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PG5038.C3

V3518

2009         Čapek, Karel

                La guerra con las salamandras / por Karel Čapek ;

                tr., Mauricio Amster. -- México : Siglo XXI, 2009.

                1 contenido digital -- (Escuchar con los ojos)

 

                Traducción de: Válka s mloky

                   ISBN 978-607-03-0477-4

 

                       I. Amster, Mauricio, tr. II. t. III. Ser.

 

 

 

traducción de mauricio amster
© 2009 siglo xxi editores, s.a. de c.v.

edición digital 2013
isbn 978-607-03-0477-4

 

primera edición en checo, 1936
título original: válka s mloky


conversión ebook:

Information Consulting Group 


Capítulo primero

EL MARAVILLOSO SER DEL CAPITÁN
VAN TOCH

* Checoslovacas. N. del T.

Capítulo primero

EL SEÑOR POVONDRA LEE EL PERIÓDICO

1 Compárese: G. Kreuzmann, “Geschichte der Molche”. Hans Tietze, “Der Molch des XX Jahrhunderts”. Kurt Wolf, “Der Molch und das deutsche Volk”. Sir Herbert Owen, “The Salamanders and the British Empire”. Giovanni Focaja, “L’evoluzione degli anfibi durante il Fascismo”. Léon Bonnet, “Les Urodèles et la Societé des Nations”. S. Madariaga, “Las Salamandras y la Civilización”, y otros muchos.

2 Compárese: “La guerra con las Salamandras”, primera parte, capítulo XII.

3 Sirva de prueba de ello el primer recorte de la colección del señor Povondra:

 

MERCADO DE SALAMANDRAS

(DNB.) Según el último informe publicado por el Sindicato de Salamandras a fines del trimestre pasado, la venta de salamandras subió en un treinta por ciento. En tres meses fueron suministrados casi setenta millones de salamandras, especialmente a América del Sur y Central, a Indochina y la Somalia italiana. Para el futuro inmediato se preparan la profundización y ensanche del Canal de Panamá, la limpieza del puerto de Guayaquil y la supresión de algunos bancos de arena y arrecifes en el Estrecho de Torres. Tan sólo estos trabajos representarán, según un cálculo aproximado, una remoción de nueve mil millones de metros cúbicos de tierra. En la primavera que viene debe comenzar la construcción de pesadas islas aeronáuticas en la línea Madeira-Bermudas. Continúa el relleno de las islas Marianas en el mandato japonés; hasta la fecha fueron ganados ochocientos cuarenta mil acres de tierra firme entre las islas Tinian y Saipan. En consideración a la demanda creciente, registran las salamandras precios muy firmes, cotizándose Leading 61, Team 620. Existencias suficientes.

4 Testimonio de estos obstáculos es, por ejemplo, esta noticia, procedente de un periódico sin fecha:

 

¿INGLATERRA CERRADA PARA LAS
SALAMANDRAS?

(Reuter.) Contestando a una interpelación del diputado de los Comunes Mr. J. Leeds, respondió hoy Sir Samuel Mandeville que el Gobierno de Su Majestad había cerrado el Canal de Suez para todos los transportes de salamandras, y que asimismo no estaba dispuesto a permitir que ni una sola salamandra tuviera ocupación en las costas o las aguas territoriales británicas. La adopción de estas medidas, declaró Sir Samuel, débese en primer lugar a la seguridad de las costas británicas y, por otro lado, a la vigencia de antiguas leyes y convenios para la represión del tráfico de esclavos.

A la pregunta del miembro del Parlamento Mr, B. Russel, contestó Sir Samuel que este punto de vista no se refiere, naturalmente, a los dominios ni las colonias británicos.

5 Compárese el cable:

Movimiento huelguista en Australia

(Havas.) El dirigente de las Trade-Unions australianas, Harry Mac Namara, anunció la huelga general de todos los obreros del puerto, del transporte, de la industria eléctrica y otros. Las organizaciones sindicales piden se fijen contingentes de importación para las salamandras de faena, estrictamente de acuerdo con las leyes de inmigración. En contra de ello van los esfuerzos de los granjeros australianos que piden una importación libre de salamandras, porque la alimentación de las mismas señala un importante incremento en la venta de maíz y grasas animales, particularmente del sebo de oveja. El gobierno se esfuerza por llegar a un compromiso; el Sindicato de Salamandras ofrece a las Trade-Unions la cantidad de seis chelines por cada salamandra importada. El gobierno está dispuesto a ofrecer una garantía de que las salamandras serán empleadas únicamente en el agua y de que (por razones de moral pública) no podrán emerger del agua más allá de los 40 cm, o sea, hasta el pecho. Las Trade-Unions insisten, sin embargo, en los 12 cm y exigen por cada salamandra un arbitrio de diez chelines, amén de una tasa de registro. Es de esperar que se llegue a un acuerdo mediante una subvención fiscal.

6 Compárese el notable documento de la colección del señor Povondra:

LAS SALAMANDRAS SALVAN A 36 NÁUFRAGOS

(De nuestro corresponsal especial)

Madrás, 3 de abril.

El vapor “Indian Star” chocó en este puerto con un bote que trasladaba a cuatro indígenas. El bote comenzó a hundirse inmediatamente. Antes todavía de que pudiera ser enviada la lancha de la policía, corrieron en socorro las salamandras ocupadas en el dragado del puerto y llevaron a treinta y seis náufragos a la orilla. Una sola salamandra salvó del agua a tres mujeres y dos niños. En reconocimiento de este acto de valor recibieron las salamandras un mensaje de gratitud de la autoridad local, en estuche impermeable La población indígena, en cambio, está indignada en extremo de que se haya permitido a las salamandras tocar a los náufragos de las castas superiores, pues considera a las salamandras como impuras e intocables. En el puerto se amotinaron varios miles de indígenas, exigiendo la expulsión de las salamandras del puerto. La policía supo mantener el orden; hubo solamente tres muertos y ciento veinte detenidos. A las diez de la noche, aproximadamente, quedó restablecida la tranquilidad. Las salamandras siguen trabajando.

