Rojas Quiñones, Plutarco Eduardo
Composición y deformación : el edificio de economía
de Fernando Martínez Sanabria / Plutarco Rojas
Bogotá : Universidad Piloto de Colombia, 2017
65 páginas : ilustraciones, planos
Incluye bibliografía ( página 62 )
ISBN 978-958-8957-55-5
978-958-8957-56-2 (Edición Digital)
1. ARQUITECTURA (COMPOSICIÓN)
2. EDIFICIOS-DISEÑOS Y PLANOS
CDD 729.11
COMPOSICIÓN Y DEFORMACIÓN.
EL EDIFICIO DE ECONOMÍA DE FERNANDO MARTÍNEZ SANABRIA
Presidente José María Cifuentes Páez Rectora Patricia Piedrahíta Castillo Director de Publicaciones y Comunicación Gráfica Rodrigo Lobo-Guerrero Sarmiento Director de Investigaciones Mauricio Hernández Tascón Coordinador General de Publicaciones Diego Ramírez Bernal Decana Administrativa Programa de Arquitectura Patricia Farfán Sopó Decano Facultad de Arquitectura y Artes Édgar José Camacho Camacho |
Autor Plutarco Rojas Quiñones ISBN 978-958-8957-55-5 978-958-8957-56-2 (Edición Digital) Primera edición - 2017 Bogotá, Colombia Corrección de estilo Laura Giraldo Martínez Diseño Catalina Osorio Mojica Publicaciones de Arquitectura Fotos interiores y fotografía portada Plutarco Rojas Quiñones Desarrolo epub Lápiz Blanco S.A.S. |
Universidad Piloto de Colombia
© COMPOSICIÓN Y DEFORMACIÓN
El Edificio de Economía de Fernando Martínez Sanabria
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COMPOSICIÓN Y DEFORMACIÓN
El Edificio de Economía de Fernando Martínez Sanabria
Plutarco Rojas
Agradecimientos
Prólogo
Introducción
Cap 1. Retrato del Edificio de Economía
Descripción y sistema de análisis
Impresiones, recorrer el edificio
Un agregado de partes: elementos, piezas, conjuntos y sistemas
Sistema de análisis
La composición en Martínez Sanabria
Proceso de crecimiento horizontal
Develar una primera forma
Repertorio de proyectos educativos diseñados
Cap 2. Composición y deformación en la obra de Fernando Martínez Sanabria
Arquitectura de determinación formal y arquitectura de composición
Componer con partes
Composición por adición
Desagregación de partes
Deformación y formalización
Figuración y adaptación, formalización y deformación
El perfil es el borde de una figura
Indeterminación formal: forma, figura y deformación
Conclusión. Deformación y desfiguración: un procedimiento
Bibliografía
Lista de imágenes
La base de este ensayo tiene origen en la tesis presentada para optar al título de Maestría en Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia. Este texto reelabora el original, sintetiza algunas cosas y añade otras con el ánimo de hacer más clara su lectura. Quiero agradecer a Luis Rozo por ayudar a darle su estructura final. Margarita Acosta repasó varios borradores y atendió la redacción. Los debates sostenidos con Tania Maya contribuyeron a tomar posición y a darle coherencia al papel que se le atribuye al concepto de forma que aquí se trata en la articulación del proyecto con los aspectos heterónomos de la arquitectura. Le agradezco al tutor, Fernando Arias Lemos, y a Rodrigo Cortés por su aguda crítica para centrar el tema que aquí se trata. Le dedico este trabajo a Daniel, mi hermano y a Nina, quienes lo entendieron y lo hicieron legible con la elaboración de la mayoría de los gráficos. |
Fernando Martínez Sanabria era un gran conocedor de la cultura moderna, en particular de sus manifestaciones en el campo de la música, la pintura, la literatura y, por supuesto, la arquitectura.
