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Colección

Miradas en la oscuridad










PRESENTACIÓN

El campus central de Ciudad Universitaria, monumento artístico y patrimonio mundial

La Ciudad Universitaria de la unam, construida entre 1949 y 1954, es un desarrollo urbano-arquitectónico único en el mundo dada su escala, la dimensión de sus edificios y la disposición de sus elementos que representan el desarrollo cultural e intelectual de un momento histórico en el cual el proyecto de nación buscaba fortalecer la identidad mexicana y en el que el nuevo campus universitario sería pieza clave. 

La arquitectura del campus combina magistralmente los postulados del movimiento Moderno con la visión propia de la tradición plástica mexicana, expresada a través de sus murales y del manejo de los materiales. Pero también es un arquetipo del paisaje de las construcciones y ciudades prehispánicas donde los espacios abiertos como plazas, escalinatas y andadores articulan el conjunto y proponen relaciones simbióticas dentro de una colectividad. 

Los elementos tangibles que conforman el sitio, en conjunción con la comunidad universitaria que a diario lo vive, integran un espíritu que durante más de 60 años ha sido capaz de adaptarse a tiempos, circunstancias, ideologías y sociedades en constante cambio pero manteniendo su vigencia.

La representatividad del campus central de cu, sus valores y significados, merecieron que hace 10 años, el 18 de julio de 2005, en el marco de la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, mediante decreto presidencial y a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, el “conjunto arquitectónico conocido como Ciudad Universitaria” fuera declarado monumento artístico.

Este reconocimiento a los valores del sitio rebasó las fronteras nacionales y, en 2007, el Comité de Patrimonio Mundial de la unesco, durante su asamblea celebrada en Christchurch, Nueva Zelanda, inscribió al campus central de Ciudad Universitaria en la Lista del Patrimonio Mundial reconociendo su significado y representatividad como patrimonio cultural.

Y si bien la unam ha contado siempre con programas dirigidos a la protección y conservación de sus espacios físicos, en 2009 se creó, por acuerdo del rector, el Subcomité de Preservación, Desarrollo y Mantenimiento del Patrimonio Inmobiliario del Campus Central de Ciudad Universitaria que vigila, protege, desarrolla y conserva su patrimonio edificado, artístico y cultural y, además, promueve y difunde entre la comunidad universitaria y la sociedad en general la conciencia de su valor histórico, arquitectónico y estético para su preservación y uso racional.

La trascendencia del campus no sólo se debe a su connotación histórico-cultural y a su representatividad social; desde su puesta en operación en 1954, se ha integrado al imaginario colectivo de los mexicanos, en gran medida gracias a la producción cinematográfica. Para ésta ha sido mucho más que un telón de fondo, pues ha permitido expresar el sentir y el desarrollo de la sociedad mexicana en el siglo xx y en el aún joven siglo xxi.

Las diversas películas y documentales filmados en Ciudad Universitaria a lo largo de sus más de 60 años de existencia son producto de corrientes artísticas, culturales y de pensamiento que han formado y forjado elementos fundamentales de la cultura cinematográfica.

A través del tiempo, el papel del campus en el cine ha sido protagónico, adaptándose a diferentes momentos de la historia en los que mutaron el pensamiento, la plástica y la expresión artística; sin embargo, el sitio jamás ha perdido su vigencia y su trascendencia que se va fortaleciendo con el paso de los años.

Dela Lagunes Solana

Coordinadora

Subcomité de Preservación, Desarrollo
y Mantenimiento del Patrimonio Inmobiliario
del
Campus Central de Ciudad Universitaria.

Secretaría General

Güeros (el auditorio “Che” Guevara en Filosofía y Letras).

PRÓLOGO

La construcción de Ciudad Universitaria, que empezó a gestarse desde 1943, culminó nueve años después, en 1952, cuando el entonces presidente Alemán efectuó la inauguración simbólica de un conjunto inicial de sus edificios e instalaciones. Un año después, en 1953, daría inicio la mudanza de escuelas y facultades al nuevo campus, y para marzo de 1954, las actividades propias de la unam iniciaban formalmente en el Pedregal. Afortunada coincidencia que las actividades cinematográficas en la Universidad acontecieran durante este periodo de consolidación del gran proyecto arquitectónico, educativo y cultural que representa Ciudad Universitaria.

Durante esos dos últimos años, maestros y estudiantes de la Universidad sensibles al fenómeno cinematográfico habían comenzado a llevar a cabo una fructífera labor de extensión a través de la formación de cineclubes, seminarios y otras actividades de difusión de la cultura cinematográfica universal. Uno de los más destacados promotores de estas actividades seminales fue Manuel González Casanova, quien tiempo después, ya en calidad de funcionario universitario, sería el fundador y la cabeza de los proyectos que dieron lugar a la creación tanto de la Filmoteca de la unam como del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (cuec), del archivo fílmico y de la escuela de cine de la Universidad.

Así, repito, aunque se trate de una coincidencia afortunada, la construcción y puesta en operación de Ciudad Universitaria parece ser el detonante, en el espacio y en el tiempo, de la relación entre el cine y la Universidad. Además de muy institucional y académica, esta relación tiene una vertiente menos analizada pero muy patente: la de la locación y, por qué no, la del personaje. Y es que Ciudad Universitaria ha sido ambas cosas: un gran set o plató emocional, como bien señala el autor de este libro, y un personaje por sí mismo, sobre todo en el terreno del cine documental.

