Félix Azara
Correspondencia oficial e inédita sobre la demarcación de límites entre el Paraguay y el Brasil
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Créditos
Título original: Correspondencia oficial.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@red-ediciones.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9897-516-1.
ISBN ebook: 978-84-9897-687-8.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Discurso sobre la correspondencia oficial de Azara 9
I. Al gobernador del Paraguay, sobre límites 11
II. Al virrey, sobre demarcación 11
III. Al virrey, dando cuenta del arribo de los demarcadores en la Asunción 15
IV. Al mismo, sobre la demarcación 15
V. Sobre el mismo asunto 17
VI. Sobre salir a reconocer los pueblos de Misiones 18
VII. Sobre el mando de don José Varela 18
VIII. Sobre demarcación 18
IX. Sobre la venida de los portugueses 20
X. Sobre la demarcación de límites 21
XI. Al mismo, sobre el mismo asunto 24
XII. Al virrey, sobre los establecimientos portugueses 25
XIII. Al mismo, para que haga retirar las partidas 28
XIV. Al mismo, sobre la demarcación 29
XV. Al mismo, sobre la salida de la Asunción 31
XVI. Al mismo, sobre el viaje do Curuguatí 32
XVII. Al mismo, sobre la demarcación 32
XVIII. Al mismo, dándole aviso de haber llegado a Curuguatí 38
XIX. Al mismo, para que se retiren las partidas 38
XX. Da cuenta de la retirada de Curuguatí 40
XXI. Sobre la demarcación 41
XXII. Sobre volver a Curuguatí 42
XXIII. Sobre establecimientos portugueses 43
XXIV. Para que no corra la línea por la cordillera 47
XXV. Sobre la demarcación 51
XXVI. Recibo a la resolución del rey 54
XXVII. Sobre los caminos de Chiquitos 55
XXVIII. Para que se nombre por segundo Comisario al teniente de navío don Martín Boneo 58
XXIX. Para que nombre tercer jefe de partida a don José Bolaños 59
XXX. Retiro de don Martín Boneo 59
XXXI. Sobre quedar retirado don Martín Boneo 60
XXXII. Al gobernador, sobre el retiro del carpintero 60
XXXIII. Reconocimiento del Igatimí 61
XXXIV. Sobre que los portugueses ofrecen evacuar a Albuquerque 61
XXXV. Sobre la extensión de la Provincia 61
XXXVI. Al gobernador, sobre límites 62
XXXVII. Al mismo, sobre una población portuguesa 63
XXXVIII. Al virrey, acusando el recibo de una real orden 63
XXXIX. Al mismo, muy reservada 63
XL. Al mismo, sobre el río Corrientes 65
XLI. Al gobernador 66
Libros a la carta 75
Brevísima presentación
La vida
Félix de Azara, 18 de mayo de 1742 (Barbuñales, Huesca)-1821. (España.)
Fue militar, ingeniero, explorador, cartógrafo, antropólogo y naturalista.
Estudió en la Universidad de Huesca y en la Academia militar de Barcelona dónde se graduó en 1764. Sirvió en el regimiento de infantería de Galicia y obtuvo el grado de lugarteniente en 1775. Siendo herido en la guerra de Argel, sobrevivió de milagro.
Asimismo rechazó en 1815 la Orden de Isabel la Católica en protesta por los ideales absolutistas imperantes en España.
Mediante el tratado de San Ildefonso (1777), España y Portugal fijaron los límites de sus dominios en América del Sur y Azara fue elegido como uno de los cartógrafos encargados de delimitar con precisión las fronteras. Marchó a Sudamérica en 1781 para una misión de algunos meses y vivió allí veinte años.
Al principio se estableció en Asunción, Paraguay, para realizar los preparativos necesarios y esperar al comisario portugués. Sin embargo, pronto se interesó por la fauna local y comenzó a estudiarla acumulando el extenso archivo que más tarde conformó los cimientos de su obra científica.
Cabe añadir, además, que colaboró con José Artigas en el establecimiento de pueblos en las fronteras entre la Banda Oriental (actual Uruguay) y el Imperio del Brasil.
Azara murió en España en octubre de 1821, víctima de una pulmonía; fue también conocida su amistad con Goya, quien pintó un retrato suyo.
