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Miguel Martín-Sánchez

El gatopardo
educativo

¿Qué hay de neo en las
pedagogías alternativas?

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Colección Horizontes Educación

Título: El gatopardo educativo. ¿Qué hay de neo en las pedagogías alternativas?

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Esta investigación ha sido posible gracias a las ayudas de la Junta de Extremadura y los Fondos FEDER para la realización de actividades de investigación y desarrollo tecnológico, de divulgación y de transferencia de conocimiento por los grupos de investigación de Extremadura GR 18039.

Primera edición (papel): marzo de 2022

Primera edición (epub): mayo de 2022

©Miguel Martín-Sánchez

©De esta edición:

Ediciones OCTAEDRO, S.L.

Bailén, 5, pral. – 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02

octaedro@octaedro.com - www.octaedro.com

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ISBN (papel): 978-84-19023-75-9

ISBN (epub): 978-84-19023-76-6

Realización y producción: Ediciones Octaedro

Para mis hijos Paula y Carlos,
siempre ávidos de aprendizaje.
Ojalá estas páginas os sirvan de inspiración.
No lo olvidéis: Ipsum vita est. Semper discentes.

Índice

Pasen y lean: en el umbral de El gatopardo educativo

1. ¿Pedagogía para qué? La escuela en la encrucijada

1.1. Pedagogía y antipedagogía

1.2. Cambio e incertidumbres

2. La pedagogía tradicional y siempre haciendo lo mismo los mismos

2.1. Buenas intenciones, malas consecuencias

2.2. La escuela, templo del saber

2.3. El maestro como autoridad

2.4. El conocimiento disciplinar o para enseñar solo hay que saber lo que se enseña

2.5. La letra con sangre entra

2.6. «¿Y tú quién eres?» –El alumno. «Pues calla y escucha»

3. Las pedagogías alternativas

3.1. El desencanto educativo como desencadenante

3.2. Principales pedagogías alternativas

3.2.1. Pedagogías no institucionales

3.2.2. Pedagogías críticas

3.2.3. Pedagogías libres no directivas

3.2.4. Pedagogías de la inclusión y de la cooperación

3.2.5. Pedagogía lenta, serena y sostenible

3.2.6. Pedagogía sistémica

3.2.7. Pedagogías del conocimiento integrado

3.2.8. Pedagogías de las diversas inteligencias

3.3. Cuatro pedagogías alternativas populares

3.3.1. Las Escuelas Waldorf: armonía y naturaleza

3.3.2. Montessori: el descubrimiento del niño

3.3.3. Educar en la naturaleza: las escuelas-bosque

3.3.4. La pedagogía Reggio Emilia: los cien lenguajes del niño

4. ¿Innovaciones educativas o vuelta a lo mismo?

4.1. ¿Qué hay de innovación en lo alternativo?

4.2. ¿Retro o neo? Cambiarlo todo, para que todo siga igual

5. El gatopardo educativo: nuevos escenarios - viejos problemas

5.1. ¿Lo cambiamos todo, para que todo siga igual?

5.1.1. La dimensión e injerencia política de la Educación

5.1.2. La delimitación de los fines de la Educación

5.1.3. El problema de la formación del profesorado

5.1.4. El debate sobre la participación y la libertad educativa

5.1.5. El problema de la calidad

5.1.6. El problema de las prácticas docentes, el currículum y la evaluación

5.1.7. El problema de la escuela como institución y el reconocimiento del profesorado como agente valioso

Referencias bibliográficas

Pasen y lean: en el umbral de El gatopardo educativo

El objetivo principal de la educación en las escuelas debe ser la creación de hombres y mujeres capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otras generaciones han hecho, hombres y mujeres creativos, inventivos y descubridores, que pueden ser críticos y verificar y no aceptar todo lo que se ofrece.

