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SORORIDAD Mujeres deconstruyendo los códigos y lenguajes patriarcales existentes tras los feminicidios de Ciudad Juárez, México Javier Juárez Rodríguez

SORORIDAD

Mujeres deconstruyendo los códigos y lenguajes patriarcales existentes tras los feminicidios de Ciudad Juárez, México

1a. edición: 2017

© Universidad de Medellín

© Javier Juárez Rodríguez

JUÁREZ RODRÍGUEZ, JAVIER

Sororidad: mujeres deconstruyendo los códigos y lenguajes patriarcales existentes tras los feminicidios de Ciudad Juárez, México / Javier Juárez Rodríguez ; editor Leonardo David López Escobar. –1ª ed. – Medellín: Universidad de Medellín; Sello Editorial Universidad de Medellín, 2017.

86 p. ; 17 × 24 cm.

Incluye referencias bibliográficas

ISBN: 978-958-8992-62-4

ISBN e-book: 978-958-8992-64-8

1. FEMINISMO. 2. VIOLENCIA CONTRA LA MUJER. 3. MUJERES MALTRATADAS. 4. MUJERES -- CONDICIONES SOCIALES. 1. López Escobar, Leonardo David, ed.. 2. Universidad de Medellín. Sello Editorial Universidad de Medellín.

CDD 305.42 / J91

Catalogación bibliográfica - Universidad de Medellín. Biblioteca Eduardo Fernández Botero. Daissy Patricia Zea Mejía.

Editor:

Leonardo David López Escobar

Dirección electrónica: ldlopez@udem.edu.co

Universidad de Medellín. Medellín, Colombia

Cra. 87 No. 30-65. Bloque 20, piso 2. Tels.: 340 52 42 - 340 53 35. Medellín - Colombia

Distribución y ventas:

Universidad de Medellín

e-mail: selloeditorial@udem.edu.co; www.udem.edu.co

Cra. 87 No. 30-65. Teléfono: 340 52 42. Medellín, Colombia

Corrección de estilo:

Lorenza Correa Restrepo

lcorreare@gmail.com

Diseño portada:

Claudia Castrillón Álvarez

claudiadisenografico@gmail.com

Diagramación:

Hernán D. Durango T.

hernandedurango@gmail.com

Diseño de ePub:

Hipertexto - Netizen Digital Solutions

Todos los derechos reservados.

Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, por ningún medio inventado o por inventarse, sin el permiso previo y por escrito de la Universidad de Medellín.

Hecho el depósito legal.

Agradecimientos

Gracias, en primer lugar, a Marisela Ortiz. Sin ella no hubiese sido posible este trabajo. Gracias por su apoyo, su implicación y su lucha desinteresada.

Gracias a Norma Andrade por su fuerza, confianza y sinceridad.

Gracias a todas y cada una de las mujeres que abrieron su casa y su corazón para la realización de este libro. Gracias a Ángel, por su participación y su valentía.

Gracias a todas y cada una de las más de 60 mujeres de Ciudad Juárez con las que he compartido, a lo largo de los últimos 10 años, emociones, reflexiones y testimonios en su exigencia de verdad y justicia.

Gracias a la Universidad de Medellín, a la Facultad de Comunicación, por apostar desde el inicio por este proyecto. Gracias en especial a Luis Mariano González, Mauricio Álvarez y Alejandro Alzate que apoyaron en todo momento esta investigación.

Gracias a mis compañeros, compañeras, amigas y amigos de la Facultad de Comunicación, en especial a Nora Elena Botero, por estar a mi lado en todo momento, trabajando codo con codo para construir, desde la palabra y la educación, una sociedad más justa y feminista; gracias a Andrés Puerta, por volver a despertar en mi la pasión por el periodismo.

Gracias a todos los compañeros y compañeras de la Facultad, en especial a José Planes, Andrés Giraldo, Alejandra Laverde y toda el “Equipo 109”. Gracias a Andrés Parada, por su aporte desinteresado para que este trabajo saliera adelante.

Gracias a mi familia, en especial a mi compañera de vida, Patricia Castillo, por ayudarme a comprender y valorar muchas cosas.

Contenido

Presentación

Sábado 22 de octubre de 2016

El desierto que rodea Ciudad Juárez esconde gritos, llantos, súplicas desesperadas y feminicidios impunes. El Valle de Juárez se ha convertido en una gran fosa común de mentiras, complicidades y silencios. Cada desaparición de una mujer es el inicio de una pesadilla, el testigo de una injusticia, el desenlace de un fracaso.

El sol arrasa la piel en el desierto mexicano. Marta Esther Arizmendi se agarra firme a la foto de su hija, Brenda Patricia, quien aparece sonriente en el centro de una lona rosa en la cual se especifica su nombre, edad y fecha de desaparición (2013) junto a una petición: Ayúdanos a localizarla. Tenía solo 18 años cuando fue vista por última vez.

