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(Christian Living in the Home)

A Skip —

un amigo fiel,

un compañero consejero

y un obrero fructífero

en la Palabra

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-31-1

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Zondervan, Grand Rapids, Michigan 49530 para traducir e imprimir este libro, How to Help People Change.

Copyright 1986 por Jay E. Adams

Derechos de Autor 1986 © Zondervan, Inc. Todos los Derechos Reservados

© 2010 Todos los Derechos Reservados, Publicaciones Faro de Gracia
Traducción al espa
ñol por Cynthia Pineda Canales.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Impreso en los Estados Unidos de América.

Contenido

Prefacio

Introducción

PARTE I

1. La Necesidad de un Cambio Interno

2. El Procedimiento Bíblico de los Cuatro Pasos

3. La Característica de las Escrituras: Producir el Cambio

4. La Suficiencia de las Escrituras

5. Los Papeles Humano y Divino en el Cambio

PARTE II

6. La Importancia de la Enseñanza

7. Enseñando los Estándares de Dios

8. Enseñando los Principios Bíblicos

9. Enseñando dentro del Entorno

10. Cómo Enseñar

PARTE III

11. El Papel de la Convicción en la Consejería

12. ¿Cómo es la Convicción?

13. La Convicción y la Recopilación de Información

14. El Uso de las Escrituras en la Convicción

15. Pensamientos Adicionales Sobre la Convicción

PARTE IV

16. ¿Qué es la Corrección?

17. Corrección y Arrepentimiento

18. Confesión de Pecado y Perdón

19. Abandonando el Pecado

20. Restauración

PARTE V

21. Necesidad de Formación y Disciplina en Justicia

22. La Santidad Y La Justicia: La Meta

23. Pero, ¿Es Posible la Justicia?

24. Formación Bíblica

25. Conclusión

Prefacio

Los últimos 15 años han sido testigos de un aumento de pastores y obreros cristianos bien intencionados pero mal enseñados que intentan, sin éxito, ayudar a otros a cambiar. Recibo cartas y llamadas telefónicas de tales obreros todo el tiempo. Cuando voy a algún lugar a hablar, es raro que la gente no me pida un consejo sobre cómo ayudar a sus amigos y seres queridos. Los cristianos están comprando libros sobre consejería como si no hubiera otra cosa en los estantes. Tal parece que toda la iglesia ha decidido dar consejería.

Es alentador que tantos cristianos estén activamente interesados en ayudar a otros. Al intentarlo como pueden, muchos se topan con las duras realidades, sólo para descubrir que sus mejores intenciones no sustituyen el conocimiento y las habilidades. Aunque sinceramente quieren ver un cambio, sencillamente no saben cómo lograrlo. Para ayudar a otros, ellos primero necesitan ayuda para entender el procedimiento mismo de la consejería. Es para esta gente que he preparado este libro como una guía en el procedimiento para lograr un cambio bíblico.

Cesar, un cristiano preocupado, ha estado orientando a Basilio, un amigo del trabajo, quien ha confesado tendencias homosexuales. Basilio no es un cristiano, y Cesar se ha sumergido en la consejería sin confrontarlo primero con el evangelio. Ya que los esfuerzos de Cesar han resultado ser contraproducentes, se pregunta por qué no ha sido capaz de producir ningún cambio real. La incapacidad de Cesar refleja un problema de orden. El ha puesto las cosas fuera de secuencia en el procedimiento de consejería. Correctamente instruido en el procedimiento de consejería como se establece en la Escritura, Cesar hubiera tratado con Basilio de manera muy diferente comenzando, no con la consejería, sino con la “pre-consejería” (i.e., evangelización).

Bárbara ha recibido los papeles de divorcio de Felipe, su esposo durante nueve años. Ambos son cristianos profesantes. Bárbara no desea el divorcio. Pero su iglesia nunca ha practicado la disciplina de la iglesia, y, por supuesto, ella nunca ha sido instruida sobre qué hacer en tal caso. La iglesia no ha hecho nada. Devastada y derrotada, Bárbara busca a su amiga María para consejo y consuelo. Aunque a María, un miembro de la misma iglesia, le gustaría ayudarla, ella está igualmente desinformada. En lugar de mostrarle a Bárbara Mateo 18:15 y ss., María simplemente le hace extensiva su comprensión y trata de “consolar” a Bárbara “hablando de esto.” Sus esfuerzos bien intencionados pronto se convierten en reuniones de compasión y más tarde degeneran en sesiones diarias de chisme donde ambos esposos lentamente se convierten en una parrilla sobre llamas avivadas por el resentimiento.

