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La zona gris

Imposibilidad de juicios y una nueva ética

Viridiana Molinares Hassan

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© Universidad del Norte, 2012

Viridiana Molinares Hassan

ISBN 978-958-741-235-2

Coordinación editorial

Zoila Sotomayor O.

Diseño y diagramación

Munir Kharfan de los Reyes

Corrección de textos

Mercedes Castilla M.

Portada

Fotografía - Ruven Darío Mejía

Diagramación - Carolina Algarín A.

EPUB X Publidisa

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro por cualquier proceso reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo. Ley 23 de 1982.

 

A mi hijo Joaquín,

que así como remueve lo profano de mi vida

también la sublima, y con su voz evita que

pierda el camino de regreso a casa.

 

 

Hasta ahora no se ha puesto en duda ni en lo más mínimo que el individuo ‘bueno’ es más valioso que el ‘malvado’, en el sentido de que es favorable, útil y provechoso para el hombre en cuanto tal (incluso para el futuro del hombre). Pero ¿qué pasaría si la verdad fuese al revés; si el individuo ‘bueno’ representa un síntoma de retroceso, así como un peligro, una seducción, un veneno, un narcótico, y, a causa de ello, el presente se viviera tal vez a costa del futuro, se viviera quizá de un modo más cómodo y menos peligroso, pero con un estilo más mezquino, de una forma más baja?... En ese sentido, ¿no sería la moral la causa de que nunca se lograra potenciar ni magnificar al extremo todas las potencialidades que encierra el individuo humano? ¿No sería ella el peligro por excelencia?

Por suerte aprendí tempranamente a separar prejuicio teológico de prejuicio moral, y dejé de buscar el origen del mal detrás del mundo. Un cierto bagaje de enseñanza histórica y filológica, sumado a un innato fastidio del gusto en cuestiones psicológicas en general, pronto transformó mi problema en otro: ¿en qué condiciones articuló el hombre esos juicios de valor del bien y el mal? ¿Y qué valor poseen ellos mismos? ¿Son una señal de desgracia, de empobrecimiento, de degeneración de la vida? ¿O se revelan en ellos, por el contrario, la plenitud, la fuerza y la voluntad de la vida, su valentía, su certidumbre, su futuro?

Prólogo a Genealogía de la moral,

F. Nietzsche

Sils-Maria, Alta Engadina,

julio de 1887.

LA AUTORA

VIRIDIANA MOLINARES HASSAN

Doctoranda en Derecho Público y Filosofía Jurídico-Política de la Universidad Autónoma de Barcelona. Máster en Literatura Comparada y Estudios Culturales. Universidad Autónoma de Barcelona. Magíster en Desarrollo Social, Universidad del Norte. Diplomada en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario en American University. Directora académica de la Especialización en Derecho Público de la Universidad del Norte, profesora investigadora de tiempo completo, Departamento de Derecho y Ciencia Política; miembro del grupo de investigación en Derecho y Ciencia Política (GIDEPI). Correspondencia: Universidad del Norte, km 5, vía a Puerto Colombia, Barranquilla (Colombia). vmolinar@uninorte.edu.co

INTRODUCCIÓN

Cuando se habla del oficio de escribir, podemos pensar en elegidos: personas que afrontan la hoja en blanco para alimentarla de las más sublimes y desgraciadas experiencias y emociones humanas a partir de las cuales construyen historias que mantienen el compromiso social, histórico y político que asiste a la Literatura.

Tal vez por eso, el lector al enfrentarse a una obra lo hace con la ilusión secreta de encontrar en ella algunas de las vivencias y sensaciones que ha experimentado como individuo a fin de sentirse menos solo si las ve reflejada en la vida de otros, pero también disponiéndose a abandonar la lectura cuando aparezcan en ella elementos que desdibujen la metáfora bondadosa que ha construido sobre sí mismo o pongan en riesgo los fundamentos que soportan una existencia de acuerdo a los modelos morales y éticos de una época.

