobreza del agua en Colombia, evidenciada en este foro, es una expresión de la crisis del actual modelo de gestión del vital líquido, que desconoce el valor estratégico de los recursos naturales con que cuenta el país y su riqueza biológica y cultural.

2. Esta pobreza, desde una perspectiva amplia, no es un asunto estricto de escasez ni un estado de miseria en que viven algunas poblaciones, relacionado con la carencia de agua potable o de sistemas de saneamiento básico; tampoco se relaciona con las dificultades espaciales y tecnológicas para acceder a ella, ni con las repercusiones sociales y económicas que esto acarrea, y menos aún se reduce a un indicador.

3. Más allá de esto, la pobreza del agua se refiere a la deficitaria gestión de ella en términos del bien común y de su sostenibilidad, partiendo desde la gestión individual de cada habitante del planeta hasta la gestión de las comunidades, las regiones, los Estados e incluso la gestión en el nivel global. Lo cierto es que la gestión que se logre desarrollar en cualquiera de dichos niveles demandará la participación de todos cuantos consideren que necesitan del agua, que dependen de los ecosistemas que ella sustenta y que viven gracias a ella.

4. Parte de la situación problemática del agua en el país obedece a la debilidad institucional del Sistema Nacional Ambiental (SINA), manifiesta en institutos de investigación debilitados; un Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible que no trabaja de manera articulada con las Corporaciones Autónomas Regionales, y una Agencia Nacional de Licencias Ambientales que otorga rápidos permisos con reducido conocimiento de los impactos reales de los proyectos de infraestructura y de las actividades de exploración y explotación de los recursos mineros y los hidrocarburos.

En mérito de lo anterior, los abajo firmantes, reconociendo los enormes retos de la región, el país y las comunidades locales en torno a la adecuada gestión del agua, proponemos un enfoque integral y participativo de planeación multinivel, que responda a los desafíos actuales y las necesidades sentidas y emergentes de aquellos que sufren por no tener acceso al agua ni contar con sistemas de potabilización o alcantarillado. La agenda propuesta debe considerar lo siguiente:


1. El manejo efectivo y justo del agua requiere de una estrategia multinivel: desde el individuo hasta la comunidad, pasando por los sectores privados y las empresas de servicios públicos, permeando las instituciones y los países, y, por último, llegando a las regiones, de las que la más importante en estos momentos son las Américas.

2. En este orden de ideas, la gestión del agua debe obedecer a una ética fundamental que, amparada en un Estado soberano, transparente y fortalecido en la institucionalidad, permita a la comunidad actuar e intervenir contundentemente sobre su realidad y alcanzar nuevos estados de desarrollo para el bienestar propio y común.

3. El agua, como bien común, debe ser gestionado comunitariamente, con instrumentos legales, económicos, tecnológicos y metodológicos sencillos, eficaces y rotundos, de tal manera que el abastecimiento de agua potable y el saneamiento básico se alcancen en un ciento por ciento.

4. Es una necesidad apremiante de país reformar la Ley 99 de 1993, específicamente en lo relacionado con la autonomía de las Corporaciones Autónomas Regionales y su adecuada articulación con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; así mismo, se exhorta al Gobierno nacional para que la dirección de las entidades del Sistema Nacional Ambiental esté a cargo de personas adecuadamente formadas y con una amplia experiencia y conocimiento en los temas que administrarán.

5. El principio político básico que soporte la legislación futura del agua en Colombia debe reconocer el valor estratégico de esta para el desarrollo del país y, más importante aún, al igual que en otros países de la región, debe considerarla como un bien de dominio público, vital y finito, y un asunto de seguridad nacional.

6. Es preciso alcanzar un consenso nacional a partir del diálogo respetuoso para la formulación de una Ley de Agua, que debe consolidar y ordenar el actual y diverso esquema normativo existente en el país, y asimismo considerar el agua como un bien público común, como un derecho y de importancia estratégica para el país.

7. Se requiere una formación transdisciplinaria en todos los niveles (básico, secundario y universitario) que fomente una visión crítica y comprometida con su realidad, y que permita generar conocimiento para la solución de problemas singulares. De esta manera se contará con una comunidad de estudiantes que mantenga ideales supremos y un espíritu político que no ceda a intereses fútiles o superfluos. Así mismo, la formación específica en temas ambientales también debe velar por el reconocimiento de la relación entre cultura, ambiente y sociedad, de tal forma que los nuevos profesionales gocen de una visión holística que les permita generar y transferir conocimiento apropiado, y reconocer la inmutable certeza de las leyes y principios naturales.