JEAN PIAGET

Este libro es un libro sobre Educación, como todos los de su género. No es un libro de ficción, aunque en ocasiones pueda parecerlo. Es un libro pensado hace tiempo, y escrito hace poco. Un libro sustentado en la investigación, la lectura y la reflexión de su autor. Pero no es un libro concluyente o, al menos, no es esa su intención. Es un libro apertura, en el sentido de que pretende abrir puertas intelectuales, reflexiones, que se llaman. A pesar de que es un libro sobre Pedagogía, no está orientado exclusivamente a los educadores, sino que está pensado para todos, en un amplio sentido: profesores y maestros, educadores, trabajadores de la enseñanza, estudiantes de Pedagogía, Magisterio y Educación Social, y todos aquellos interesados en conocer qué se ha hecho en los últimos años en materia educativa y qué hay de nuevo en ello.

En primer lugar, se trata de un libro sobre Educación y Pedagogía. No es lo mismo, porque Educación es algo mucho más amplio e inabarcable que la ciencia que lo estudia, que es la Pedagogía. Por eso, este libro es un libro de Pedagogía que estudia la Educación y las formas de aproximación al fenómeno educativo. Entonces, el fenómeno es movimiento, es acción, es realidad, que requiere estudio, análisis, planificación, investigación, reflexión, orientación, intervención y evaluación. Por eso necesitamos la ciencia que estudia la Educación, que es la Pedagogía. Para que la práctica sea exitosa, se requieren evidencias, y no ocurrencias. De esto trata la Pedagogía.

La Pedagogía no es única ni neutra. No hay una sola pedagogía, entendida como forma de reflexión, práctica educativa y experiencia pedagógica, sino muchas. La Pedagogía como ciencia se nutre de muchas otras ciencias fundamentales, auxiliares e instrumentales. Los pedagogos y pedagogas estudian Filosofía, Didáctica, Teoría de la Educación, Psicología, Sociología, Estadística… y muchas más cosas para comprender al sujeto que aprende, el objeto que aprende, el contexto en el que se aprende, el camino y los fines y razones para aprender (o desaprender) algo. De esto también trata este libro.

En segundo lugar, tal y como he advertido, la Educación es un fenómeno complejo en el que intervienen numerosas y muy distintas variables que condicionan la aproximación al propio hecho educativo. Estas aproximaciones, que bien podemos llamar dimensiones, coinciden en algo fundamental: la interpretación de la Educación como un hecho del ser humano dentro de la sociedad.

La Educación, pese a las diferentes y profusas exigencias y cortapisas con las que es requerida constantemente por la sociedad, en su mayoría económicas, no tiene que perder de vista en ningún momento su objetivo último: capacitar al individuo para que sea autónomo y crítico. Aunque resulte paradójico, la Educación no solo sirve para reproducir el esquema organizativo de la sociedad, entendido como producción de trabajadores cualificados, disciplinados y capaces. La Educación es teleológica, es decir, tiene un fin, lo busca; pero no es un fin cualquiera, sino un fin razonable.

En el afán de conocer e intervenir en la Educación, surge la ciencia pedagógica y, aquí, como no podría ser de otra manera, al tratarse de una ciencia humana que estudia al ser humano y sus producciones, entran los valores, las convicciones, la ética y, a veces de modo lamentable, la política (que discute poco de Educación y mucho de ideología educativa). La Pedagogía no es única, decía anteriormente, sino influenciada por el sujeto y el contexto, la historia, la tradición y las convicciones. La Pedagogía neutra es un oxímoron. Así que, a lo largo de la historia, los seres humanos han entendido la Educación de una determinada manera y han tratado de establecer un proceso de intervención pedagógica basada en esas formas de entenderla. De esto también trata este libro: de las diversas experiencias y corrientes, de las diversas pedagogías.

Entonces, el lector se encuentra ante un libro que intenta analizar las innovaciones educativas, investigando y aportando datos e información sobre las principales corrientes, teorías, modelos y enfoques educativos que han visto la luz en los últimos doscientos años, así como su impacto educativo. Asimismo, trata de averiguar cuál es la actualidad y la relevancia de estas corrientes. La pregunta que subyace es, como indica el propio título, qué tenemos de neo en estas pedagogías alternativas o innovadoras.