La idea de escribir puede resultar exótica para quienes con miras a la construcción de una identidad propia recurren a la aceptación colectiva de los otros elaborando historias en las que esos otros puedan verse reflejados; pero para ciertos narradores puede resultar una experiencia trágica, porque deriva de la consagración en forma de lenguaje escrito de las miserias humanas vividas. En este caso la escritura se constituye en el instrumento necesario para mantenerse aferrado a esa miseria, mientras que las obras se convierten entonces en testimonios literarios que pueden ser utilizados por diversas disciplinas en el intento de comprender la complejidad de la experiencia humana.

Así, los testimonios de los sobrevivientes a los campos de concentración y exterminio alemanes son, de esta manera, ejemplos de cómo la narración literaria surge en la tragedia y se desplaza por la necesidad de comprender lo sucedido; de enfrentar el olvido colectivo dejando un testimonio escrito; de escribir para salvar la vida que queda; de defenderse de lo que se ha hecho para mantenerse vivo; de denunciar, lo que los hombres hemos sido capaces de hacer con nosotros mismos, en una extraña dicotomía porque, aun cuando el testimonio es individual, su presentación nos acerca, y si bien no aspira a falsas ideas de salvación colectiva, en cambio, motiva a la necesaria reflexión sobre las construcciones sociales y los límites humanos.

En este ensayo literario, aspiramos tanto a atemperar nuestra formación como abogada cuanto a imponer mi primera condición como persona humana; recurrimos a los testimonios de probada vocación literaria de algunos de los sobrevivientes a los campos de concentración y exterminio alemanes para poner en evidencia de qué manera la Literatura se relaciona con el Derecho{1}, tal cual de hecho lo ha venido haciendo, y cómo puede constituirse en un instrumento valioso para debatir los acontecimientos más relevantes de historia, sin que esta relación implique la caracterización de conceptos o la exposición de conclusiones científicas; y de igual forma intentamos presentar cómo estos testimonios literarios otorgan insumos a la Filosofía Moral y Ética que obligan a la reconceptualización de sus fundamentos aun no realizada.

El interés por lo ocurrido en los campos de concentración y exterminio alemanes surgió de nuestra experiencia como estudiante latinoamericana en el máster de Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona; un año antes de iniciar estos estudios, habíamos organizado en la Universidad del Norte un programa de lecturas de narradores latinoamericanos cuyas obras presentaban diferentes formas de violencia política que fueron desarrolladas durante las dictaduras latinoamericanas; el programa no tenía como objetivo, ni este ensayo tampoco, presentar una investigación técnica, científica o los desarrollos académicos sobre las dictaduras y la violencia, sino promover la lectura de estos autores y poner en evidencia que las narraciones literarias provocan el interés y despliegan la sensibilidad social, a diferencia de las narraciones históricas o los estudios estadísticos, pues dejan una impresión en el lector mucho más profunda, propósito que también pretendo con este ensayo.

Inicialmente y de forma equivocada aspiramos a encontrar en los testimonios de los sobrevivientes a los campos situaciones que nos permitieran relacionar la realidad latinoamericana con la realidad de Europa occidental, tal vez motivados por la impronta histórica de que Latinoamérica ha sido construida desde el colonialismo europeo y porque los latinoamericanos antes de mirarnos a nosotros mismos tomamos a Europa como referente; pero esto no fue posible: nuestro propósito inicial fue superado por la singularidad de lo sucedido y porque los testimonios lo que ponían de presente no era una historia europea sino unos acontecimientos sobre el desarrollo humano que nos incluye a todos y que ni latinoamericanos ni europeos hemos ahondando desde la necesaria construcción de una nueva ética, aunque tengamos un conocimiento histórico detallado de todo lo que sucedió.

Bajo este primer asombro tuvimos que luchar contra nuestra profesional inclinación a juzgar porque iniciamos las lecturas desde la defensa airada a los detenidos y el castigo implacable a los verdugos, pero al irnos sumergiendo en ellas lo que encontrábamos con mayor evidencia era que la línea entre víctimas y verdugos era muy delgada, casi inexistente, porque el laboratorio de desvelos humanos que fueron los campos provocó la transfiguración en verdugos de muchas víctimas, sin que esto fuera exactamente su objetivo principal, aun cuando se constituyó indudablemente en la consecuencia más trascendental.