Siempre que la ayuda bien intencionada no es guiada bíblicamente, causa más mal que bien. Se suma a un mal consejo, que conduce a una acción perjudicial. O si no, deja la situación sin cambio al dirigir erradamente la energía, generando más problemas en vez de soluciones.

El resultado de la “consejería” de María es que fomenta la amargura y el resentimiento, en vez de cultivar condiciones favorables para la reconciliación. Sin darse cuenta de ello, María ha sustituido el procedimiento bíblico por uno mundano. Si ella hubiera conocido el procedimiento de Dios y cómo usarlo, ella hubiera procedido de manera muy diferente, probablemente con resultados diferentes. Lo mismo se podría decir de Cesar y su consejería para Basilio. Conocer y usar el procedimiento bíblico puede hacer toda la diferencia en el mundo: puede provocar el cambio que honre a Dios y ayude a otros.

Unos cambios se dan rápidamente, necesitando un esfuerzo mínimo y poca o ninguna ayuda por parte de otros. Otro cambio es difícil y requiere la intervención de un consejero (Gá. 6:1). Ya que a menudo las dificultades para producir la clase de cambio más tenaz bloquean a los consejeros, este libro apunta a establecer las maneras y los medios escriturales para ayudar a efectuar esa clase de cambio.

El cambio del tipo más sencillo con frecuencia se logra con una simple instrucción bíblica, una orientación de cómo hacerlo y aliento. Aún esta ayuda mínima puede ser un problema para un consejero arcaico que no conoce bien las Escrituras o cómo ponerlas en práctica en situaciones especiales. Para tales personas este libro debe proporcionar una información más que amplia. Pero su enfoque está en problemas más difíciles, aunque más comunes, que el consejero promedio enfrenta diariamente.

Aunque toca muchos aspectos de la consejería, este libro lo hace desde su propia perspectiva. Está diseñado específicamente para aclarar el procedimiento de consejería. A menudo he mencionado e ilustrado ese procedimiento, pero no en la forma sistemática y enfocada en que aquí se establece el procedimiento bíblico de cuatro pasos. Aunque las ideas y procedimientos encontrados aquí pueden hallarse dispersos a través de mis otras obras, este libro presenta una perspectiva fresca no sólo sobre cómo aconsejar, sino también sobre qué medidas tomar en qué etapas de la consejería. Es un esfuerzo muy importante para producir un pensamiento maduro y sensato al procedimiento de consejería, para que el consejero promedio sea capaz de usarlo en su práctica diaria directamente de la página.

Porque este libro se puede usar perfectamente en un segundo o tercer curso de consejería, he incluido tareas al final de la mayoría de los capítulos.1 Éstas, adaptadas creativamente, se pueden seguir por los instructores o los grupos pequeños usando este libro de texto. Se asignan más tareas de las que son necesarias, permitiendo opciones y variedad. Los individuos que lean por su propia cuenta también obtendrán más del libro haciendo las tareas.

Que el Dios de toda gracia, Quien me ha dado la oportunidad de escribir una vez más, bendiga estos esfuerzos para ayudarlo a usted a ayudar a muchos otros.

Jay E. Adams

Decano del Instituto de Estudios Pastorales,

Fundación de Consejería y Educación Cristiana

Director de Estudios Avanzados Seminario Westminster, California


1Este libro puede ser más útil en situaciones prácticas donde el estudiante ya esté involucrado en una consejería cotidiana.

