Comentarios al libro transformado

Estimado lector, el libro que Ud. tiene en sus manos es el testimonio vivo y sincero del hecho más extraño para el mundo de hoy: Dios ama a cada uno de nosotros como si en este mundo solo existiera uno de nosotros. Somos especiales para nuestro creador.

En su libro anterior (“El Amor de Dios”), el Pastor Raúl Ramos nos sorprendía contando la relevancia del amor de Dios esencial. Aquí es como si quitara el velo que cubría la historia de cómo llegó a conocer ese amor divino. El testimonio franco y sin medias tintas que nos narra el autor, es una cruda muestra de su vida y resulta un incentivo para creer que Dios está presente y muy cerca de cada uno de nosotros en la circunstancia más dura que podamos vivir. La crudeza y realismo del relato nos hará viajar por senderos que tendrán algún parecido con caminos que seguramente nos toca transitar. Todos nos podemos identificar con el sufrimiento, la pena o la desesperación. Pero también podemos identificarnos con la victoria que lleva al desenlace de esta historia de vida. Una historia como la tuya, como la mía, como la de cualquier hombre, mujer o niño de esta tierra. La vida de un niño que se va haciendo hombre entre los rigores de la vida y la presencia de Dios casi sin ser vista salvo por momentos sutiles y breves.

Amigo Lector deja que esta lectura toque tus emociones, tu intelecto, y tu voluntad, pues no se trata de una novela, es un TESTIMONIO de vida en primera persona. Un testimonio que puede ayudarte a encontrar la razón de tu existencia.

Monseñor Julio Fernández Ojeda

Arzobispo de la Iglesia Anglicana de Argentina.

Pastor y teólogo. Rector de la Universidad

Pastoral Campbell Morgan.

Tiene en sus manos una obra científica, filosófica y al mismo tiempo una obra de lo sobrenatural mostrando la salida a ese oscuro camino de la realidad que a muchos rodea. El dolor. No he encontrado en ninguna librería o estante de alguna biblioteca pública o privada de ninguna escuela o universidad, esta increíble y maravillosa combinación. Único en su genero, está a punto de descubrir lo que, para lo que el hombre es imposible, no lo es para el Creador de la raza humana. Vez tras vez lo compruebo en mi laboratorio científico de observación; El consultorio interactivo para niños víctimas de violencia y descuido materno, (CONSTRUYE). Como profesional de la salud mental, te invito a descubrirlo. Todo lo que aquí se refleja son los síntomas y peligros de un ser que ha vivido bajo esa experiencia brutal de descuido parental. ¿Culparemos a alguien, nos levantaremos con las pulsiones del alma? ¿Cómo puede el ser humano escapar de su cruda realidad sin el soplo divino?

TRANSFORMADO servirá para el docente, para el pastor, para el psiquiatra para el cura o sacerdote, para el filósofo, para el psicólogo, para el padre de familia, para el perdido o para el que quiera mirar al cielo y simplemente agradecer por la vida y por la esperanza.

Si crees que está usted viviendo en el más crudo dolor; Como pastora te digo, aquí encontrarás palabras que te llevaran de la mano y del corazón a esa salida en donde reside la vida, la vida eterna en la tierra.

Rosy Becerra.

Pastora evangélica. Licenciada en Psicología por la Universidad de

México. Fundadora de CONSTRUYE Y PACTO DE AMOR AC,

programas de ayuda a la infancia en México.

Tengo el enorme agrado de comentar respecto del libro TRANSFORMADO, cuyo autor no solo es un pastor que trabaja bajo nuestra cobertura; sino que también se ha convertido en un buen amigo.

Hace algunos años que conozco al pastor Raúl Ramos y realmente durante todo este tiempo he visto la mano misericordiosa de Dios sobre él. Un buen día me contó retazos de la historia de su vida y recuerdo que le dije: “Tienes que escribir esto, porque sé que estas experiencias van a ayudar a muchas personas: a hombres y mujeres que han pasado por experiencias similares pero no se atreven a hablar de ello, y viven, por lo tanto, vidas miserables, llenas de resentimientos y amarguras; Necesitan oír lo que Dios puede hacer cuando alguien busca al Señor con todas sus fuerzas y no se conforma con la vida que está viviendo”.