8. Es menester recuperar una cultura del agua en Latinoamérica para formular, desde el saber tradicional y científico, modelos apropiados y pertinentes de gestión, coherentes con la diversidad cultural, biológica y natural de cada una de sus naciones, provincias y localidades. De esta manera se podrá coadyuvar a que la gestión ecológica y el uso soberano del agua y otros recursos naturales permitan una nueva apropiación social de la naturaleza.

9. La afirmación de la soberanía colombiana y la integración regional requiere de redes colaborativas que permitan sistematizar y compartir amplia y gratuitamente la información relacionada con el agua y demás recursos naturales.

En este orden de ideas, la Universidad Central, a través de su Departamento de Ingeniería Ambiental y el grupo de investigación Agua y Desarrollo Sostenible, trabajará, en colaboración con otras instituciones y organizaciones, para consolidar un punto focal que dinamice una red comunitaria en defensa del derecho humano al agua.

Artículos de investigación

La geopolítica del agua y América Latina

Mónica Bruckmann*

Resumen

Apropiarse de los recursos naturales no es solo pensar en obtener materias primas, minerales estratégicos, agua dulce, etc., también es producir conocimiento y desarrollo a partir de una mejor comprensión de la materia, la vida, los ecosistemas y la biodiversidad. La disputa global por recursos naturales se desdobla en múltiples dimensiones políticas, económicas y militares, de cara a los nuevos avances tecnológicos y las dinámicas de creación y destrucción del capitalismo. En especial, la disputa por la apropiación y el control del agua ha adquirido dimensiones planetarias, con la presión de los intereses mercantilistas de las empresas transnacionales. Esto hace del agua un elemento fundamental en la geopolítica mundial actual y futura, por lo cual se requiere una política global que frene la tendencia del complejo desorden ecológico que acelera la dinámica de desertificación en algunas regiones, mientras que en otras incrementa los fenómenos de inundación por lluvias torrenciales. Las consecuencias devastadoras de la actual degradación del medioambiente pone en cuestión la propia noción de desarrollo y civilización.

Palabras clave: gestión ambiental, política ambiental, recursos hídricos, recursos naturales, soberanía.

Una de las características del mundo contemporáneo es la creciente importancia de los recursos naturales y su utilización, a raíz de los avances científicos y tecnológicos logrados por el conocimiento cada vez más profundo de la materia, la naturaleza y la vida. Estos avances científicos convierten la naturaleza en un campo de su propia aplicación, de modo que la relación entre los recursos naturales y el desarrollo científico es cada vez más profunda.

La apropiación de la naturaleza no se refiere únicamente a la apropiación de materias primas, minerales estratégicos, agua dulce, etc., sino también a la capacidad de producir conocimiento y desarrollo científico y tecnológico a partir de una mayor comprensión de la materia, la vida, los ecosistemas y la biodiversidad. Las nuevas ciencias, que han alcanzado enormes avances durante las últimas décadas, son producto de este conocimiento creciente de la naturaleza y del cosmos. Sin embargo, muchas de ellas están aún en sus inicios. Durante los próximos años se espera que las investigaciones en marcha produzcan resultados científicos de gran envergadura, capaces inclusive de cambiar radicalmente la sociedad humana y su civilización. Estamos a la expectativa no solo de transformaciones profundas de la naturaleza, sino también de la inminente creación de nuevas formas de vida en el planeta1.

Este proceso dinámico y complejo no puede ser entendido sin tener en cuenta las estructuras de poder económico y político mundial, regional y local. El desarrollo tecnológico está condicionado y manipulado por dichas estructuras de poder, que politizan la naturaleza en función de sus objetivos. La enorme acumulación histórica de conocimiento se convierte en un instrumento de dominación extremadamente poderoso.

El sistema mundial —basado en la división internacional del trabajo entre, por un lado, las zonas industriales y manufactureras y, por otro, los países productores de materias primas, minerales estratégicos y productos agrícolas— consolidó el dominio hegemónico de los países centrales en relación con las zonas periféricas o dependientes y los espacios económicos que ocuparon una posición de semiperiferia. Así, la elaboración industrial de las materias primas que exportaban los países periféricos tendió a ser la menor posible, de manera que consolidó y amplió la dependencia económica, así como científica y tecnológica, de estas regiones (Dos Santos, 2002, 7).