Discurso sobre la correspondencia oficial de Azara
Entre varios papeles que dejó Azara en poder de su compañero y amigo, don Pedro Cerviño, se hallaba el borrador autógrafo de su correspondencia inédita sobre los trabajos de demarcación: documento importante, que contiene la historia de las controversias suscitadas por los Comisarios portugueses, con varias observaciones sobre el tratado de 1777.
En él se señalan los errores de los negociadores; sobre todo el de hacer pasar la línea de demarcación por dos ríos (Ygurey y Corrientes), que, o no existen, o no se hallan donde ellos los habían colocado. Solo al cabo de muchas investigaciones pudo descubrirlos el autor de esta correspondencia, el primero en el Yaguarey, o Igurey de d’Anville, y el segundo en el río Appa.
Pero, por más fundada que fuese esta opinión, no pasó de conjetura, y la aprobación de los Altos Poderes Contratantes no bastó a darle el carácter de un artículo adicional al tratado. No cesaron los comisarios portugueses de promover dudas y enredos, y lograron al fin el objeto que se habían propuesto, de dejar en suspenso la demarcación.
Azara tuvo que luchar contra las mismas autoridades españolas, que, o no comprendieron, o tenían en menos sus representaciones. Esta indiferencia le pareció sospechosa, y acusó de cohecho al gobernador del Paraguay. Sus relaciones oficiales con este funcionario tomaron desde luego un carácter austero y hasta descomedido, que solo la conciencia de alguna culpa secreta pudo hacer tolerar en un inferior. Débil y circunspecto en las contestaciones, el gobernador cifró su venganza en los desaires, que despreció Azara a pesar de su genio irritable. Solo al cabo de muchos años puso en los apuntes, que comunicó al Señor Walckenaer, para que no lo olvidase en su biografía, que: «Preguntando un día donde estaban las llaves del archivo, le fue contestado, que se las había llevado al campo un dependiente del gobernador». Desde entonces ya no volvió a este lugar de su predilección, y ¿quién puede calcular ahora la extensión que hubiera dado a la parte histórica de su viaje sin este incidente?...
El mérito de Azara no debe graduarse por lo que hizo, sino por las dificultades que halló en realizarlo. Ninguno de sus compañeros le aventajó en actividad, y a todos sobrepujó en inteligencia.
Buenos Aires, marzo de 1837.
Pedro de Angelis
I. Al gobernador del Paraguay, sobre límites
Muy señor mío:
Asunción, 27 de febrero de 1784
Debiendo yo demarcar los límites de esta Provincia y el Brasil según el último tratado, por el cual deben quedar cubiertas nuestras posesiones, necesito que Vuestra Señoría me informe de las que tiene esta Provincia en su parte septentrional: explicándome no solo los pueblos, sino también sus jurisdicciones, pastos y yerbales.
Señor don Pedro Melo de Portugal.
Nuestro Señor, etc.
II. Al virrey, sobre demarcación
Excelentísimo señor:
Asunción, 12 de abril de 1784
Leídos con atención los papeles que el señor don José Varela me dio cuando salí de esa, concebí que la línea divisoria debía seguir el río Igatimí hasta su origen; y luego, según el artículo 4.º del tratado, dirigirse al norte por la cresta de una serranía que corre de sur a porte entre los ríos Paraná y Paraguay: hasta que se pudiese, cayendo al oeste, cubrir los pastos y yerbales de dos pueblos que tenemos al norte del Ipané, y deben quedar por nosotros, conforme al artículo 16 del tratado, y a la orden de Su Majestad de 1 de abril de 1782.
Marcada así esta línea hasta el río Paraguay, vi que, según el artículo 6.º del mismo tratado, debía señalarse otra para los portugueses, dejando competente espacio neutral entre ambas. Y como los bárbaros Mbayás posean las tierras entre dicha serranía y el río Paraguay, que desde dichos pueblos se extienden al norte como 30 o 40 leguas, me pareció que podrían dejarse neutrales estos indios y sus posesiones, quedando de este modo imposibilitada la comunicación de los vasallos de ambas coronas por esta parte, que es uno de los fines del tratado. Así pensé, hasta que vi la respuesta que me dio este gobernador, cuando le pregunté la extensión de los pastos y yerbales de los dos referidos pueblos.