Creo que Raúl ha sido muy valiente al abrir su corazón, para contarnos de primera mano todo el sufrimiento y el calvario que tuvo que vivir desde su más tierna infancia y sobretodo, atreverse a escribirlo, y sé por experiencia personal que su testimonio traerá transformación, liberación y sanidad del alma, para todo aquel que lo lea.

Reitero el agradecimiento a Raúl por permitirme compartir con los lectores los sentimientos que me generó esta obra y felicitar al escritor por su excelente trabajo.

Pastora Moreiba Cabrera

Los pastores Tomás Santa Marta y Moreiba cabrera,

son los fundadores de Nueva Vida Ministerio internacional

con sede en Madrid y presencia en más de 17 países.

PORTADA

PORTADA INTERIOR

COMENTARIOS AL LIBRO TRANSFORMADO

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES

DERECHOS DE LOS NIÑOS

NOTA DEL AUTOR

PRIMERA PARTE. Testimonio. Quién fui y qué sucedió

1. EL COMIENZO

2. EL CAOS DE LA INFANCIA

3. EN LAS MANOS DE DIOS

4. EL RESCATE

5. MI NUEVA VIDA

6. LA FELICIDAD TRUNCADA

SEGUNDA PARTE. Ataduras ¿Qué provocó todo el sufrimiento en mí?

7. ATADURAS

TERCERA PARTE. Transformado

8. MI HISTORIA DE FE

9. MI HISTORIA DE SANIDAD DEL ALMA

10. AL SERVICIO DE DIOS

11. LA GRAN MENTIRA

12. CONOCIENDO MÁS A DIOS

13. MI POSICION EN CRISTO

EPÍLOGO

CARTA A MIS HERMANOS

CARTA A MAMÁ

CARTA AL COLABORADOR

COMENTARIO DE MARÍA LARÍN, ESPOSA DE RAÚL RAMOS

DOCUMENTOS

CRÉDITOS

A mi Señor Jesucristo, por el cual hoy vivo. Gracias por rescatarme de la misma muerte en tantas ocasiones. No tengo palabras para describir lo que siento por ti, solo deseo amarte más y más cada día.

A mi esposa María Larín, por su inestimable ayuda y apoyo para escribir estas memorias; con ella a mi lado todo es más fácil. Gracias mi amor por tus aportaciones, tan valiosas a este proyecto, y por tu inmenso amor todos estos años a mi lado. Gracias también a mi hija Alejandra, herencia del Señor que me permite amar y sentirme amado por ella, te amo hija.

A mi pastor Tomás Santa Marta por su apoyo en mis proyectos literarios y sus aportaciones que son siempre tan valiosas. A la pastora Moreiba Cabrera. Yo deseaba escribir este libro hace años, usted me impulsó a hacerlo; es un ejemplo para las multitudes y por supuesto también para mí. Dios la bendiga siempre.

Dedico este libro a la memoria de quien ya no está presente y de una u otra forma fue importante en mi vida ayudándome a salir adelante: Inés, de todo corazón, gracias. A Charo, que fue como un ángel enviado del cielo en mi rescate. Gracias, Dios te bendiga siempre.

A mis hermanos: sufrimos mucho, pero no nos derrotaron porque Cristo siempre estuvo con nosotros. A mi madre. Es mi deseo que alcances la libertad que a mí se me ofreció por medio de Cristo. Dios te bendiga mamá.

A todos los lectores: es mi oración que este libro autobiográfico pueda ser un halo de luz en sus vidas, sabiendo que de verdad Dios sana las heridas de quienes se presentan delante de él confiando en su providencia. Confíen en él, está con ustedes. Es tan cercano como el latido de sus corazones.

A la memoria de los niños que hoy no sonríen por que se apagó su luz en esta tierra. Ahora brilláis en los cielos. Estáis en un lugar mejor, sin duda.

