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Fray Martín Ignacio de Loyola

Viaje alrededor
del mundo
Edición de José Tellechea Idígoras

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9816-696-5.

ISBN ebook: 978-84-9953-485-5.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

El viaje 9

Año de 1585 11

Capítulo II. Pártese de las islas Canarias para la de Santo Domingo, llamada de otro nombre la Española, y cuéntase lo que hay, hasta allá y algunas cosas notables 15

Capítulo III. De la Isla de Santo Domingo, llamada Española, y, de sus propiedades 18

Capítulo IV. Del camino e islas que hay desde esta de Santo Domingo hasta el Reino de México 20

Capítulo V. De cuanto sea grande el Reino de México y de algunas cosas particulares y notables que hay en él 23

Capítulo VI. Prosíguese las cosas del Reino de México 27

Capítulo VII. Del Nuevo México y de su descubrimiento y lo que de él se sabe 30

Capítulo VIII. Prosigue el descubrimiento del Nuevo México 33

Capítulo IX. Prosíguese del Nuevo México y de las cosas que en él se vieron 37

Capítulo X. Prosigue del Nuevo México 40

Capítulo XI. Pártese de fa ciudad de México y vase al Puerto de Acapulco en la Mar del Sur, donde se embarcan para las Islas Filipinas. Pásase por la isla de los Ladrones y pónense las condiciones y riquezas de aquella gente 44

Capítulo XII. Pártese de las Islas de los Ladrones y llégase a las de Luzón o Filipinas por otro nombre: cuéntase las cosas particularidades de aquellas islas 48

Capítulo XIII. Decláranse algunas cosas notables que hay y se han visto en estas Islas Filipinas 51

Capítulo XIV. Parten los padres Descalzos de la Isla de Luzón para la China: cuéntanse las cosas que en ella vieron 55

Capítulo XV. Prosigue las cosas que dichos padres vieron y entendieron la segunda tez que entraron en la China y los trabajos que padecieron 60

Capítulo XVI. Son enviados los nuestros de la ciudad de Hucheofú y cuéntase lo que en ella les sucedió 64

Capítulo XVII. Trátase de la grandeza, bondad, riqueza y fortaleza del Reino de China 66

Capítulo XVIII. Trátase de algunos ritos y, ceremonias y, otras señales que en este Reino se hallan de haber tenido noticia de la Ley Evangélica 72

Capítulo XIX. Trátase de las Islas de Japón y de las cosas de aquel reino 76

Capítulo XX. Dase noticia de algunos reinos comarcanos a estas Islas de Japón y trátanse algunas cosas según la noticia más verdadera que por aquellas partes se ha tenido y de ciertos milagros que acaecieron en el reino de Cochinchina, que fueron notables 82

Capítulo XXI. Prosigue las cosas de los reinos comarcanos al de Cochinchina y algunas cosas notables de ellos con los ritos y costumbres de los moradores 88

Capítulo XXII. De otros muchos reinos que hay en este nuevo mundo y de sus nombres y propiedades, y en especial de la famosa ciudad de Malaca 92

Capítulo XXIII. Prosíguese de algunos reinos del Nuevo Mundo y de cosas particulares que en ellos se han visto, y trátase de la ciudad de Malaca y del río Ganges 95

Capítulo XXIV. Trátase del reino de Coromandel y de otros sus comarca nos de la ciudad de Salamina, donde estuvo y murió el Apóstol Santo Tomás, y del poder y riquezas del rey de este reino y de la manera que se entierran y de otras cosas de mucha curiosidad 99

Capítulo XXV. Trátase de muchos reinos de aquel Nuevo Mundo, los ritos y costumbres de los moradores y algunas cosas muy curiosas 103

Capítulo XXVI. Trátase de muchos reinos del Nuevo Mundo y de las cosas particulares y curiosas de ello 107

Capítulo XXVII. De los demás reinos y cosas notables que hay basta llegar a España y dar la vuelta al mundo 109

Relación del viaje que hicieron Pedro de Unamuno, fray Martín Ignacio de Loyola y otros franciscanos desde la isla Macarena, China, hasta el puerto de Acapulco, México, era el año de 1588 111

Libros a la carta 127

Brevísima presentación

La vida

Fray Martín de Mallea, conocido como fray Martín Ignacio de Loyola (¿?-1606). España.