A lo largo de las páginas que siguen, se realiza un recorrido por las diversas formas de entender el proceder y la intervención pedagógica sobre la Educación. Obviamente, como verá el lector, cada intervención se justifica y fundamenta en una filosofía de vida y educación. Porque, al igual que en Filosofía nos encontramos con los empiristas, los racionalistas y los idealistas, por ejemplo, y cada uno de ellos entienden la ciencia, las ideas y la vida de una manera, en Pedagogía tenemos a los tradicionales y a los alternativos, si bien, como veremos, la Pedagogía no es dicotómica, como ellos mismos defienden. Así pues, en este libro vamos a adentrarnos en las formas de proceder con el acto educativo. Para ello, realizaremos un recorrido a lo largo de cinco capítulos sobre las principales formas de entenderlo.

Como es un libro de Pedagogía, en cuanto que ciencia de la Educación, el capítulo 1 se dedica a reflexionar sobre el sentido, naturaleza y razón de la Pedagogía y los pedagogos, de manera que sentará las bases del resto de los capítulos, que tratan sobre diversas pedagogías. El capítulo 2 trata de analizar cuál es el origen de lo que se denomina pedagogía tradicional, en qué consiste y cómo entiende el proceso educativo. Sirve de antesala para el capítulo 3, que presenta las principales pedagogías alternativas, en concreto, cuatro muy extendidas: Waldorf, Montessori, escuelas-bosque y Reggio Emilia. El capítulo 4 analiza qué hay de nuevo en estas pedagogías, si realmente son alternativas, si son innovadoras, o si encontramos lo mismo de siempre dicho de forma diferente. Y esa es la razón del capítulo 5, que recoge el título del libro: nuevos escenarios y viejos problemas. Porque lo que se plantea en este libro es que vivimos una especie de gatopardo educativo.

Me gustaría, finalmente, justificar el título del libro, si bien trataré de no desvelar demasiado del contenido, para que el lector no sufra un spoiler literario. El título es deudor de la genial obra de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo, la novela que, rechazada por varias editoriales, en un error histórico, devino un éxito literario y cinematográfico. A lo largo de los años, y en conversaciones con colegas pedagogos y educadores en su amplio sentido, se ha repetido una constante: lo cambiamos todo, pero todo sigue igual. Así es lo que yo entiendo por gatopardo educativo, como Tancredi en la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, con su idea sui géneris del cambio, en una suerte de vuelta a lo mismo, cambiándolo todo para que parezca nuevo, pero conservando en el fondo las mismas ideas.

Pues bien, esta metáfora explica bien lo que son, en mi opinión, muchas de estas alternativas pedagógicas, pues presentan por novedosas cosas que ya han sido trabajadas, estudiadas y practicadas. El cambio es evidente, pero no la mejora. Se han llevado a cabo iniciativas, reformas y contrarreformas, cambios y vueltas a lo mismo, supuestas innovaciones que tienen ¿más de retro o de neo?, ¿es una vuelta al conservadurismo y la escuela nostálgica o todo es novedoso y revolucionario?, ¿se sostienen en evidencias científicas las supuestas mejoras de estas pedagogías alternativas o todo es humo bien vendido por gurús pseudopedagógicos que venden terapias educativas sin el más mínimo fundamento ni evidencia?

De esto trata este libro. Pasen y lean, y traten de llegar a sus propias conclusiones. Quizás, amigo Tancredi, en realidad, todo ha cambiado para seguir igual. Tenemos nuevos escenarios y nuevas leyes educativas, pero seguimos con los viejos problemas sin resolver. Bienvenidos a El gatopardo educativo.

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1.¿Pedagogía para qué? La escuela en la encrucijada

La pedagogía tiene que llegar a ser un estudio; de lo contrario no se puede esperar nada de ella, y el que ha sido echado a perder por la educación, educa no más a los otros. El mecanismo en el arte de educar tiene que transformarse en ciencia; pues si no nunca llegará a ser un esfuerzo coordinado; y cada generación va a querer demoler lo que haya erigido la otra.

INMANUEL KANT

1.1. Pedagogía y antipedagogía

No corren buenos tiempos para la Pedagogía, ni siquiera para la Educación en general. Pero en concreto los pedagogos y su ciencia no caen especialmente simpáticos. Las causas son muchas y los sentimientos, enfrentados. Hace casi cuarenta años, Joaquín García Carrasco (1983) publicaba un libro titulado La Ciencia de la Educación. Pedagogos ¿para qué?, en el que con atinado juicio reflexionaba sobre la importancia de la Pedagogía, sus debilidades y dificultades, así como sobre cuestiones relacionadas con la identidad profesional y el sentido y utilidad del conocimiento pedagógico. En pleno siglo XXI las ideas del autor siguen siendo relevantes y de actualidad, especialmente en un momento delicado para los pedagogos y su ciencia, porque están de moda, pero para convertirlos en diana, causa y efecto de todos los males educativos.