Una cosa importante: en este libro se han incluido fragmentos de documentos oficiales importantes para comprobar la veracidad de los testimonios narrados. Cuando se transcriban dichos extractos se hará saber con la indicación «Documento B-1» (por ejemplo). Al final del libro podrán cotejar lo reproducido con dicho documento. Por respeto a las autoridades y actuando en el marco legal en que se debe, algunos nombres de funcionarios, profesionales de la salud y otras entidades han sido tachados o borrados, preservando así el derecho a la intimidad.

Apartir de la promulgación de la Convención de 1989 sobre los Derechos del Niño se ha ido adecuando la legislación interna a los principios contemplados en la declaración. Aunque la legislación y el sistema jurídico de cada país suelen ser diferentes, casi la totalidad de los países han ido consagrando medidas especiales para su protección a nivel legislativo e incluso derechos constitucionales.

Entonces… ¿qué estamos haciendo con la infancia?

Entre los derechos del niño destacan los siguientes:

– A la vida.

– Al descanso, el esparcimiento, el juego y las actividades recreativas.

– A la libertad de expresión y a compartir sus puntos de vista con otros.

– A un nombre y una nacionalidad.

– A una familia.

– A la protección durante los conflictos armados.

– A la libertad de pensamiento, conciencia y religión.

– A la protección contra el descuido o trato negligente.

– A la protección contra el trabajo infantil y contra la explotación económica en general.

– A la información adecuada.

– A participar plenamente en la vida cultural y artística.

– Al más alto nivel posible de salud.

– A la educación.

– A un nivel de vida adecuado para su desarrollo, particularmente con respecto a la nutrición, el vestuario y la vivienda.

Todos y cada uno de los derechos de la infancia son inalienables e irrenunciables, por lo que ninguna persona puede vulnerarlos o desconocerlos bajo ninguna circunstancia. ¿Qué haremos para que no se aniquilen, trafiquen, asesinen a tantos niños todos los días?

Parece que fue ayer mismo cuando comenzaba a escribir este libro, y ya alcanzamos la segunda edición. Todo este corto tiempo ha sido precisamente eso: corto, pero sin duda alguna de una intensidad indescriptible. Presentaciones en decenas de iglesias y eventos, congresos, charlas, enseñanzas, cruzadas evangelísticas y un sinnúmero de horas fuera del hogar, de mi familia. De cualquier forma, puedo decir sin titubeos que ha merecido la pena. He visto la vida de cientos de personas entregándose a Cristo, otros recibiendo sanidad en sus corazones, muchos edificados por la lectura de este libro.

En el proceso he recibido muchas sugerencias y recomendaciones de buenos amigos expertos en materia editorial, por eso decidí (junto con mi casa editora) revisar Transformado, corregir algunos errores y ampliarlo más para que, al igual que hasta ahora, siga edificando la vida de miles de personas en los países donde ya se está vendiendo y, si Dios lo permite, más allá aún.

Querido lector, me da mucho gusto que haya elegido leer este libro. Son muchos y muy buenos libros los que circulan por las librerías y puntos de venta de todo el mundo; sin embargo, usted ha comenzado a leer este que tiene en sus manos. Gracias por la elección. Si se pregunta qué encontrará entre las páginas siguientes, le diré que se ha «topado» con una historia real, la historia de mi vida, de lo que fui y lo que soy ahora. No es este un libro religioso sino testimonial por completo. Obviamente la fe cristiana forma parte inherente de mi testimonio; no puedo por ello apartarla sin más.

Transformado es un libro que pretende ayudar al lector a enfrentarse con valor y decisión a las muchas dolencias que se sufren en el alma a causa de distintas situaciones de dolor, maltrato, abusos, etc., que se han sufrido en el pasado, las cuales yo también he tenido que soportar por muchos años. A través de mis vivencias y testimonio he querido plasmar en este libro todos aquellos escenarios de dolor y sufrimiento que viví, las ataduras y males que se produjeron en mí y cómo mediante la fe en Cristo Jesús he sido capaz de superar con éxito todo ese tormento para vivir una vida en plenitud, paz y victoria. Por medio de este libro usted comprobará cómo el poder regenerador de Cristo fue capaz de cambiarme por completo, pues mi vida en el momento en que acepté a Cristo en mi corazón se estaba disolviendo, se apagaba poco a poco.

