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Tercera edición: Abril 2016


© 2016. Javier Schlatter Navarro

Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)

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ISBN: 978-84-313-5559-3

Composición digital: Coffee Design (Dublín, Irlanda)

Introducción

Cuando hace unos años me dispuse a escribir este libro, tenía especialmente en la cabeza a tantas personas que siendo muy capaces llegaban a la consulta rotas o a punto de romperse. Lo sorprendente es que no se trataba habitualmente de personas que hubieran estado expuestas a una situación propiamente traumática. Siempre se ha dicho que lo más importante del estrés no es el componente objetivo sino el estrés percibido. Un estrés que si persiste pasará factura con los años.

Son personas que se reconocen normales pero que por algún motivo la vida se les va haciendo cada vez más dura. Coloquialmente se les podría llamar autoexigentes, perfeccionistas, preocuponas, cuadriculadas, rígidas, etc., son eficientes, cumplidoras, y con un sentido de la vida ordenado a hacer las cosas bien. ¿Y dónde está el problema entonces? En el alto precio personal que han de pagar con el paso del tiempo.

Es el caso de Teresa 1, empleada de banca, que acaba de tener su tercer hijo, y desde hace un tiempo percibe cierto desencanto de lo que hasta ahora eran sus pasiones: su familia, su trabajo, … Parece como si estuviera algo de vuelta de su proyecto vital. En el fondo querría replicar el hogar de familia que vivió de niña, pero ve que no está a la altura del modelo que recuerda de su madre. Quiere llegar a todo y aparentemente no llega a nada.

O de Alfonso, profesor de química en un instituto desde hace diez años. Está cada vez más convencido de que no llegará a la jubilación. Procura preparar cada clase como si fuera la última, pensando cómo ayudar mejor a sus alumnos. Y cada vez se desespera más viendo su falta de motivación. Les insiste en que dejen siempre recogido el laboratorio, que hagan los problemas en casa, … pero la mayoría no hacen las tareas y habitualmente es él quien se queda todos los días a limpiar y ponerlo todo en su sitio. Cada vez tiene menos aguante, y ya tuvo hace poco un disgusto por amagar con darle una bofetada a un alumno.

Cinta, es enfermera de la UCI pediátrica de uno de los hospitales más grandes de su ciudad. Había aprendido de su primera supervisora a estar muy encima de todo, y era conocida por su gran profesionalidad y espíritu de servicio. Ella que no había tenido ni una baja en muchos años, ahora lleva una temporada larga encadenando varias por distintos motivos. Nada importante: migrañas, cansancio, insomnio, despistes frecuentes… pero lo suficiente como para no poder trabajar como ella quiere. Lo que peor lleva son los despistes por la gran inseguridad que le generan. Sueña con que comete errores, le entran con frecuencia dudas de si rellenó el parte, revisa varias veces la medicación, no deja que nadie le eche una mano para no alterar sus rutinas, … de manera que casi no le queda tiempo para sentarse unos minutos con el resto del equipo. Cada vez termina más cansada sus turnos y se le hace más cuesta arriba ir a trabajar.

¿Es necesario pasarlo tan mal para portarse bien? Si la causa de tantas molestias físicas es la tensión acumulada por el modo de afrontar las tareas diarias, ¿no hay otro modo de hacer las cosas bien? Si toda elección tiene su parte negativa o de renuncia, ¿por qué seguir dándole vueltas a lo que ya ocurrió o a lo que está por venir? ¿Verdaderamente somos capaces de controlar el futuro solo por adelantarnos a él en nuestra imaginación? Si alguien se considera buena persona y quiere hacer el bien, ¿por qué puede quedar siempre en el fondo un regusto de insatisfacción? ¿Dependen necesariamente la felicidad y autoestima de la perfección de lo que uno hace y de la tranquilidad por el deber cumplido? ¿No existe realmente otra felicidad, a priori, del que hace aquello que libremente ha decidido sin depender tanto de la excelencia de unos resultados?

Como has podido ver y comprobarás con el paso de las páginas, los rasgos de personalidad que vamos a considerar como la autoexigencia, el perfeccionismo, la hipersensibilidad emocional, la tendencia a darle vueltas a la cosas, la inseguridad, entre otros, se encuentran muy presentes en occidente. Algunas personas reúnen todos estos rasgos dibujando un tipo de personalidad que clásicamente se ha denominado personalidad anancástica 2. Lógicamente, son muchas más las personas que tienen algunos de estos rasgos, quizá de forma más intensa, pero sin identificarse totalmente con esta forma de ser. Pese a lo extraño del término anancástico nuestra sociedad funciona gracias a que hay muchas personas así. Puede que justamente esta mayor frecuencia y sintonía social haga que pasen desapercibidos. Y quizá también por eso estas personas achacan sus problemas al estilo y ritmo de vida actual y no caen en la cuenta de lo que les influye su propia forma de ser. Desde luego que es una forma de ser estupenda para muchas cosas y que existe desde que el hombre es hombre. Pero si es tu caso reconocerás probablemente que el precio que pagas es muy alto, especialmente en forma de ansiedad. Según la intensidad de tus rasgos y de la ansiedad que soportes dirás que te merece la pena o no, aunque siempre supone un desgaste y no es tan fácil de cambiar.

