Cubierta

A Janice, Linda, Kathleen, Maureen, David y Nancy.

Y a nuestros padres: Betty y Charles.

Y a Dave Mearns, un hermano más.

Charles O’Leary presenta una descripción detallada de la terapia relacional que se basa en los recursos de los enfoques centrado en la persona y sistémico aplicados a la terapia familiar, y desarrolla una propuesta empática y respetuosa para el trabajo con parejas y familias.

El centro de atención en el trabajo, dice O’Leary, es siempre el cliente, con sus objetivos y dificultades, que se presentan en descripciones minuciosas ofreciendo, al mismo tiempo, una mirada desde el punto de vista del terapeuta, de las opciones que se le presentan y las decisiones que debe tomar.

En este libro el lector encontrará:

 

 

Una obra de grata lectura en la que el autor presenta sus experiencias en un lenguaje sencillo, dialoga consigo mismo y con sus lectores con una gran solidez y un profundo respeto humano.

Se prohíbe la reproducción total o parcial, por cualquier medio electrónico o mecánico incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y cualquier otro sistema de almacenamiento de información, sin autorización escrita del editor.

Prólogo

Dave Mearns1

 

 

 

 

 

 

Conozco a Charles O’Leary desde hace cuarenta años, en una época en que ambos estábamos trabajando en el Centro de Estudios de la Persona en La Jolla, California. El coordinador era el Dr. Carl Rogers, que en ese momento tenía setenta años. Carl Rogers estaba muy interesado en la relación de los miembros de las parejas y acababa de publicar el libro Becoming Partners: Marriage and its Alternatives (1972) (Versión en castellano: El matrimonio y sus alternativas, de 1987). La fascinación de Charles O’Leary por las vidas de las parejas y las familias refleja, como en espejo, la de su mentor, pero en realidad sus libros logran mucho más para ayudar a los profesionales a trabajar como terapeutas familiares y de pareja. El especialista centrado en la persona, como los terapeutas de cualquier orientación, valoriza una variedad de teorías porque eso enriquece la imaginación del terapeuta en el consultorio. Por ejemplo, sería inconcebible que un terapeuta familiar y de pareja centrado en la persona obviara la consideración de la naturaleza sistémica de la interacción familiar. De manera similar, un terapeuta cuya influencia primaria es la teoría de sistemas sabría que la sensibilidad de las intervenciones terapéuticas sería mucho mayor si se basaran en la cualidad particular de la empatía y la valorización del cliente que es fundamental para el profesional centrado en la persona.

Un aspecto del trabajo de Charles O’Leary que se hace evidente en su libro muestra lo activo que es como terapeuta. Encontré lo mismo en el trabajo con parejas o aun cuando estaba trabajando con una persona que activamente representaba diferentes “partes” de sí mismo en conflicto. Siempre que tenemos más de un cliente en el consultorio, ser “centrado en el cliente” significa que tenemos múltiples responsabilidades. De manera simultánea somos responsables del padre que es dominante con su voz siempre potente, su esposa que ha enfrentado esto durante años y el adolescente que ha desarrollado una estrategia que implica quedarse en silencio y vengarse mostrándose aburrido. El terapeuta centrado en la persona tiene simultáneamente a todas estas personas como clientes. El terapeuta, ¿puede mostrar su empatía y su poderosa valorización para cada uno de ellos (incluyendo a los personajes dominantes) en el mismo momento? Eso requiere un terapeuta comprometido y activo, probablemente también uno que pueda usar diferentes partes de sí mismo para comprometerse con la variedad de experiencias de sus clientes.

La forma de este libro ofrece al lector secciones regulares en las cuales Charles O’Leary documenta su “pensamiento como un terapeuta centrado en la persona” y también muchos ejemplos de casos que han llegado a convertirse en un sello distintivo de sus talleres y presentaciones en los EEUU y en Europa.

 

 

DAVE MEARNS

Universidad de Strathclyde, Glasgow, Escocia

1. Coautor de Counseling centrado en la persona en acción (con Brian Thorne, Gran Aldea Editores, 2009) y Trabajando en profundidad relacional (con Mick Cooper, Gran Aldea Editores, 2011). (N. de T.)