Al leer Transformado usted será testigo directo de algunas realidades muy tensas a las que tuve que enfrentarme. Leerá con detalle acontecimientos pasados realmente impactantes. Lejos de crear polémica o de parecer «macabro», solo pretendo que usted conozca en profundidad el lamentable estado en el que me encontré por muchos años para que compruebe cómo Cristo opera en medio de las condiciones más difíciles de la vida.

Escribir este libro ha supuesto muchos años de dudas e incertidumbres. Tuve que alcanzar la madurez espiritual y personal suficiente para poder redactarlo, pues debí rebuscar y ahondar en mi pasado con todo lo que eso supone: recordar el dolor, recordar los gritos, las vejaciones, los abusos, sin que todo ello supusiera un problema para mí. Sin embargo, seguro estoy de que después de todo este valle sombrío encontré la paz necesaria y la quietud en Cristo, la que solo él sabe dar, para poder tomar lápiz y papel y escribir esta historia con el deseo de que usted pueda ser bendecido y, que al mismo tiempo, si lo cree conveniente tome algunos ejemplos de este libro para ayudar a otras personas cuyas ataduras por el dolor del pasado parecieran ahogarles.

Debo decirle que yo encontré sanidad para las enfermedades de mi alma y deseo que usted la encuentre y se apropie de esta sanidad para vivir alejado de suplicios y tormentos en la victoria absoluta que supone vivir en Cristo, el único que sana las heridas del quebrantado y las venda, cicatrizándolas por completo para que nunca más vuelvan a supurar.

Dios le bendiga.

«... Privados de la patria potestad del menor José Raúl Ramos Martín, encargando la tutela del niño a los servicios sociales de la Junta de Casilla y León».

Si bien esta fue la sentencia que se dictaminó por un juez, creo firmemente que la justicia divina y la providencia de Dios se encargaron de impulsar esta orden judicial en mi favor hace muchos años. Posteriormente a este suceso vendrían los diferentes centros de acogida por los que pasé, el despertar del dolor y finalmente el cumplimiento de los sueños antes rotos por causa de una infancia y una adolescencia turbulentas y desoladoras. Todo esto deseo contárselo de la forma más ordenada posible para que comprenda bien los hechos que me llevaron a la perdición, para encontrarme (años después) con la redención.

Para ser sincero, mi nacimiento es tan dramático como mi infancia, pues los detalles del mismo son poco transparentes y a menudo lo único que he encontrado es el oscurantismo más severo cuando traté de reconstruir algunas partes de la historia de mi vida. Hay quien dice que fui un niño no deseado y otros aseguran que en mí se desató la ira de una madre colapsada por la desgracia, la pobreza o incluso por alguna enfermedad de tipo psicótico. Sea como fuere, hoy estoy aquí, y lejos de considerarme un error o un hijo «no deseado», comprendo ahora que nací con un propósito divino bien definido y poderoso. Al igual que usted. Propósito que ahora, convencido de ello, sé que estoy cumpliendo, no sin luchas y batallas, como todo ser humano, pero debo decir con total seguridad que también con gran éxito, pues la mano de Dios está hoy sobre mí como desea estarlo con usted también. Pero hablaremos de esto más adelante.

Nacimiento

Llegué al mundo una fría mañana de martes, concretamente a las 9 horas del 12 de diciembre de 1978. Hasta donde sé, el parto se produjo sin aparentes complicaciones en el Hospital Provincial de Zamora, una pequeña ciudad situada al norte de España. Sin embargo, llegó a mis oídos una versión no oficial que aseguraba que yo nací en el baño de mi casa y no en el hospital. Esto pudiera parecer catastrófico, pero ya haya sido en el baño o en una sala de hospital, hoy puedo decir, como la vieja canción, «Soy un milagro y estoy aquí».