Los cambios políticos, sociales, económicos y filosóficos de los últimos cincuenta años, acrecentados por el fácil acceso a la información y la pérdida de grandes referentes culturales que caracterizan la sociedad actual, han generado un desencanto educativo y una pérdida de fe en la escuela y la educación como motor de cambio. Si a esto le añadimos el auge de la libre opinión, del menosprecio de la Pedagogía y la pervivencia contumaz de pensar que se puede enseñar solamente con práctica y con el conocimiento de la materia, despreciando (por inútil) el conocimiento que ofrece la Pedagogía (Prats, 2015), tenemos el terreno abonado para perseguir, por heréticos, a los pedagogos. En muchas ocasiones se considera el conocimiento pedagógico como algo parasitario y entonces, los antipedagogos, con aire autosuficiente proclaman como innecesario, en una suerte de realismo ingenuo, todo conocimiento pedagógico. La contemporaneidad muestra que existe una parte de la sociedad, e incluso del profesorado, que aboga por erradicar todo rastro pedagógico en la escuela, pues lo consideran delirios.

Cuando nos preguntamos qué es la Pedagogía y para qué sirve, en realidad buscamos una justificación práctica en términos de utilidad, de relevancia para la Educación y, también, de estatus científico y de reconocimiento social que justifique la razón de ser de la Pedagogía y de los pedagogos, qué hacen y para qué sirve lo que hacen, a lo que yo añadiría también por qué y para qué lo hacen. Tampoco, por lo inabarcable del término y la complejidad del objeto de estudio, parece claro saber a dónde va la Pedagogía.

A pesar de los designios más pesimistas, los ataques más feroces desde las trincheras antipedagógicas, la realidad se muestra terca e insultantemente explícita: los modelos tradicionales de enseñanza directiva no solo muestran signos de agotamiento (desde hace décadas), sino que resultan insuficientes en los tiempos actuales. Me atrevería a decir que no solo insuficientes, sino también injustificables.

En Pedagogía, como ciencia de la educación, hablamos de un campo de conocimiento concreto y delimitado, que aborda los procesos educativos generales con la intención de facilitar la acción profesional y mejorar la intervención educativa. La Pedagogía no es solo normativa o para, es una meta en sí misma, al establecer condiciones y efectos y desarrollar secuencias de intervención, entendiendo que los educadores desarrollan actitudes y destrezas en sus educandos, no solo conocimientos, sino también construyendo capacidades para proyectar una vida digna en los estudiantes, en una suerte de Pedagogía como interacción social y producción de sentidos (Pallarés-Piquer y Lozano-Estivalis, 2020).

La Pedagogía es ciencia y acción, y a pesar de los embates y feroces ataques desde múltiples aproches antipedagógicos, está muy viva, tiene presente y tiene futuro, porque «juega un papel necesario respecto de la relación constante con la calidad por medio del eje conocimiento-educacióninnovación-desarrollo» (Touriñán, 2018, p. 47). Y también es arte, porque nutre la creatividad y la sensibilidad (Santos, 2020a). Pero sobre todo es realidad humana, terriblemente terca, con una ontología relacional que la obliga a construir pensamiento propio y compartido (März, 2009). Desde esta perspectiva, la escuela pedagógicamente construida enseña a aprender a pensar por sí mismo y con los otros, construyendo los saberes y aprendizajes mediante la seducción o provocación, nunca por imposición ni repetición acrítica. Y abierta al progreso, reconociendo los firmes cimientos del pasado, pero mirando al futuro mientras construye el presente.

La Pedagogía en cuanto que ciencia de la educación, y la escuela como institución, se encuentran en una encrucijada, en una crisis perpetua abonada por el desencanto educativo y aderezada por un creciente antipedagogismo que no hacen otra cosa que enmarañar aún más el trabajo en educación.