Meses después de ser reportada como desaparecida, fueron localizados algunos restos óseos en una zona desértica muy alejada del centro de Ciudad Juárez, lugar de donde desapareció, concretamente a unos tres kilómetros del último fraccionamiento de viviendas abandonadas de Pedregal de San Isidro. La Fiscalía confirmaría a Marta Esther que aquellos huesos eran de Brenda.

Sus gritos desgarrados en mitad del desierto recuerdan el nombre de su hija y exigen justicia ante el silencio solidario de otras madres de mujeres y niñas que siguen en calidad de desaparecidas y que se apoyan mutuamente ante la desesperación y la adversidad. Amigos y familiares cavan un hoyo en la arena, justo en el lugar donde fue abandonado el cuerpo de Brenda. Las madres que acompañan a Esther lloran junto a ella; son hermanas de dolor, compañeras de lucha, madres heridas, mujeres mutiladas en el alma por la pérdida de sus hijas. Marta Esther Arizmendi coge un puñado de rosas y las sitúa junto a una cruz de madera coronada por el nombre de Brenda. El sol abrasa en el desierto juarense, pero el amor de estas mujeres por sus hijas lo puede todo. Abrazadas, unidas, las mujeres encienden las velas, entrelazan sus manos, y comienzan a rezar, pidiendo al Santo Padre que cuide de Brenda y de tantas otras adolescentes masacradas y abandonadas en el desierto, así como por las decenas de mujeres y niñas que siguen desaparecidas.

Ciudad Juárez es la imagen del dolor, pero también de la esperanza, de heroínas anónimas, de luchas asimétricas. Gobiernos infames, procuradores corruptos, fiscales cómplices, fuerzas policiales y militares feminicidas... todo un sistema de poder, una estructura letal que silencia la verdad, que oculta un exterminio sistemático de niñas y mujeres normalizado durante más de dos décadas.

Ellas, las mujeres juarenses, son el símbolo de la resistencia, un ejemplo mundial de fuerza y valentía. Su labor contestataria a un sistema misógino y patriarcal ha logrado, entre otras muchas cosas, visibilizar la red de impunidad y complicidades asentada tras las desapariciones forzosas de cientos de mujeres y los feminicidios sistemáticos y constantes que se vienen documentado durante los últimos 25 años.

Pero hablar de la violencia estructural contra las mujeres en Ciudad Juárez es hablar de comunicación, de lenguajes y códigos escritos a través de todas las expresiones y formas en las que se consolida y materializa esta violencia. Los secuestros, violaciones y torturas a las que es sometido el género femenino son respuestas misóginas con mensajes explícitos que redundan, como señala la investigadora Rita Laura Segato, en la defensa masculina de “dueñeidad” del cuerpo de la mujer por parte de varón. El terrorismo machista, trasladable a todos los rincones del mundo, encuentra en la violencia una forma inapelable de expresión, construyendo un lenguaje propio basado en el desprecio y la violencia contra las mujeres. Es precisamente la ausencia de respuestas efectivas por parte del Estado lo que ha favorecido la consolidación de estos lenguajes y, consecuentemente, la proliferación de estos crímenes, ya no solo en Ciudad Juárez, sino en muchos otros municipios y Estados de la República mexicana, e incluso internacionalmente. Solo la lucha femenina y, sobre todo, la sororidad, entendida como una solidaridad específica entre mujeres, han conseguido visibilizar las estrategias patriarcales y avanzar en la deconstrucción de estos lenguajes cifrados y compartidos entre grupos de hombres como paso previo indispensable para la erradicación de estos hechos.

Este trabajo nace con el objetivo de hacer memoria, de recordar que la impunidad sigue presente tras los feminicidios y desapariciones forzosas de mujeres y niñas en Ciudad Juárez. Estas páginas son un ejercicio de dignidad, de reconocimiento a una lucha muchas veces desconocida y silenciada, un homenaje al valor y el sacrificio de cientos de mujeres juarenses que optaron por la respuesta, la lucha y la exigencia de justicia ante un sistema corrupto y misógino. Algunas de ellas fueron asesinadas por sus denuncias, otras sufrieron atentados, coacciones y amenazas que las obligaron a abandonar sus hogares y su ciudad. Algunas siguen vivas y batallando por la memoria de sus hijas, madres o hermanas asesinadas o desaparecidas. Otras ya murieron sin saber qué ocurrió. Por todas ellas nace este trabajo, como espacio para la reflexión y el análisis y soporte contra el olvido, como un documento que reconozca sus nombres y recuerde su lucha conjunta, que reivindique su respuesta solidaria y ejemplarizante ante el dolor y la adversidad.

