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Habla del silencio: estudios interdisciplinarios

sobre la Lengua de Señas Mexicana y la comunidad Sorda

Primera edición en papel, noviembre 2017.

Primera edición ePub: marzo 2019

De la presente edición:

D.R. © 2017, Miroslava Cruz-Aldrete (coord.)

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ISBN: 978-607-8560-12-7 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN ePub: 978-607-8560-79-0

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Cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores/UAEM

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Contenido

Prólogo
La Lengua de Señas Mexicana como propuesta y necesidad

Políticas públicas orientadas a la comunidad Sorda

Perspectivas en la atención a la salud auditiva en México como derecho humano

Alma Janeth Moreno Aguirre

Discapacidad auditiva en México:
un llamado de atención en el marco del derecho

J. Ulises Corona Ramírez

Programa universitario para la inclusión educativa y atención a la diversidad UAEM

José Enrique Álvarez Alcántara

Voz de la comunidad Sorda

la conformación de una comunidad Sorda en morelia y su lengua de señas

Julio César Almanza Vega

Sordos y oyentes. librando barreras hacia la inclusión

Haydée Noemí Torres Vargas

Participación de sordos usuarios de la lengua de señas mexicana en procesos de evaluación a gran escala

Johan Cristian Cruz Cruz
Noé Israel Romero Rojas
y María Erika Ordóñez Delgado

Educación bilingüe LSM-español

Las políticas de Educación Especial
en una escuela pública de sordos: el CAM

María Elena Bonfil Campos

Formación para el desarrollo de competencias docentes en la perspectiva de la educación bilingüe para el alumnado sordo de educación básica en Jalisco

Cristina Salazar Romero
Adrián Ibarra Mercado

los procesos de enseñanza-aprendizaje del niño sordo: una visión a través del tiempo

Luz Patricia Capistrán Pérez

Una experiencia entre manos

Luis Gerardo Granados Troncoso

Estudios sobre lengua de señas, cognición y enseñanza

Cognición y aprendizaje en las personas sordas

Miguel Ángel Villa-Rodríguez

Expresiones figural y escrita de la idea de porcentaje: experiencia de enseñanza con estudiantes sordos de 17 a 24 años

Ignacio Garnica y Dovala
Héctor Santiago Chávez Rivera
y Ana María Ojeda Salazar

Clasificadores en la Lengua de Señas Mexicana en el contexto de nociones del sistema métrico decimal

Andrea Barojas Gómez
Ignacio Garnica y Dovala
y Miroslava Cruz-Aldrete

La adquisición de una primera lengua en el niño sordo

Miroslava Cruz-Aldrete

Colaboradores

Sobre la coordinadora

Prólogo
La Lengua de Señas Mexicana como propuesta y necesidad

La lengua de señas

Aun para los que nos dedicamos al estudio del lenguaje y somos lingüistas de profesión, la lengua de señas guarda una serie de “misterios” que no es fácil desentrañar en un primer momento: ¿cómo se forman, por ejemplo, esas unidades que identificamos en el lenguaje verbal, es decir, los fonemas, los morfemas, los sintagmas y las oraciones? ¿Cuál es y cómo se lleva a cabo esa relación de arbitrariedad tan saussureana entre el significante y el significado en este tipo de lengua? ¿Cuáles son sus convenciones y cuáles, sus leyes internas?

No es raro, por esa razón, que la lengua de señas y su estudio científico hayan llegado con bastante retraso al escenario de los estudios lingüísticos, pues solo en épocas recientes se ha considerado que son verdaderos sistemas con estructuras y reglas semejantes a las que tienen las lenguas habladas. Los investigadores se han dedicado a mostrar y demostrar, por eso, con todo rigor, los paralelismos a veces sorprendentes entre las lenguas habladas y las de señas.

Tanto las comparaciones anteriores como los hallazgos recientes en ámbitos complementarios como la neurolingüística y la adquisición del lenguaje han creado ya una base científica suficiente como para convencer a los más duros académicos de que las lenguas de señas son, en su potencia y competencia comunicativas, equivalentes a las lenguas orales.