La drástica elevación de la productividad del trabajo como consecuencia de la revolución científico-tecnológica y la creciente capacidad de acumulación de capital (concentración, centralización y estatización) nos ponen frente a un problema esencialmente político: la sustentabilidad del planeta frente a la insustentabilidad del capitalismo contemporáneo, sus formas de acumulación y sus limitaciones para controlar la anarquía del mercado y gestionar el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel planetario.

La expansión de las empresas multinacionales, transnacionales y globales conduce a desequilibrios crecientes que desarticulan la economía mundial. El mismo capitalismo, que es capaz de producir fuerzas colosales de creación e innovación, necesita destruir dramáticamente aquello que produce y la propia base natural de lo que produce para garantizar el proceso de acumulación. Esta cuestión nos pone frente a otro dilema: la necesidad de pensar los ciclos de innovación científico-tecnológica y los ciclos económicos en relación con el uso, transformación, apropiación y consumo de los recursos naturales. La forma de encaminar esta relación representa una cuestión estratégica para la civilización humana planetaria y para las naciones que la conforman.

La disputa global por los recursos naturales de cara a las nuevas ciencias se desdobla en múltiples dimensiones políticas, económicas y militares. Sin el desarrollo de un pensamiento estratégico que se afirme en el principio de la soberanía y en una visión a largo plazo, los países latinoamericanos tienen menos condiciones para hacer frente a las enormes presiones generadas por esta situación de disputa, donde está en juego, en última instancia, la capacidad de reorganización de proyectos hegemónicos y la emergencia de proyectos contrahegemónicos. Está claro que este conflicto de intereses tiene como telón de fondo visiones sociales y proyectos civilizatorios en choque.

Esta situación hace necesario redefinir la relación entre el hombre y la naturaleza, con base en una nueva visión del mundo y el uso y gestión de sus recursos naturales, y recuperar una visión humanista cuyo principal objetivo económico y social sea el pleno desarrollo del ser humano. En América Latina, este proceso está en marcha gracias a fuerzas sociales y políticas comprometidas con la preservación de la naturaleza y el uso de sus recursos en función de los intereses y necesidades de los pueblos, postura que corresponde a una visión civilizatoria de los pueblos originarios del continente.

Pensamiento estratégico: hegemonías y emancipaciones

La dirección estratégica de desarrollo científico de los Estados Unidos para la década en curso, sintetizada en el informe Facing tomorrow’s challenges: U. S. Geological Survey science in the decade 2007-2017, plantea que la estrategia científica de este país

está basada en la visión de que la complejidad de medición, mapeamiento, comprensión y predicción de la situación y tendencias de los recursos naturales gestionados en los Estados Unidos requiere desarrollar ampliamente un pensamiento y una acción interdisciplinaria, que defina áreas prioritarias y oportunidades para servir a las necesidades más urgentes de la nación de cara a los desafíos del siglo XXI.

De esta manera, la estrategia científica es puesta en su dimensión política exacta, orgánicamente articulada a los objetivos estratégicos más generales de este país, orientados a atender sus “necesidades vitales”.

Para responder a la evolución de las prioridades nacionales, el USGS debe reflexionar y perfeccionar periódicamente su orientación estratégica [...]. El surgimiento de una economía mundial afecta la demanda de todos los recursos [...]. El uso y la competencia por los recursos naturales en escala global y las amenazas naturales a estos recursos tienen el potencial de impactar la capacidad de la nación para sustentar su economía, la seguridad nacional, la calidad de vida y el ambiente natural. (U. S. Geological Survey, 2007; traducción y cursivas mías)

Al igual que el documento en su conjunto, esta cita muestra que la estrategia científica se subordina al objetivo de garantizar el acceso y el dominio estadounidense de los recursos naturales considerados vitales. Así pues, el dominio de los recursos naturales a nivel global constituye una cuestión de seguridad nacional para Estados Unidos.

Esta estrategia científica de la política externa de Estados Unidos incorpora los ámbitos político, económico y militar con el objetivo de derribar las “amenazas” que pongan en riesgo la “seguridad nacional”. No solo orienta el desarrollo de la ciencia y su permanente innovación, sino que busca producir conocimiento e información para la administración y la gestión del territorio nacional, continental y de ultramar, y la política de seguridad nacional de Estados Unidos, al establecer como uno de sus objetivos científicos “asegurar el acceso a suministros apropiados”, que —como hemos mostrado en otros trabajos (Bruckmann, 2012)— se encuentran fundamentalmente fuera de su propio territorio federal, continental o de ultramar.