7 Compárese el recorte que sigue, del más alto interés, impreso desgraciadamente en una lengua desconocida y por lo tanto intraducible:

SAHT NA KCHRI TE SALAAM ANDER BWTAT

Saht gwan t’lap ne Salaam Ander bwtati og t’cheni bechri ne Simbwana n’bengwe ogandi sükh na momoi opwana Salaam Ander sri m’oana gwen’s. Og di limbw, og di bwtat na Salaam Ander kchri p’we ogandi p’we o’gwandi te ur maswâli sûukh?

Na, ne urlingo t’Islamli kcher oganda Salaam Andrias sahti. Bend op’tonga chkri Sinbwana mêdh, salaam!

8 Un documento característico ofrece la encuesta del diario “Daily Star”, sobre el tema: ¿TIENEN ALMA LAS SALAMANDRAS? Reproducimos de ella (sin garantía de autenticidad) algunas respuestas de personalidades prominentes:

 

Dear Sir,

 

Mi amigo el reverendo H. B. Bertram y yo observamos a las salamandras durante largo tiempo en la construcción del dique de Adén; también hablamos con ellas dos o tres veces, sin que notásemos ningún síntoma de sentimientos elevados, como lo son el honor, la fe, el patriotismo o el espíritu deportivo. ¿Y qué otra cosa, pregunto yo, podríamos calificar en justicia como alma?

Truly Yours
Colonel John W. Britton.

 

Nunca he visto una salamandra; pero estoy convencido de que seres que no conocen la música, tampoco tienen alma.

Toscanini.

 

Dejemos de lado la cuestión del alma; pero por lo que pude observar en los Andriases, diría que les falta personalidad; todos parecen uno igual al otro, igualmente hábiles, igualmente capaces e igualmente faltos de expresión. En una palabra: satisfacen un cierto ideal de la civilización moderna: el de la mediocridad.

André d’Artois.

 

Decididamente no tienen alma. En ello coinciden con los hombres.

Su G. B. Shaw.

 

Su pregunta me confunde. Sé, por ejemplo, que mi perrito pequinés, Bibí, tiene un alma pequeña y encantadora; también mi gata siamesa, Sidi Hanum tiene un alma, ¡y cuán espléndida y cruel! Pero, ¿las salamandras? Sí, son muy dotados e inteligentes los pobres animales; saben hablar, contar y ser terriblemente útiles; pero, ¡como son tan feos!...

Su Madeleine Roche.

 

Que sigan siendo salamandras, con tal de que no sean marxistas.

Kurt Huber.

 

No tienen alma. Si la tuvieran tendríamos que reconocerles la igualdad económica con el hombre, lo que sería absurdo.

Henry Bond.

 

No tienen sex-appeal. Por lo tanto, tampoco tienen alma.

Mae West.

 

Tienen un alma, como la tienen toda criatura y toda planta, como la tiene todo lo que vive. Grande es el misterio de toda vida.

Sandrabharata Nath.

 

Poseen una técnica interesante y un notable estilo de natación; podríamos aprender mucho de ellas, sobre todo en natación a larga distancia.

Tony Weissmüller.

9 Véanse más detalles en la obra: Mme. Louise Zimmermann, sa vie, ses idées, son œuvre (Alcan). Citamos de ella el piadoso recuerdo de una salamandra que fue una de sus primeras discípulas:

 

Estaba sentada junto a nuestro sencillo pero limpio y cómodo aljibe, y nos leía en voz alta las fábulas de La Fontaine; aunque sufría con la humedad, no se fijaba en ello, pues estaba totalmente entregada a su profesión de maestra. Nos llamaba “mes petits Chinois”, porque, a semejanza de los chinos, no sabíamos pronunciar la consonante “r”. Poco a poco, sin embargo, se acostumbró tanto a ello, que hasta su propio nombre lo pronunciaba Mme. Zimmelmann. Nosotros, los renacuajos, la idolatrábamos, los más chicos, que tenían los pulmones aún sin desarrollar y no podían salirse del agua, lloraban por no poder acompañarla en los paseos por el jardín de la escuela. Era de un carácter tan tierno y amable, que sólo una vez —que yo sepase puso enfadada; fue en una calurosa tarde de verano, cuando nuestra joven profesora de historia se puso el traje de baño y se metió en nuestro aljibe, donde, sentada en el agua que le llegaba hasta el cuello, nos explicaba las guerras de independencia neerlandesas. En aquella ocasión púsose nuestra Mme. Zimmelmann seriamente enojada: —Váyase usted a tomar un baño inmediatamente, váyase, váyase —exclamó con lágrimas en los ojos. Para nosotros fue una delicada pero provechosa lección de que, pese a todo, nuestro lugar estaba en otra parte; después agradecíamos a nuestra madre espiritual el habernos inculcado esta conciencia de un modo decidido y discreto.