Pero lo más interesante de las lenguas de señas, aparte de su necesidad práctica en las comunidades de sordos, es que plantean retos importantes en al menos tres áreas de la teoría en la investigación: 1) las capacidades humanas para usar un lenguaje (cualquiera que sea la naturaleza de este), 2) las características que definen a un lenguaje propiamente humano en contraste con el que emplean los animales y 3) los aspectos políticos y educativos que regulan su aplicación: legales, didácticos y hasta de valoración social.

Justo en estos últimos aspectos se centra el libro que presento aquí, pues desarrolla, como veremos más adelante, temas muy importantes acerca de la legalización y la enseñanza de la lengua de señas en México. ¿Pero qué se ha hecho antes en México en este sentido?

La educación de los sordos en México

En el ámbito hispánico, el más conocido precursor de la educación de los sordos fue el fraile benedictino español Pedro Ponce de León (1513?-1584). Desafiando la creencia tan difundida en su época de que los sordos eran irracionales y por eso nunca iban a llegar a hablar ni a tener una vida espiritual a causa de su problema físico (que era insalvable), inventó un método que consistía en enseñarles a escribir mientras leían: les indicaba, con el dedo índice de la mano derecha, las letras figuradas en su mano izquierda, en una especie de alfabeto bimanual, y les señalaba después los objetos que eran representados por las palabras correspondientes. De esta manera, sus alumnos aprendían a leer, a escribir y a hablar. Y no solo eso: aprendían canto, ciencias diversas y hasta otras lenguas, lo que significaba una gran expansión de los horizontes culturales de estas personas.

Después de Ponce de León no fue mucho lo que sucedió en el desarrollo de la enseñanza para los sordos a pesar de que su sistema tuvo influencia en la historia de las lenguas de señas en el continente americano, que comenzó con la migración de maestros sordos europeos hacía América y, con ellos, de las técnicas para la enseñanza de las personas sordas a través de una lengua de señas en vías de desarrollo y consolidación.

En su Historia eclesiástica indiana, Fray Gerónimo de Mendieta cuenta que algunas órdenes religiosas, como la de los franciscanos, utilizaron una lengua de señas para enseñar a leer, escribir y evangelizar a los hijos de los caciques y principales de algunos pueblos indígenas, lo cual podría considerarse, grosso modo, como un antecedente de la Lengua de Señas Mexicana:

Lo primero que en las escuelas les comenzaron á enseñar fué lo que al principio se enseña á los hijos de los cristianos: conviene á saber, el signarse y santiguarse, rezar el Pater noster, Ave María, Credo, Salve Regina, todo esto en latín (porno saber los religiosos su lengua ni tener intérpretes que lo volviesen en ella): lo demás que podían, por señas (como mudos) se lo daban á entender, como decir que habia un solo Dios y no muchos como los que sus padres adoraban: que aquellos eran malos y enemigos que engañaban á los hombres: que habia cielo allá en lo alto, lugar de gloria y bienaventuranza, donde nuestro Dios y Criador estaba, y adonde iban á gozar de sus riquezas y regalos los que acá en el mundo lo confesaban y servian. Y que habia infierno, lugar de fuego y de infinitas penas y tormentos increíbles, y morada de aquellos que sus padres tenian por dioses, donde iban los que en este siglo los adoraban y obedecian, y ellos mismos en pago de sus servicios los atormentaban [sic.].1

Pero, quizás, el primer intento de llevar al ámbito de la educación pública el problema de la formación de los sordos le corresponda, en México, al presidente Benito Juárez. En la Ley Orgánica de Instrucción Pública de 1867, artículo 19°, se promulgó la fundación, según nos recuerda Ernesto Meneses Morales en su libro Tendencias educativas oficiales en México 1821-1911, de una escuela para sordomudos en la que se enseñaría la lengua española “escrita, expresada por medio del alfabeto manual y pronunciado [sic.] cuando haya aptitud para ello en el discípulo”. El reglamento contemplaba también, en el art. 40°, que los maestros debían “saber las materias de las escuelas de sordomudos y el sistema especial de enseñanza aprendido teórica y prácticamente”. En el mismo artículo se establecía que las materias incluían las habituales de la primaria, el idioma francés y las buenas costumbres.2

Ya en el siglo xx, la Escuela Nacional de Sordomudos estuvo marcada por la corriente oralista, es decir, la que asimila la enseñanza de los sordos al lenguaje oral de las comunidades hablantes. Esto condujo a un sistema que, a mediados del siglo, cambió el panorama de la educación especial y esto ocasionó que se dejara de lado la Lengua de Señas Mexicana (LSM) para normalizar a la persona y hacerla hablar español: técnicas como la articulación, la lectura labio-facial y el adiestramiento auditivo fueron herramientas utilizadas por maestros para que el sordo lograra hablar.