Durante la próxima década, el Gobierno Federal, la industria y otros sectores necesitarán una mejor comprensión de la distribución nacional y global, origen, uso y consecuencias del uso de estos recursos para dirigir asuntos relacionados con la seguridad nacional, la gestión de los suministros internos de la nación, la predicción de las necesidades futuras, así como anticipar y guiar cambios en los patrones de uso, facilitar la creación de nuevas industrias y asegurar el acceso a suministros apropiados. (U. S. Geological Survey, 2007; traducción y cursivas mías)

Se trata de un proceso complejo que justifica las políticas para garantizar el acceso global a los recursos y derribar las amenazas para su obtención, como muestran de manera más explícita las estrategias de Seguridad Nacional de 2006 y 2010. La Estrategia de Seguridad Nacional 2010, aprobada por el gobierno Obama, señala que “América (es decir, Estados Unidos), como otras naciones, depende de los mercados extranjeros para vender sus exportaciones y mantener el acceso a las materias primas y recursos escasos”. En el mismo documento se justifica el uso unilateral de la fuerza militar para defender los intereses nacionales:

Estados Unidos debe reservarse el derecho de actuar unilateralmente, si fuera necesario, para defender nuestra nación y nuestros intereses, pero también vamos a tratar de cumplir con las normas que rigen el uso de la fuerza. Al hacerlo, fortalece a aquellos que actúan en consonancia con las normas internacionales, mientras que aísla y debilita a aquellos que no lo hacen [...]. Estados Unidos tendrá cuidado al enviar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas hacia situaciones de peligro, para asegurar que tengan el liderazgo, capacitación y equipos necesarios para el cumplimiento de su misión. (U. S. Geological Survey, 2007; traducción mía)

La articulación de los documentos que expresan el pensamiento y los intereses estratégicos de Estados Unidos muestra que, para este país, el acceso y el dominio de los recursos naturales a nivel global constituye una cuestión de interés y de seguridad nacional, garantizada por el derecho unilateral de usar la fuerza militar en su consecución. Esta política forma parte de una estrategia multidimensional de dominación que integra “todas las herramientas del poder estadounidense” para conseguir el fortalecimiento de la capacidad nacional como un todo, como muestra la siguiente cita:

Para tener éxito, debemos actualizar, equilibrar e integrar todas las herramientas del poder estadounidense y trabajar con nuestros aliados y socios para que hagan lo mismo. Nuestras fuerzas armadas deben mantener su superioridad convencional y, siempre y cuando existan armas nucleares, nuestra capacidad de disuasión nuclear, sin dejar de mejorar su capacidad para derrotar las amenazas asimétricas, preservar el acceso a los bienes comunes y fortalecer los socios. [...] debemos integrar nuestro enfoque de la seguridad de la patria con nuestro enfoque más amplio de la seguridad nacional. (U. S. National Security Strategy, 2010, p. 14; traducción mía)

Esta estrategia global, que pone en tensión todas las herramientas de poder estadounidense, se sustenta en una política hegemónica que incluye “aliados” y “socios”, y que va a orientar la política de seguridad nacional, la estrategia científica, la política comercial, las acciones “humanitarias”, la política de propaganda y, ciertamente, la estrategia militar. Analizar la cuestión militar, per se, significa perder de vista la complejidad de intereses geopolíticos que están en juego en cada coyuntura.

Evidentemente, una de las principales amenazas para este proyecto hegemónico en la región es la capacidad creciente de América Latina de recuperar la soberanía sobre sus recursos naturales, minerales estratégicos, petróleo y gas, reservas de agua dulce, biodiversidad, ecosistemas y bosques. Esta soberanía asume un sentido más profundo cuando se desdobla en soberanía política y económica, e inclusive en relación con sus visiones de futuro y modelos de desarrollo, que están basados cada vez más en la recuperación de un legado histórico y civilizatorio, como en el caso de los países andinos, donde el movimiento indígena ha desarrollado una alta capacidad de movilización y presión política. Los proyectos de integración regional en América Latina están marcados, en mayor o menor medida, por un espíritu anticolonial y por una afirmación de decolonialidad del poder, la cultura, la ciencia, la tecnología y el saber.

A cada pensamiento hegemónico se le opone un pensamiento contrahegemónico. Frente a la estrategia geopolítica analizada, América Latina necesita también desarrollar un pensamiento estratégico que sea capaz de articular una política científica y tecnológica como base no para la apropiación de los recursos naturales de otras regiones, sino para defender la soberanía de sus propias riquezas naturales a favor del desarrollo integral de su población. Tal vez sea este uno de los principales desafíos de los proyectos de integración regional en curso.