Cuando estudiábamos bien, nos leía en recompensa poesías modernas, como, por ejemplo, las de François Copée. —Son, desde luego, demasiado modernasdecía—, pero, al fin y al cabo, forman parte hoy en día de la buena educación—. Antes del fin del curso se celebraba un solemne acto de clausura, al que eran invitados corrientemente el prefecto de Niza y otras autoridades y personalidades prominentes. Alumnos destacados y más avanzados, que ya tenían pulmones, eran enjugados por el bedel y envueltos en un largo y ondulante atavío; colocados detrás de una delgada cortina (para no asustar a las damas), recitaban fábulas de La Fontaine, fórmulas matemátcas y la sucesión de Los Capetos con sus fechas correspondientes. Después, el prefecto, en un largo y bello discurso, expresaba a nuestra amada directora su agradecimiento y admiración, con lo cual la alegre jornada tocaba a su fin. Con toda la atención de nuestro progreso espiritual, tampoco se descuidaba nuestro bienestar físico; una vez al mes éramos examinados por el veterinario local, y cada semestre se nos pesaba para ver si teníamos el peso reglamentario. Nuestra venerable directora nos encarecía particularmente abandonar la fea y libertina costumbre de las danzas mensuales; me da vergüenza decir que, a pesar de ello, algunos de los pupilos más adultos rendían culto, a la luz de la luna, a esta bestial y bochornosa costumbre. Espero que nuestra maternal amiga no se haya enterado de ello; se le hubiera partido su grande, noble y generoso corazón.

10 La vivisección fue severamente prohibida en Alemania, aunque sólo a los investigadores judíos.

11 Al parecer tratábase, también en este caso, de razones de moral. Entre los papeles del señor Povondra se encontró un manifiesto en varios idiomas, publicado evidentemente por todos los periódicos del mundo y firmado por la propia duquesa de Huddersfield. El manifiesto reza como sigue:

12 Compárese el primer proceso salamandrino, que tuvo lugar en Durban y fue comentado extensamente por la prensa mundial (véanse los recortes del señor Povondra). La Administración del puerto de A. empleaba una cuadrilla de salamandras. Éstas se multiplicaron con el tiempo hasta tal punto, que ya no cabían en el puerto, por lo cual algunas colonias de renacuajos se establecieron en la orilla opuesta. El terrateniente B., a cuya propiedad pertenecía una parte de la orilla en cuestión, exigió que la Administración del puerto trasladase a las salamandras de su orilla particular, puesto que ésta le servía de playa para bañarse. La administración del puerto contestó que aquello no era de su incumbencia; desde el momento en que las salamandras se establecieron en el terreno del querellante, se convirtieron ipso facto en su propiedad particular. Mientras se iban alargando debidamente las negociaciones, comenzaron las salamandras a construir (en parte por instinto natural, y en parte por el celo que les había inculcado la educación), en la orilla del señor B., diques y dársenas, sin orden ni permiso correspondientes. El señor B. entabló entonces ante la autoridad competente una querella por daños y perjuicios. En primera instancia fue rechazada la querella por el considerando de que la propiedad del señor B. no sufrió perjuicios con los diques, sino que, al contrario, fue perfeccionada. El fallo de segunda instancia le daba la razón al demandante en cuanto a que nadie estaba obligado a tolerar en su terreno a las bestias del vecino; además, condenaba a la Administración del puerto de A. a responder de los daños causados por las salamandras, del mismo modo que un agricultor tendría que responder de los perjuicios causados por su ganado a la propiedad del vecino. La parte demandada objetó que le era imposible responder de las salamandras, ya que no podía tenerlas en el mar bajo llave. A eso respondió el juez que, a su juicio, los daños causados por las salamandras tenían que ser considerados desde el mismo punto de vista que los ocasionados por las gallinas, que tampoco podían encerrarse, puesto que tenían alas. El abogado de la Administración del puerto preguntó entonces de qué modo debería su cliente trasladar a las salamandras o inducirlas a que abandonasen voluntariamente la orilla privada del señor B. El juez respondió que eso no era cosa de la justicia. El defensor preguntó cual sería la actitud del Juzgado si la autoridad demandada ordenase matar a tiros a las salamandras indeseables. A esto contestó el juez que un gentleman británico lo consideraría un proceder incorrecto en extremo, además de suponer una intrusión en el coto de caza del señor B. La parte demandada tiene, por lo tanto, la obligación de sacar por una parte a las salamandras de la propiedad privada del demandante y, por otra, la de reparar los daños ocasionados en la misma por los diques y obras de regulación de la orilla, volviendo a dejar aquel trozo de la costa en su estado primitivo. El representante de la parte demandada suscitó entonces la cuestión de si sería lícito el empleo de salamandras para las faenas de derribo. El juez respondió que, a su modo de ver, no lo sería mientras no consintiese en ello el demandante, a cuya esposa le daban asco las salamandras, no queriendo bañarse en la playa infestada de ellas. La parte demandada objetó que los diques construidos bajo la superficie del mar no podrían demolerse sin el concurso de los molges. El juez declaró entonces que el Juzgado no podía ni quería decidir cuestiones técnicas; los tribunales estaban para salvaguardar los derechos de propiedad y no para juzgar si una cosa era practicable o no.

Con ello estaba el asunto liquidado jurídicamente; no se sabe cómo se zafó la Administración del puerto de A. de esta situación engorrosa; pero por todo el asunto pudo verse que la cuestión salamandrina tenía que ser reglamentada con nuevas disposiciones legales.

13 Algunas personas tomaban la igualdad de las salamandras tan literalmente, que llegaban a pedir para los molges el libre acceso a todos los cargos públicos en el agua y en la tierra (J. Courtaud); otros proponían que se formasen con ellos regimientos submarinos con armamento completo y comandantes de profundidad propios (Desfours, general retirado); hasta deberían autorizarse matrimonios mixtos entre hombres y salamandras (Louis Pierrot, abogado). Los naturalistas objetaban, naturalmente, que tales matrimonios eran totalmente imposibles, el maître Pierrot, empero, declaró que no se trataba de las posibilidades naturales, sino del principio jurídico, y que él mismo estaría dispuesto a desposar una salamandra hembra, para demostrar que la mencionada reforma del derecho matrimonial no quedaba solamente en el papel. (El maestro Pierrot llegó a ser un abogado muy solicitado en asuntos de divorcio.)