Introducción

A pesar de que hoy el término feminicidio nos permite visibilizar y hacer que existan los asesinatos de mujeres por razones de género, este avance solo ha sido posible gracias al esfuerzo de investigadoras y activistas que durante años trabajaron para conceptualizar una realidad hasta entonces exenta de nuestro vocabulario y, consecuentemente, inexistente para la sociedad. El origen de esta palabra encuentra sus raíces en la expresión feminicide, impulsada por las investigadoras Diana Rusell y Jane Caputi en su intento por materializar una realidad mucho más compleja que el homicidio. El hecho de lograr que existiera este fenómeno implicaba ir más allá de la reivindicación o la propuesta de inclusión de un término o una palabra, ya que condensaba una filosofía, una intencionalidad clara y directa: visibilizar y desvelar el sustrato sexista y misógino de estos crímenes y confrontarlo para superar las estrategias primarias del patriarcado basadas en la dominación y el control del lenguaje (Toledo, 2009). Lo que no se nombra no existe (Kapuscinski, 2002) por lo que es fundamental reivindicar el empleo de un lenguaje que visibilice y haga que existan realidades silenciadas históricamente.

Los feminicidios son la expresión del desprecio y el odio del hombre hacia la mujer, fruto de un esquema socio-cultural manipulado por el patriarcado. El trabajo y el esfuerzo de activistas, investigadoras y feministas, desarrollado especialmente durante las últimas tres décadas, ha conseguido evidenciar la existencia de todo un sistema de poder que articula normas y legitima la violencia contra las mujeres (Femenías, 2010) y que ve en sus cuerpos la semiótica de su pensamiento misógino. Por ello, este ensayo, sustentado en trabajos previos desarrollados por investigadoras reconocidas internacionalmente como Celia Amorós, Amelia Valcárcel, Marcela Lagarde o Rita Laura Segato, profundiza en el análisis de la violencia sexual y la tortura sistemática de los cuerpos de niñas y mujeres en Ciudad Juárez (México), entendidos como parte de un lenguaje exclusivo de varones. Ciudad Juárez se ha convertido en paradigma de la impunidad y la normalización de la violencia sexista, lo que ha favorecido la repetición de estos crímenes por toda la geografía mexicana, consecuencia de un Estado indolente que se ha convertido en parte principal del problema.

Aunque la mayoría de estudios suelen fijar el inicio de los feminicidios sistemáticos de mujeres y niñas en la frontera mexicana en el año 1993, lo cierto es que, como señala el periodista Alejandro Gutiérrez (2004), este fenómeno se inicia con anterioridad, aunque no sería hasta entonces cuando comenzara a ser documentado o elevado a la categoría de noticia por los medios. A lo largo de los últimos 25 años más de 1500 mujeres y niñas han sido asesinadas en Ciudad Juárez, y más de un centenar siguen en calidad de desaparecidas, una cifra escandalosa si tenemos en cuenta que nos situamos ante una ciudad que apenas llega a los dos millones de habitantes. La impunidad es la seña de identidad que ha acompañado históricamente a estos crímenes.

Los círculos de decisión, controlados por actores masculinos, han articulado durante este tiempo todos los mecanismos a su alcance para ejercer el poder, entendido como la capacidad de influir de forma asimétrica en el resto de actores sociales favoreciendo la voluntad y los intereses de quienes lo ostentan (Castells, 2009). El control del lenguaje y la modulación interesada de los discursos han sido las piedras angulares de una estrategia gubernamental que se prolonga por más de dos décadas y que ha visto en algunas mujeres, fundamentalmente madres, hijas y hermanas de las victimadas, y algunas periodistas e investigadoras, agentes de contrapoder capaces de deslegitimar a los actores masculinos hegemónicos y, al mismo tiempo, ahondar en la deconstrucción de lenguajes, códigos, normas, roles y estereotipos sexistas en los que se ha sustentado históricamente este sistema.

La respuesta solidaria de las mujeres juarenses ha conseguido consolidar un movimiento de sororidad, observado y apoyado internacionalmente, consiguiendo una notable repercusión y logrando importantes avances en sus reivindicaciones de justicia y memoria. Sin apenas recursos y obviando amenazas, e incluso atentados por sus denuncias, estas mujeres emprendieron un camino de resistencia para exigir justicia y combatir la infamia. Al margen de sus diferencias de edad, religiosas, políticas o sociales, unieron su esfuerzo a través de acciones basadas en el fortalecimiento de la sororidad, entendida como una solidaridad específica entre mujeres (Lagarde, 2012). Esta unidad será la base de su lucha, de sus discursos y reivindicaciones.

violencia visible