Martín Ignacio de Mallea Loyola nació en Éibar (Guipúzcoa) a mediados del siglo XVI. Era hijo de Andrés Martínez de Mallea y de María Osoa de Loyola. Sobrino del fundador de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola y primo del gobernador de Chile, Martín García de Oñaz.

Fue fraile franciscano descalzo, navegante y misionero. Dio la vuelta al mundo dos veces y escribió varios libros que tuvieron gran influencia. Fue primer custodio de la provincia franciscana de Macao-Malaca y cuarto obispo de Paraguay y del Río de la Plata. Martín murió en Buenos Aires, Argentina, el 9 de junio de 1606.

El viaje

Martín inició su primer viaje el 13 de junio de 1581 hacia México con otros treinta y un misioneros franciscanos que finalmente llegaron a Filipinas en 1582. De Filipinas pasó a China para evangelizar pero sufrió varios ataques que casi le cuestan la vida. Por entonces Martín fue ayudado por Arias González de Miranda, capitán mayor de Macao. El 31 de diciembre de 1583 Martín llegó a Malaca de donde volvió hacia la península Ibérica por la llamada Ruta Portuguesa.

Llegó a Europa en 1584 y se puso en contacto con el Consejo de Indias para tratar los problemas que tenían las misiones franciscanas en el Extremo Oriente. Se entrevistó con el padre general de los franciscanos y consiguió del papa Gregorio XIII la bula de custodio de China. En 1585 partió con veinte misioneros del puerto de Lisboa hacia Oriente por la Ruta Portuguesa y a su llegada a Malaca pretendió adentrarse en China. Tras dos intentos fallidos decidió denunciar ante el rey Felipe II las dificultades de las misiones en China. Para ello partió del puerto de Macao hacia Nueva España el 12 de julio de 1588 en la fragata Nuestra Señora de la Esperanza al mando de Pedro de Unamuno. El 22 de noviembre de ese mismo año llegó al puerto de Acapulco, desde allí continuó su viaje y llegó a España al año siguiente.

En 1594 partió otra vez para América del Sur donde fue nombrado obispo de Paraguay el 19 de noviembre de 1601. Pronto convocó el sínodo de Asunción o Rioplatense, el primer sínodo que se realizaba en Paraguay, para la buena enseñanza de la doctrina cristiana a los naturales. Este sínodo supuso notables mejoras de la situación de los indígenas y determinó que la evangelización fuese en lengua guaraní.

Año de 1585

De lo que el padre Custodio fray Martín Ignacio, del Orden descalzo del Santo padre San Francisco, vio y entendió en su viaje de la vuelta que dio al mundo desde que salió de Sanlúcar de Barrameda hasta que se restituyó a la ciudad de Lisboa, dividido veintisiete capítulos en los cuales hace una descripción muy particular y circunstanciada de las islas de Canarias, la Deseada, Puerto Rico, Santo Domingo y demás por donde navegó, hasta el Puerto de San Juan de Lúa, del Reino de México, del Nuevo México y noticias de su descubrimiento, de las Islas de los Ladrones, Filipinas, y Japón, y de los varios Reinos y provincias del Imperio de la China e India de Portugal por donde transitó, ya por tierra, ya por mar, hasta el Cabo de Buena Esperanza e Isla de Santa Elena, habiendo salido para aquel vasto Imperio desde el Puerto de Cavite en una fragata de Juan de Ioba, natural de Andalucía, a 21 de junio de 1582. Y asimismo expresa las alturas de todas las dichas tierras e islas, las distancias que hay de unas a otras y los rumbos a que demoran, y que habían navegado desde que salió de Sevilla hasta que volvió a Lisboa 9.040 leguas de Mar y tierra, sin otras muchas que anduvo por la China.