Agradecimientos

Catherine Gray fue una joya de editora, mejorando todo gracias a su conocimiento, su sensatez y su amor a las letras. Dave Mearns y Ralph Keyes fueron mis mejores maestros de escritura y John Keith Wood, a quien echo mucho de menos desde su muerte, fue mi mejor maestro en relación con el enfoque centrado en la persona.

Las siguientes personas brindaron una visión clínica y su apoyo para el proceso de escritura: Sandy Armstrong, Barb Bailey, Gay Swenson Barfield, Breffni Barrett, Gerald Boyd, Janice Campbell, Howard Campbell (a quien extraño después de su muerte), Lorna Carrick, Larry Chamow, Calvin Chou, Jamey Collins, Claire Comstock, Mick Cooper, Terry Daly, Bill Green, Jenni Johns, Molly Johns (mi querida suegra), Amina Knowlan, Elke Lambers, Brian Moriarty, Linda Moriarty, Elias Lefferman, Kathleen O’Leary Lefferman, Susan Lund, Jeanne McAlister, Christine McLean, Bob Mines, Jan Cooper Nadav (quien profundizó mi conexión con el trabajo de Michael White), Jan Kerr, Maureen Ellen O’Leary, Barbara Reidell, Phil Rose, Morna Rutherford, David Sanders, Jim Thomas, Ron Urone, Eliot Weinstein, Astrid Whyte, Jan Wojcik, Doug y Marilyn Young, y Alberto Suconni.

Carl Rogers contribuyó no solo con la riqueza de su legado sino también con la frescura que su perspectiva aporta hoy al trabajo de los terapeutas. Emily Johns-O’Leary cumplió a cabalidad su misión como editora y me brinda su estímulo vital como hija. Su hermana Gwen es para mí y para muchos otros un apoyo y una inspiración constantes. Mi esposa, Martha Johns, me hace posibles muchas cosas, incluyendo este libro.

Prólogo a la versión en castellano

Me siento muy feliz de que este libro ahora esté disponible en castellano y agradecido a la traductora y editora que lo hizo posible. Esta obra es mi propia traducción del encuentro entre los principios del enfoque centrado en la persona y los requisitos específicos de la terapia familiar y de pareja.

Desde que este libro apareció en inglés, en el American Journal of Marital and Family Therapy (que no es una publicación del enfoque centrado en la persona) presentaron los resultados de cuarenta y nueve estudios de respuestas de clientes a la terapia familiar y de pareja. Todos expresaban el deseo de los clientes de que el terapeuta tuviera una orientación centrada en la persona. Entre ellos:

 

 

Otro artículo (Fife et al., 2014) concebía a la terapia familiar y de pareja como una pirámide en cuya base está la “manera de ser” de los terapeutas, que se refiere a su actitud hacia los clientes; la cualidad de nuestros corazones y la capacidad de ver a los clientes como seres humanos únicos. La manera de ser es la base sobre la cual se fundamenta toda otra ayuda.

Un tercer artículo (Sparks, 2015) que presenta los resultados de uno de los más grandes estudios de la terapia de pareja enfatizaba la centralidad de “la calidez, la actitud amistosa y la capacidad de escuchar” como el corazón de las alianzas exitosas con clientes que están en relaciones problemáticas.

Cada lector de este libro es diferente a mí, pero creo que tiene la capacidad de conservar esta orientación central hacia los clientes mientras que, al mismo tiempo, debe encontrar maneras de relacionarse con los problemas que ellos traen al consultorio.

La semana pasada, Fred, un cliente de treinta y dos años, me llamó para verme individualmente. Recordaba a este hombre como el adolescente que a los diecisiete años había atendido durante varios meses con su madre y con su padrastro, a quien aparentemente odiaba, y algunas veces con sus dos hermanas. Qué confusos, enojados, frustrados, tristes y preocupados estaban todos y recuerdo haber intentado todo lo que sabía para ayudar, algunas veces sin efecto observable. El respeto y la disposición a comprender a todos puede ser lo que recordaban. Aunque los problemas de sus diferentes etapas vitales se sentían intensamente y, por el momento, parecían irreconciliables, no solo eran un grupo familiar que estaba atravesando dificultades sino una familia que venía semana tras semana para encontrar significado y su propia voz en esos problemas. Años después Fred regresó a terapia como alguien que esperaba que lo aceptaran, que lo escucharan y que pudiera aprender algo útil. El recuerdo de un cierto tipo de relación siguió acompañándolo en su adultez. Ahora considera a su padrastro como uno de sus mejores amigos a pesar de ser todo lo diferentes que pueden ser dos personas.