Introducción

Los consejeros están de acuerdo en pocas cosas. Con el paso de los años he hecho hincapié en que la proliferación de la consejería y los sistemas psicoterapéuticos evidencian tanto el conflicto como la confusión dentro de las categorías psicológicas y psiquiátricas. El hecho evidente es que ningún consenso es posible sobre la suposición dominante de que los problemas del hombre se pueden resolver sin tener en cuenta a Jesucristo. Ya que la mayoría de los consejeros se burlan de las perspectivas bíblicas acerca del hombre, Dios y el universo, no debe uno sorprenderse de la confesión de Carl Rogers de que el campo de la consejería está en un estado de “caos.”

Teniendo en cuenta tal falta de armonía, le podría sorprender cuando digo que los consejeros de todos tipos sostienen un solo punto en común. No importa qué tan diferentes sean sus dogmas, todos los consejeros – incluyendo los cristianos – están de acuerdo en que el objetivo de la consejería es que las personas cambien. El cambio – ya sea en pensamiento, sentimiento, conducta, actitud, sensibilidad, conocimiento o comprensión del aconsejado – es la meta de toda consejería.

Como el cambio es primordial para la consejería y por lo tanto de
vital importancia, el consejero cristiano debe llegar a un entendimiento bíblico del cambio en todas sus dimensiones –su naturaleza, metas y procedimiento. De lo contrario él también puede olvidarse de ayudar a otros a cambiar y, al comparar ideas con los consejeros con inclinaciones humanistas, no tendrá nada mejor que ofrecer. No hay excusa para que lo tomen desprevenido. En Su Palabra, Dios ha hablado categóricamente sobre el cambio. Pero para ser totalmente versado con lo que Él ha dicho y ser capaz de organizar y usar la verdad bíblica, será necesario que nosotros discutamos tanto el procedimiento de cambio como sus principios teóricos profundos. Eso es lo que haremos en este libro, pero siempre con el enfoque en el procedimiento.

Cambio Contra Cambio

Cuando hablamos de cambiar a las personas, ¿qué queremos decir? Ya que no todos los consejeros tienen en mente la misma clase de cambio, no es estrictamente correcto decir que están de acuerdo en la necesidad de cambiar a los aconsejados. Así como la palabra automóvil transmite imágenes totalmente diferentes a los propietarios de BMWs nuevos que a los propietarios de Toyotas de tercera mano, así también los consejeros, que están de acuerdo con la necesidad del cambio en los aconsejados, pueden tener ideas y actitudes totalmente diferentes con respecto a ese cambio.

De lo que estamos hablando como cristianos es de un cambio que vaya más allá de cambios mínimos o secundarios en el comportamiento de la persona. El cambio superficial que ofrecen los consejeros seculares no funcionará. El cambio sustancial requiere que el Espíritu Santo cambie el corazón (la vida interna de una persona conocida solamente por Dios y ella misma). Los cambios externos de cualquier importancia deben comenzar allí. Cualquier cosa menor a esto es una visión de cambio no bíblica e inadecuada.

“Pero, ¿debe el cambio ser dramático? ¿No puedo verdaderamente ayudar a las personas a cambiar un poco?” Sí, usted puede. El cambio bíblico – por ejemplo, el crecimiento constante de los creyentes – no siempre es un drama tras otro. Entre los grandes pasos espirituales hay muchos pasos pequeños y cambios aparentemente menores, los cuales son todos importantes porque fluyen de un corazón transformado por Dios. Como todos los pensamientos, actitudes y acciones de un cristiano pertenecen a su relación con Dios, los cambios en cualquiera de esas áreas, ya sean grandes o pequeños, son de importancia primordial. Eso se aplica a los cambios tanto hacia Dios como contra Dios. Todo cambio aconsejado es un asunto de un mayor o menor amor hacia El. Es por esto que el cambio, por el cual los consejeros cristianos trabajan, siempre es decisivo.

En otras palabras, este libro no trata de un cambio neutral. El cambio por el que se esfuerzan los consejeros cristianos tiene una dirección espiritual y su objetivo es ayudar a las personas a prosperar en esa dirección. Todo cambio hacia Dios es bueno y todo cambio contra Dios es malo.1 La santificación, un cambio hacia Dios, es la meta de toda la consejería cristiana. La consejería exitosa cambia al cristiano para hacerlo más como Cristo. El movimiento hacia o en contra de la estatura de Cristo es una cuestión profundamente moral, nunca neutral.