No estoy instruido en los hechos pasados, y deseo acertar. Tengo entendido que, en la demarcación del año de 1753, tomaron los comisarios por límite los ríos Igatimí e Ipané, dejando a los Mbayás por Portugal. Por otra parte veo que los Lusitanos, contra la misma demarcación y su tratado, fortificaron la orilla del Igatimí: que Su Majestad, o su Real Consejo de Indias, expidió cédula de aprobación a favor de la fundación de la villa de la Concepción, situada al norte del Ipané, en tierras de los Mbayás: que dos concesiones o mercedes, mal explicadas, y expedidas por dos Gobernadores de esta provincia, han dado las tierras de los Mbayás a los Jesuitas; y finalmente veo que el actual gobernador me escribe en términos que dan a entender que poseemos dichas tierras. Todo esto, que ha sucedido después del penúltimo tratado, da a comprender que poseemos las tierras de los Mbayás, y por consiguiente que estas deben quedar a nuestra banda, según dichos artículo 16 y real orden de 7 de abril. Pero los portugueses sostendrán lo contrario, y apenas convendrán en la primera idea que he referido. Yo, con lo que llevo dicho, no puedo tomar sobre mí la cesión de los Mbayás, ni aun el dejarlos neutros; pareciéndome que debo sostener que la línea que he dicho tener imaginada para límite de los portugueses, lo sea para nosotros, señalando más allá otra para encerrar el espacio neutral. Si a Vuestra Excelencia le pareciere que nuestra posesión de los Mbayás y sus tierras no está bien acreditada, y que no debo hacer caso, para el efecto de probar nuestra posesión, de la carta de este gobernador, de la real cédula, y de las mercedes referidas, que todo le incluyo, me lo avisará para que me arregle a mi primera idea. Y si Vuestra Excelencia tiene por cierta nuestra posesión, también puede avisármelo, para que insista en sostener las tierras de los Mbayás: en cuyo caso, si se opusieren los portugueses, se habrá de tomar un expediente interino para que las Cortes decidan. Para mayor inteligencia, ínterin remito croquis, de las tierras de que se trata, añadiré las noticias que de ellas he adquirido.
Sus límites son, al oeste el río Paraguay, al sur el río Ipané, al este una cordillera o cresta de lomas que, mediando entre los ríos Paraná y Paraguay, se extiende mucho de sur a norte. No puedo señalar su límite fijo por el norte, que juzgo será el paralelo de 22º o 211⁄2, según las noticias que he tomado de los indios Payaguás, de tres caciques Mbayás, de algunos españoles y de un diario del jesuita Sánchez: verdad es que varían mucho dichos informes. Los demarcadores últimos parece que creyeron que dichas tierras eran cálidas, húmedas, mal sanas, anegadizas e inútiles para criar ganados: pero los continuos esfuerzos de los jesuitas para establecerse allí, y los muchos pueblos y reducciones que ha habido en ellas, y que se han abandonado, no por mala calidad de la tierra, sino por violencia y temor de los Paulistas, hacen formar mejores ideas.
A estos hechos se agrega la aserción de los que han andado por allá, de que hay barreros para ganados; que los caballos de los Mbayás están muy gordos y aventajados a los de esta provincia; que se crían ovejas, y por fin, que el terreno es excelente, y, que lo produce todo, con ventaja al de esta provincia.
Las tierras entre los ríos Ipané y Aquidaban, que distarán como ocho leguas, tienen tantos yerbales que se consideran inagotables. También hay noticias, no bien averiguadas, de que las tierras de los Mbayás contienen un cerro de plata, que por está razón llaman blanco. Hacia el extremo del norte de dichos Mbayás tiene el río Paraguay un paso, que da en los Guanás de la otra banda, que no dista mucho del pueblo de Santiago de los Chiquitos, según el diario del padre Sánchez. Es bien sabido el empeño de los jesuitas para conseguir la comunicación de esta provincia con la de Chiquitos; y como los ríos Mbotetey y Tacuary están, a mi juicio, 50 leguas al norte de dichos Mbayás, no perjudica a los portugueses, para su navegación a Cuyabá, el que queden por nosotros las tierras de que se trata, que nos son más útiles, que perjudicial a ellos nuestra posesión.