Mi mayor agradecimiento a Estela Falicov por crear este nuevo libro como traductora y editora, a Verónica Kenigstein por la colaboración en la traducción y a Michelle Kenigstein y Carolina Kenigstein en la producción editorial. Quien traduce expresa su generosidad trabajando muchas horas con las palabras de otra persona; también debe aplicar sus destrezas y el amor por el lenguaje para brindar al lector algo que pueda comprender y disfrutar. También estoy agradecido al PCE 7: Martín Lange, Katu Bahillo, Claudia Aguado, María José González Cerezo, Sergio López, Patricia Szychowski y Maximiliano Bonomi y sus asociados, quienes me invitaron en tres ocasiones a Argentina y me dieron la oportunidad de comunicar lo que aprendí y lo que todos estamos tratando de aprender.

 

CHARLES J. O’LEARY, Arvada, Colorado

Septiembre de 2017

Referencias

Chenail, R.J., St. George, S., Wulf, D., Duffy, M., Scott, K.W., & Tomm, K. (2012), Clients’ Relational Conceptions of Conjoint Couple and Family Therapy Quality: A Grounded Formal Theory. Journal of Marital and Family Therapy 38 (1)

Fife, S.T., Whiting, J.B., Bradford, K., Davis, S. (2014), The Therapeutic Pyramid: A Common Factors Synthesis of Techniques, Alliance and Way of Being. Journal of Marital and Family Therapy 40 (1)

Sparks, J. A (2015), The Norway Couple Project: Lessons Learned. Journal of Marital and Family Therapy 41 (4)

Introducción

Un hombre y una mujer vienen a verme, distanciados de su único hijo, de mediana edad, a causa de algunas escenas recientes ocurridas durante las vacaciones que trajeron a la superficie cuarenta años de deseo mutuamente frustrado de lograr amor y respeto. Soy un terapeuta familiar con mucha experiencia y creo que sé mucho acerca de cómo funciona la vida familiar a lo largo del tiempo y en ocasiones anteriores tuve otros clientes que lograron alcanzar la paz sin negar la integridad. También soy un terapeuta centrado en la persona que no sabe nada sobre cada cliente en particular antes de conocerlo y escucharlo. Mi yo profesional que sabe y tiene mucha experiencia, puede ofrecer preguntas, técnicas, perspectivas y un camino hacia adelante; mi yo receptivo puede intentar comprender y buscar las preguntas, las técnicas, las perspectivas y el camino hacia adelante que pueden aparecer en los clientes si frente a mí se sienten seguros de ser ellos mismos con el otro.

Este libro expresa mi diálogo entre el enfoque centrado en la persona que conocí en el primer programa de postgrado en el que participé, y el enfoque sistémico en el que me formé y con el que supervisé en mi segundo programa de postgrado. Soy siempre un terapeuta familiar y de pareja en diálogo con el enfoque centrado en la persona y un terapeuta centrado en la persona en diálogo con las diversas modalidades de terapia familiar.