La Escuela Nacional de Sordomudos fue, en sus origines y hasta los años de 1880-1882 el punto de reunión para configurar lo que hoy conocemos como LSM. Posteriormente, y gracias a los cambios en la política asistencialista implementada a favor de los sordos, se decidió oralizarlos a partir de postulados pedagógicos provenientes del Congreso de Milán de 1880.

Así, tal como lo indica Miroslava Cruz-Aldrete en su artículo La educación del sordo en México siglos XIX y XX: Escuela Nacional de Sordomudos, a nivel mundial la educación del sordo en el siglo XX estuvo fuertemente marcada por la corriente oralista, que siempre ha manifestado de manera simbólica su superioridad frente a lenguas minoritarias o ágrafas, como el caso de la LSM. De esta forma, “las señas empleadas por los sordos y los educadores fueron consideradas una especie de pantomima que no constituían una lengua, y por tanto, poco recomendables para la educación del sordo”. Ya en los años ochenta, se implementaron todos los métodos (escrituras, símbolos, mímica, gestos, señas), con el propósito de que el sordo pudiera comunicarse mejor e integrarse así a la comunidad. Y, en los primeros años del siglo XXI, se propuso nuevamente el modelo educativo bilingüe para la educación del sordo, en el que se favorece la comunicación entre estos grupos dentro y fuera del país. Esta situación es un buen ejemplo de la trasmisión y reconocimiento que ya tiene la LSM como elemento que otorga una identidad al sordo en México y en el mundo.3

Después de este breve panorama histórico, no es difícil imaginar que es poco lo que se ha hecho y mucho lo que falta por hacer en México para establecer un marco legal y pedagógico para la atención que requiere el grupo de sordos a través de su propia lengua.

La Lengua de Señas Mexicana

Mucho se ha hablado aquí de la LSM; pero, ¿qué características generales tiene dentro de las lenguas de señas del mundo? En el artículo Lenguaje de signos mexicano. La identidad como lenguaje del sistema de signos mexicano, los autores4 sostienen que tanto la LSM como la lengua de señas Americana (ASL) provienen de una lengua de señas francesa que llegó a América en el siglo XIX: a Estados Unidos en 1816 y a México en 1866.

A pesar de esta raíz común, ambas lenguas no se comprenden entre sí, pues estos autores hicieron pruebas de “inteligibilidad” y los usuarios tanto mexicanos como norteamericanos no comprendieron las señas de sus respectivos interlocutores. Sostienen también estos autores que la LSM tiene diferencias importantes con respecto a la gramática del español, por ejemplo, en lo que concierne a la conjugación de los verbos, el orden sintáctico de los elementos dentro de la oración y la ausencia de algunos complementos del verbo, que son indispensables en las oraciones gramaticales del español.

Por lo que respecta a la educación de los sordos, los autores afirman que los métodos oralistas, es decir, basados, como vimos antes, en la lengua española como modelo, tienen la ventaja de que la ortografía del español está muy cercana a la pronunciación de los sonidos, por lo que muchos alumnos aprenden a pronunciar las palabras y leer los labios; pero muchos niños aprenden a comunicarse antes con LSM, lo que convierte el español en su segunda lengua.

Hay ligeras variantes geográficas dentro de la LSM (todas parecen comprenderse bien entre sí) y una variante lingüística que copia el orden de las palabras del español y reproduce, mediante señas, ciertos rasgos morfológicos como los sufijos, en palabras de diversas categorías gramaticales (sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios), y los morfemas de género femenino en algunos sustantivos.

Se puede concluir, entonces, que la LSM es distinta de las otras lenguas de señas, como la ASL, la Lengua de Signos Española y las usadas en otros países de Latinoamérica. Tiene su propio vocabulario y su gramática, aunque hay también un estilo de señas en México que arregla las palabras de la LSM de acuerdo con los patrones de la gramática española: este método se conoce con la expresión de “el español signado”.