Sanlúcar de Barrameda y la ciudad de Cádiz, de donde de ordinario salen las Flotas y Naos para ir a las Indias Occidentales, están la una de la otra distancia de solas 50 leguas y en 37 grados de altura; de donde hay hasta las islas llamadas Canarias 230 leguas, que se caminan siempre al Sudeste y se andan de ordinario en ocho o diez días. Es la mar muy brava y hace muchas olas muy grandes, a cuya causa le llaman el Golfo de las Yeguas. Estas Islas, a quien los antiguos llamaron Afortunadas, llaman el día de hoy nuestros españoles Canarias, denominándolas de canes o perros, por lo que había en ellas cuando los españoles las descubrieron en mucha cantidad, y muy grandes y bravos. Están estas siete islas, que se llaman Gran Canaria, Tenerife, la Palma, la Gomera, el Yerro, Lanzarote y Fuerteventura, en 28 grados escasos, y tienen en sí cosas particulares, de las cuales pondré aquí algunas sumariamente.

En la isla de Tenerife, al Poniente de ella y al cabo, está una sierra llamada por nombre el Pico de Tereira, que a juicio de los que lo han visto, es el más alto del mundo, y se ve muy claramente 60 leguas antes de llegar a él. A cuya causa, cuando las Naos van de España a estas islas, es ella la primera cosa que se descubre. No se puede subir a él, si no es en los meses de julio y agosto, porque lo restante del año hay mucha nieve (con no nevar jamás en todas aquellas islas circunvecinas), y son menester para ello tres días. En la cumbre hace una como plaza muy llana y donde puestos algunos, cuando la mar está sosegada y en calma, ven todas las siete islas referidas y parece cada una de ellas un barrio pequeño, con estar algunas de ellas distantes más de 50 leguas y tener otras tantas de circuito. Los dos meses arriba dichos se coge en la cumbre de este cerro toda la piedra azufre que viene a España, que es mucha cantidad. Es esta Sierra del duque de Maqueda por particular merced del rey.

En esta dicha isla de Tenerife hay una imagen de Nuestra Señora que ha hecho y hace muchos milagros, y se llama ella y la iglesia adonde está Nuestra Señora de la Candelaria y es Monasterio de Religiosas de Santo Domingo: está a 5 leguas de la ciudad de San Cristóbal. Esta santísima imagen apareció en aquella isla en tiempo que era de gentiles y mucho antes que los cristianos fuesen a ella, cuya invención y aparecimiento fue de la manera siguiente: En una cueva, que el día de hoy es Parroquia, donde acostumbraban los pastores guarecerse de las aguas y otras inclemencias del cielo y meter sus cabras (que era el ganado que en aquel tiempo había en aquellas islas, de lo cual hasta el día de hoy ha quedado mucha abundancia), yendo un día un pastor de ellas a meterlas en la dicha cueva, las cabras se esparramaron de una gran claridad que vieron en lo interior de ella y volvieron con gran furia a salirse a lo raso con tanto temor, que no pararon en muy gran distancia. Pues como el pastor viendo esta novedad, entrase en la cueva para entender quién la había causado, y después de vista la claridad y el bulto, tomase una piedra y acometiera a tirarla hacia ella, quedósele el brazo muerto y la piedra en el puño de él, que todo lo que le duró la vida estuvo cerrado en testimonio de milagro. Sabido esto por los moradores de las dichas islas, la comenzaron a tener en grandísima veneración, llamándola Madre del Sol: la cual devoción ha quedado y está viva el día de hoy en todos los naturales, a quien los españoles llaman guanches; y la adoran tanto como al mismo Dios, haciéndole cada año el día de la Candelaria gran fiesta, en la cual cantan y bailan y hacen otras muchas cosas de muy gran regocijo y fiestas.

En una de estas siete islas arriba nombradas y llamada por nombre la del Hierro, hay una continua maravilla que, a mi juicio, es de las mayores del mundo y, como tal, digna de ser sabida de todos los hombres de él para que engrandezcan la Providencia de Dios y le den por ello gracias. Toda esta isla, que es de las mayores o la mayor de las siete islas, es tierra áspera e infructuosa, y tan seca que no se halla agua en toda ella si no es en la orilla del mar en algunas pocas partes, de donde está muy distante la población vivienda de los moradores de la isla; pero es remediada su natural necesidad de la Providencia del cielo como está dicho, y por modo exquisitísimo: y es que hay un árbol grande y no conocido ni visto jamás en otra parte del mundo, cuyas hojas son angostas y largas y están perpetuamente verdes como una hiedra; sobre el cual árbol se ve una nube pequeña y que jamás se aumenta ni disminuye, que es causa de que las hojas destilen sin cesar un agua muy clara y sutilísima que cae en unas pilas que los moradores del pueblo tienen hechas para su conservación y remediar su necesidad, que la suplen con este remedio muy cómodamente, sustentándose de ella así ellos como todos sus animales y ganados, y bastando para todos sin saber nadie desde cuándo tuvo principio este extraño y continuo milagro.