Los recursos hídricos y la disputa global por recursos estratégicos

Un objetivo central de esta estrategia de apropiación y dominio son los recursos hídricos. En 1995, el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin (1999), en una entrevista publicada en el semanario Newsweek, observaba que, si muchas de las guerras del siglo XX fueron por petróleo, las del siglo XXI serán por agua. Quizás esta sea una declaración poco apropiada para quien desempeñó un alto cargo de dirección de una de las instituciones más comprometidas con la privatización del agua dulce en el mundo.

El geógrafo brasileño Carlos Walter Porto Gonçalves llama la atención sobre la dimensión global de la disputa por la apropiación y el control del agua, que se profundizó a partir de la segunda mitad de la década de 1990:

Hoy la cuestión del agua no se presenta más como un problema localizado, manipulado, sea por oligarquías latifundistas regionales o por políticos populistas. Estos antiguos protagonistas que durante tanto tiempo manejaron la escasez del agua, intermediando sequías y caños, están siendo sustituidos en el control de la gestión de este recurso por nuevos protagonistas. (Porto, 2004, p. 1)

Los protagonistas de esta disputa ya no son más actores políticos locales, sino globales: las grandes corporaciones transnacionales, las grandes organizaciones no gubernamentales y los gestores globales. Estos protagonistas configuran lo que el autor denomina un nuevo territorio global, donde operan en escala mundial articulando los intereses, por un lado, de los gestores técnicos que se atribuyen la tarea de “mejorar la eficacia del aprovechamiento del agua” y, por otro, de los empresarios interesados en el proceso de privatización de este recurso natural. El argumento central que está en la base ideológica de este proceso es que, al ser el agua un recurso escaso, se hace imprescindible su gestión eficiente. Luego, la mejor manera de asegurar esta eficiencia es a través de una “política de precios adecuada” y un proceso de privatización. Este argumento, que el neoliberalismo usó hasta el cansancio durante las dos últimas décadas del siglo pasado para aplicar su modelo económico en América Latina, fue el sustento para la privatización de gran parte de las empresas públicas a precios muy por debajo del valor real en la región. El agua no fue una excepción.

Así, los sistemas de conducción de agua potable en las ciudades se pusieron en manos de empresas privadas, cuya “eficiencia” en el tratamiento adecuado y la calidad del agua condujo a la expansión de un nuevo sector, el del agua potable embotellada, que funciona como un oligopolio global. Esta mercantilización del agua elevó drásticamente los lucros en la industria del agua potable, lo que se manifestó en un aumento impresionante del precio de los servicios2 y generó conflictos cada vez más tensos con las poblaciones más pobres de las grandes ciudades, que no tienen acceso a este servicio o que se ven obligadas a pagar precios prohibitivos por ellos.

En el año 2000, Bolivia fue el escenario de un conflicto intenso conocido como la Guerra del Agua, agravado por la existencia de una cláusula de confidencialidad en el contrato de concesión del servicio de agua en la ciudad de Cochabamba, otorgado al consorcio liderado por la empresa estadounidense Bechtel, que impedía conocer los términos de la concesión (Porto, 2004). Después de que la empresa estadounidense se retirara de Bolivia huyendo de las protestas populares por la privatización y encarecimiento del agua, el gobierno boliviano fue condenado por un tribunal arbitral del Banco Mundial a pagar una indemnización a la corporación Bechtel. Es así como los acuerdos multilaterales de comercio e inversión consagran los derechos de las grandes corporaciones sobre los recursos hídricos, pero no el derecho humano de los pueblos sobre ellos (Bissio, 2010).

Dos visiones contrapuestas están en choque en la disputa global por el agua. La primera, basada en la lógica de la mercantilización de este recurso, pretende hacer de este una materia prima más, sujeto a una política de precios dominada cada vez más por el proceso de financiarización y el llamado “mercado de futuros”. Esta visión encuentra en el Consejo Mundial del Agua, compuesto por representantes de las principales empresas privadas de agua que dominan 75 % del mercado mundial, su espacio de articulación más dinámico. El Segundo Forum Mundial del Agua, realizado en el año 2000, declaró en el documento final de la reunión que el agua no es más un “derecho inalienable”, sino una “necesidad humana”. Esta declaración justifica, desde el punto de vista ético, el proceso en curso de desregulación y privatización de este recurso natural. La última reunión, realizada con el nombre de IV Forum Mundial del Agua en marzo de 2009 en Estambul, ratifica esta caracterización del agua. Un aliado importante del Consejo Mundial del Agua ha sido el Banco Mundial, principal impulsor de las empresas mixtas, público-privadas, para la gestión local del agua.