Permítame hacer un inciso histórico para entrar en situación. El año 1978 fue un tiempo de muchísimo movimiento social después de una transición política intensa. En el mes en que yo nací vio también la luz nuestra tan ansiada Constitución Española. El día 6, para ser más exactos. Por aquel entonces y por espacio de una década (como poco), España sufrió una gravísima invasión de drogas que asolaban principalmente las costas gallegas (al noroeste del país). Curiosamente, la ciudad en la que yo nací está unida geográficamente con Galicia y tiene una frontera natural con Portugal. Zamora, lamentablemente (como para cualquier otra ciudad), ostentó por mucho tiempo el puesto número uno en el ranking fatídico de ciudades con mayor índice de drogadicción de la nación. España, recién estrenada la democracia con su también nueva Constitución, trataba de despertar en materia económica. Sin embargo, la renta per cápita de mi comunidad era la más baja de todas las demás, y el desempleo, entre otros males, llenaba las primeras planas de los diarios de la zona. Debo decir que, por fortuna, y hasta donde yo sé, esta debacle de la drogadicción no llegó a mi familia, si bien el azote intempestivo de otros vicios truncaron las esperanzas de muchos miembros de nuestro clan familiar.

Nací en el seno de una familia completamente desestructurada en el sentido más amplio de la palabra. Casi todos mis parientes vivían bajo los desastres de las infidelidades, los divorcios, el alcoholismo, las enfermedades y un larguísimo etcétera. El matrimonio de mis padres nunca se dio a lugar a pesar de la insistencia de algunos familiares, incluyendo la de mis hermanos y la mía propia en nuestra etapa más madura. El ambiente de inseguridad emocional que una relación así genera en una familia ya devastada es sinceramente titánico. La situación laboral de mis padres fue siempre bastante irregular, por no decir casi inexistente. Fue tan irregular como la comida que nos llegaba al plato. Situación que nos convertía en una familia que vivía en una más que notable pobreza.

A toda esta maltrecha situación económico-laboral y familiar había que sumarle la atroz epilepsia que sufría papá, enfermedad que se manifestaba con frecuencia en horribles ataques y convulsiones con espumarajos expulsados por la boca y otros síntomas. Los golpes que se propinaba a causa de las caídas por dichos ataques le obligaron a visitar el hospital en más de una ocasión. Y por si esto no supusiera ya un grave problema, la vida laboral de papá también era tan desastrosa como la familiar, pues aparte de la epilepsia sufría de problemas en su columna vertebral, hernias discales y otros males que le impedían trabajar con normalidad y de forma continuada. Lamentablemente, el historial de penalidades no termina aquí; como si todo lo relatado no fuese suficiente, una enfermiza adicción al alcohol corría por las venas de papá desde su juventud, adición que todos los días practicaba con «amigos» del trabajo o de la infancia a los que, sin importarle lo más mínimo su responsabilidad como padre, invitaba con exagerada frecuencia, mellando esto la ya maltrecha economía familiar que era más que precaria.

Debo aclarar que mi papá, a pesar de su continuo estado de embriaguez, nunca, que yo recuerde, llegó en actitud violenta al hogar. Normalmente se dirigía a su habitación y allí solo dormía sus penas y su borrachera. Esta situación tan penosa hacía que, dada nuestra economía, tuviéramos que recurrir con frecuencia y por varios años a la caridad de organizaciones religiosas o de ayuda social que nos proporcionaban los alimentos más básicos.

El veneno del alcohol, entre otros factores, había destruido a mi familia. Conocido por todo nuestro entorno era que mi abuela paterna también sucumbió al hechizo malévolo del alcohol, muriendo la pobre de una cirrosis galopante a causa de tan horrible vicio (¡como si hubiera alguno bueno!). Por otro lado, mi abuelo materno igualmente fue un consumado alcohólico que visitaba con frecuencia los centros psiquiátricos; lugar, por cierto, donde poco le podían ayudar, hasta que un mal día terminó suicidándose en presencia de uno de mis hermanos.