Su propósito fue la adopción y desarrollo del arte moderno en Colombia, lucha que libró junto a toda la generación de Mito, incluyendo no sólo a los escritores que impulsaron esta revista —Jorge Gaitán Durán, Hernando Valencia Goelkel, Fernando Charry Lara, Eduardo Cote Lamus— sino al grupo de amigos y compañeros de brega: Marta Traba, Alejandro Obregón, Fernando Botero, Edgar Negret, Eduardo Ramírez Villamizar, Jorge y Eduardo Zalamea, Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Héctor Rojas Erazo, Hernán Díaz, Bernardo Salcedo, Feliza Bursztyn, Rogelio Salmona, Guillermo Bermúdez, Rafael Obregón y algunos más, o sea todos los modernos del país hacia la mitad del siglo XX.
Compartió todas las manifestaciones, pero su arquitectura no incluyó esculturas, pinturas o murales pues se centró siempre en los elementos propios de la arquitectura y nunca recurrió a relieves o acentos agregados, ni a basamentos, capiteles, frontones o cornisas, ni a pintoresquismos vernáculos o a decoraciones banales; lo suyo fueron muros escuetos, que se curvaban, sí, pero no por formalismo sino para modelar el espacio, fueron volúmenes de gran plasticidad que se disponían en abanicos o sierras pero con fines funcionales y topológicos. Restringido al campo disciplinar de la arquitectura, no hizo concesiones a ilustraciones literales de objetos o tradiciones, como sucediera con el deplorable “guatavitismo”, o luego con el posmodernismo que con ligereza buscó recuperar la proximidad del público. Sin otro apelativo que su materialidad, compuso con cubiertas y muros en arcilla, ventanas en madera o metal, vigas fundamentales en concreto y, adentro, muros blancos, abstractos y puristas, formas sugerentes y dinámicas que califican los espacios o dinamizan el recorrido, planos fluidos para ser de su tiempo, vanos que potencian la integración con el paisaje. Todo esto dentro de una manera personal que a su vez era la respuesta funcional a un programa (img 1 y 5).
Img 1. Casa WILKIE, Bogotá, 1962. Fotografía: Carlos Niño Murcia.
Se ha hablado de que era organicista, de Aalto, Wright o Scharoun como sus principales influencias; sin embargo, creo que su mayor referente cultural y arquitectónico no fueron ejemplos del siglo XX, sino el Barroco italiano, sobre todo Miguel Ángel y Borromini, estos dos, grandes modernos, para quien sepa leerlos. Nos mostraba con pasión el trabajo de, Buonarroti en el Campidoglio, en la capilla Sforza de Santa Maria Maggiore, o en la Biblioteca Laurenziana, lo explicaba con esos dibujos suyos: ágiles y recios, precisos y referidos al espacio, como ráfagas o golpes de espada, veloces y de vuelo curvo (img 2). Señalaba cómo los edificios convergentes en el monte Capitolino creaban compresiones y acentos espaciales, lo cual se complementaba con la maravillosa escalera que ascendía hacia la plaza, donde el dibujo del piso incrementaba las tensiones hasta el vértigo. Y eran espacios, no esculturas ni efectos pictóricos (img 3).
Img 2. Boceto para el edificio Avianca, 1963. Ilustración tomada de Fernando Martínez Sanabria- Trabajos de Arquitectura (2000). Editorial Escala.
Img 3 y 4. Casa WILKIE, Bogotá, 1962. Ilustraciones tomadas de Fernando Martínez Sanabria- Trabajos de Arquitectura (2000). Editorial Escala.
Ante todo admiraba las obras de Borromini, sus interiores en turbulencias impetuosas, en formas sometidas a presiones y torsiones, como si paredes y techos fuesen elásticos, con sus inéditas espacialidades: San Carlino, SantIvo, el Oratorio Filipino, la basílica de San Juan de Letrán, el Colegio de Propaganda Fide y su capilla de los Reyes Magos, todo hecho con materiales sencillos y rigor tectónico, como siempre han hecho los verdaderos constructores. Se trataba de arquitectura trabajada con sus propios elementos, sin recurrir a la superposición de esculturas ni a decoraciones exuberantes en el horror vacui con el que por lo general se confunde al barroco. A Fernando Martínez no le interesaba tanto cómo transgredían aquellos dos el orden clásico, esas dislocaciones revolucionarias con respecto a la sintaxis y al canon, ni los usos heterodoxos de pilastras, columnas, nervios o entablamentos, sino lo que hacían con el espacio y cómo en ninguna otra época de la historia se lo había moldeado y dispuesto con tanta imaginación, técnica y dramáticos juegos de luz (img 4).