Cuando en la Filmoteca de la unam surgió la idea de dejar constancia de un vínculo más entre el cine y la Universidad y lo comentamos con Rafael Aviña, primero pensamos en una ruta en la que los lugares del campus que habían servido como locación en un buen número de películas producidas por la industria cinematográfica mexicana y por la propia unam, así como de algunos extranjeros, fueran reconocidos por una placa que los identificara. La idea no resultó práctica, así que buscamos un espacio físico, pasaje o galería destinado a mostrar las imágenes –carteles, fotogramas, stills– que diera cuenta del papel que jugó Ciudad Universitaria en la historia de la cinematografía nacional. Pero además de hacer una exposición, decidimos sumar al testimonial gráfico que forma parte del acervo que guardamos en la Filmoteca, un documento que contara de los pormenores de esta historia, investigados y narrados a la manera ágil y rigurosa de Rafael Aviña. Es así que llevamos a cabo la presente publicación. En ella el lector podrá encontrar, además de los mencionados documentos visuales que dan cuerpo a la exposición, una emotiva descripción del ambiente cinematográfico que privaba en la ciudad de México durante los años en que Ciudad Universitaria fue edificada y habitada, así como una amplia revisión de cada una de las películas cuya temática y locaciones se relacionan con los espacios de la Universidad y que llega hasta nuestros días: 71 títulos la conforman hasta el cierre de edición. Los últimos corresponden a películas filmadas en 2014.

Para la Dirección General de Actividades Cinematográficas, que alberga a nuestra entrañable Filmoteca de la unam, la edición de este volumen es motivo de doble satisfacción: uno, poner al alcance de los universitarios y del público en general esta otra manifestación, menos conocida, de la relación que cine y Universidad han mantenido durante más de seis décadas; y otro, el que la aparición de este libro nos permite destacar la visión de la Universidad, por su apoyo decidido y decisivo para la continuidad del proyecto cinematográfico de nuestra casa de estudios: tanto en su faceta formativa, como en la del rescate, preservación, acceso y difusión de su patrimonio fílmico, que en buena medida es el de nuestra nación.

Guadalupe Ferrer Andrade

Directora General de Actividades Cinematográficas
de la
unam

A MANERA
DE INTRODUCCIÓN

Escena 1. Exterior Ciudad Universitaria. Tarde

Un niño de unos siete años mira sorprendido los murales de la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria. Va acompañado de un adulto, su padre. Caminan por la explanada de Rectoría. Ambos observan embelesados y casi sin hablar los recintos universitarios. El niño corre por la explanada sin alejarse mucho del padre. Después, ambos echan a andar hacia el estadio de CU que se observa al fondo. La cámara los capta a lo lejos, al tiempo que penetran en la oscuridad del paso a desnivel bajo Insurgentes rumbo al México ٦٨. Se pierden en la oscuridad…

Un sábado de junio, en una tarde de 1967 o 68, emprendí con mi papá un viaje a otro planeta. A una galaxia lejana y desconocida. Un amigo suyo le había regalado dos boletos de entrada para asistir a un partido de futbol soccer entre el Club Universidad y el Irapuato. Ambos equipos estaban lejos de ser una potencia futbolística en aquel entonces, sin embargo, aquello representaba la oportunidad de conocer el estadio de Ciudad Universitaria.

Como el trayecto era largo nos fuimos con un buen margen de tiempo. Abordamos el camión de la ruta Bellas Artes/Insurgentes. Aquello, en efecto, fue como emprender una travesía a otra localidad, a otra metrópoli. Y es que se trataba literalmente de otra ciudad: la Ciudad Universitaria. Como llegamos al menos con una hora de anticipación, caminamos brevemente por la zona central del campus. Observé azorado la Biblioteca Central, las islas, el edificio de la Rectoría, y no pude ver la estatua erigida en honor del ex presidente Miguel Alemán ya que había sido dinamitada varios meses atrás. Aquella ciudad desconocida me impactó.

Intuía que ahí la mayoría de los estudiantes iniciarían una suerte de promesa tácita con la sociedad de su momento en la búsqueda de un mundo mejor, como tantas veces lo escuché de labios del profesor Ildefonso Velázquez Ibarra, director de mi primaria, el Instituto Latinoamericano. Sin embargo, en ese espacio arquitectónico de inusitada belleza en el que se respiraba un ambiente distinto, también se fraguarían otras historias surgidas de la imaginación de escritores, productores y realizadores, que tenían cabida con aquello que solía quitarme el sueño: la pantalla grande, el cine.

Mi papá y yo echamos a andar en silencio hacia el estadio. Era un hecho que ninguno de los dos alcanzaba a digerir la magnitud de ese nuevo espacio al que acabábamos de llegar. Al salir del túnel, tuvimos otra fuerte impresión. El sol se iba ocultando y bañaba con su tenue luz el mural de Diego Rivera: ello me hizo pensar en la grandeza de Tenochtitlan como la mostraban mis libros de historia. No recuerdo nada del encuentro de fútbol. Pero confieso que me resulta imposible olvidar el instante en que las luces del estadio de cu se encendieron. Sentí como si me encontrara en el interior de una nave espacial que fuera a elevarse de repente como en algún capítulo de Perdidos en el espacio o La dimensión desconocida.

Meses después, en El Máximo, uno de esos viejos cines de segunda y tercera corrida, donde solía admirar con mi papá toda clase de películas rarísimas que siempre me inquietaban, me encontré de frente una vez más con aquel estadio de aquella Ciudad Universitaria que tanto me había sorprendido. Un escorpión de proporciones colosales atravesaba la Alameda, reptaba a un costado de la Torre Latinoamericana y el Monumento a la Revolución para instalarse con todo su repulsivo cuerpo en el centro del estadio de cu para enfrentar a científicos y militares.

Imaginé entonces un desenlace diferente. Mi padre y yo huyendo por las gradas del estadio o precipitándonos por la cancha evadiendo los repugnantes fluidos de aquel arácnido y esquivando sus mortíferas tenazas. Aquella película era El escorpión negro, tan sólo una de decenas de filmes que recuperarían el espacio de Ciudad Universitaria para imaginar todo tipo de dramas y comedias y mostrar corrientes, temáticas, anhelos e instantáneas fílmicas de un proyecto educativo, arquitectónico, social, político, cultural que a 63 años sigue siendo vanguardia y una utopía trastocada en realidad.