Así que, el cambio del que estamos hablando es un cambio sustancial en la vida de la persona. Producido por el ministerio de la Palabra y bendecido por el Espíritu de Dios, lleva al aconsejado más cerca de la semejanza a Cristo. En pocas palabras, es un cambio significativo porque glorifica a Dios.

Enfocándonos en el Procedimiento

He mencionado que este libro se enfoca en el procedimiento para ayudar a las personas a cambiar. También es importante explicar esa palabra.

Aunque procedimiento no sea una palabra bíblica, el resto de este volumen mostrará que la Biblia enseña un procedimiento definitivo para el cambio. Usted no consigue un cambio esencial accionando un interruptor. Requiere seguir cuidadosamente los pasos, específicamente los cuatro pasos expuestos en 2 Timoteo 3:16. Ellos forman el procedimiento por el cual los consejeros pueden ayudar a las personas a ver el progreso en sus vidas.

La palabra en español procedimiento es un término compuesto que está unido a las ideas originales de “ir” y “hacia delante.” Como se usa el día de hoy incluye elementos tales como metas y objetivos, movimiento y dirección, formas y medios, orden y pasos. Éstos se suman a la idea de una serie de pasos interrelacionados diseñados para producir cierto resultado. El Diccionario Random House (Random House Dictionary) define procedimiento como “una serie sistemática de acciones dirigidas hacia un cierto fin.”

El procedimiento para efectuar el cambio en la vida de un aconsejado, como se describe en las Escrituras, encaja con esta descripción general. Lo que hace al procedimiento bíblico verdaderamente único es la dimensión vertical donde se lleva a cabo el cambio sustancial. Mire otra vez el resumen del
cambio que acabo de dar:

Cambio sustancial

1. Es “producido por el ministerio de la Palabra.” Observe el movimiento gradual y las formas y los medios. El ministerio de la Palabra incluye enseñanza, exhortación, reprensión, aliento, disciplina, etc., una serie de pasos.

2. “Es bendecido por el Espíritu de Dios.” El Espíritu es un factor único en el procedimiento, no controlado por el consejero pero esencial para el procedimiento.

3. “Lleva al aconsejado más cerca de la semejanza a Cristo.” Así usted tiene dirección y movimiento, junto con las metas y los objetivos.

Ahí, junto con los elementos generales de cualquier procedimiento, está el factor evidentemente único -- la presencia del Espíritu Santo y la necesidad de Su bendición para conformar al aconsejado a Cristo, a través de la Palabra de Dios. Esta dimensión vertical hace toda la diferencia y, aún así, es precisamente este factor que muchos consejeros han perdido. Ya que ha sido ignorado tan frecuentemente, ese procedimiento se pone aquí en primer plano.

Permitámonos, por lo tanto, examinar con detenimiento los elementos de un verdadero procedimiento bíblico de consejería y el lugar del consejero humano al ministrar la Palabra en el poder del Espíritu para producir un cambio divino.

Tarea

1. Clasifique en una lista diez cambios sustanciales que Dios exige en la Biblia y que se les podrían pedir a varios aconsejados que hicieran. Hable de qué maneras estos cambios se relacionan con Dios, tienen implicaciones morales, llevan al aconsejado más cerca de Dios y pueden afectar la vida del aconsejado.

2. Entreviste por lo menos a cinco pastores. Pida a cada uno que:

a. Bosqueje el procedimiento de cambio que él sigue en la consejería;

b. Hable del cambio y el lugar que éste tiene en su ministerio.

Esté preparado para discutir en clase los puntos fuertes y débiles de la consejería hecha por los pastores entrevistados (sin mencionar nombres). La clase debe tratar de alcanzar un consenso tentativo del muestreo total. Las debilidades apuntarán hacia las áreas donde se debe hacer un esfuerzo especial en este curso.


1El cambio producido por los consejeros no cristianos tampoco es neutral. De una manera u otra deshonra a Dios, ya sea adoptando actitudes o acciones contrarias a Su voluntad o conformándose a Su ley en apariencia e hipócritamente sin un corazón cambiado (una forma de santidad que niega el poder de la misma).