El preciso trabajo de Plutarco analiza el Edificio de Economía construido en la Ciudad Universitaria en Bogotá, obra de Fernando Martínez Sanabria y Guillermo Bermúdez. Significa un paso delante de la tesis presentada en la Maestría en Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, que con este desarrollo y en las ilustraciones que apoyan el análisis, gana en solidez y eficacia. Confronta el sistema constructivo —el aparejo del ladrillo— con el sistema de proyección —la composición— y lo hace basado en el análisis de las plantas y los volúmenes. Al compararlas con otras obras del mismo arquitecto, realizadas antes o después del Edificio de Economía —Helvetia, Cifuentes, Sesquilé y San Antonio—, deduce constantes y variaciones del repertorio a la vez que se adentra con claridad en el sistema proyectual. En tal secuencia reconoce tanto el patrón con que se disponen las diversas partes, como la deformación de cada una de ellas. Para la reflexión, este último principio —la deformación— es crucial en el modo de proyectar de Martínez Sanabria y constituye su esencia.
La composición por partes permite al arquitecto que las distribuye acoplarse a la topografía del terreno y a otras determinantes que requieran su consideración y respuesta. Estas piezas pueden ser deformadas antes del diseño, o durante el proceso proyectual y en el caso del Edificio de Economía, argumenta el analista, las piezas lo son en el proceso compositivo. Tales partes, como un eco de J. L. Durand, incluyen desde los elementos y las piezas hasta los conjuntos y los sistemas; pero, además, son piezas no sólo las aulas, los auditorios, los estudios de profesores o las oficinas de administración, sino también los patios y corredores que se vuelven elementos nodales de la composición y la espacialidad. Entre todas estas partes, el corredor no es un ente pasivo, un simple cauce que conecta las piezas, sino un “vacío activo”, un vacío transformado en sólido y un protagonista fundamental de la composición. Lo mismo se puede decir del patio: como ágora estudiantil es un hecho primordial y un elemento determinante en el juego morfológico de las piezas.
El ensayo sigue las pautas del análisis formal, de la manera de agrupar los volúmenes y sus dispositivos de articulación. Asume la forma como una serie de principios, de modalidades para relacionar, integrar, contrastar o traslapar las piezas, como un juego con fichas o un mecano. Es un enfoque válido pero que requiere complementarlo con los factores que determinan la forma. La arquitectura sí es disposición de las formas, pero ante todo es un artefacto construido, no dibujado ni virtual, por lo tanto va implícito en el proyecto su condición tectónica que a la vez define su especificidad disciplinar. Además la arquitectura es coordinación de todos los oficios, redes y elementos —archós-técton—, es espacio vivenciado, juego de los volúmenes bajo la luz del sol, lugar y poética del habitar, manifestación cultural, significado y semántica; es todo eso. El mismo autor reconoce los límites de este tipo de análisis cuando afirma que para entender la composición arquitectónica privilegia unas “categorías esencialmente morfológicas” manejadas con abstracción para “evitar en lo posible cualquier connotación funcional, semiótica o perceptiva, aspectos que no presentan interés para el análisis formal” (p.52). Sin embargo, restringirse al juego de formas esclarece su aspecto compositivo, pero ignora realidades, condiciones y valores que también son relevantes.
La arquitectura es un problema constructivo y su esencia es el espacio, sus cualidades y estructura, por lo cual limitarse a las formas y su composición es algo parcial. ¿Puedo reducir Sant Ivo de Borromini a dos triángulos equiláteros cruzados en forma de estrella de David? Si cuando la cúpula llega a la linterna ya es tan sólo un círculo… ¿comprendo a San Carlino al esquematizar la minúscula iglesia con cuatro elipses en el nivel inferior más una quinta elipse que las integra en la cúpula?