Más sorprendente aún, es que gracias a la labor de rescate, preservación, archivo, documentación e investigación de una institución como la Filmoteca de la unam, hoy en día es posible recuperar stills, fotografías, carteles, fotomontajes y las películas mismas de aquellas imperecederas imágenes cinematográficas de tantas ficciones y documentales que cobrarían vida a partir de un lejano 1952 y más atrás…

…Corte A: Flashback

2. 1952 y los antecedentes de la construcción de la UNAM

Finalizaba el año de 1951 y el sexenio de Miguel Alemán entraba en su última etapa dispuesto a capitalizar todo tipo de inversión extranjera. El 22 de agosto de ese año, Walter J. Braunschweiger, vicepresidente ejecutivo del Banco de América, de visita en nuestro país, declaraba al diario El Universal desde su suite en el Hotel del Prado: “México tendrá de parte de los banqueros norteamericanos todo el dinero que pueda necesitar para aumentar su producción agrícola, instalar nuevas fábricas, nuevas plantas generadoras de energía eléctrica y, en una palabra, para todas sus actividades productivas, que tiendan a elevar el nivel de vida de sus habitantes…”

Por supuesto, el turismo y el cine también estaban en la mira de ese crecimiento económico. Acapulco se elevaba como la punta de lanza del esparcimiento vacacional de gran lujo nacional e internacional y la cinematografía mexicana alcanzaba en ese momento enormes cuotas de asombro en el extranjero y una poderosa y exitosa producción interna. Ello sucedía en 1952, el año en el que fallecía en Argentina Eva Duarte de Perón y el poeta mexicano Enrique González Martínez. Año en el que la soprano griega-estadunidense María Callas triunfaba en el Palacio de Bellas Artes interpretando Tosca de Giacomo Puccini y el mexicano Joaquín Capilla obtenía la medalla de plata en plataforma, en las Olimpiadas de Helsinki, Finlandia. Año del triunfo de Adolfo Ruiz Cortines como nuevo presidente de nuestro país y de la espectacular boda de María Félix con Jorge Negrete en “Catipuato, la casona de María Bonita en Tlalpan”…

En ese 1952, Sears Roebuck anunciaba la tele combinación modelo súper lujo a 6 995 pesos con radio de ocho bulbos, cinco bandas, ojo mágico, televisión y tocadiscos. Y aparecían anuncios como el de: “Sabe mejor, limpia mejor. Es nueva pasta dental Ipana con clorofila. Elimina el mal aliento”. La compañía refresquera Orange Crush cambiaba vasos por 30 corcholatas. Y se encontraba vigente la campaña de: “Siga los tres movimientos del Fab. Remoje, exprima, tienda. Fab deja su ropa limpia, limpia, limpia, blanca, blanca, blanca”.

Roberto Cantoral formaba su trío Los Tres Caballeros. Y se fundaba la Organización Radio Centro con las estaciones Radio Centro y Radio Éxitos, que intentaba colocarse en el gusto de los jóvenes, una juventud que era testigo de la fundación de Ciudad Universitaria en noviembre de ese año de 1952, luego de una serie de antecedentes fundamentales, como lo indican las páginas de patrimoniomundial.unam.mx y arquine.com que colocan hacia 1928 el primer antecedente de un proyecto de construcción de una Ciudad Universitaria a cargo de dos alumnos de la entonces Escuela Nacional de Arquitectura, quienes proponían un proyecto con dicho tema.

Sin embargo, no fue sino hasta 1943 que se eligieron los terrenos en la zona del Pedregal de San Ángel, predominantemente volcánicos, para construir cu, cuya propuesta fue aprobada el 31 de diciembre de 1945. Un año después. El rector Salvador Zubirán gestionaba la adquisición de los terrenos elegidos y el presidente Manuel Ávila Camacho expedía el decreto de expropiación de los terrenos destinados a la construcción de la Ciudad Universitaria.

Al no contar con los recursos financieros para continuar con el plan de construcción, la Universidad fue apoyada por el presidente electo Miguel Alemán Valdés y se invitó a participar a la Escuela Nacional de Arquitectura, a la Sociedad de Arquitectos Mexicanos y al Colegio Nacional de Arquitectos de México. El jurado falló a favor de los trabajos presentados por los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, a los que se sumarían Mauricio M. Campos, Teodoro González de León, Armando Franco y Enrique Molinar.

En 1948 se iniciaban las primeras obras de infraestructura: drenajes, túneles y puentes. En marzo de 1950 se creaba un patronato denominado Ciudad Universitaria de México presidido por Carlos Novoa con la gerencia general del arquitecto Carlos Lazo. El 5 de junio de ese año se colocó la primera piedra del primer edificio de CU: la Torre de Ciencias, en una ceremonia presidida por el rector Luis Garrido y el secretario de Gobernación, Adolfo Ruiz Cortines.

El 20 de noviembre de 1952 se efectuaría la inauguración simbólica, la “Dedicación de la Ciudad Universitaria”, con la presencia del presidente Miguel Alemán. Sin embargo, la mudanza de las escuelas y facultades iniciaría en 1953 coordinada por el nuevo rector, doctor Nabor Carrillo, y el 22 de marzo de 1954 darían formalmente inicio las actividades escolares en la nueva Ciudad Universitaria.

El miércoles 19 de noviembre de 1952 aparecía en los principales diarios del país un aviso de una página completa:

“Día de la dedicación” de la ciudad universitaria de México. 20 de noviembre de 1952. Todos los universitarios y el pueblo de México están invitados a los actos que se celebrarán el 20 de noviembre de 1952, “Día de la Dedicación” de la Ciudad Universitaria. Los actos se desarrollarán con arreglo al siguiente horario y programa: Por la mañana a las 11 horas, en la Plaza de la Rectoría de la Ciudad Universitaria de México.

1. Honores al señor Presidente de la República.

2. Desfile de Togados.

3. Abanderamiento de la Representación Universitaria.

4. Conferimiento del grado de Doctor “Honoris Causa” a catorce personalidades universitarias.

5. Palabras del señor doctor Luis Garrido, Rector de la Universidad.

6. “Aleluya” de Haendel, por los coros.

7. Discurso del Rector Huésped.

8. Dedicación de la Ciudad Universitaria, por el señor Li. Carlos Novoa, Presidente de la Ciudad Universitaria de México

9. “Obertura 1812” de Tchaikowsky (primer movimiento) por la Banda.