Siendo así, el castigo resultaba no solo insuficiente sino intrascendente ante lo cual se ponía de presente la derrota del Derecho; sin embargo, en el intento de descubrir respuestas para analizar las conductas de los prisioneros nos acercamos a la obra de Giorgio Agamben Lo que queda de Auschwitz, y encontramos el fundamento principal que se desarrolla en este ensayo, o sea lo que este autor denominó el descubrimiento trascendental de Primo Levi, sobreviviente italiano a los campos de concentración: la zona gris.

Por eso el centro de este ensayo es la exploración literaria del concepto “la zona gris”, tema que describe Primo Levi en sus obras, en particular en Los hundidos y los salvados, y que puede asociarse a los lugares de confrontación ética en donde se revela la opacidad de la condición humana, por cuanto sitúa las ambigüedades en relación con la imposibilidad de determinar culpas y responsabilidades desde lo jurídico, pero planteando una nueva ética aún no explorada y que Agamben propone desarrollar aunque no se ha logrado en su dimensión justa.

Así, el objetivo de este ensayo es un análisis de la definición de zona gris presentada por Primo Levi y profundizada por Giorgio Agamben, pues son los autores que han ahondado en el tema; y la descripción de ejemplos de zonas grises en testimonios literarios de sobrevivientes de los campos sin la pretensión de realizar juicios sobre dicho transcurrir, precisamente, porque esta es una de las principales consecuencias de la opacidad: la imposibilidad del juicio.

Metodológicamente el ensayo se desarrolla en dos partes: en la primera, presentamos el concepto de zona gris, el origen, las características, los atenuantes y las figuras originarias de este, con base en apuntes sobre el mal y la influencia de la modernidad, aun cuando su sustento son los desarrollos filosóficos de Agamben y el concepto presentado por Levi; en la segunda parte aparece la descripción de ejemplos de zonas grises en cada uno de los testimonios literarios, que pasan a ocupar un lugar determinante en la profundización del concepto debido a que traspasan la evidencia histórica y abren el espacio para el debate sobre la zona gris a partir de sus comportamientos concretos en los campos. Al presentar cada testimonio partimos de preguntas que guiaron nuestra exploración de acuerdo a las particulares condiciones de supervivencia de los autores; en este ensayo no se presentan respuestas concretas sobre estas preguntas, aunque sí se insinúan, por dos motivos: dar una respuesta absoluta es desdibujar lo que el mismo texto plantea como opacidad, y en el evento de presentarla esta respuesta derivaría de la nueva ética respecto de la cual afirmamos que no ha sido explorada en su dimensión y que es lo que precisamente con este ensayo invitamos a hacer.

Los testimonios literarios fueron elegidos de acuerdo al tiempo en el que fueron escritos, ya que esta circunstancia pone de presente que el tema no ha sido suficientemente desarrollado en la medida en que algunas obras tienen veinte años, no obstante que la experiencia se desarrolló hace casi setenta años. Esta circunstancia pone de presente el silencio inmediato de los sobrevivientes, excepto de Levi entre los autores elegidos, pues es el que presenta el tema al finalizar la guerra, así como escribe acerca de lo sucedido tomando distancia y con la posibilidad de análisis que otorga el trascurrir del tiempo. De igual forma la selección de los testimonios ocurre desde la visibilidad de los narradores; bien es sabida la multiplicidad de relatos, pero este ensayo alude específicamente a los textos de un prisionero político, un judío de familia ortodoxa y un judío que defiende vehementemente las acciones que realizó para sobrevivir en el campo: de cada uno de ellos presentamos una breve reseña al iniciar la descripción de su transcurrir por la zona gris.