(En relación con ello debemos anotar que, particularmente en la prensa americana, aparecía con frecuencia la información acerca de muchachas violadas por los molges cuando se estaban bañando. Con este motivo se multiplicaron en Estados Unidos los casos en que los molges eran capturados y linchados, sobre todo quemados en las hogueras. En vano se oponían los sabios a aquella popular costumbre con la argumentación de que tal crimen por parte de las salamandras era imposible por razones anatómicas, muchas jóvenes juraban haber sido molestadas por los molges, con lo cual para cualquier americano genuino el asunto quedaba claro. Más tarde fueron restringidos esos populares autos de fe, en el sentido de que sólo podían celebrarse los sábados y bajo vigilancia de los bomberos. En aquel tiempo surgió también un movimiento contra los linchamientos de las salamandras, acaudillado por un negro, el reverendo Robert J. Washington, y al que se sumaron cientos de miles de miembros, claro está que casi todos negros. La prensa americana comenzó a afirmar que aquél era un movimiento político y sedicioso; por esta razón produjéronse asaltos a los barrios negros, en los que fueron quemados vivos muchos negros que rezaban en sus iglesias por sus hermanas, las salamandras. La ira contra los negros llegó a su punto culminante cuando al quemarse una iglesia de negros en Gordonville (L.), el fuego se propagó a toda la ciudad. Pero esto se relaciona sólo indirectamente con la historia de los molges.)

De las instituciones y ventajas civiles que les fueron realmente concedidas a las salamandras, vamos a nombrar algunas: cada molge estaba anotado en una matrícula salamandrina y registrado en su lugar de trabajo; tenían que poseer un permiso oficial de residencia; tenían que pagar un impuesto por cabeza que su propietario les descontaba de su manutención (porque las salamandras no cobraban sueldos en efectivo); tenían que abonar el alquiler por las franjas de la costa habitadas, el suplemento comunal, contribuciones por la construcción de las vallas, tasas escolares y otros gravámenes públicos; en una palabra: tenemos que reconocer que en este aspecto fueron tratadas lo mismo que otros ciudadanos, de modo que disfrutaban, a pesar de todo, de una suerte de igualdad.

14 Véase la encíclica del Santo Padre, MIRABILIA DEI OPERA.

15 Sobre este tema apareció una literatura tan voluminosa, que tan sólo su bibliografía llenaría dos gruesos tomos.

16 Véase entre los papeles del señor Povondra un folleto bastante pornográfico, reproducido, al parecer, de los partes de la policía en B... Los detalles de aquel “impreso privado” no pueden ser citados en un libro decente. Nos contentamos con el siguiente fragmento:

 

El templo de culto de la Salamandra en la calle..., número..., tiene en el centro una gran pila revestida de mármol rojo oscuro. El agua en la pila está perfumada con esencias, templada e iluminada desde el fondo con luces multicolores, que cambian constantemente; por lo demás, reina oscuridad en el templo. Cantando letanías salamandrinas, bajan los salamándridas por los marmóreos peldaños a la tornasolada pila, por un lado los hombres, por el otro las mujeres, todos rigurosamente de la mejor sociedad; señalamos particularmente a la baronesa de M., al actor cinematográfico S., al embajador D., y a otras muchas personalidades prominentes. Súbitamente un reflector azul ilumina un enorme peñasco de mármol, que sobresale del agua y en el que yace un molge viejo y negro, que respira penosamente y al que llaman Maestre Salamandra. Después de un rato de silencio, el Maestre comienza a hablar; conmina a los fieles a que se entreguen en cuerpo y alma a las ceremonias de la danza salamandrina que va a comenzar y a que honren a la Gran Salamandra. Dicho esto, se incorpora y comienza a mecerse dando vueltas con la parte superior del cuerpo. Acto seguido, los creyentes masculinos, sumergidos en el agua hasta el cuello, empiezan igualmente a mecerse y a dar vueltas cada vez más rápidamente, al parecer para que se produzca el ambiente sexual; al mismo tiempo, profieren un agudo ts-ts-ts y gritos gangosos. Ahora comienzan a extinguirse las luces en el fondo del agua, una después de la otra, y se desencadena una orgía general.

17 También la ya nombrada oración católica por las salamandras las llamaba Dei creatura de gente molges (criaturas divinas del pueblo salamandrino).

18 El manifiesto conservado en la colección del señor Povondra rezaba como sigue:

¡CAMARADAS MOLGES!

 

El régimen capitalista ha encontrado su última víctima. Cuando la tiranía del capitalismo putrefacto comenzó a desmoronarse ante el ímpetu revolucionario del proletariado con conciencia de clase, os enganchó a vosotros, trabajadores del mar, a su servicio: os esclavizó espiritualmente con su civilización burguesa, os sometió a sus leyes de clase, os privó de la libertad, e hizo todo lo posible por explotaros brutal e impunemente.

 

(14 líneas tachadas.)

 

¡Salamandras trabajadoras! Se acerca el día en que vais a cobrar conciencia de todo oprobio de la esclavitud en que vivís

(7 líneas tachadas.)

y conquistando por las armas vuestros derechos como clase y como pueblo! ¡Camaradas molges! El proletariado revolucionario del mundo entero os tiende la mano

(11 líneas tachadas.)

por todos lo medios! ¡Organizad consejos de fábrica, elegid delegados, cread fondos de huelga! Podéis estar seguros de que el proletariado conciente no os abandonará en vuestra justa lucha y de que, mano a mano con vosotros, emprenderá el último asalto a

(7 líneas tachadas.)

¡Molges oprimidos y revolucionarios del mundo entero, uníos!