A la mano derecha de estas islas, como 100 leguas de distancia, hay otra cosa poco menos admirativa que la que acabamos de decir, y es que se ve muchas veces una isla, a quien llaman San Borondón, en la cual han estado muchos yendo perdidos, y dicen es fresquísima y muy abundante de arboledas y de mantenimientos y que está poblada de hombres cristianos, aunque no saben decir de qué nación ni lengua. La cual isla han ido infinitas veces nuestros españoles de intento a buscar y nunca jamás la han hallado, de donde viene a que de ella en todas aquellas islas hay diversas opiniones: diciendo unos que es isla encantada y que se ve solamente algunos días señalados; y otros, que no tiene otro impedimento para no hallarse sino que debe ser chica y está de ordinario cubierta de grandes nieblas y que salen de ella ríos de tanta corriente, que hacen dificultosa la llegada. Mi opinión, si vale algo, es que, siendo verdad lo que tantos dicen de esta isla, según la opinión que hay en las siete de Canarias, no carece de misterio mayor que el que puede causar el estar nublado y las corrientes de los ríos que habemos dicho ponen algunos por impedimento para no hallarse; pues esto, cuando lo fuera para los de fuera, no lo podía ser para los de la merma isla, que alguna vez hubiera alguno salido por algún suceso a las circunvecinas y hubiera sido visto y declarado el misterio. De donde colijo o que esta isla es imaginaria o encantada, o que hay en ella otro mayor misterio que por podernos salvar sin creerlo ni entenderlo, será acertado y cordura pasar a delante, concluyendo lo que toca a estas siete islas de Canaria, ya dichas, con decir que el templo [tiempo?] y cielo de todas ellas es extremado y que son muy abundantes de todos los mantenimientos necesarios para la vida humana, y se hace mucha azúcar, y se crían así mismo muchos ganados y muy, buenos, y en especial camellos, que los hay en abundancia. Valen todos los mantenimientos de muy buenos precios y menores que en España. Todas estas siete islas están pobladas de españoles que viven regaladamente, entre los cuales hay el día de hoy algunos naturales de los guinches ya dichos, que están muy españolados. Llámase la principal de estas islas Gran Canaria, en la cual hay obispo e Iglesia Catedral y Consejo de Inquisición y Audiencia Real, de donde depende el gobierno de todas las otras seis.

Capítulo II. Pártese de las islas Canarias para la de Santo Domingo, llamada de otro nombre la Española, y cuéntase lo que hay, hasta allá y algunas cosas notables

Después de haber tomado las Flotas o Navíos refresco en estas islas de Canaria ya dichas, salen de ellas navegando por la misma derrota, hasta una isla que tiene por nombre la Deseada, que está 15 grados de la Equinoccial, 830 leguas de las de Canarias, todas las cuales corren los Navíos sin ver otra tierra ninguna: Tárdase en esta navegación de ordinario veintiocho o treinta días. Tiene esta Isla Deseada, que se le puso este nombre porque, como aquel Golfo es tan grande y de tantos días de navegación, cuando la ven es después de haberla mucho deseado. Tiene otras muchas cerca de sí, una de las cuales es la que llaman Dominica, que está poblada y habitada de unos indios a quien los que navegan aquel viaje llaman Caribes, que es una gente que come carne humana, muy diestros de arco y flecha y cruelísimos. Osan tirar las flechas con hierba mortífera y tan ponzoñosa, que por maravilla la herida que con ellas hacen se puede guarecer ni curar con ningún remedio humano. Está esta isla en 15 grados, es pequeña y no de mucha gente; y con ser así, han muerto en ella muchos españoles, hombres y mujeres, de navíos que han acudido allí y, no sabiendo el daño, han saltado en tierra a hacer agua o a lavar su ropa, sobre los cuales dan de repente los indios y los matan y comen, y dicen es carne muy sabrosa, como no sea de fraile, que ésta por ningún caso la comerán, después que les sucedió el caso que se sigue:

Como un Navío que iba a Tierra firme arribase a aquella isla, en el cual iban dos religiosos de San Francisco y con el descuido ya dicho y deseo de la tierra saltaron en ella sin temor del daño que les podía venir y estuviesen a la ribera de un río gozando de la frescura de él y recreándose de la larga y penosa navegación que habían llegado desde las islas de Canaria hasta allí: como los Caribes los viesen con este descuido, bajaron de una Sierra y los mataron a todos sin dejar persona a vida. Todos aquellos días hicieron grandes fiestas comiendo de aquellos cuerpos asados o cocidos. Y como la quisiesen hacer un día de ellos con comer uno de los dos religiosos, que era hombre muy fresco y blanco, todos los que comieron de él se hincharon dentro de pocas horas y murieron rabiando y dando bascas; de donde quedaron escarmentados para no comer jamás de semejante carne.

De estas maldades han hecho infinitas, y tienen el día de hoy consigo muchos hombres y mujeres españoles a quien han perdonado la vida por servirse de ellos, o por ser niños: los cuales, dicen algunos, que se han huido, andan desnudos como los mismos Indios y hablan la propia lengua, y que casi están ya convertidos en su naturaleza. Podríase remediar este tan gran daño con mandar Su Majestad a un general de la Flota de Tierra firme o Nueva España se detuviese allí algunos días, que serían menester pocos, y limpiase esta mala gente de aquella isla, que lo tienen bien merecido, dando libertad a los pobres cristianos que están cautivos, que son en cantidad. Y aun dicen por muy cierto que hay algunos de ellos que son gente de mucha calidad.

No se puede saltar en esta isla sin que se vea por las espías ordinarias que tienen puestas; y si acaso ven que los que llegan son en gran número y que no los pueden ofender, se están en lo alto del monte o en arcabucos muy espesos hasta que las Naos se van, que es en acabando de hacer aguada o leña. Son grandes traidores y cuando ven la suya acometen, y de esta manera, como queda dicho, han hecho y hacen grandes daños.

Cerca de esta isla Dominica, al Nordeste, está la de San Juan de Puerto Rico, la cual está en 18 grados. Tiene de largo 46 leguas y de ancho 25 y de contorno cerca de 150. Hay en ella mucho ganado vacuno y mucho azúcar y jengibre, y dase muy bien el trigo. Es tierra de mucho oro, y no se saca por falta de gente. Tiene lindos puertos de la banda del Sur, y de la del Norte uno tan seguro y bueno, que por serlo tanto pusieron los españoles a toda la isla Puerto Rico, denominándola del puerto. Hay en toda ella cuatro pueblos españoles, y obispo e iglesia Catedral, en la cual el día de hoy es Prelado el Reverendísimo don fray Diego de Salamanca, religioso agustino. Cuando fueron la primera vez los españoles a ella que, según dice el Reverendísimo don fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas, fue el año de 1509, estaba toda esta isla tan llena de arboledas y frutales, que le pusieron por nombre Huertas, y que había en ella seiscientos mil indios, de los cuales el día de hoy no ha quedado ninguno.

De esta isla a la de Santo Domingo hay 60 leguas, digo de puerto a puerto y de punta a punta solas 12. Vase de un puerto al otro de ordinario en tres días, y la vuelta suele ser de más de un mes, por ser los vientos contrarios.

Capítulo III. De la Isla de Santo Domingo, llamada Española, y, de sus propiedades

La Isla Española, que por otro nombre se llama Santo Domingo, por razón de que en tal día fue descubierta, está en 18 grados y fue la primera que se descubrió en las Indias por el capitán Cristóbal Colón, digno de inmortal memoria. Pobláronse el año de 1492. Es una isla que tiene en contorno más de 600 leguas. Divídese en cinco reinos: el uno de ellos, que ahora se llama la Vega y en aquel tiempo que se descubrió se llamaba Magua, tiene 80 leguas de circuito, y tiéndense todas ellas de Norte a Sur, en la cual mar, según lo que el Reverendísimo de Chiapas testifica en su libro, entran de solo este reino treinta mil ríos y arroyos, los doce de ellos tan grandes como Ebro, Duero y Guadalquivir, en España. Y dice el sobredicho obispo otra grandeza: que la mayor parte de estos ríos, que son los que corren de la Sierra que está al Poniente, son riquísimos de oro, y alguno de ellos muy subido en quilates, como lo es el que se saca de las minas de Cibao, tan conocido en aquel reino y aun en el de España por su mucha perfección; de la cual mina acaeció sacar un pedazo de oro virgen tan grande como una grande hogaza y que pesaba 3.600 castellanos, y se perdió y hundió en la mar trayéndolo a España, como lo testifica el mismo Reverendísimo sobre dicho.