PARTE I

El Cambio

Desde una

Perspectiva Bíblica

1
La Necesidad de un
Cambio Interno

Cuando un matrimonio se ha vuelto un combate de boxeo, cuando un hombre tiene dificultad para conservar un trabajo, cuando una persona es tan miedosa que no quiere salir de su recámara, o cuando un niño trata de envenenar a sus padres, casi todos estarán de acuerdo en que es necesario un cambio. Me doy cuenta que R.D. Laing de Gran Bretaña, y algunos otros como él, sostienen que los así llamados esquizofrénicos no son anormales y que somos el resto de nosotros quienes necesitamos cambiar (al menos en nuestra evaluación de la esquizofrenia); pero esa visión rara e intrascendente es la excepción que confirma la regla. Cuando a alguien le es difícil llevarse bien con otros, la mayoría está de acuerdo en que algo debe cambiar y, por lo tanto, la consejería está a la orden.

El consejero cristiano está de acuerdo. Pero a diferencia de su contraparte secular, el cristiano considera que la incapacidad de una persona de llevarse bien con Dios es una causa aún más básica para la consejería. Cualquiera cosa que sean los problemas de uno, no puede haber ningún cambio que sea aceptable a Dios y, a la larga, para el aconsejado, hasta que no haya ocurrido un cambio positivo y fundamental hacia Dios. La mayoría de los consejeros, aún muchos de los consejeros cristianos, pasan por alto este factor crucial. Preocupados con los problemas en el plano horizontal, ignoran u olvidan que los problemas primero se deben colocar en vertical. Los dos van juntos. La suma de los mandamientos es el amor hacia Dios y el amor hacia el prójimo. Al vincular estos dos grandes mandamientos, Jesús dejó en claro que debemos considerar completamente ambas dimensiones. Juan, en su primera carta, demostró de la misma manera cómo usted no puede tener una sin tener la otra (1 Juan 4:8; 5:1,2). El cambio bíblico debe tomar en cuenta totalmente ambos grupos de obligaciones.

Al tomar en serio la dimensión vertical es imposible llamar al hogar convertido en arena de boxeo sólo un problema de inmadurez o incompatibilidad o alguna otra dificultad horizontal. Si una pareja persiste en una relación incorrecta con Dios, no puede mantener por mucho tiempo una relación correcta hacia el otro. A la inversa, las malas relaciones no resueltas del uno hacia el otro descartan una buena relación con Dios. (Vea, e.g., I Pedro 3:7: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.”) Las relaciones humanas son un asunto de tres vías, no de dos. Esto significa que el cambio que se acepta bíblicamente toma en cuenta las relaciones de una persona tanto con Dios como con el hombre. Hasta este punto es complejo, a diferencia de los esfuerzos simplistas, llevar a cabo un cambio sin hacer referencia a Dios. Cualquier consejero que desee aconsejar bíblicamente debe considerar las dificultades del cambio.

No deseo profundizar en esa materia aquí porque la he tratado con detalle en otro lugar.1 Pero no puedo evitar observar aquí qué lamentable es que muchos cristianos han adoptado teorías y prácticas simplistas en la consejería, ideadas por incrédulos, que no tienen lugar para Dios y mucho menos para Su centralidad. Cuando los consejeros aceptan con eclecticismo estos enfoques, incluso sus resultados aparentemente positivos son malos. Sus mejores resultados sólo son aparentemente buenos. Si se ha ignorado a Dios en el procedimiento de la consejería, no hay manera de que los resultados aparentemente buenos se puedan sostener a la larga. El tiempo lo dirá.

¿Cómo es eso de que los resultados sólo sean aparentemente buenos? Si se mitigan los temores de alguien, si se estabiliza un matrimonio tambaleante, si uno que no podía mantener un trabajo aprende cómo hacerlo y si los niños dejan de envenenar a sus padres, ¿qué hay de malo en eso? La pregunta es fundamental y merece una respuesta minuciosa.