¡La última batalla se aproxima!

firmado: MOLOJOV

19 Encontramos varios de esos manifiestos en la colección del señor Povondra; los demás fueron probablemente quemados con el tiempo por la señora de Povondra. Del material conservado citamos al menos algunos títulos:

 

¡Salamandras, arrojad las armas! (manifiesto pacifista).

 

¡Salamandras, expulsad a los judíos! (hoja alemana de propaganda).

 

¡Compañeros molges! (manifiesto del grupo de anarquistas-bakuninistas).

 

¡Compañeras salamandras! (llamamiento oficial de los boys-scouts acuáticos).

 

¡Amigas salamandras! (mensaje oficial de la Federación de Sociedades pro Acuarios y de Criadores de Animales Acuáticos).

 

¡Salamandras, amigas! (llamamiento de la Asociación pro Renovación de las Costumbres).

 

¡Ciudadanos molges! (llamamiento de la fracción republicana de Dieppe).

 

¡Compañeros molges, ingresad en nuestras filas! (Sociedad de Socorros Mutuos de ex Marinos).

 

¡Compañeros molges! (Club de Natación Aegir).

 

De singular importancia (a juzgar por el hecho de que el señor Povondra lo había pegado cuidadosamente sobre cartulina) debía de ser el manifiesto que reproducimos en su versión original:

20 En la colección del señor Povondra conservose un relato periodístico, bastante superficial, de aquella ceremonia; desgraciadamente sólo la primera mitad, habiéndose perdido la otra.

 

Niza, 6, mayo.

En el bello y claro edificio del Instituto para los Estudios del Mediterráneo, en la Promenade des Anglais, reina hoy mucha animación; dos agents de police mantienen despejada la acera al paso de las personalidades invitadas, que van subiendo por la roja alfombra hacia el anfiteatro, fresco y acogedor. Podemos distinguir al sonriente alcalde de Niza, al señor prefecto con sombrero de copa, a un general con uniforme color celeste, un caballero con la cinta roja de la Legión de Honor, damas de cierta edad (como color de moda predomina el terracota), vicealmirantes, corresponsales de prensa, profesores y venerables ancianos de los que siempre hormiguea la Costa Azul; de pronto ocurre un pequeño incidente: un individuo bajito y extraño trata de deslizarse inadvertidamente entre todas estas notabilidades; va envuelto desde la cabeza hasta los pies en una larga capa negra, tiene los ojos cubiertos con enormes gafas negras y avanza a pasitos inseguros y apresurados al vestíbulo lleno de gente.

—Hé, vous —grita un guardia—, qu’est-ce que vous cherchez ici?. Pero ya se acercan al asustado recién venido los dignatarios de las universidades y venga con el cher docteur por aquí, cher docteur por acá. Éste es, pues, el doctor Charles Mercier, el sabio molge que hoy va a dar una conferencia ante la flor y nata de la Costa Azul. ¡Adentro, rápido, para conseguir todavía un asiento entre la masa de los oyentes, festivamente excitados!

En el estrado toman asiento: Monsieur le Maire, Monsieur Paul Mallery, el gran poeta, Mme. María Dimineanu, como delegada de la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual; el rector del Instituto para los Estudios del Mediterráneo y otras personalidades oficiales; a un lado del estrado hay un pupitre y detrás de él..., bueno, hay realmente una bañera de hojalata. Una simple tina como las hay en los cuartos de baño. Dos funcionarios introducen al estrado al tímido ser envuelto en su capa negra. Se oyen aplausos un poco azorados. El doctor Charles Mercier se inclina, cohibido, y mira a su alrededor en busca del asiento. —Voilà, monsieur —le susurra uno de los funcionarios, señalándole la tina—. Es para usted. —El doctor Mercier está visiblemente avergonzadísimo, sin saber cómo corresponder esta gentileza; procura ocupar su sitio en la bañera, lo más inadvertidamente, pero tropieza con su larga capa y con gran chapoteo cae en la tina. Los caballeros en el estrado reciben unas cuantas salpicaduras, pero hacen como si nada hubiera pasado; en el auditorio se oye una risa histérica, pero los señores de las primeras filas vuelven las cabezas con reproche y hacen ¡chist! En eso se levanta Monsieur le Maire et Député y hace uso de la palabra. —Señoras y señoresdice—, tengo el honor de saludar en el suelo de la bella ciudad de Niza al doctor Charles Mercier, distinguido representante de la vida científica de nuestros vecinos más próximos, los habitantes de las profundidades marinas. (El doctor Mercier emerge de la bañera hasta la mitad del cuerpo y se inclina profundamente.) Es ésta la primera vez en la historia de la civilización en que el mar y la tierra se tienden la mano para una cooperación intelectual. Hasta este momento oponíase a la vida espiritual una barrera infranqueable; el mar océano. Hemos podido atravesarlo, hemos podido surcarlo con nuestras naves en todas las direcciones; pero jamás, señoras y señores, ha podido penetrar la civilización bajo su superficie. Este pequeño trozo de tierra firme en que vive la humanidad estuvo rodeado hasta ahora de un mar virginal y salvaje; era un soberbio marco, pero también una eterna barrera: de un lado la civilización en crecimiento, del otro la naturaleza eterna e inmutable. Esta barrera, señoras y señores, acaba ahora de caer. (Aplausos.)

A nosotros, hijos de esta grande época, nos deparó la historia la dicha incomparable de ser testigos del crecimiento de nuestra patria espiritual, de observar cómo se sale de sus propias orillas, baja entre las olas, conquista las profundidades marinas y asocia al viejo país de la cultura el moderno y civilizado océano. ¡Cuán grandioso espectáculo! (¡Bravo!) Señoras y señores: sólo con el nacimiento de la cultura oceánica, a cuyo representante, eminentísimo tenemos hoy el honor de saludar en nuestro medio, sólo gracias a ella llegó nuestro globo a ser un planeta real y totalmente civilizado. (Aplausos entusiastas.) (El doctor Mercier se levanta en la bañera y hace una reverencia.)