Primo Levi es el primer narrador elegido porque escribe casi inmediatamente después de sobrevivir a las campos y porque presenta el concepto en 1947 en Si esto es un hombre, además, es quien lo profundiza en 1986 con Los hundidos y los salvados como evidencia de que lo sucedido en los campos no se ha pensado en profundidad; por esto con su mismo testimonio insiste en la necesidad de luchar contra el olvido{2}. Prosiguen otros autores que sin mostrar el tema como un resultado de los campos, lo ejemplifican con sus narraciones publicadas muchos años después, de lo que se entrevé que el asunto no ha sido suficientemente desarrollado ni mucho menos, agotado.

Seleccionamos la obra de Jorge Semprún, La escritura o la vida, considerando el tiempo en que fue escrita: 1994, cuarenta y nueve años después de terminada la guerra; esta obra aporta la riqueza de su discurso altamente intelectual y muestra la lucha entre presentar el testimonio de lo sucedido con inmediatez o sobrevivir primero para contarlo después.

Sin destino, de Imre Kertész, la elegimos bajo igual consideración: la fecha de su publicación en 1975, treinta años después de terminada la Segunda Guerra Mundial; también apreciamos la importancia de su autor, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el año 2002, y la virtud de un estilo de narración sustancialmente diferente a la de los otros autores, ya que presenta su testimonio desde la inocencia y el asombro propio de un niño de catorce años deportado a un campo de concentración mientras plantea el problema de la falta de destino de un judío que sobrevive a su único destino: la muerte en los campos.

Finalmente, Crónicas del mundo oscuro, de Paul Steinberg, publicada en 1996, es decir, cincuenta años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, se constituye en el referente obligado de la zona gris, en razón de ser el testimonio que materializa de manera ejemplar las zonas grises al mismo tiempo que presenta una defensa airada de su conducta, que los otros autores no hacen, e incluso se defiende de sutiles señalamientos que Primo Levi introduce en su primera novela Si esto es un hombre.

Las aproximaciones a las descripciones de la zona gris, según los autores seleccionados, se analizan no desde el punto de vista histórico en cuanto narración fáctica, sino desde la memoria del hecho histórico, que descubre lo que sucedió; y de lo no histórico, que provoca reflexiones acerca de lo que no sucedió.

Por último, presentamos unas consideraciones finales abiertas e inagotadas porque, independientemente del objetivo de este ensayo, aspiramos a que en el lector se despierte interés por el tema, y luego construya sus propias consideraciones para enfrentar la necesidad de desarrollar los fundamentos epistemológicos de una moral que esté más cerca que lejos de las acciones humanas.

ADVERTENCIAS

PRIMERA ADVERTENCIA

Esta obra pretende poner en evidencia lo que el hombre hizo con el hombre, pero desestimando toda posibilidad de lectura desde binarios de buenos o malos, porque es precisamente el desdibujamiento de estos extremos y el desarrollo humano desde la opacidad lo que nos proponemos. Por ello sugerimos al lector que antes del abordaje del texto intente deshacer las representaciones sociales sobre judíos buenos, alemanes malos, o viceversa, porque una vez penetre en el terreno antes de identificar judíos, alemanes, homosexuales, prisioneros políticos, buenos o malos, primero ha de procurar que a través de los testimonios de sobrevivientes a los campos alemanes nos observemos a nosotros mismos de tal manera que no solo se detenga a mirar de forma lejana a esa masa anónima. Es decir, no pretendemos comprender desde afuera sino que desde aquella masa nos observemos a nosotros mismos, porque como dicen los narradores latinoamericanos Jorge Luis Borges y Ramón Molinares Sarmiento: un hombre es todos los hombres; y precisamente es en esa condición como nos aferramos a la experiencia cotidiana, sublime e infernal de la vida cuando deconstruimos los códigos culturales, éticos y morales que contextual e históricamente hemos aprobado, en tanto construimos unos nuevos que pueden avergonzarnos, pero que tal vez nos acercan más a las profundidades de lo que significa ser humano.