La investigación sobre la terapia afirma que los clientes cambian positivamente cuando se encuentran en su lugar cuatro elementos:

 

 

La idea básica de todos los capítulos siguientes es que el terapeuta dedicado que escucha y proporciona espacio para escuchar cambia un sistema. Afirmo, en efecto, que no existen técnicas válidas si no hay conexión. En el trabajo con familias y parejas que traen a la consulta emociones fuertes y complejas necesidades diferentes, la conexión y la ayuda solo podrán producirse a través de uno de los muchos caminos ofrecidos en la literatura de la terapia sistémica. La literatura de la terapia familiar consiste, por supuesto, en revistas, libros, estudios de investigación y manuales escritos por profesionales para otros profesionales; pero también representan una verdadera literatura los cuentos, las historias y las narraciones en los que las voces de los clientes se escuchan tanto como las de los terapeutas. Casi sesenta años de práctica en este campo que creció y se desarrolló contemporáneamente con el enfoque centrado en la persona han generado una rica experiencia de hombres y mujeres dedicados que estudian el cambio en las familias. Del mismo modo, los setenta años de la literatura centrada en la persona revelan las historias del desarrollo de la experienciación individual única, facilitadas por terapeutas abiertos a su propia vida interior.

Se pide a los terapeutas relacionales que se encuentren con cada individuo (en especial si es un niño o un adolescente) en sus propios términos, y al mismo tiempo comprender la preocupación, el estrés e incluso los daños que esa persona puede causar a otros. Un terapeuta familiar busca que los clientes encuentren su propia manera de resolver sus problemas, mientras ofrece experiencia y conocimiento para ampliar su perspectiva y revelar opciones. Un terapeuta debe ser lo suficientemente potente como para poner límites a los malos tratos mutuos, pero suficientemente centrado en la persona como para dar cabida a que la familia se haga dueña del curso de sus propias vidas. Los terapeutas de pareja deben hacerse cada vez más conscientes de las condiciones en las que pueden florecer el apego y el respeto, mientras es un estudiante atento a la manera única de cada pareja de hacer su propia relación. Por último, el terapeuta vincular asume la responsabilidad de facilitar un ambiente de diálogo en cada hora de terapia, mientras mantiene una mente de principiante, una actitud de aprendizaje sobre el estilo y los dones únicos de esa familia. Como el libro es acerca de mí mismo, se trata de lograr un equilibrio entre mi cúmulo de ideas obtenidas gracias a mucho trabajo sobre las maneras en que las parejas y las familias pueden llevarse mejor, y mi curiosidad acerca de cómo estas personas que tengo enfrente podrán encontrar su camino.

En 1957, un año después de haber sido galardonado con una de los dos primeras medallas de oro para el logro científico otorgadas por la American Psychological Association (Asociación Estadounidense de Psicología) por su pionera investigación en psicoterapia, Carl Rogers publicó un artículo titulado “Las condiciones necesarias y suficientes para el cambio terapéutico de la personalidad” (1957). Ya muy reconocidas, entre esas seis condiciones se incluyen: la necesidad de comprender el marco de referencia del consultante; la necesidad de que el terapeuta sea auténtico; y la importancia de una actitud de consideración positiva incondicional, también descripta como aceptación o aprecio. Dos de estas condiciones continúan siendo validadas en investigaciones contemporáneas sobre la terapia de pareja y familia, y las seis han seguido siendo objeto de estudio e investigación entre los terapeutas centrados en la persona y experienciales (Sprenkle et al., 2009). La manera en que las condiciones de Rogers han dado forma a mi trabajo en la práctica de la terapia familiar y de parejas es el tema de este libro.

El libro aborda los temas que interesan a un terapeuta experimentado. ¿Cómo evitar que tu trabajo se convierta en rutina? Ofrecerá muchos ejemplos del pensamiento y la acción del terapeuta que los lectores pueden utilizar para reflexionar sobre sus propias respuestas únicas a las familias y parejas. Mi formulación de seis prácticas actitudinales y de comportamiento en el capítulo 2 proporciona una estructura para una especie de diálogo fiel a la investigación sobre terapia de pareja y familia que también aprovecha las fortalezas de setenta años de atención centrada en la persona del terapeuta por parte de Carl Rogers y sus colegas.

