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Tienes un potencial como mujer

y como madre que necesitas descubrir.

Actuar en libertad te permitirá estar

en paz contigo misma y con tu familia.

 

 

En Mis hijos me vuelven loca, Alejandra Stamateas recorre las dificultades a las que se enfrentan las madres en la actualidad y ofrece un enfoque positivo para transitarlas. El diálogo permanente, la autoridad sin maltrato, el sentido del humor, la comprensión y el estímulo constante son herramientas que están al alcance de todas las madres para encarar la crianza de los hijos con confianza y alegría.

Con la premisa de que “ser madre no significa dejar de ser mujer”, la autora explora, además, los caminos para fortalecer la autoestima y las capacidades propias. Así, seguras de sí mismas, las madres pueden ofrecerles a sus hijos afecto, guía y apoyo en cada etapa de sus vidas.

Introducción

Casi todas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos enamorado, antes que de un hombre, de la idea y la ilusión de poder formar una familia feliz, al estilo de aquella serie televisiva, Los Ingalls: hijos, una mesa grande, un perro y un marido eternamente enamorado de nosotras.

Tal vez soñaste tener una familia parecida a la de tus padres o a la de tus abuelos, o quizás ansiaste que ninguno de ambos modelos se repitiera en tu historia.

Hoy esas expectativas ideales se ven borroneadas e inalcanzables, no sólo por esas creencias que invaden día a día la estructura familiar (en forma de mensajes, modas, costumbres, horarios y hábitos), sino también por cada emoción lastimada que no fue restaurada antes y que termina vulnerando la familia que alguna vez pensaste formar.

Una familia es el resultado de un modo de funcionamiento y de una estructura de pensamiento adquirida por cada integrante de ella, ya sea positiva o negativa, dentro de la cual cada uno de sus miembros aportará sus debilidades y fortalezas.

Este libro te ayudará a descubrirte y a entender qué sucede en tu núcleo familiar para que después puedas modificar y restaurar lo que sea necesario, y logres vivir plenamente dentro de la familia que hoy tienes.

Comencemos por dar una mirada a nuestro interior, a nuestras conductas, a nuestros hábitos. Descubramos qué clase de madres somos, qué hemos incorporado de las nuestras, de las familias a las que pertenecemos y de ese modelo que tantas veces prometimos que no repetiríamos, de ese rol que siempre rechazamos pero que hoy quizás ejecutamos sin darnos cuenta.

Poder tomar conciencia del estilo de vínculos interpersonales que estás formando te permitirá cambiar aquellas tradiciones, costumbres o actitudes que no te producen el bienestar ni la felicidad que anhelabas para tu propia vida y para todos los tuyos.

Puede ser que ninguno de los ejemplos que veamos sea exactamente tu caso, pero es importante reflexionar acerca de qué familia estamos formando y de qué modo influimos en las vidas de nuestros hijos.

En ocasiones escuchamos a algunas madres decir: “Yo jamás tengo problemas con mi hija”; “Mis hijos me adoran”. Pero... ¿es así verdaderamente, o estamos frente a un paradigma establecido que nos dice que los hijos siempre aman a sus padres y que éstos siempre velan por su vida y su futuro?

¿Se cumple realmente esta regla en todos los casos? Si los conflictos pueden presentarse en cualquier tipo de relación interpersonal, ¿qué nos hace pensar que la dupla madre-hijo es perfecta?

Temas pendientes..., conversaciones inconclusas..., emociones no sanadas..., palabras y sentimientos no expresados a tiempo... Esto, muchas veces, se guarda y se esconde, pensando que el tiempo todo lo perdona y todo lo borra. Pero esta creencia es errónea: el tiempo no sana aquello que no ha sido resuelto ni curado, sólo lo oculta y, en el momento menos esperado, estallará con angustia y frustración.

Hay mucho camino por delante. Nunca es tarde en las relaciones filiales cuando se está dispuesta a cambiar y a amar al otro de la manera en que lo necesita. Miles de palabras deben ser expresadas... cientos de abrazos están esperando ser dados... No nos quedemos dormidas en el dolor, no vivamos en él.

“El amor todo lo puede, todo lo soporta... todo lo espera”, dice San Pablo. Pero no existe una escuela de la vida con una asignatura que se llame: “Cómo ser una buena madre y no morir en el intento”. La realidad es que, día a día, aprendemos junto a nuestros hijos. Aprendemos a ser madres desde el mismo momento en que nuestro bebé comienza a demandar su alimento, cuando llora y no entendemos por qué, cuando da el primer paso, cuando dice la palabra mamá o papá, cuando se da el primer golpe o cuando llega de la escuela con sus primeras calificaciones, buenas o malas.

Nada de esto se nos enseña de antemano, pero sí existe algo interno que brota de nuestras entrañas: el amor que está contenido dentro de nosotras y que hará que le demos lo mejor que tenemos, lo que no significa que no podamos equivocarnos.

Tienes un potencial como mujer y como madre que necesitas revelar, para darte cuenta de que aquella situación que parecía ser la última y la peor que podías atravesar hoy puede comenzar a cambiar.

Escucha tu propia voz interior, libérate de quienes te dijeron cómo ser la mejor madre del mundo, date la posibilidad de modificar aquello que no funciona y de aprender permanentemente junto a tus hijos.

Actuar en libertad nos permitirá estar en paz con nosotras mismas y con nuestras familias…

¡ÉXITOS! ¡Es el deseo de una madre a otra!