Una vez que papá cumplió con el servicio militar, obligatorio en aquella época, se marchó en busca de mejor fortuna (como tantos otros) a la ciudad de Barcelona, donde trabajó en hostelería ganando mucho dinero según me contaron algunos de mis tíos (hermanos de él). Sin embargo, su adicción era tan exagerada que aún en el trabajo sus patronos ya sabían de este mal apego y estos, por el aprecio que le tenían (pues mi papá siempre tuvo gran capacidad de trabajo) le abonaban solamente una parte del salario para que no lo malgastara todo en alcohol. Así, al final de cada temporada estival de trabajo, le depositaban el resto de sueldo adeudado. Mi abuelo paterno amaba muchísimo a mi papá. Recuerdo en mi infancia ir a visitarlo y siempre escuchar esta frase: «Dile a tu padre que venga a visitarme». Mis abuelos, por amor a mi papá y para que este reconstruyera su vida y asegurase su futuro, le cedieron la gerencia de un negocio que él debía explotar. Esta fue la peor decisión que pudieron adoptar, pues el negocio no era otro sino un restaurante, y claro, esto en manos de un alcohólico suponía mucho más que un peligro. Evidentemente, no caben muchos más detalles de este asunto. El negocio no le fue bien a papá y tuvo que cerrarlo.

Si bien la verdad nunca la conoceremos del todo, hay quien dice que mamá frecuentaba el restaurante de mi padre y ahí fue donde se conocieron. Sin embargo, mis hermanos y yo supimos hace algunos años que, presuntamente, en alguna ocasión cuando necesitaba dinero en su adolescencia ejerció la prostitución en un club de alterne de la ciudad. Para nuestra sorpresa, según las indicaciones de otras personas, este antro de perversión lo administraba mi papá. Fue en este lugar donde mis padres se conocieron, formalizando tiempo más tarde su relación como pareja, la cual duró hasta el fallecimiento de papá a causa del cáncer que le provocó su atadura al alcohol. Sin embargo, como tantas otras cosas oscuras de mi familia, esto solo son conjeturas de unos y otros.

No sé muy bien en qué año nació nuestro primer hermano, Óscar; quizá en 1975 o 1976. Él fue el primero de todos. Pero su historia es igualmente misteriosa, pues de su existencia no supe yo (ni ninguno de mis otros hermanos) hasta el año 2006 más o menos, y hasta la fecha solo tenemos dos versiones de su existencia y su paradero, a cual más confusa. La primera nos indica que mi joven mamá (que por aquel entonces debía contar con apenas 17 años), en un arrebato de ira hacia mi abuelo, decidió abandonar al bebé en una especie de orfanato, lugar que tiempo después me sería a mí mismo muy familiar, y nunca más quiso saber de él. Por el contrario, la segunda versión asegura que mamá en efecto llevó al niño a este centro llamado Nuestra Señora del Tránsito, lugar al que meses más tarde acudió para recuperarlo. En aquel momento le indicaron las monjitas que administraban el centro que el bebé había fallecido. Nunca hemos sabido lo que en realidad sucedió con este hermano. Por más que hemos tratado de averiguar algo siempre nos encontramos con evasivas e historias contradictorias que no nos ayudan en nada a encontrarlo. Incluso en averiguaciones posteriores (aunque no se qué tan cierto pudiera ser) me enteré de que en este colegio-orfanato los administradores del mismo, y todo de una forma bastante mafiosa, entregaban a muchos bebés en manos de familia adineradas que pudieran asegurar su futuro. Sabidos y públicos son desde hace no muchos años los numerosos casos de venta y tráfico de niños por parte de algunas instituciones religiosas que han sacudido de forma escandalosa la historia de nuestro país en los años 70 y 80. Quién sabe si finalmente el destino de nuestro hermano desconocido fue este.

Posteriormente a esto mamá daría a luz al que ahora ostenta el primer lugar entre los hermanos: Francisco. Después le seguiría Javier, un hermano al que tampoco conocí, pues supuestamente murió siendo un bebé de una grave enfermedad. Esta es la única versión que conocemos de este hecho, pues nuevamente nunca nadie quiso darnos más información. La duda respecto de este otro hermano muerto nos seguirá siempre y creo que lamentablemente nunca sabremos qué fue lo que ocurrió con él. Esto formará parte de la historia negra de nuestra familia.