A los ojos del judío promedio, el fariseo era un buen hombre. Guardaba la ley, era un ciudadano modelo y cumplía escrupulosamente los rituales religiosos necesarios. En apariencia él era un hombre recto cuya vida estaba en orden y cuyos problemas no se le salían de control. Y como el joven gobernante rico, que pensaba que era bueno, el fariseo promedio debía estar bastante satisfecho consigo mismo. Pero Jesús veía esto de manera muy diferente: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20). Al señalarlos, la justicia del escriba (maestro religioso) y del fariseo (un miembro de la secta religiosa más estricta de los judíos) era un puro espectáculo sin fondo porque no era del corazón (vea Mt. 6:1-5, 16-18, 15:1-20, etc.). Esto no agradaba a Dios.

Con todo, esta religiosidad externa socialmente apreciada, que seguía las tradiciones de los ancianos, era aparentemente satisfactoria a aquellos que la buscaban. Sabemos esto porque Jesús representó al fariseo como una persona autosuficiente y satisfecha consigo misma en Su parábola del fariseo y el recolector de impuestos (Lucas 18:9-14) y en otra ocasión declaró, “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (Lucas 5:31). Los fariseos no se arrepentían de sus pecados porque precisamente pensaban que ya eran buenos. A sus propios ojos, ellos no estaban “enfermos” como las “otras personas.” ¡No veían la necesidad del Gran Médico!

¿Qué relación tiene todo esto con el cambio? Simplemente esto: el cambio externo puede parecer bueno para los demás, aún para uno mismo, cuando a los ojos de Dios no lo es. Si, por ejemplo, usted deja de robar a las personas, ellas tienen su dinero y usted no va a la cárcel: los resultados son socialmente buenos. Pero, si ese cambio externo no incluye un cambio de corazón hacia Dios, éste crea una persona satisfecha consigo misma quien, hasta ese punto, se ha vuelto un fariseo. Los cambios externos que no son el resultado de un cambio interno hacia Dios siempre alejan más a la persona del Señor. Así que el cambio que es socialmente bueno puede resultar religiosamente malo.

“Pero, ¿no es bueno que la gente deje de robar a otros?” Ciertamente, y el cristiano debe apoyar las leyes que hagan más difícil robar. Pero eso no está de acuerdo con la consejería que está diseñada para producir un cambio, que sea agradable a Dios, en la vida del ladrón.2 Refrenar el mal no es lo mismo que promover el bien.

Existen dos clases de “bienes” que compiten en este mundo. Jesús tenía esto en mente cuando reprendió al gobernante joven y rico diciéndole, “No llames a ningún hombre bueno.” Como él tenía una perspectiva humanista de la bondad, el joven pensaba que se había hecho bueno guardando los mandamientos y juzgó a Jesús con el mismo estándar. Por lo tanto, al llamar a Jesús “bueno,” él quiso decir lo contrario de lo que Jesús quiso decir con esa palabra. “A menos que estés dispuesto a llamarme bueno como Dios es bueno,” le dio a entender Jesús, “para nada me debes llamar bueno.” Jesús ilustró la aguda diferencia entre la bondad aparente, externa, social, farisaica y humanista del joven y la bondad que fluía de Su propio corazón sin pecado. Asimismo, los consejeros deben distinguir entre el cambio justo, el cual viene de Cristo, y el cambio con pretensiones de superioridad moral de los escribas y fariseos de hoy en día.

Es absolutamente esencial que el consejero opte por un cambio que satisfaga a Dios, no uno sólo socialmente bueno. Por supuesto, es mejor que la gente no le robe a los demás — ¡especialmente por los “demás”! Pero al aconsejar, el consejero cristiano no está ni haciendo las leyes ni haciendo que se cumplan. El está ministrando la Palabra de Dios a los corazones de las personas. Dios no lo llamó a producir fariseos que sólo lo son en apariencia. El consejero cristiano debe ministrar la Palabra de Dios de una manera tal que transforme la vida, de tal forma que Dios mismo cambie al aconsejado – del corazón hacia afuera. El ministerio del consejero es un ministerio no de reforma sino del evangelio, que siempre es un ministerio de transformación. El cambio que él busca debe ser sustancial, en el cual Dios atraiga al aconsejado más cerca de Él mismo.