Aunque el enfoque centrado en la persona fue creado en Estados Unidos (Rogers, 1980; Kirschenbaum and Henderson, 1989), se practica de manera muy similar a su estilo original en Gran Bretaña, Alemania, Italia, Irlanda, Japón y varios otros países. Muchos programas de formación y currículos universitarios se han centrado en las identidades primarias de los terapeutas como facilitadores y colaboradores y han desarrollado ideas originales de Carl Rogers y las investigaciones de apoyo en una compleja teoría y práctica humanistas que desafían un modelo médico de los problemas humanos y sus soluciones (Cooper et al., 2007). Aunque Carl Rogers sigue siendo el psicoterapeuta más influyente según una reciente encuesta de los profesionales estadounidenses (Simon, 2007), rara vez se articula la naturaleza de su efecto sobre el trabajo cotidiano de miles de terapeutas vinculares. En el mundo de la terapia familiar en los últimos veinte años, un creciente énfasis en la terapia colaborativa (Madsen, 2007), el fortalecimiento de las voces de los clientes y el empoderamiento individual articulado por la terapia postmoderna (Anderson 2001), la terapia dialógica (Rober, 2005) y la terapia narrativa (White, 2007) han combinado una perspectiva centrada en el cliente con la concepción sistémica. Este libro trae a la conversación la voz de Carl Rogers y otros terapeutas centrados en la persona.

También estoy escribiendo este libro como continuación del primero, Counselling Couples and Families: A Person-Centred Approach (Sage, 1999) (Counseling de pareja y familia: un enfoque centrado en la persona), que fue escrito principalmente para los terapeutas formados en terapia individual que siguen los principios del enfoque centrado en la persona. Ese libro ofreció una introducción para aquellos familiarizados con el enfoque centrado en la persona que estaban empezando a atender parejas y familias. Se demostró la necesidad de que el terapeuta equilibrara la atención entre el proceso único de cada individuo y la consciencia de su responsabilidad de participar activamente en el diálogo. Este libro va más allá en la descripción de la dialéctica presente para todo terapeuta de pareja efectivo: ¿cómo pueden coexistir distintas perspectivas en la misma terapia? Además de ser percibido como un aliado de cada persona en la terapia, el terapeuta puede vivir en ambos lados de la siguiente dialéctica:

 

El cliente es el individuo.

El cliente es la relación entre los individuos.

Los sentimientos son el foco de atención.

El objetivo es la posibilidad de observar a través de una lente más amplia.

Importa la intención individual.

El impacto de las palabras y las acciones importa por igual.

Foco en la experiencia individual.

No olvidar la importancia del contexto.

La diferenciación es el objetivo.

La conexión y la colaboración son los objetivos.

Cada uno habla por sí mismo.

Cada individuo expresa todo el campo.

Confía en lo que sabes interiormente.

Abandona las certezas: escucha información externa.

Afirma tus necesidades y tu identidad.

Presta atención a los demás en sus términos.

Eres único.

Existes y estás cocreado en el diálogo.

Vive el momento.

Visualiza objetivos compartidos.

 

 

Mientras comprende y acepta a cada individuo, el terapeuta también debe gestionar la aceptación y comprensión de perspectivas aparentemente contrapuestas de todos los consultantes. Cada terapeuta también puede tener que comprender no solo la realidad actual percibida por los clientes, sino sus realidades futuras preferidas y su tristeza por las oportunidades y expectativas pasadas perdidas. Los terapeutas eficaces logran validar la descripción de los clientes de su situación, sin dejar de permanecer abiertos con respecto a otras preocupaciones y esperanzas tácitas, así como recursos inadvertidos.

Recuadro 1: Un día con Carl Rogers y Virginia Satir

 

En 1979, Carl Rogers y la madre fundadora de la terapia familiar Virginia Satir (Satir, 1964, 1972) compartieron escenario en una conferencia de una jornada hablando informalmente entre ellos y con una gran audiencia en una atmósfera de afecto y de respeto mutuo y por el trabajo del otro. Cada uno dio una charla; compartieron un diálogo y cada uno ofreció una demostración de su trabajo. Carl mostró su capacidad intensamente orientada a empatizar con su cliente, a escucharlo y mostrar una comprensión del mundo en sus propios términos. Su demostración terminó con la sensación del cliente de haber sido escuchado y comprendido. Fiel a la convicción de Rogers, frecuentemente explicitada de que lo más personal también es con frecuencia lo más universal, la lección para el público fue lo que obtuvieron al acompañar la experiencia de una persona durante veinte minutos.