En esta Isla hay mucha más cantidad de ganado vacuno que en la que queda atrás de Puerto Rico, y cógese mucho azúcar y jengibre y cañafístola, y asimismo muchas frutas de las de España y otras de la tierra, que son muchas. Hay muchos puercos, cuya carne es tan sana y tan sabrosa como el carnero de España, y vale todo por muy poco precio, y cómprase un novillo por 8 reales, y las demás cosas de la tierra a este respecto, aunque las mercadurías de España valen caras. Es tierra de mucho oro, si hubiese gente que lo sacase, y muchas perlas. En toda la Isla no se coge trigo, si no es en el obispado de Palenzuela, aunque hay otras muchas partes donde, si lo sembrasen, se daría bien; pero la naturaleza que suele suplir las necesidades, cumplió la del trigo con darles en su lugar una raíz que se cría en toda la isla en mucha cantidad y abundancia y les sirve de pan, como lo hacía a los propios naturales cuando fueron nuestros españoles: es blanca, se llama cazabe, la cual molida y hecha harina, hacen de ella pan para sustentarse que, aunque no es tan bueno como el de harina de trigo, pueden pasar en él y sustentarse.

Es tierra muy cálida, a cuya causa los mantenimientos son de poca sustancia. Está la ciudad principal de esta Isla, que se llama Santo Domingo, por la razón arriba dicha, donde hay arzobispo y Audiencia Real fundada a la orilla de la mar, y tiene un río grande que le sirve de puerto muy bueno y seguro. Hay en ella tres conventos de religiosos y dos de religiosas.

En esta Isla dice el Reverendísimo de Chiapas en su libro, que había, cuando entraron los españoles en ella, tres cuentos de nombres de los naturales indios, de los cuales no has el día de hoy doscientos y los más son mestizos, hijos de indias y españoles, o negros; a esta causa tienen pobladas todas las estancias e ingenios de negros, de los cuales debe de haber en todas las islas más de doce mil. Es tierra muy sana para los que están acostumbrados a vivir en ella.

Hay en toda esta mar ballenas en abundancia, que las ven desde los navíos y aun las temen algunas veces; pero sobre todo hay mucha infinidad de unos peces muy grandes, que llaman tiburones, de los cuales andan grandes manadas; son aficionadísimos a carne humana y siguen un Navío 500 leguas sin dejarse ver día ninguno, y ha acaecido muchas veces pescar este pez y hallarle en el buche todas las inmundicias y cosas que desde la Nao se han echado en muchos días de navegación, y las cabezas de carnero enteras con sus cuernos. Si acaso cogen un hombre a la orilla del mar parado, se lo comen todo, o a lo menos le cortan a cercén todo lo que pueden alcanzar, una pierna o brazo, o el medio cuerpo, como muchas veces se ha visto, y hácenlo con mucha facilidad, porque tienen muchas hileras de dientes, y agudos como navajas.

Capítulo IV. Del camino e islas que hay desde esta de Santo Domingo hasta el Reino de México

La primera isla que hay después de haber salido de la de Santo Domingo es la que ordinariamente llaman Navaza, la cual está 112 leguas de ciudad de Santo Domingo y está en 17 grados; es isla pequeña. Junto a ella está otra que se llama Jamaica, de 50 leguas de longitud y 14 de latitud. Cerca de ellas suele haber grandes huracanes en la lengua de los propios isleños, quiero decir todos los cuatro vientos principales juntos y que el uno hace fuerza contra el otro: los cuales ordinariamente soplan en esta costa los meses de agosto y septiembre y octubre, por lo cual siempre las flotas que van a Indias procurar pasar aquella costa antes de llegar estos tres meses, o después, por tener experiencia de haberse perdido muchos navíos en aquel paraje y tiempo.