La consejería simplista, superficial e inconsistente le enseña a la gente a confiar en ella misma o en otros hombres, ignorando a Dios. Se lleva a los aconsejados a pensar que ellos “se pueden llevar bien sin el Espíritu Santo, gracias.” Dios no ha llamado a los consejeros cristianos a producir más fariseos; ya existen suficientes. La consejería no cristiana más exitosa consiste en aliviar los males y las miserias de los aconsejados y ayudarlos a seguir la corriente de su cultura, lo que produce más fariseos.

Si tuviera que escoger entre poner un bar o una iglesia liberal en una esquina, siempre escogería el bar. La gente que se bebe el cheque de su sueldo en el bar tiende menos a convertirse en farisea pensando que no necesita al Gran Médico, que aquellos que semanalmente beben la doctrina soporífera de la bondad del hombre. Por esto los “pecadores” y los “recolectores de impuestos” acudían a Jesús y los líderes religiosos no. Fue porque Él continuamente expuso lo hueco de su malvado estilo de vida que esos líderes, socialmente bien recibidos, finalmente lo llevaron a la muerte (vea Mt. 23).

Muchos predicadores nunca soñarían con predicar el cambio por la reforma; ellos entienden bien que la regeneración es esencial para el cambio divino. Y enseñan, asimismo, que el cambio aceptable en la vida de una persona regenerada debe provenir de la obra santificadora del Espíritu dentro de ella. Aún así, muchos de estos hombres se bajan de sus púlpitos y se ponen una gorra totalmente diferente cuando entran al cuarto de consejería. Ahí ellos se conforman con un procedimiento de cambio que sólo produce resultados sociales externos.

La inconsistencia obvia entre estas dos prácticas parece absurda hasta que usted reconoce qué es lo que ha pasado. A estos predicadores se les ha vendido una mercancía falsa en el seminario, o en los libros “cristianos” que promueven teorías y procedimientos de consejería eclécticos. Cuando se sazona con un lenguaje religioso, este eclecticismo pronto pasa como cristiano. Pero, una vez más, su semejanza con la verdadera consejería cristiana, en la que el trabajo del Espíritu es primordial, sólo es aparente. Si alguien era religioso, era el fariseo. Pero Jesús hizo un llamado a una justicia que “excede” la justicia de los fariseos, la cual es como trapos de inmundicia a la vista de Dios.

Los fariseos, “ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro. 10:3). Los aconsejados no deben ser guiados por el mismo camino de injusticia de aquellos que deberían saberlo mejor. Dios ha nombrado a los consejeros cristianos como guías del cambio que esté dirigido hacia la santidad. Tal cambio:

1. Proviene de un cambio interno del corazón.

2. Es logrado por el Espíritu Santo.

3. Por lo tanto es enteramente aceptable a Dios.

Nada menos que esto funcionará.

Como usted puede ver, el procedimiento del cambio que deben seguir los consejeros cristianos, por la naturaleza misma de las cosas, difiere radicalmente de todos los procedimientos que dirigen el cambio sólo en el nivel horizontal. Es un cambio sustancial porque Dios mismo lo ha producido. Es por esto que debemos estudiar cuidadosamente lo que Dios ha dicho acerca del procedimiento del cambio, familiarizarnos completamente con él y estar listos y dispuestos todo el tiempo para buscarlo en la consejería.

Tarea

1. Haga una exégesis de 1 Pedro 3:7c y, en un artículo para ser entregado, relacione esta parte del versículo con la consejería bíblica.

2. De los escritos de tres cristianos que utilicen sistemas de consejería eclécticos, muestre cómo sus principios y métodos tienden a producir un fariseísmo al ignorar el corazón.

3. A la luz de este capítulo, estudie Proverbios 15:8,9,29; 21:4,27; Romanos 8:8. Prepárese para comentar estos versículos en clase.


1Vea Capacitado para Orientar (Competent to Counsel [1970]), El Manual del Consejero Cristiano (The Christian Counselor’s Manual [1973]) y Más que Redención (More Than Redemption [1980]).

2Tratar de hacer tal cambio es lo mismo que echar las “perlas a los cerdos” (Mt. 7:6)