10. Desfile de banderas y togados. Himno Nacional y honores al Sr. Presidente de la República.

Por la tarde a las 17.30 horas, se celebrará el Acto Inaugural del Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria.

1. Honores al señor Presidente de la República.

2. Honores a la Bandera Nacional.

3. Izamiento de la Enseña Universitaria y de la Bandera de la Confederación Deportiva Mexicana.

4. Desfile de las Delegaciones Deportivas a los II Juegos Juveniles Nacionales.

5. Llegada del Fuego Simbólico de la Unidad Nacional con el cual será encendido el pebetero que arderá durante el desarrollo de los II Juegos.

6. Entrega del Trofeo Monumental que los deportistas decanos y los gobernadores estatales ofrecen al señor Miguel Alemán, Presidente de la República.

7. Declaración de Inauguración del Estadio Universidad.

8. Declaratoria de Inauguración de los II Juegos Juveniles Nacionales.

9. Juramento que, a nombre de los deportistas mexicanos, rendirá Joaquín Capilla.

10. Salida de los contingentes y su instalación en las graderías.

11. Demostración funcional de pista y campo. –Equipo universitario.

12. Marchas y evoluciones. Escuela Militarizada México.

13. Himno Nacional. –Coro de la Escuela Nacional de México.

14. Honores al señor Presidente de la República.

LAS PELÍCULAS

CRISOL DEL PENSAMIENTO MEXICANO (1952)

Producción: César Santos Galindo, Miguel Contreras Torres, Estudios Churubusco Azteca, Clasa Films Mundiales, Hispano Continental Films. Dirección y Guión: Alejandro Galindo. Fotografía en blanco y negro: Agustín Jiménez, José Ortiz Ramos, Gabriel Figueroa, Alex Phillips. Música: Manuel Esperón, Raúl Lavista, José de Pérez, Rosalío Ramírez, seleccionada por el Ingeniero. Enrique Rodríguez. Edición: Carlos Savage. Duración: 20 minutos. Inicio de rodaje: 1952. Conservada por la Filmoteca de la UNAM, forma parte del catálogo de Cine en línea de la institución.

Sinopsis

Imágenes de la grandeza mexicana y su historia: pirámides prehispánicas, edificios de la Colonia que se mezclan con escenas de ficción que pretenden sintetizar la búsqueda del conocimiento y la educación, a partir de la crisis espiritual indígena luego de la conquista de México: “Con la mezcla de dos sangres, nacía un nuevo espíritu henchido de inquietudes y anhelos… La sed, la necesidad del saber…” Se narra el proceso de educación iniciado por los frailes misioneros y la iniciativa del virrey Antonio de Mendoza hacia el año de 1547 para crear en la Nueva España una Universidad que se funda finalmente en 1553. Después, el caso de Juan Ruiz de Alarcón, la guerra de Independencia, donde “la Universidad sufrió amargas consecuencias”. Justo Sierra. La Revolución de 1910 que atrasa de nuevo el proceso educacional en México. Un país moderno con “alto voltaje de energía juvenil” traería como consecuencia el proyecto de una Ciudad Universitaria en la que participarían más de 150 arquitectos. Y finalmente, la construcción de la Universidad Nacional Autónoma de México, apoyada por el presidente Miguel Alemán Valdés.

Comentario

Se trata de un curioso y al mismo tiempo fascinante documental, no sólo por el hecho de tratarse de una realización de un cineasta de renombre como Alejandro Galindo, quien utilizaría esta historia de la Universidad en nuestro país y la construcción de la Ciudad Universitaria como fuente de inspiración para sus posteriores películas de ficción sobre la juventud en México y la ruta de los jóvenes como futuro de la nación. Sino a su vez, porque se trata de las únicas imágenes pormenorizadas sobre la urbanización de esa inmensa unidad habitacional del porvenir educativo. Destacan los travellings llevados a cabo en los pasillos del Colegio de San Ildefonso y en el interior del Palacio de Minería. Asimismo, llama la atención el uso de imágenes de archivo de películas históricas mexicanas, varias de ellas de Miguel Contreras Torres y La virgen que forjó una patria (Julio Bracho, 1942). Otras escenas simpáticas son aquellas de los tumultos en reducidos espacios para dar cátedra y de los laboratorios donde se preparaban los hombres del mañana. Para cerrar con escenas de la construcción de Ciudad Universitaria: “Aulas cómodas, grandes campos deportivos, ricas bibliotecas, amplios auditorios”, entre loas al Alemanismo y un sentido discurso final sobre las generaciones por venir: “…México ha puesto en manos de los estudiantes la grandeza de México. A ellos toca el honrarla y exaltarla, dedicándose por entero a sus tareas, sin prestar oído al canto de las sirenas de la política… Por mi raza hablará el espíritu”.

Se aprecian múltiples tomas áreas de los terrenos del Pedregal. Máquinas excavadoras, albañiles, trabajadores, maquinaria en la zona de lo que será Ciudad Universitaria. Asimismo, varios de los pasillos de algunas facultades como la de Filosofía y Letras. La Biblioteca Central y el estadio de la unam.

SÍ, MI VIDA (1952)

Producción: Gregorio Walerstein, Rafael Baledón, Rafael Banquells, Pancho Córdova, Filmex. Dirección: Fernando Méndez. Guión: Ramón Obón y Rafael Baledón. Fotografía en blanco y negro: Carlos Carbajal. Música: Rosalío Ramírez y Federico Ruiz. Edición: Juan José Marino. Escenografía: Jorge Fernández. Reparto: Lilia Michel (Lilia), Rafael Baledón (Rafael), Silvia Pinal (Leticia), Carlota Solares (Alegría, la sirvienta), Carlos Martínez Baena (doctor Amado Castellanos), Carlos Riquelme (Jaime), Rafael Banquells (Valentín Chagoya, el publicista), Ernesto Finance (jefe Demetrius), Lupe del Castillo (señorita directora), Consuelo Monteagudo (cegatona a la que plantó Demetrius), Héctor Mateos (doctor Zavala, director de la empresa farmaceútica), Sergio Virel (alumno, pretendiente de Lilia). Duración: 90 minutos. Inicio de rodaje: 2 de abril de 1952. Estreno: 14 de mayo de 1953 en el cine Palacio Chino.