La imagen social de la Pedagogía no es buena precisamente, porque se abusa de ella y se proclaman soflamas pseudopedagógicas como si fueran certezas, de una manera espuria que tanto daña su imagen, alimentada por la «opinionitis pedagógica», la «ceguera paradigmática» y el daño al prestigio y estatus académico de la Pedagogía y sus profesionales (Touriñán, 2018). Precisamente, una mayor formación pedagógica, seria, aplicada, completa y holística, contribuirá a un mayor empoderamiento profesional del profesorado y a una mejora de la reputación y prestigio de la función docente. Una lucha por la defensa profesional que viene de hace décadas, en un intento de construir una identidad social profesional que combinaba la lucha social activista y la vida profesional del profesorado (Groves, 2020).

Si no se clarifica y se dignifica la función pedagógica y la importancia (utilidad) del conocimiento científico en educación, «se abona la tierra para que en ella se siembre y crezcan exuberantes las grandes razones por las que la Pedagogía se convierte en ciencia imposible» (García Carrasco, 1983, p. 148) y seguiremos contribuyendo al antipedagogismo que lleva años creciendo en la escuela y la sociedad actual.

La escuela del futuro (del presente) requiere de profesionales educativos que atiendan (y que previamente sepan identificar) las necesidades educativas de sus alumnos y que respondan a las competencias profesionales que se precisan. Tal y como he mencionado anteriormente, el profesor no es solo un transmisor de conocimientos, sino que es un agente de cambio. Saber algo no es garantía de saber transmitirlo ni de saber despertar en el otro el interés por aprenderlo. ¿Qué tipo de escuela queremos? ¿Para qué la queremos? ¿Qué profesionales se precisan y cómo deben formarse? En este sentido, es preciso recibir una buena formación inicial del profesorado que responda a las demandas y características propias que la sociedad actual exige a la escuela. La educación no es inconmovible, es un proceso constante de cambio. ¿Por qué la institución escolar a menudo parece inerte? ¿Por qué en la formación del profesorado prevalece el modelo academicista?

Así, con relación a la identidad del profesorado, este no se limita a enseñar, sino también a educar, por cuanto enseñar y educar no son lo mismo, dado que saber no es garantía de hacer saber a otro y porque hay enseñanzas que no educan (Touriñán, 2013a); por lo tanto, entre las cualidades necesarias para un buen docente, ha de estar el absoluto convencimiento de que su labor es más educativa que instructiva, porque interviene en la dimensión individual del educando, sobre su personalidad y junto a la dimensión comunitaria de la educación en tanto de la construcción del binomio Individuo-Sociedad, por lo que debe orientar, planificar, socializar, dinamizar, organizar, seleccionar, elaborar recursos, evaluar, mediar… conjuntando los conocimientos teóricos, técnicos y prácticos, desde una reflexión sobre su acción pedagógica, con una mentalidad pedagógica autónoma y sustantiva, cuyo objetivo es aumentar y mejorar la formación del profesorado, incrementando su saber pedagógico general y aplicativo, normativo, tecnológico y axiológico en cuanto a la mejora de su intervención pedagógica en los procesos de enseñanza y educativos (Gil, 2011).

Los buenos educadores se construyen y disponen de experiencias y de un corpus teórico e investigador para fundamentar esas acciones pedagógicas: «“sé hacer algo” y “sé por qué haciendo de ese modo, se logra ese algo y sé qué otros modos hay de lograrlo y sé qué habría que hacer para reconducir el proceso adecuadamente”» (Touriñán, 2019, p. 19). Además, la mera formación inicial resulta insuficiente para un desempeño correcto de la práctica profesional. Hace falta una formación permanente durante todo el ejercicio de la función docente, máxime cuando se ha demostrado que la formación en ejercicio realiza un importante y significativo impacto positivo en la mejora de la competencia profesional del profesorado (Hargreaves, 1996).

Por otro lado, resulta también muy relevante en la búsqueda de ese perfil la construcción de una identidad profesional, entendida como la forma en que los docentes se definen a sí mismos y a los demás, como una construcción del yo profesional, que incluye un compromiso personal, una voluntad de aprender constantemente sobre la instrucción y ver el aprendizaje como algo continuo y con conocimiento pedagógico sustantivo sobre la educación, además del bienestar emocional (Lasky, 2005).