Querido doctor y gran sabio —dijo ahora Monsieur le Maire et Député, dirigiéndose al doctor Mercier, que, apoyado en el borde de la tina, contraía emocionada y penosamente las branquias—, ahora podrá usted interpretar a sus paisanos y amigos del fondo del mar nuestras congratulaciones, nuestra admiración y nuestra más calurosa simpatía. Dígales usted que saludamos en ellos, nuestros vecinos del mar, a la vanguardia del progreso y de la cultura, vanguardia que, paso a paso, colonizará las infinitas regiones marinas y que en el fondo del océano erigirá un nuevo mundo cultural. Veo ya levantarse en las honduras del mar una nueva Atenas y nueva Roma; veo florecer una nueva París con los Louvres y las Sorbonas submarinos, con Arcos del Triunfo submarinos, con Tumbas de Soldados Desconocidos, teatros y bulevares submarinos; y permítanme que exprese mis pensamientos más íntimos: espero que frente a nuestra amada Niza crezca en las olas azules del mar Mediterráneo una nueva y famosa Niza, vuestra Niza, que con sus magníficas calles, jardines y paseos submarinos bordee nuestra Costa Azul. Queremos conoceros y deseamos que vosotros nos conozcáis también; personalmente estoy convencido de que las relaciones científicas y sociales más estrechas, que hoy inauguramos bajo tan felices auspicios, conducirán a nuestras naciones una cooperación cultural y política cada vez más íntima, para el bien de la humanidad entera, en interés de la paz mundial, del bienestar general y del progreso. (Prolongados aplausos).

Ahora levántase a su vez el doctor Charles Mercier y trata de agradecer con algunas palabras al burgomaestre de Niza y su diputado; pero, por una parte está demasiado conmovido y por la otra tiene una pronunciación algo extraña; de su discurso pude comprender sólo muy pocas palabras, penosamente balbucidas; si no me equivoco, eran las siguientes: “muy honrado”, “cooperación cultural” y “Víctor Hugo”. Acto seguido ocultose de nuevo temblando visiblemente, en la bañera.

Ahora hace uso de la palabra Paul Mallery. Lo que pronuncia no es una alocución, sino un himno poético, traslúcido de una profunda filosofía. —Agradezco al destino —dijo— que me haya hecho presenciar el cumplimiento y la confirmación de uno de los más bellos mitos de toda la humanidad. Es una extraña confirmación y cumplimiento: en lugar de la legendaria Atlántida sumergida, vemos con asombro emerger de las profundidades una Atlántida nueva. Querido colega Mercier: usted, que es poeta de la geometría en el espacio, y sus sabios amigos, son los primeros enviados de este mundo nuevo que surge del mar; no la Venus que nace de las espumas, sino la Palas Anadiómene. Pero mucho más maravilloso e incomparablemente más misterioso es

(falta el fin)

 

21 Entre los papeles del señor Povondra se conservó una ilustración de prensa, algo confusa, en la que pueden verse los dos delegados de los molges cuando suben las gradas que van del lago Lemán al Qual de Mont Blanc, dirigiéndose a la sesión de la Comisión. Parece, pues, que fueron hospedados oficialmente en el Lac Léman.

En cuanto a la Comisión para el Estudio de la Cuestión Salamandrina, realizó una grande y meritoria labor, sobre todo por haber eludido cuidadosamente todos los problemas políticos y económicos candentes. Sesionó permanentemente durante una serie de años y celebró más de mil trescientas asambleas, en las que se discutió diligentemente acerca de la unificación internacional de la terminología referente a la especie en cuestión; junto a las denominaciones científicas de salamandras, molges, batracios y otras (cuyas denominaciones empezaron a considerarse como un poco incorrectas), se proponía un sinfín de otros nombres, a saber: tritones, neptúnidas, nereidas, atlántidas, oceánidas, poseidones, tetises, lemúridos, pelágides, litorálidos, pontos, abismodas, hidriones, gendemeres (gens de mer), sumarines, etcétera; la Comisión para el Esudio de la Cuestión Salamandrina debió elegir entre todas estas denominaciones la más conveniente y se ocupó del asunto con celo y a conciencia hasta el fin de la Edad Salamandrina; no se llegó, por supuesto, a ninguna resolución definitiva ni unánime.

22 Esta proporción estaba relacionada, con toda evidencia, con una vasta propaganda política, cuyo documento, de la mayor importancia, se conservó gracias a la pasión coleccionadora del señor Povondra. El documento reza textualmente:

 

 

Prólogo

 

Con La guerra con las salamandras, publicada en 1936, culmina toda una serie de obras utópico-fantásticas que el escritor checo Karel Čapek inició en 1920 con la obra de teatro R.U.R. y continuó con las novelas La fábrica de lo absoluto y Krakatit y las obras dramáticas El asunto Macropulos y Adán el Creador, esta última escrita junto con su hermano Josef. El denominador común de todas estas obras es advertir las posibilidades del abuso de los descubrimientos de la civilización moderna, los cuales en lugar de facilitar el trabajo de los hombres, pueden provocar la destrucción de la humanidad. Este tema invariablemente se va desarrollando dentro de una situación utópica con rasgos fantásticos, irreales, que al fin y al cabo no son sino un mero pretexto para plasmar una imagen crítica, hasta grotesca, del comportamiento de individuos o de toda una sociedad.