Sinopsis

Pese a ser muy querido, el doctor Amado Castellanos es despedido del Instituto Químico S. de R. L. debido a que por error ha puesto una ampolleta experimental, la X24ZG en una cápsula para la gripe. Se lamenta, ya que todo su dinero lo ha utilizado en el proyecto de una escuela que no podrá inaugurar. Para salvar de la ruina al colegio, con el que pretende quedarse el usurero y mafioso Demetrius, al publicista Valentín Chagoya se le ocurre hacer una campaña para generar la atención de los alumnos, en especial de las muchachas: “El certamen del profesor ideal”. Para ello, se apoya con la presentación de grandes artistas populares del momento como Tongolele, María Victoria, Pedro Vargas y Pedro Infante, entre otros. El elegido resulta ser el profesor Rafael, provocando con ello el enojo de su esposa, Lilia y el desquiciamiento de las jovencitas, sin embargo Rafael no puede dar marcha atrás a la causa para salvar al doctor Amado. Más tarde se presenta en casa de Rafael y Lilia, la muy guapa Leticia que dice ser su prima y viene a quedarse a vivir con ellos, lo que provoca aún más celos en Lilia. En realidad se trata de una chica contratada por Demetrius. El profesor Jaime del colegio apuesta 20 mil pesos de la caja de la institución al equipo de futbol americano mexicano que jugará contra la selección estadunidense, no obstante, el jugador de la unam Alberto Chivo Córdova es lastimado y a Lilia le da gripa, por lo que su marido le inyecta una ampolleta que resulta ser la X24ZG y ella adquiere una fuerza descomunal: “la de siete elefantes” indica el doctor Zavala. Para salvar al colegio y al doctor Amado, Lilia decide vestir la camiseta 45 y suplir al Chivo Córdova, en el encuentro cuyo equipo de México es comandado por el entrenador del equipo de los Pumas de la Universidad, Roberto Tapatío Méndez. En pleno juego, la fuerza se le acaba y su marido Rafael toma su lugar, sin embargo, Lilia recobra la fuerza y pese a los sobornos de Demetrius que ofrece 100 dólares al jugador estadunidense que derribe al Chivo Córdova, la selección nacional de futbol americano gana 13 a 12. El matrimonio es cargado en hombros.

Estadio de Ciudad Universitaria.

Comentario

Walerstein y Baledón, con un argumento de este último y Ramón Obón apoyados en el realizador Fernando Méndez, realizaron un par de películas filmadas al mismo tiempo para lucimiento del matrimonio formado en la vida real por Baledón y Michel Había una vez un marido y su continuación: Sí, mi vida –ambas de 1952. En la primera, él se cree el asesino de una joven y ella es una embarazada muy peculiar cuyos antojos se extienden a lo insospechado: ¡un policía! Como es de suponer, todas las acusaciones son producto de malentendidos y hermanas gemelas que a fin de cuentas terminan por “cantar” la verdad. Para proseguir con los enojos de Michel cuando Baledón es elegido como el profesor ideal y el más atractivo de México en la segunda parte, en la que además, se hace un intento por parodiar y copiar algunas películas del comediante Harold Lloyd como El estudiante novato/The Freshman (1925).

Actor inquieto y perfeccionista, Baledón había conseguido en paralelo realizar una serie de cortos para la televisión dirigiendo a varios de sus compañeros como Infante, María Victoria, Aguilar y la propia Tongolele. De hecho, parte del atractivo de este filme es la presencia de primerísimas figuras en breves papeles como: Pinal, María Victoria, Pedro Infante, Pedro Vargas, Herminio Kenny, Juan Legido y Los Churumbeles de España, Mario Rey y Tongolele, a los que se sumaba el propio Pancho Córdova en el papel de locutor en el Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes, Eulalio González Piporro entre los extras como agente policiaco y afamados jugadores de los Pumas de la Universidad como: Alberto Chivo Córdova –un estadio en Toluca lleva su nombre–, Eduardo Pocho Herrera y Omar Cardona. A su vez, en créditos se aprecia el nombre del celebérrimo entrenador del equipo de futbol americano de los Pumas: Roberto Tapatío Méndez, como asesor técnico.

Aparece el primer Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes. Sin embargo, se aprecia a su vez en la secuencia de créditos, el recién construido Estadio de la Ciudad Universitaria inaugurado simbólicamente el 20 de noviembre de 1952 por el presidente Miguel Alemán y el rector Luis Garrido Díaz, ya que abriría sus puertas el 29 de noviembre de ese año con el clásico Poli-unam que ganaron los Pumas 20 a 19 ante 90 mil espectadores.

Por cierto, el equipo del Politécnico era dirigido por el legendario Padre Lambert, más adelante protagonista de un melodrama deportivo interpretado por Joaquín Cordero. Es muy probable que las imágenes que se incluyen de archivo pertenezcan a este mismo evento. Además de los jugadores de la Universidad, la mascota puma y el burro del Politécnico, pueden verse varios aspectos del estadio, de las porristas pumas y de los jóvenes universitarios que apoyaban a su equipo con las antorchas encendidas. A su vez, se escucha varias veces el tradicional grito de batalla puma: “Goya. Universidad”.

Al parecer se aprecia el estadio de prácticas de la unam aún por inaugurarse y que llevaría por nombre el de Roberto Tapatío Méndez, quien aparece interpretándose a sí mismo en la cinta. Al final de la película puede leerse en los créditos la siguiente leyenda: “Hacemos patente nuestro agradecimiento a las autoridades de la Ciudad Universitaria; al Ingeniero David Espinosa, manager del equipo de F. B. A. Universidad, a los jugadores del mismo equipo y a los árbitros de F. F. A. miembros de la A. A. F. B. A. D. F. por su valiosa y desinteresada cooperación para esta película”.

Rafael Baledón y Silvia Pinal.