También es preciso analizar y delimitar cuáles son las competencias y destrezas necesarias para el profesorado. Pero antes, sería preciso hacer una reflexión en relación con su competencia técnica, es decir, sobre la base de que al docente se le debe exigir conocimiento teórico, técnico y práctico suficiente para elegir técnicamente el método de enseñanza más acertado, las destrezas, hábitos y actitudes necesarios para desarrollarlo, los conocimientos y competencias que se pueden llegar a alcanzar, el dominio de los conocimientos teóricos, tecnológicos y prácticos del área cultural que va a enseñar; pero, sobre todo, se le ha de exigir la capacidad de saber mirar pedagógicamente y dominar los conocimientos pedagógicos que le permitan tener la competencia pedagógica, es decir, justificar y explicar la conversión de los conocimientos culturales en intervención pedagógica, porque la competencia educativa del profesorado no está solo en conocer las áreas culturales, sino que se manifiesta en una competencia pedagógica que lo capacita para transformar el conocimiento cultural en un instrumento para desarrollar el carácter propio de la educación (Touriñán, 2013b).

Creo que las competencias y cualidades que la sociedad actual y la escuela deseada le exigen al buen docente las encontramos hace ya más de veinte años en las recomendaciones del famoso informe Delors (1996) y sus cuatro pilares de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. Teniendo en cuenta estos cuatro pilares, la construcción de la identidad profesional, la formación inicial y el conocimiento pedagógico, considero que las competencias y cualidades del buen docente que construiría su perfil profesional competente en la escuela del siglo XXI son: el compromiso con su función; el conocimiento de la Pedagogía en cuanto que ciencia de la Educación; la reflexión sobre su práctica; el conocimiento, respeto y empatía hacia sus educandos; el dominio de diferentes estrategias de enseñanza-aprendizaje; el trabajo en equipo, con la familia y con el centro; permitir e impulsar el desarrollo emocional, físico, personal y social del educando; promover transferencias de aprendizaje; desarrollar actitudes positivas en los educandos. Creo necesario que, entre las características del profesorado competente del siglo XXI, esté la capacidad de alteridad de la relación educativa (Vila, 2006; 2019), de ponerse en el lugar del otro, desde el respeto al discente, de generar expectativas de aprendizaje en sus estudiantes desde la humildad académica, pero con el absoluto convencimiento de que el conocimiento se construye de unos con otros, en un giro comunitario, entendiendo la escuela y la función docente como una manifestación social de una dimensión constitutiva de la realidad humana, porque el ser humano se desarrolla en comunidad y porque la escuela y la práctica docente, en cuanto que resultado del pensamiento humano, no puede hacerse si no es de unos con otros, de otros entre otros (Zorroza, 2015). La socialización sirve para entender al otro, la educación sirve para entendernos a nosotros mismos y la escuela sirve para ambos propósitos.

En conclusión, el docente competente para los tiempos actuales domina las competencias técnicas relacionadas con las áreas culturales, las competencias pedagógicas y metodológicas que le permiten justificar sus acciones y las competencias participativas que favorecen la comunicación y el desarrollo de los educandos (Cano, 2006) desde una pedagogía mesoaxiológica (Touriñán, 2015).

1.2. Cambio e incertidumbres

La crisis de la escuela (de cierto modelo de escuela) es evidente, pero de la escuela moderna que ya no se entiende en la era posmoderna. La posmodernidad es distinta, es otra, y los lenguajes y planteamientos de la escuela surgen de una modalidad cultural totalmente diferente, a veces insignificante en la globalidad y conocimiento universal; no dicen nada, no se entienden, para los jóvenes estudiantes están en otro idioma. Esto es muy importante, pues hay que empezar a hablar de otra manera, a presentar en clase problemas reales, pues muchas veces lo que se presenta nada tiene que ver con lo que los estudiantes hablan, conversan, viven. Resulta relevante tener claro que la crisis en la Educación no ataca y acelera la desaparición de la tradición y la cultura, es precisamente un reflejo de esta desaparición (Snir, 2018).