Esta estrategia científica de la política

La otra visión se reafirma en la consideración del agua como derecho humano inalienable. Esta perspectiva es defendida por un amplio conjunto de movimientos sociales, activistas e intelectuales articulados en un movimiento global por la defensa del agua, que propone la creación de espacios democráticos y transparentes para la discusión de esta problemática a nivel planetario. Este movimiento, que no reconoce como legítimo el Foro Mundial del Agua, elaboró una declaración alternativa a la reunión de Estambul que reivindica la creación de un espacio de debate global sobre el agua en los marcos de la ONU y reafirma la necesidad de la gestión pública de este recurso y su condición de derecho humano inalienable (Faria, 2009).

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en julio del 2010 la propuesta presentada por Bolivia, y respaldada por otros 33 Estados, de declarar el acceso al agua potable como un derecho humano. El peligro para los operadores del agua es grande, ciertamente, pues un reconocimiento del agua y el saneamiento como derecho humano pone límites a los derechos de las grandes corporaciones sobre los recurso hídricos, derechos consagrados por los acuerdos multilaterales de comercio e inversión.

Los gobiernos de América Latina están avanzando en el reconocimiento del agua como derecho inalienable y la afirmación de la soberanía y gestión pública de estos recursos. La Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia reconoce en su artículo 371 que “el agua constituye un derecho fundamental para la vida, en el marco de la soberanía del pueblo”; establece, además, que “el Estado promoverá el uso y acceso al agua sobre la base de principios de solidaridad, complementariedad, reciprocidad, equidad, diversidad y sustentabilidad”.

Se trata de un proceso violento de expropiación y privatización del recurso natural más importante para la vida. No nos sorprende, entonces, que uno de los seis ejes de la estrategia científica de los Estados Unidos para la década 2007-2017, citada en este artículo, apunta a elaborar un inventario del agua “para cuantificar, prever y asegurar agua dulce para el futuro de América” (véase Bruckmann, 2012). A pesar de la importancia fundamental del agua potable para consumo humano, es necesario señalar también la importancia vital de este recurso para la agricultura, que impacta directamente la soberanía alimentaria, y para el proceso industrial en su conjunto (figura 1).

Ciertamente, la disputa por la apropiación y el control del agua en el planeta adquiere dimensiones en las que priman únicamente los intereses mercantilistas de las empresas transnacionales y convierten esta disputa en un elemento fundamental de la geopolítica mundial. Es claro que el planeta necesita urgentemente una política global para cambiar la tendencia del complejo proceso de desorden ecológico que, al tiempo que acelera la dinámica de desertificación en algunas regiones, incrementa los fenómenos de inundación debido a lluvias torrenciales en otras. Las consecuencias devastadoras que la degradación del medioambiente está provocando y la gravedad de la situación global que tiende a profundizarse ponen en discusión las propias nociones de desarrollo y civilización.

Para tener mejores elementos de análisis de esta problemática desde un punto de vista geopolítico, es indispensable recurrir a la información técnica relacionada con las reservas de agua en el mundo, los sistemas hídricos y su impacto en los ecosistemas. Desde hace mucho tiempo, la investigación hidrológica sobre los ciclos globales del agua ha demostrado que el 99 % del agua dulce accesible del planeta se encuentra en los acuíferos , y visible en los ríos, lagos y capas congeladas de hielo3. Estas aguas constituyen sistemas hídricos dinámicos y desarrollan sus propios mecanismos de reposición, que dependen fundamentalmente de las lluvias. Parte de este caudal se infiltra en las rocas subyacentes y se deposita debajo de la superficie, en lo que se conoce como acuíferos.

Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana.

Dos Santos, Theotonio. (2002). A politização da natureza e o imperativo tecnológico (Textos para discussão, série 1, n.º 7). Grupo de Estudo sobre Economia Mundial, Integração Regional & Mercado de Trabalho.

Faria de Melo, M. (2009, 3 de abril). Água não é mercadoria. ALAI.

Serageldin, I. (1999). Of water and wars. Interview with Dr. Ismail Serageldin, senior Vice President, World Bank. Frontline, 16 (9). Disponible en goo.gl/CRvts8.

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U. S. Geological Survey. (2007). Facing tomorrow’s challenges: U. S. Geological Survey science in the decade 2007-2017. Reston, VA: U. S. Geological Survey.

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