PADRE NUESTRO (1953)

Producción: Argel Films, Emilio Tuero. Dirección: Emilio Gómez Muriel. Guión: Julio Alejandro, inspirado en una idea de Teódulo Bustos Jr. Fotografía en blanco y negro: Ezequiel Carrasco. Música: Gonzalo Curiel. Edición: Fernando Martínez. Escenografía: Francisco Marco Chillet. Reparto: Carlos López Moctezuma (Carlos Molina), Andrea Palma (Adriana), Evita Muñoz (Elisa), Raúl Farell (Federico), Irma Dorantes (María Elena), Miguel Córcega (Alberto), Alberto Mariscal (Enrique), Alfonso Mejía (Eduardo), José Baviera (director del banco) y Alberto Carriere (embaucador). Duración: 89 minutos. Inicio de rodaje: 26 de enero de 1953. Estreno: 28 de octubre de 1953 en el cine Alameda. Alfonso Mejía fue nominado al Ariel de Mejor Actuación Juvenil.

Sinopsis

Carlos Molina ha prestado sus servicios como gerente del Banco Central S. A., a lo largo de veinte años. Su prestigio y credibilidad se pierde al ser cesado de su empleo acusado del robo de 80 mil pesos utilizados para invertir en la bolsa de Valores. Por ello, debe abandonar su hogar y mudarse a una humilde casa, junto con su tierna pero inútil esposa Adriana y sus hijos, que aportan más problemas que satisfacciones: Enrique, el mayor, los ha abandonado y no se sabe nada de él. María Elena, joven frustrada, trabaja como empleada en una tienda departamental y presiona a su novio Alberto, quien estudia medicina, a casarse. Federico abandona la Universidad y le da la espalda al padre. Eduardo, joven cojo, es un hábil artista pintor y vende sus dibujos en la calle. Elisa, la bondadosa, es la única que apoya a su padre, dedicado ahora a realizar trabajos de contabilidad. Federico y María Elena lo desprecian y se comportan altaneros, incluso ella llega una noche a las dos de la mañana. Federico se hace chofer de camión, sin embargo, unas malas amistades lo involucran en el asalto a un cobrador. Don Carlos, su padre, que ha escuchado lo del asalto, se presenta en la noche, impide el robo y que su hijo sea atrapado por la policía y en ese proceso ambos son heridos. Le pide a su vez a Alberto que atienda a Federico y que diga que todo fue un accidente por una pistola que se disparó. Antes, don Carlos, acude a la unam y le muestra a David Alfaro Siqueiros los dibujos de Eduardo para saber si tiene futuro como pintor. El muralista los elogia y le dice que se lo lleve para que trabajé con él. Asimismo, rescata a María Elena de un embaucador que desea aprovecharse de ella en su departamento con el pretexto de buscarle una oportunidad en la televisión. Para obtener más dinero, don Carlos viaja a Guatemala para ayudar en la contabilidad y el negocio de un aserradero. Mientras está de viaje, la familia consigue hacerse de un departamento mejor pero Adriana muere de una afección cardiaca y don Carlos contrae paludismo. María Elena tiene un hijo y se casa con su novio médico, Eduardo es reconocido como artista y Federico ha regresado a la Universidad y se recibe. El nuevo dueño del aserradero en Guatemala resulta ser su propio hijo Enrique, quien cometió el desfalco y le pide perdón. Ambos regresan a México, sus hijos reconocen finalmente sus sacrificios de padre, más aun cuando Enrique confiesa a todos que él fue el responsable del robo.

Comentario

La visión del marido abnegado en el cine nacional prácticamente resultaba impensable. Con el antecedente de Lo que sólo el hombre puede sufrir (Juan J. Ortega, 1942) protagonizada por Andrés Soler, como un paterfamilias reprimido por su mujer, una ex corista que lo engañaba nada menos que con Carlos López Moctezuma, el mismísimo villano de tantos filmes urbanos y rurales, aparece aquí, de manera insólita, como el hombre que sufre lo indecible y pierde dignidad y empleo, con tal de inmolarse por sus improductivos hijos y mujer. Y como todo buen melodrama de la época, conseguía extraer lo mejor de cada uno de ellos. Los créditos de la película abren y cierran sobre un enorme Cristo en una iglesia mientras se escucha el Padre Nuestro cantado solemnemente. El filme resulta un ejemplo de ese cambio de mentalidad respecto al cine en el ocaso del Alemanismo, donde las tramas de rumberas, pecadoras, crímenes y delincuencia fueron cambiadas poco a poco por dramas familiares moralistas que apostaban por el control de los hijos y el camino del bien. En una escena, López Moctezuma va a la iglesia y se arrodilla ante el Cristo. Ahí, reza el Padre Nuestro y comenta: “Señor. El padre que tuve hace años que no existe. Ahora el padre soy yo y no tengo a quien pedir consejo. Ayúdame Señor para que mi hogar sea un hogar completo. Si he de morir por él, haz que muera con tu nombre en mis labios, Padre Nuestro…” Por cierto, en el modesto hogar donde habitan se escucha todo el tiempo el sonido de locomotoras; es decir, se sugiere que habitan en una vecindad por los rumbos de Nonoalco o Pantaco. A su vez, existe una curiosa secuencia en la que María Elena y Alberto caminan por una calle del Centro Histórico y ella le enseña una mueblería, en esa escena la voz de Irma Dorantes está doblada.

Carlos López Moctezuma y Luis Aceves Castañeda en el andamio.