Virginia mostró su extravertida manera de enseñanza empática en una demostración con una familia. No solo ejemplificó su gran habilidad de escuchar atentamente y entender a las personas que tenía enfrente; también transformó lo que ofrecían en una lección de gran alcance sobre la familia en sí, la vida familiar en general y la manera en que cualquier persona presente en el evento podría relacionarse con los demás. En varias oportunidades pidió permiso, buscó la verificación del cliente de lo que estaba diciendo, transformando, sin embargo, sus palabras en una experiencia Virginia Satir.

Los lectores están invitados a tener en cuenta el estilo de ambas personas a lo largo de este libro dedicado en su totalidad a la terapia familiar y de pareja. ¿Pueden absorber los valores de una persona que escucha en silencio a cada persona que habla, y de la otra persona, cuya fuerte personalidad le da permiso a todo un sistema de arriesgarse al cambio? Nadie es igual a Carl Rogers ni a Virginia Satir. Los clientes que buscan nuestra ayuda pueden buscar cualidades demostradas por ambos en nuestra práctica de la terapia familiar y de pareja centrada en la persona.

Para los terapeutas que no están familiarizados con el enfoque centrado en la persona de Carl Rogers o no acostumbran reflexionar sobre él, espero que este libro sea como encontrarse con un nuevo cliente o un supervisor temporal que pueda ofrecer una nueva perspectiva o renovar una antigua mirada que pueda despertar entusiasmo y respeto por la práctica de la terapia relacional. Rogers todavía brinda este servicio más de dos décadas después de su muerte. Puedo releer uno de sus libros o artículos o simplemente acudir a mi memoria: “¿Qué diría Rogers si hubiera visto esta sesión de terapia o hubiera escuchado lo que yo pensaba con respecto a estos clientes?”

Para los lectores formados en el enfoque centrado en la persona para la terapia individual o de grupo, el libro ofrece una descripción del pensamiento sistémico, sus técnicas y desafíos. Se basa en las habilidades esenciales que describí en mi primer libro y ofrece maneras de facilitar activamente el diálogo para las personas angustiadas mientras seguimos en conexión con los sentimientos, las percepciones y las necesidades individuales. El libro ofrece inspiración y técnicas de diversos enfoques para terapia familiar y de pareja compatibles con el enfoque centrado en la persona. Los terapeutas pueden aprender y tomar prestado de muchos profesionales mientras aplican las condiciones básicas de Rogers como brújula. El libro reflexiona sobre las tareas que los terapeutas enfrentan en las sesiones iniciales, intermedias y finales del proceso terapéutico. Hay un capítulo completo sobre el trabajo con parejas en general; otro sobre el trabajo con parejas de gays y lesbianas; y un tercero que describe el trabajo con familias con niños y adolescentes. Cada capítulo ofrece ejemplos de casos que ilustran un enfoque centrado en la persona dentro de un marco de referencia sistémico.

Nunca he visto bastante lo que otros terapeutas hacen cuando se encuentran con sus clientes ni escuchado lo suficiente acerca de lo que piensan sobre estos y lo que ellos mismos deberían estar haciendo. Este libro intentará mostrar un enfoque centrado en la persona, tal como existe en docenas de ejemplos de sesiones de terapia. Para algunos lectores, algunos de estos pueden ofrecer ideas y un punto de vista que podrán integrar en su propia práctica; otros pueden descubrir que mi enfoque es diferente del suyo, y en ese caso podrán validar y clarificar su propio pensamiento.

Ejemplo de Caso 1: Terapia sistémica y Nine Inch Nails

 

Una vez fui a un concierto de Nine Inch Nails.2 Es un grupo de rock liderado por un hombre llamado Trent Reznor y es el tipo de grupo al que, al margen de tu edad, tu madre no te dejaría ir a ver y, ciertamente, nada al que un terapeuta mayor de cincuenta años debería permitírsele ver.