R.U.R. (Rossum’s Universal Robots) es la obra con la que se dio a conocer Karel Čapek y con la que tal vez más familiarizados están los lectores mexicanos. El título de la obra es la abreviatura del nombre de una empresa que crea el primer hombre artificial indistinguible del ser humano, el robot, término que hoy en día forma parte del léxico de casi todos los idiomas y que en su raíz define a la máquina que trabaja ya que se deriva del sustantivo robota que en varios idiomas eslavos significa faena, trabajo. Los “derechos de autor” sobre la palabra robot, en realidad corresponden a su hermano Josef, destacado pintor checo.

En este drama, en el cual los robots se rebelan y empiezan a matar a sus creadores hasta que casi se extinguen porque no son capaces de reproducirse, es en el que más paralelismos podemos encontrar con La guerra con las salamandras. En ambas obras se trata de una sublevación de seres –en la primera, de gente artificial y, en la segunda, de animales dóciles e inteligentes cuyas aptitudes los asemejan a seres humanos– que originalmente debieron haber traído provecho a la humanidad pero que a raíz de ciertas actitudes egoístas del hombre, lo amenazan con extinción. Mientras que en R.U.R. la tesis social apenas se manifiesta explícitamente a lo largo de la obra y sólo llegan sus ecos al espacio escénico único del drama que es la fábrica de robots, en La guerra con las salamandras el trato que se les da a las salamandras y sus consecuencias son el meollo de la novela. Y mientras que en R.U.R. la apelación del autor se distingue por un tono cómico apenas al inicio de este drama expresionista, en La guerra con las salamandras atraviesa toda la historia creando una imagen grotesca, pero triste a su vez, de la sociedad de la época.

La guerra con las salamandras es una de las obras del periodo ya maduro de la creación de Čapek que, por un lado, conserva muchos rasgos comunes con sus obras utópico-fantásticas de los años veinte, y por el otro, en muchos sentidos los supera. Ante todo, la historia de las salamandras está vinculada, más que cualquiera otra de sus obras, con un momento histórico determinado, con sus mecanismos sociales, sus estructuras y sus conflictos. El autor despliega una cantidad inagotable de detalles que a nadie hacen dudar de que se trata de la época contemporánea, es decir, del mundo después de la primera guerra mundial y en vísperas de la segunda, con las inevitables amenazas del nazismo, pero también del mundo en el que, por las mismas circunstancias históricas, el desarrollo de la inteligencia humana, de la ciencia y de la cultura, adquiere finalidades destructivas.

La riqueza en los detalles es lo que le da a la ficción, a lo utópico e irreal de la novela, un aire realista. La acción se desarrolla en un espacio geográfico siempre muy bien especificado, desde las diferentes islas del Pacífico hasta Jevice y Nové Strasice en Checoslovaquia, y están involucrados en ella personajes concretos, desde los accidentales, como los periodistas Golombek y Valenta, hasta los que cambiaron el destino de las salamandras, como el capitán J. Van Toch, el señor Bondy y el señor Povondra. El autor capta los aspectos peculiares que caracterizan a las mentalidades de diferentes naciones, transparenta las circunstancias de la situación política internacional y las incidencias de las conferencias científicas, así como curiosidades de las noticias amarillistas de los periódicos de la época, y los plasma aparentemente sin mucha vinculación, formando un collage multicolor en el que el mundo de los hombres y el de las salamandras se van compenetrando y condicionando.

De la constante oscilación entre la ficción y la cantidad desmesurada de elementos reales surgen tales expresiones humorísticas propias de Čapek como los testimonios ficticios de algunos personajes históricos: el director de música italiano Arturo Toscanini, el escritor G. B. Shaw y, junto con ellos, el intérprete fílmico de Tarzán, Weissmüller (sólo que su nombre, Johnny, está equivocado o intencionalmente cambiado por Tony, al igual que Henry Bond sustituye a Henry Ford, y otros casos similares), cuyas palabras parodia el autor. Otra manera de jugar con los nombres es presentar como lord británico a Francis Drake, el célebre navegante y pirata del siglo XVI, y como su oponente francés al Marqués de Sade, o ponerle a un barco francés de guerra el nombre de Bechamel (el marqués de Bechamel, famoso por la creación de su célebre salsa). Junto a los personajes de la vida pública se satirizan también en el libro algunas obras reales como la del filósofo alemán Oswald Spengler La decadencia del Occidente, que en los años veinte acaparó la atención del mundo intelectual debido a sus pronósticos sobre el exterminio de la cultura europea y al que Čapek disfraza con la supuesta obra de un tal Wolf Meinert La decadencia de la Humanidad.

Con un humor suave y comentarios irónicos que llegan hasta la parodia y la caricatura, el autor se sirve de todo para que su voz crítica se burle de los principios y los mecanismos que rigen a la sociedad nacional checoslovaca e internacional de su tiempo. Al inicio del libro, el humor es sutil, apenas se puede percibir una ligera ironización de los libros de aventuras, ya que la primera parte de la novela (“Andrias Scheuchzeri”, nombre tomado de la denominación científica del género salamandra) corresponde al periodo en que las salamandras eran un descubrimiento lejano exótico que evocaba un cierto aire romántico, como lo constata el señor Bondy, el primer negociante que se aprovechó de las salamandras.