El libro

Sirva todo lo dicho hasta aquí para poner en su contexto la obra Habla del silencio: estudios sobre la Lengua de Señas Mexicana y la comunidad Sorda, que numerosos especialistas, procedentes de varias instituciones nacionales, han compuesto para proponer soluciones a los problemas planteados con anterioridad.

En palabras de Miroslava Cruz Aldrete, coordinadora y compiladora, “este libro tiene como objetivo presentar un estado de las condiciones educativas, sociales (derechos) y lingüísticas de la comunidad Sorda, a partir de estudios multi e interdisciplinarios”.

Para cumplir ese objetivo, el libro puede dividirse en dos grandes partes: la primera, que abarca los siete capítulos iniciales, trata sobre los aspectos legales que enfrentan los sordos para su reconocimiento en la sociedad, así como para su educación individual; y la segunda, consistente en los últimos siete capítulos, que explora métodos y experiencias pedagógicas para la educación especial del sordo en México.

Podemos encontrar, en la primera parte, análisis que contextualizan la problemática del sordo dentro de los derechos humanos, en el marco del derecho positivo mexicano, en la legislación universitaria de una institución pública (la UAEM), en la formación de comunidades locales (como la de Morelia) y asociaciones civiles (como IncluSor), en la evaluación institucional externa que deben afrontar los alumnos de nivel básico a través de pruebas estandarizadas y en las políticas para la educación especial en una escuela pública para sordos en Cuernavaca (el CAM 6).

En conjunto, estos capítulos hacen hincapié en la necesidad que México tiene de crear un marco legal adecuado que permita el reconocimiento social del sordo, de su estado físico como un asunto de salud nacional (con rehabilitación y prevención) y que favorezca su desarrollo personal para incorporarse a las tareas (incuso laborales) que el mundo moderno plantea. Todo esto a través de escuelas y organizaciones que lo apoyen en su camino.

La segunda parte estudia el desarrollo de las competencias docentes de quienes deben encargarse de la educación bilingüe de alumnos sordos en la educación básica del estado de Jalisco, de los procesos de enseñanza-aprendizaje para que el niño sordo aprenda a leer y escribir en la escuela, de la experiencia docente con la LSM, de los factores psicológicos (cognitivos) que deben tomarse en cuenta para el aprendizaje escolar del sordo, de la enseñanza (figural y escrita) de los porcentajes como parte de la formación matemática de alumnos sordos (de 17 a 24 años) y de los clasificadores (nociones de cantidad de longitud y peso) vistos como un problema de la LSM al momento de enseñanza de las matemáticas a alumnos sordos, así como los problemas que plantea la adquisición de la lengua materna en los alumnos sordos que requieren adultos y docentes que sean bilingües, en LSM y lengua española, con todas las competencias comunicativas que eso implica.

La colección de experiencias que forman esta segunda parte constituye un útil repertorio de métodos y presupuestos pedagógicos para la enseñanza del alumno sordo en la escuela, a través de la LSM, y de problemas teóricos que es necesario resolver a la hora de enseñar conceptos matemáticos a través de un lenguaje gestual y de entender cómo los niños sordos adquieren su lengua materna cuando tienen dos opciones: comunicarse cotidianamente, y estudiar en una lengua que requiere las habilidades de hablar, escuchar, leer y escribir como reportorio básico de toda persona que desea incorporarse a la sociedad.

Este libro, como un todo, viene a recordarnos que en nuestro México moderno, plural, de democracia vacilante y de ardua competencia laboral, todavía existen grupos de personas que están al margen de las oportunidades porque hay graves lagunas en la atención social y política que se presta a sus problemas humanos esenciales.

Dr. Agustín Rivero Franyutti

Profesor-Investigador de Tiempo Completo

Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales

Universidad Autónoma del Estado de Morelos

Notas del prólogo


1 de Mendieta, Gerónimo (1870). Historia eclesiástica indiana, México, Antigua Librería.

2 Las citas de Meneses Morales provienen de la página 173. Ed. Porrúa, 1983.

3 Consultado en línea, en la página: www.cultura-sorda.org.

4 Karla Faurot, Dianne Dellinger, Andy Eatough y Steve Parkhurst (disponible en línea, en el formato PDF).