Tenía un consultante de dieciséis años, a quien yo no entendía en absoluto, que amaba a Nine Inch Nails. No podía entender de lo que se trataba este grupo cuando me contó de ellos o cuando escuché el CD de segunda mano que había comprado. Sabía que este chico estaba enojado y vivía amargado todos los días, pero no podía entender su deleite en escuchar durante horas lo que me parecía ser una celebración de la desesperanza y la rabia. Podía comprender las razones por las cuales el mundo de mi cliente carecía de confianza, conexión o consuelo, pero no por qué parecía elegirlo en lugar de buscar una manera de salir de allí.

Yo era ignorante. Y solo sabía dos cosas: quizás alguien debía ocuparse un poco de él; y que yo entendía a su madre mucho mejor que al hijo.

Así que compré una entrada para el concierto. Una sola; nadie iría conmigo. Una entrada que valía más que una contribución ilegal a una campaña política, que me valió un asiento lo más lejos posible del escenario en el Centro Pepsi de Denver. Mi consultante dio por sentado, sin dar explicaciones que, de estar cerca del centro de la acción, yo podría resultar herido. Él, por supuesto, estaría abajo en el lugar realmente costoso, el pozo, donde la gente se golpeaba mutuamente, levantaba a otros chicos por sobre las cabezas y, en general, se hacían cosas para hacer desmayar a los demás.

“Vístete de negro,” sugirió con firmeza, feliz de estar en el papel de asesor en presencia de su madre, “para pasar desapercibido”. Me quedé en la fila con todos esos chicos con cuero y cadenas, con sus cuerpos perforados y cadenas provenientes de las partes agujereadas de su cuerpo y las caras muy maquilladas.

Me había vestido de negro: una camiseta con un cráneo que dice “Muerte antes que descafeinado”. Mi teléfono móvil era un salvavidas. “Voy a entrar”, dije a mis amigos a los que había llamado desde la fila, como si fuera a cruzar la frontera con Irak. Entré después de una inspección: un hombre joven que me registró a fondo mientras tenía las manos sobre la cabeza y dijo “Gracias, señor”.

En la parte alta del Pepsi Center, un chico en el asiento de al lado empezó a conversar conmigo y, después de explicar por qué estaba en ese patético asiento barato, se convirtió en mi guía para la noche. No se sorprendió al saber que yo era un terapeuta tratando de entender la música dark. (Al parecer, hay un montón de terapeutas merodeando en torno a estos conciertos.) “Estamos aquí para volvernos locos. Sacar las cosas negativas de nuestro sistema. Es algo así como vivir la Sombra por un rato. Esto no es lo que realmente somos”.

Nine Inch Nails no es el peor grupo de rock en el mundo. El peor grupo de rock en el mundo fue el grupo de calentamiento antes de ellos. Para el momento en que llegó Nine Inch Nails yo estaba listo para el alivio –y lo logré. La música estaba bastante bien. Por supuesto, de verdad no podía entender las palabras. Mi amigo del asiento de al lado me tradujo un poco, mientras una gran cantidad de chicos cantaban sus viejos temas favoritos familiares sobre la autodestrucción y el odio generalizado. Estábamos todos de pie y, después de un rato, incluso yo estaba bailando con la música, allí, en la oscuridad, en la última fila. Cuando los chicos levantaron encendedores, creo que yo encendí un fósforo de madera. Se sentía un poco como estar en Woodstock, si tan solo mi madre me hubiera permitido ir.

Yo había ido al Pepsi Center para aprender y me fui sin comprender exactamente a Nine Inch Nails, quizás en absoluto, pero sí entendí por qué mi cliente podría amarlos. Necesitaba sentir lo que sentía, rodeado de otras personas que sienten lo mismo que él, escuchando a alguien que decía lo que él sentía, antes de poder sentirse libre para seguir adelante. Nine Inch Nails no era su destino, esperaba, pero era necesario para su viaje. Especulé sobre esto mientras me daba cuenta de que es algo que me resulta del todo ajeno.

Sin embargo, las cosas cambiaron entre nosotros. Yo había hecho algo a partir del deseo de mejorar una relación y aunque no entendiera, había mostrado que quería hacerlo. No cambió nada en términos de mi control sobre cómo esta persona piensa o actúa, pero gracias a mi esfuerzo yo había acortado la distancia entre nosotros. La empatía es así: es la voluntad de al menos entender, tanto como el talento para hacerlo. La empatía genuina en nuestras relaciones, especialmente con un adversario íntimo, bien puede hacer que nos sintamos tan extraños como un terapeuta, lejos de sus libros, escuchando a Trent Reznor.