Llegado ya 1978 mamá me dio luz a mí. Poco tiempo después nacieron tres hermanos más: Rubén, Elena y Ángel. Los cinco actualmente tenemos una sana relación y estamos en comunicación. En aquella época, ya nacidos todos mis hermanos (pues no sabemos de la existencia de ningún otro más), todos, a excepción del pequeño, vivíamos en una casa en el centro de la ciudad. Cualquiera pensaría que es idílico poseer una casa propia en el centro financiero de una ciudad, por pequeña que sea, a no ser porque esta vivienda de planta con un pequeño desván, toda ella en su conjunto, apenas contaba con 19 metros cuadrados. Se componía de una minúscula cocina en la planta baja adosada a un cuartito de baño aún más ridículo donde ni siquiera había bañera (tina) o plato de ducha, pues teníamos que ir a otra casa para poder bañarnos. En la planta superior se encontraba una habitación igualmente pequeña que mis padres dividieron en dos fracciones minúsculas para poder tener ellos un espacio de privacidad. Seguido a esto se encontraba el también diminuto desván donde ni siquiera podíamos ponernos en pie del techo tan bajo que albergaba.

Si se pregunta usted cómo es posible que pudiéramos vivir todos en aquella ridícula casita le diré que no lo sé, pero así fue que vivimos. «La crisis agudiza el ingenio», dice el refrán. Este habitáculo, que nos quedó como herencia de mis padres, lo vendimos en el año 2011. Ya en esta fecha el pequeñito inmueble contaba con la friolera de casi 120 años de antigüedad y sinceramente debo decir que vender esta casa supuso un gran alivio para mí por los recuerdos, el lamentable estado en que estaba y por los muchos problemas que nos causó poder venderla. Recuerdo que el día en que firmamos ante notario la venta de la misma fuimos a verla por última vez y tengo que dar gracias a Dios por varias cosas: por ayudarnos a quitarnos de encima una losa pesada sobre nuestras espaldas, que es lo que suponía este inmueble, y también porque al mismo tiempo me sentí agradecido por el tiempo en que vivimos en ella. De esto hace más de veinte años, claro, pero algunos recuerdos de la infancia en este lugar están muy activos hoy en mí. Y aunque en el momento de la venta el pequeñito edificio supuso una carga, hubo un tiempo en que fue, o por lo menos lo pretendió ser, un hogar.

Tiempo más tarde, nacido mi hermano pequeño, nos trasladamos a un apartamento propiedad de mis abuelos un poco más grande. Esta vez teníamos bañera, pero no agua caliente, y el crudo invierno del norte pasa factura. Les hablaré de esto más adelante. Este apartamento contaba con dos habitaciones, cuarto de baño y cocina, y de cualquier forma seguía siendo realmente muy pequeño; creo que no alcanzaba los 70 metros cuadrados. La distribución de nuestro nuevo hogar fue del todo simple: una de las habitaciones la ocupaban mis padres y la otra mi hermana, y para nosotros, los hermanos varones, se tuvo que dividir el saloncito en dos mediante un tabique de ladrillo para conseguir una habitación más, habitación por cierto dotada de un camastro en el que dormíamos cuatro hermanos juntos, lo cual suponía una verdadera aventura cada noche. Muchas veces al juntarnos los hermanos en alguna fecha señalada recordamos, entre otras cosas, las innumerables ocasiones en las que jugábamos encima de esa cama y tantas otras cosas que hicimos en nuestra diminuta habitación. La verdad, preferimos hacer memoria de los momentos más divertidos que de la incomodidad que suponía dormir cuatro personas en una sola cama. Esto, como cientos de anécdotas y situaciones de intenso dolor, forman ahora parte de la historia de nuestras vidas. Historias que, lejos de querer olvidar, recuerdo para saber de dónde Dios me sacó, dónde me tiene hoy y hacia dónde me llevará mañana.

Querido lector, en este primer capítulo he querido resumir los primeros meses de nuestra existencia para ponerle en situación de cuáles eran nuestras condiciones de vida en el conjunto familiar. Ahora quisiera relatarle a profundidad el testimonio de mi infancia, todo lo que tuve que soportar y vivir de manera más detallada. Leyendo el libro hasta el final descubrirá el testimonio de un antes y un después.