Carlos López Moctezuma y Luis Aceves Castañeda

Por supuesto, lo más rescatable del filme son las hermosas locaciones de la recién inaugurada Ciudad Universitaria que iniciaba en ese año de 1953 el traslado de escuelas y facultades a las nuevas instalaciones. El edificio de Rectoría y el mezzanine del mismo, sus jardines que hoy conocemos como las islas. Una escena notable es aquella donde Carlos López Moctezuma camina por una solitaria Ciudad Universitaria a mediodía. Avanza en dirección a Rectoría, se aprecia la Biblioteca Central y parte de las islas y a su vez, la estatua erigida en honor a Miguel Alemán que se encontraba colocada a un costado de la Rectoría, ahí, se acerca al artista que trabaja en el mural de El pueblo a la Universidad y la Universidad al pueblo. Es decir, se trata de David Alfaro Siqueiros, aunque nunca se hace referencia a éste, interpretado por Luis Aceves Castañeda, otro actor que interpretó a varios villanos. López Moctezuma le hace bajar del andamio para mostrarle los trabajos de su hijo y la convicción que tiene: “Le dije: ¿Qué prefieres: comer o pintar? Me contestó pintar”. El artista le dice que se lo traiga y que tratará de conseguirle una beca ya que es espléndido. Más adelante, la madre y sus hermanos acuden al mismo mural de Rectoría para saludar al hijo, Eduardo y ser testigos de sus avances como pintor, colaborando con el “Maestro”, a lo lejos se observan unos cuantos alumnos. En un diálogo Federico, quien discute con su padre le dice: “Haber entrado a la Universidad es como ser un marqués y no tener un centavo” y por ello la deja aunque más tarde se reincorpora y se gradúa. David Alfaro Siqueiros inició el proyecto de los tres murales de Rectoría hacia 1952, llamados “escultopinturas”. El pueblo a la Universidad y la Universidad al pueblo fue inaugurado hasta 1956. Dicho mural, representa a cinco estudiantes que suben unas escalares y llevan en las manos objetos representativos de los conocimientos adquiridos en la Universidad. Se dirigen de regreso “al pueblo” para aplicar las enseñanzas adquiridas. En el mismo edificio se localizan también: Las fechas de la historia de México y Nuevo emblema universitario.

SIETE MUJERES (1953)

Producción: Reforma Films, Salvador Elizondo, Abel Salazar. Dirección: Juan Bustillo Oro. Guión: Julio Alejandro y Juan Bustillo Oro, a partir de la obra teatral de Adolfo Torrado y Leandro Navarro. Fotografía en blanco y negro: Raúl Martínez Solares. Música: Gonzalo Curiel. Edición: Jorge Bustos. Escenografía: Manuel Fontanals. Reparto: Amelia Bence (Isabel), Alma Rosa Aguirre (Carmen), Bárbara Gil (Chabela), Annabelle Gutiérrez (Lucha), Queta Lavat (María), Conchita Gentil Arcos (tía Consuelo), Prudencia Grifell (nana Francisca), Sara Guash (Julia Saldívar), voz de Abel Salazar (Enrique), Maruja Grifell. Duración: 80 minutos. Inicio de rodaje: 23 de marzo de 1953. Estreno: 19 de junio de 1953 en el cine Orfeón.

Sinopsis

Isabel es una viuda con cuatro hijas mayores: Carmen y Chabela que rechaza a su hermana, por ser muy buena. Tanto ella como sus hermanas, desconocen que Carmen es hija natural del difunto papá. María, otra hija, discute con su marido y se va a vivir con la mamá. Lucha, en cambio, estudia psicología en la unam y cree ver traumas y complejos en cualquier sitio. Chabela culpa a Carmen de arrebatarle al novio, Enrique. La verdadera madre de Carmen es una prostituta que muere dejándole una cuantiosa herencia. Isabel, entonces, tiene que inventarles a las hijas una mentira piadosa sobre una tía pero Chabela descubre la verdad y se lo cuenta a Carmen con mala intención. La madre interviene pero ella explica que lo ha hecho por celos y se ha entregado a Enrique. María regresa con su marido y Julia, la madre de Enrique pide la mano de Carmen, pero Isabel le ofrece la mano de Chabela con la resignación de la mayor.

Comentario

Bustillo Oro adaptó al remozado ambiente mexicano heredado del Alemanismo una pieza teatral que ya había dado pie a un melodrama argentino dirigido en 1944 por Benito Perojo. La modernidad de Siete mujeres sólo tiene cabida en la utilización de las breves y flamantes locaciones de la Ciudad Universitaria y la referencia a la carrera de psicología tan en boga, que estudia, por supuesto, la más joven de las hijas. Fuera de eso, se trata de un melodrama rancio, arcaico y maniqueo: Bárbara Gil tiene desplantes de enorme vileza y Alma Rosa Aguirre es de una bondad de cuento de hadas. Todo ello, plagado de largos diálogos y monólogos y estrechos escenarios en interiores, así como la visión de la mujer abnegada pero severa, capaz de apoyar un matrimonio forzado por el hecho de que su hija legítima hubiera perdido la virginidad con el novio de la hija natural. Como curiosidad, Siete mujeres utiliza el mismo recurso de Muchachas de uniforme (Alfredo B. Crevenna, 1950) en el que los hombres pasan a un plano prácticamente invisible, al grado que en lugar de su presencia, sólo se escucha la voz de Abel Salazar.

Puede observarse fugazmente la Avenida de los Insurgentes colindante con Ciudad Universitaria y el edificio de la Biblioteca Central que prácticamente un año después inauguraría sus cursos.

Alma Rosa Aguirre, Juan Bustillo Oro, Conchita Gentil Arcos (de pie). Queta Lavat, Amelia Bence, Prudencia Grifell (sentadas).

Anabelle Gutiérrez y Bárbara Gil (en la alfombra).

Anabelle Gutiérrez, Amelia Bence, Alma Rosa Aguirre, Queta Lavat, Bárbara Gil.