Sin embargo, conforme se va desarrollando la historia, va subiendo el tono sarcástico con el que se nos muestran los sucesos. En la segunda parte del libro (“En los peldaños de la civilización”), el optimismo y la emoción de los primeros descubrimientos quedan en el olvido y las salamandras ya no son más que una enorme fuerza de trabajo a las que la sociedad civilizada trata con crueldad y violencia a pesar de ciertas campañas descabelladas de apoyo humanitario a estos seres, las cuales finalmente resultan ser apenas una colección de medidas hipócritas para mejorar sus condiciones de vida. Y en este momento del desarrollo de la novela entra en escena la ciencia cuya crueldad (los experimentos con los animales) y teorizaciones estériles son el blanco predilecto del autor. A la crítica no escapan ni las mencionadas intenciones humanitarias, ni el sistema educativo que se intenta dar a los animales, ni el nacionalismo checo al que también llega a aludir el autor. En esta segunda parte las salamandras se mantienen como un objeto pasivo de la diversa actividad humana y fungen como un excelente instrumento para plasmar una imagen crítica e irónica del mundo pequeñoburgués coetáneo.

Un giro completo se da en la última parte del libro (“La lucha con las salamandras”) cuando la iniciativa la toman las salamandras y el desarrollo de los acontecimientos se traslada al ambiente de las relaciones internacionales y militares. Diferentes países quieren aprovechar a los animales para sus fines militares y empiezan así a surgir los primeros conflictos entre las salamandras pertenecientes a diferentes países, así como entre las salamandras y la gente en general. En consecuencia empiezan a aparecer diversas teorías sobre el crepúsculo de la humanidad y la superioridad de la raza de las salamandras sobre las otras razas, y también voces que advierten acerca de la posibilidad del levantamiento de las salamandras. Desde los primeros conflictos entre las salamandras y los seres humanos, son estos últimos los que propician el encuentro violento, y es entonces cuando se pone al frente de las masas de las salamandras un hombre –el sargento Schulze, que posiblemente insinúa ser Hitler– y en los animales se despierta una enorme agresividad.

La alusión al sargento y a la agresividad de las salamandras suscitó años más tarde numerosas interpretaciones del libro que unívocamente identificaban esta fase de la existencia de las salamandras con el nazismo. Sin embargo, el asunto parece ser un poco más complejo. En realidad, ninguna de las críticas coetáneas de la obra, incluida la crítica marxista, que inmediatamente reaccionaron tras la publicación de la novela, llegó a estas conclusiones tan tajantes. Asimismo, muchos de los momentos cruciales de la obra tampoco las justifican completamente. Como ya fue dicho, para Čapek, crear una situación utópica era solamente un medio para penetrar de un modo más plástico y apelativo a los esquemas que regían la sociedad de su tiempo. Es decir, las salamandras son un pretexto, un medio para desencadenar la sátira. Čapek, en su utopía, no trata de sacar al nazismo del contexto de la época para plasmarlo de un modo alegórico, sino que desmantela y ridiculiza el comportamiento humano que en su seno puede, en verdad, engendrar el nazismo. Porque es claramente en la sociedad de los hombres, y no en la de las salamandras donde florece el nacionalismo, el racismo, las teorías sobre el superhombre (y la supersalamandra), y es allí donde se generan las diferentes tendencias catastróficas que constituyeron un suelo fértil para que surgiera el nazismo. No cabe duda de que La guerra con las salamandras refleja el proceso del forjamiento del nazismo y la creciente amenaza de la guerra. No obstante, expresa primordialmente, de un modo amplio y concreto, lo que a Čapek más le preocupaba: la imagen del mundo pequeñoburgués.

No es solamente La guerra con las salamandras, sino también una gran parte de la extensa obra de ficción de Čapek, la que se vincula con las amenazas bélicas, en un plano general, y con las del nazismo en particular. De entre las más destacadas podemos mencionar la obra de teatro La enfermedad blanca, escrita en 1937, que es una reacción inmediata a la expansión del nazismo en Alemania, en la que en un país “no mencionado” estalla una epidemia desconocida cuyos síntomas son unas manchas blancas que aparecen en el cuerpo. Cuando el dictador del país sediento de guerra también enferma, un médico pacifista descubre el remedio y se lo ofrece a cambio de la paz. Al final, el dictador acepta la oferta pero al médico lo matan las masas fanáticas y estalla la guerra.

Otra obra de Čapek que merece ser recordada es la novela Krakatit, escrita en 1922, que relata un descubrimiento científico muy importante pero muy peligroso: un explosivo muy poderoso, capaz de destruir el mundo entero. Del krakatit, que descubre un científico joven, se quieren apoderar muchas potencias para poder dominar el mundo. Es imposible que el krakatit no nos evoque la idea de la bomba atómica que apenas unos pocos años después de la muerte de Čapek, destruyó Hiroshima y Nagasaki y que, por decenios, mientras duró la guerra fría, constituyó una amenaza terrible para todo el planeta. Y así como el genio de este escritor checo pudo presentir las oscuridades del alma de los hombres de su tiempo y trató, tanto con su voz crítica como con su incomparable sentido del humor, de llamar la atención sobre el potencial destructivo de la humanidad, su obra, con el paso de los años, sigue vigente y su llamado no ha disminuido su urgencia hoy en día, en un mundo en el que las máquinas y la tecnología determinan y condicionan la acomodada e indiferente vida pequeñoburguesa de algunas sociedades que se dicen desarrolladas.

JANKA KLEŠČOVÁ

 

 

LA GUERRA CON LAS SALAMANDRAS

 

Desde la torre

 

Retirado en la paz de estos desiertos,

con pocos pero doctos libros juntos,

vivo en conversación con los difuntos

y escucho con mis ojos a los muertos

 

Si no siempre entendidos, siempre abiertos

o enmiendan, o fecundan mis asuntos;

y en músicos callados contrapuntos

al sueño de la vida hablan despiertos.

 

Las grandes almas que la muerte ausenta,

de injurias de los años, vengadora,

libra, oh gran Iosef!, docta la imprenta.

 

En fuga irrevocable huye la hora;

pero aquélla el mejor cálculo cuenta

que en la lección y estudios nos mejora

Francisco de Quevedo