SEGUNDA ADVERTENCIA

Esta obra no representa un ensayo sobre filosofía ética, moral, ni sobre el mal radical; hacemos alusión, casi siempre como notas al margen, a algunas obras consultadas sobre estos temas con dos claros propósitos: inicialmente motivar al lector a que indague más acerca del pensamiento de autores como Nietzsche, Kant, Hegel, Schelling y Freud, bajo cuyos fundamentos epistemológicos sobre el mal, la ética y la moral se siguen afirmando los desarrollos filosóficos de mayor relevancia y solidez con los que nos aproximamos a estos temas; y luego, en consecuencia, para poner en evidencia que después de la singular experiencia humana en los campos alemanes no se han dado otros principios sobre los cuales se discutan tanto los nuevos ingredientes como límites más amplios que tienen lugar con el comportamiento humano derivado de esa experiencia, puesto que implican precisamente la necesidad de reconceptualizar la ética, la moral, la bondad y la maldad no exploradas. Así mismo advertimos que la obra no presenta una conceptualización sobre la nueva ética, sino que propone detener los aplazamientos para enfrentar sin tabúes el debate desde el testimonio de las acciones realizadas por algunos de los sobrevivientes.

TERCERA ADVERTENCIA

No ha sido un objetivo de este ensayo presentar los presupuestos teóricos de la justicia transicional ni instrumentalizar los acontecimientos de los campos alemanes para analizar los elementos de esta forma de justicia; de igual forma no pretendemos describir las características de los Estados totalitarios de mitad de siglo XX ni su desplazamiento por los nuevos Estados constitucionales y democráticos; advertimos a los juristas que no es esta una obra sobre Derecho, sino una obra que a partir del fracaso de los procesos judiciales de Núremberg y de los testimonios registrados por las narraciones literarias presenta la necesidad de explorar una nueva ética; bajo esta aclaración resulta apropiado anunciar que el lector no encontrará referencias a textos jurídicos y ni a disertaciones sobre Filosofía Política, aun cuando en este último aspecto recurramos a la filósofa política Hannah Arendt; la alusión a su obra la hacemos en virtud de la presentación que de la banalidad del mal realiza en el proceso de juzgamiento a Eichmann y que consideramos uno de los elementos que da lugar a la discusión sobre la nueva ética.

CUARTA ADVERTENCIA

Este ensayo representa un intento de abordar el análisis de un tema jurídico-filosófico desde lo literario; recurrimos a la Literatura por considerar que abre las posibilidades de un debate interdisciplinar, sin que ello, a su vez, implique la discusión interna de temas jurídicos y filosóficos y por considerar que genera un impacto favorable en el lector ya como referente para la construcción de una memoria colectiva que luche contra el olvido. Sin embargo, el ensayo no es un análisis literario de las obras estudiadas sino una reflexión a partir de ellas mismas que motiva la exploración de una nueva ética, que desde estos mismos testimonios aún no ha sido explorada.

LA ZONA GRIS

Auschwitz marca el final y la ruina de toda ética de la dignidad y de la adecuación a una norma. La nuda vida, a la que el hombre ha sido reducido, no exige nada: es ella la única norma, es absolutamente inmanente. Y “el sentimiento último de pertenencia a la especie” no puede ser en ningún caso una dignidad. El bien —si es que se admite que tenga sentido hablar aquí de bien que los supervivientes han logrado poner a salvo en el campo no es, por tanto, la dignidad. Al contrario, que se puedan perder dignidad y decencia más allá de toda imaginación, que siga habiendo todavía vida en la degradación más externa: este es el mensaje atroz que los supervivientes llevan a la tierra de los hombres desde el campo. Y esta nueva ciencia se convierte ahora en la piedra de toque que juzga y mide toda moral y toda dignidad. El musulmán: que es la forma más extrema de ella, es el guardián del umbral de una ética y de una forma de vida que empiezan allí donde la dignidad acaba.

(Agamben, 2009, p. 71)

El Derecho hizo posible la industrialización de la muerte, y se agotó en el intento vano de juzgar su creación. ¿Si el Derecho es insuficiente, y como consecuencia el espacio para la ética se amplía, por qué no se habla de esa nueva ética?