RAÍCES (1953)

Producción: Manuel Barbachano Ponce. Teleproducciones. Dirección: Benito Alazraki. Guión: Juan de la Cabada, Carlos Velo, Benito Alazraki, Manuel Barbachano Ponce, María Elena Lazo (Elena Urrutia), Jomi García Ascot, Fernando Espejo, a partir de cuatro relatos de El diosero de Francisco Rojas González (Premio Nacional de Literatura). Fotografía en blanco y negro: Ramón Muñoz (Prólogo). Walter Reuter (Las vacas, El tuerto, La potranca). Hans Beimler (Nuestra Señora). Música: Silvestre Revueltas (Prólogo). Guillermo Noriega (Las vacas). Rodolfo Halffter (Nuestra señora). Blas Galindo (El Tuerto). Pablo L. Moncayo (La Potranca). Edición: Luis Sobreyra y Miguel Campos. Consejero artístico: Fernando Gamboa. Reparto: Prólogo. Voz narrador: Fernando Marcos. Las vacas: Beatriz Flores (Martina), Juan de la Cruz (Esteban), Juan Cano (don Remigio), Rafael Ramírez (el primo), Conchita Montes (mujer de la ciudad), Eduardo Urruchúa (el hombre de la ciudad). Nuestra señora: Olimpia Alazraki (Jane Davis, la antropóloga), Doctor González (él mismo), Juan Hernández (Mariano), Ángel Lara (el cura). El tuerto: Miguel Ángel Negrón (el tuerto), Antonia Hernández (la madre), Mario Herrera (el compadre). La Potranca: Alicia del Lago (Xanath), Carlos Robles Gil (Eric, el antropólogo extranjero), Teódulo González (Teódulo, padre de Xanath), Laura Holt (Vivian, mujer de Eric). Duración: 103 minutos. Inicio de rodaje: marzo de 1953. Estreno: 10 de junio de 1955 en el cine Orfeón. Fue ganadora del premio de la crítica en el Festival de Cannes de 1954, Premio especial a Benito Alazraki en la entrega de los Arieles en 1956.

Sinopsis

Las vacas cuenta la historia de una humilde pareja otomí con una hija recién nacida, habitantes del Valle del Mezquital en el estado de Hidalgo, que sufren los reveses de la pobreza y la sequía. La mujer se ve en la necesidad de vender la leche materna de su hija a una pareja de turistas. En Nuestra Señora, una comunidad indígena chamula vuelca su fervor religioso en la reproducción de la Gioconda o Mona Lisa de Leonardo Da Vinci, creyendo ver en esa pintura a la Santísima Virgen, ante la desesperación de una antropóloga estadunidense. En El Tuerto se narra el lamentable penar de una madre en busca del milagro que le devuelva a su pequeño hijo tuerto la salud de su ojo y evitar así las burlas de los otros niños en un poblado de Yucatán. En La Potranca, en la zona del Tajín, en Veracruz, una bella muchacha indígena sufre el acoso de un antropólogo extranjero. Ella se defiende con violencia. Sin embargo, el padre de ella encuentra una solución irónica y pacífica para defender su dignidad de raza ante la insistencia del hombre en tenerla como sea.

Comentario

Al inicio de los años cincuenta, en el ocaso de la Época de Oro de nuestro cine, los altos costos de producción, las exigencias sindicales, el anquilosamiento de la industria y la utilización regular de materiales fílmicos más sensibles y equipo más ligero, trajeron como consecuencia la creación de obras alternativas. Un cine independiente con posibilidades de crecer al margen de la industria como lo demostró Raíces, realizada con un presupuesto raquítico, filmada en locaciones naturales y sin actores profesionales (“parte del pueblo mexicano”, según los créditos), inaugurando así el llamado cine independiente en nuestro país.

Al no formar parte de la plantilla del stpc, los responsables de Raíces, entre ellos, el productor Manuel Barbachano Ponce, el realizador debutante Benito Alazraki y el fotógrafo Walter Reuter, armaron la película como un conjunto de cortos, inspirados en cuentos de El diosero de Francisco Rojas González. Un acercamiento al mundo indígena a medio camino entre la ficción y el documental. Sin embargo y pese a sus intenciones críticas no pudo evitar cierto toque pintoresco. Un año antes, en 1952, Barbachano Ponce había fundado una compañía dedicada a la elaboración de noticieros fílmicos semanales bajo los títulos de Tele Revista y Cine Verdad. Bajo su tutelaje, colaboraron cineastas e intelectuales como Carlos Velo, Jomi García Ascot, Fernando Gamboa, Fernando Marcos, Carlos Fuentes, Rubén Gámez, Juan García Ponce y los fotógrafos Ramón Muñoz, Hans Beimler y Walter Reuter que se sumaron a la producción de Raíces.

La experiencia de Raíces, ganadora del Premio de la Crítica en el Festival de Cannes, arrojó como resultado Torero (1956) dirigida por el español Carlos Velo afincado en nuestro país. Ambos títulos servirían de cimiento para la creación de la Filmoteca de la unam, aunado a una efervescencia del cine universitario a través de debates, conferencias, la proyección de filmes en los diversos cineclubes de la unam y el impulso de Manuel González Casanova en la Sección de Actividades Cinematográficas, con la complicidad del rector Nabor Carrillo Flores y de Jaime García Terrés, director de Difusión Cultural, que daría como resultado el surgimiento de la Filmoteca de la unam, el 8 de julio de 1960, con la donación de aquellas dos películas producidos por Barbachano Ponce.

Raíces consigue captar una provincia alejada de los arquetipos rurales del Indio Fernández, en escenarios de Yucatán y Veracruz en dos de sus relatos más logrados: El tuerto y La potranca: la ironía y la crueldad infantil en el primero, o la tensión sexual como parte del paisaje y la arquitectura indígena en el segundo.

En poco más de tres minutos, el Prólogo de Raíces adornado con una bella fotografía y la notable voz de Fernando Marcos, propone un insólito regreso a la vida bucólica a partir de la modernidad Alemanista que daba su paso al Ruiscortinismo. Su prólogo muestra la grandeza del país y la urbe creciente: sus flamantes edificios como la Torre Latinoamericana, sus amplias avenidas y sus palacios culturales como Bellas Artes y otros centros educativos, como la unam recién inaugurada: aquí, estudiantes y profesores bajan las escalinatas a un costado de la Biblioteca Central en cu. Después, se aprecia la moderna industria y sus fábricas hasta llegar a esa otra magnificencia: la del campo, sus montañas y cascadas, flores y raíces. Su vida contemplativa y sus relatos inocuos en apariencia, para retratar a la población rural e indígena; los grandes olvidados de ese ascenso social y de la nación entera.

Beatriz Flores y Juan de la Cruz.