–¿Fuiste? –dijo mi cliente, sorprendido.– Genial.

2. El nombre de este grupo puede traducirse como “uñas de nueve pulgadas”, casi 23 cm (N. de T.)

1
Los desafíos de la terapia relacional centrada en la persona

Después de haber vivido durante muchos años entre terapeutas familiares y de pareja, presentaré algunas de sus ideas y técnicas que me parecen compatibles con las seis condiciones de la terapia efectiva elegantemente descriptas por Carl Rogers hace más de sesenta años. En este capítulo y en el capítulo 2, ofreceré un recorrido personal por mi enfoque de la terapia familiar y de pareja, analizando brevemente a los terapeutas cuyos enfoques postmodernos, incluyendo la terapia narrativa, comparten los valores clave del enfoque centrado en la persona.

En este capítulo también presentaré lo que los consultantes señalan como sus objetivos en la terapia relacional y analizaré tres desafíos para todo terapeuta familiar y de pareja que adhiere a un enfoque centrado en la persona:

 

 

Ofrezco reflexiones sobre las cualidades específicas de un enfoque centrado en la persona, incluyendo la primera presentación de las condiciones básicas de Rogers para la terapia. Un ejemplo de caso final muestra a un terapeuta en acción, integrando un enfoque centrado en la persona con una perspectiva de la terapia familiar.

El mundo del terapeuta relacional

Los terapeutas relacionales siempre trabajan entre realidades diferentes y coexistentes. En la práctica, un terapeuta no puede dedicarse por completo a acompañar el proceso de un individuo sin prestar atención a las reacciones de las otras personas presentes. Del mismo modo, cualquier descripción del estado de un grupo debe coexistir con la consciencia de su efecto sobre las percepciones y el autoconcepto de cada individuo. El terapeuta nunca deja de ser un traductor en busca de puntos de entendimiento entre países internos muy diferentes.

La investigación demuestra que la relación terapeuta/cliente no solo depende de cualidades del primero como la empatía y la aceptación; también es importante que los clientes perciban que los terapeutas están alineados con sus objetivos explícitos y tácitos (Sprenkle et al., 2009). Las parejas consultan a los terapeutas porque no pueden hablar entre ellos sin inhibiciones, desaliento o rechazo real o temido. Las familias vienen porque algo parece haber salido mal con uno o más de los hijos, o porque su paso de una etapa evolutiva a otra ha causado desequilibrio emocional que implica miedo, ira, desconexión o desaliento. El terapeuta no debe alejarse demasiado del objetivo explícito o tácito de cada uno de sus consultantes, tanto en lo que afirman al principio como a medida que va desarrollándose el proceso.

¿Qué quieren los clientes?

Estos son algunos de los objetivos que comúnmente descubro con mis clientes:

 

 

También hay objetivos específicos para la terapia de pareja (ver especialmente Greenberg and Goldman, 2008a, b; o Moser and Johnson, 2008):

 

El mundo de un terapeuta relacional

¿Qué significan para mí la terapia familiar y de pareja en las horas en las que la practico? Gracias al hecho de haber sido introducido en la terapia a partir del enfoque centrado en la persona, puedo escuchar sin intención de juzgar o controlar. También hay cientos de ideas en el fondo de mi mente, que derivan de treinta y cinco años de lectura, formación y práctica relacionadas con la terapia sistémica. Todas esas perspectivas forman parte de mí: no son técnicas externas que extraigo con esfuerzo, sino posibilidades que surgen de manera natural en los encuentros con los consultantes. Por debajo hay nueve ideas, de diversas tradiciones terapéuticas, que son mis constantes compañeras y que serán descriptas a lo largo de este libro. Las ofrezco como una descripción de mi propia integración de la teoría y la práctica y no como una receta para el lector. Cada terapeuta familiar y de pareja puede buscar su propio camino hacia la facilitación relacional útil y cuidadosa.