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BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

510
ULISES Y LAS SIRENAS

Traducción de
JUAN JOSÉ UTRILLA

ULISES Y LA SIRENAS

Estudios sobre racionalidad
e irracionalidad

por
JON ELSTER

Fondo de Cultura Económica

Primera edición en inglés, 1979
Segunda edición en inglés, 1984
Primera edición en español, 1989
   Cuarta reimpresión, 2014
Primera edición electrónica, 2015

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PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS

Muchos filósofos y científicos sociales, en algún momento de su vida, desearon escribir literatura o poesía, sólo para descubrir que carecían de lo necesario para realizar esa labor. Otros han escogido la filosofía o la ciencia social como segunda opción, al ver que su primer objetivo, las matemáticas, no estaba realmente al alcance de sus habilidades. La presente obra halla lugar en la intersección de estas dos incapacidades; pero fracasar siempre es fracasar en algo, lo que nos deja con un conocimiento de la clase de cosa que, sin éxito, hemos intentado hacer. En los ensayos aquí reunidos he tratado de explotar este conocimiento para hacer un análisis del comportamiento racional y del irracional.

Los ensayos se escribieron de modo independiente unos de otros, sin importar lo cual los he vuelto a redactar para evitar redundancias e incorporar nuevas reflexiones. Tal vez sea útil explicar aquí cómo están relacionados estos temas. El capítulo I establece el paradigma de la conducta individualmente racional, que se distingue a la vez de la adaptación biológica y de la adaptación funcional en las sociedades. La principal idea que aquí defiendo es la siguiente: la racionalidad específicamente humana se caracteriza por la capacidad de relacionarse con el futuro, en comparación con el miope y gradual ascenso de la selección natural. El capítulo II, entonces, introduce la idea de conducta imperfectamente racional, cuya necesidad surge porque la flaqueza de voluntad puede impedirnos utilizar nuestra capacidad de una conducta perfectamente racional. La idea de atarse a sí mismo, como lo hizo Ulises antes de enfrentarse a las Sirenas, es el concepto fundamental del capítulo, aunque también se analiza la estrategia, distinta, de “apuestas indirectas privadas”. El capítulo III es, en esencia, una lista de problemas de la teoría del actor racional, expuesta con la intención de evaluar la capacidad de esta teoría en comparación con los enfoques orientados a las normas o estructuralistas. Llego, por esa senda, a la conclusión de que la teoría del actor racional tiene prioridad lógica sobre sus competidoras, aunque no necesariamente sea mejor para cada caso en particular. En el capítulo IV se seleccionan algunos de los problemas ya analizados en el capítulo III, para una discusión más profunda. En particular, trato de explicar cómo es posible interpretar creencias contradictorias y deseos contradictorios como significativos aun si son irracionales. Dicho en otras palabras, hay una secuencia descendente de racionalidad perfecta, racionalidad imperfecta, racionalidad problemática e irracionalidad que, pese al muy diverso material incluido, presta a los ensayos una unidad conceptual que justifica el haber sido reunidos en un libro.

Subyace en todos estos detalles una visión particular de la filosofía de la ciencia, que espero poder exponer más plenamente en otra ocasión. Un breve esbozo puede preparar al lector para la comprensión de algunas de las ideas que analizo más adelante.

 

i)     Existen básicamente tres modos de explicación en la ciencia: la causal, la funcional y la intencional.

ii)    Todas las ciencias utilizan la explicación causal.

iii)   Las ciencias físicas sólo emplean la explicación causal; los principios de menor tiempo y otras formulaciones de variación no son más que útiles analíticos, sin ningún poder explicativo.

iv)   En la biología no hay lugar para la explicación intencional. Esta afirmación la defiendo en el capítulo I.

v)    En las ciencias sociales no hay lugar para la explicación funcional. Defiendo (y condiciono) esta afirmación en el capítulo I, sec. 5 y en el capítulo II, sec. 8.

vi)   En biología puede hacerse una distinción entre la causalidad subfuncional (mutaciones, envejecimiento) y causalidad suprafuncional (efectos de derrame, benéficos o nocivos, de las adaptaciones individuales). Toco brevemente esta distinción en el capítulo I.

vii)  En las ciencias sociales puede establecerse una distinción similar entre la causalidad subintencional, y la causalidad supraintencional. La primera se refiere a los procesos causales que ocurren dentro del individuo, formando o pervirtiendo sus intenciones. Éste es el tema de gran parte de los capítulos II y III. El último se refiere a la interacción causal entre individuos. En mi obra Logic and Society,1 que en cierto sentido es un volumen gemelo del presente, analizo con cierta extensión el tema.

viii) Se debe estudiar la conducta animal y humana con las nociones de función y de intención como ideas reguladoras. No toda conducta animal es funcional, y no toda conducta humana es racional o intencional, pero sí existe una suposición bien fundada de que, típicamente, esto es lo que ocurre.

 

El capítulo I fue presentado originalmente en el Cuarto Congreso Internacional de la Organización Internacional para el Estudio del Desarrollo Humano, en París, en 1977. La presente versión se ha beneficiado de los comentarios de Roger Masters, Arthur Stinchcombe y George Williams. Una versión mucho más breve del capítulo II fue presentada inicialmente en el Taller ECPR sobre Teoría Política, en Lovaina, en 1976. Luego, Finn Tschudi me ayudó, señalándome la obra muy similar de George Ainslie, de quien después recibí comentarios, y que me dio acceso a manuscritos inéditos que resultaron muy importantes para el desarrollo de mis ideas. También deseo dar las gracias a Francis Sejersted, Sissel Reichelt, Dagfinn Follesdal, John Perry, Michael Bratman, Amélie Rorty, Peter Hammond, Arthur Stinchcombe y Robert Goodin, por sus críticas y sus consejos. El capítulo III fue presentado en el Séminaire International sur l’Économie Sociologique, París, 1977. Deseo agradecer a John Harsanyi sus estimulantes discusiones, durante el periodo de gestación del escrito, y a Robert Goodin sus constructivas críticas. El capítulo IV se traslapa, en parte, con el capítulo IV de mi obra Logic and Society, pero hay grandes diferencias, en el material mismo y en la forma en que está organizado. Entre las personas con quienes estoy en deuda se cuentan Amélie Rorty, Eugène Genovese y Paul Watzlawick, la primera por sus importantes sugestiones y los dos últimos por confirmarme que, en realidad, los había yo comprendido correctamente.