Esta personalidad no requiere por sí misma tratamiento. Es un modo de ser como otro cualquiera. Que tenga un nombre no significa que sea mala o patológica, aunque ese nombre suene raro. Sin embargo, hay dos situaciones en las que una ayuda –eminentemente psicológica– puede ser conveniente. La primera y más frecuente es cuando algunos rasgos son especialmente marcados y generan problemas de tipo psicológico –ansiedad, estrés, cambios de ánimo,…–, biológico –cefaleas tensionales, contracturas musculares, problemas digestivos,…–, y/o en el ámbito social y de relación. La otra, menos frecuente, es cuando debido a su intensidad se trata de una enfermedad o trastorno de la personalidad.

Este libro no va dirigido a especialistas sino a personas que como tú, tienen rasgos de esta personalidad en mayor o menor medida, y quieren conocerse mejor. Gracias a ese conocimiento te será más fácil descubrir modos de cambiar que te ayuden a tener una vida más lograda y feliz. Si, como ya dijimos, se tratara de un trastorno de la personalidad, el libro podría servir como un apoyo para una necesaria psicoterapia 3.

Al agotarse la segunda edición, me he decidido a afrontar una revisión del texto original, fundamentalmente en su estructura. En esta nueva edición he preferido que desde el comienzo entres en contacto con las peculiaridades de esta forma de ser y con estrategias y recursos que puedan ayudarte, sin necesidad de esperar al final del texto. He intentado también mejorar la redacción, liberándolo de tablas y figuras, he introducido citas nuevas y he incorporado tres nuevos casos clínicos que permiten fácilmente identificar aspectos de esta personalidad en un personaje imaginario. Otra cambio introducido es el estilo en segunda persona, para hacerlo más directo y cercano. A ti, lector, te corresponde el trabajo de discriminar cuáles de las afirmaciones que recojo aunque estén en segunda persona son o no son realmente parte de tu forma de ser, y por lo tanto, te pueden ser de utilidad.

Quiero agradecer sinceramente a todas las personas que a lo largo de estos años han tenido la confianza de acudir a la consulta solicitando ayuda directa o indirectamente relacionada con esta forma de ser. Sin sus aportaciones, ejemplos e intuiciones este texto no habría suscitado el interés que ha llevado a la editorial a plantear una nueva edición.


1. Estos nombres y sus historias, así como los que aparecen más adelante en los casos clínicos, se basan en casos reales mezclando datos de historias reales con otros inventados para salvaguardar la confidencialidad de los protagonistas.

2. El término anancástico –«obligado, forzado»– no surge hasta el s.XIX. Ni este término ni el de personalidad obsesivo-compulsiva empleado en el ámbito anglosajón han terminado de imponerse. Ya en el s.XX tanto Schneider como Kretschmer recalcaron su trasfondo de inseguridad. Los psicoanalistas fueron los primeros en formular una teoría global sobre el desarrollo de esta personalidad. Freud definió el carácter de estas personas como anal según esta teoría. Más recientemente Shapiro ha incidido en el estilo de pensamiento rígido, mientras que Beck y Freeman realizaron grandes aportaciones al tratamiento cognitivo. Fiel a su modelo dimensional Cloninger habla de personas con baja búsqueda de la novedad, elevada evitación del daño y baja dependencia de la recompensa. Millon por otra parte destaca la afectividad restringida, autoimagen concienzuda, respetuoso en las relaciones interpersonales, constricción cognitiva y rigidez del comportamiento. Para más información se puede consultar la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10) y la de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5).

3. Los abordajes psicológicos suelen incluir técnicas de distintas corrientes como la psicoterapia cognitiva, la conductual y la psicodinámica. La psicoterapia cognitiva intenta modificar los esquemas mentales automatizados y disfuncionales para reinterpretar la realidad de un modo más sano y realista. Estos esquemas son modos de razonar, presupuestos, aprendidos por experiencias previas, que son irracionales y generan emociones, conductas y respuestas inadaptadas. En la terapia se trata de identificarlos para sustituirlos por otros más beneficiosos. La psicoterapia psicodinámica se basa en que toda conducta tiene un sentido o finalidad independientemente de que lo sepas. Este mundo interno, en parte inconsciente, explica muchas conductas manifiestas. Mediante la terapia se focalizan esos conflictos internos y se hacen conscientes para afrontarlos de manera más positiva. La psicoterapia conductual ayuda a afrontar las situaciones que nos superan o tendemos a evitar. También pueden emplearse técnicas de relajación para disminuir la ansiedad y sus manifestaciones. Los pacientes más obsesivos pueden aprender técnicas de distracción o detención del pensamiento. Por último, si tienes baja autoestima puedes desarrollar habilidades sociales y mejorar tu asertividad. En los últimos años se han instaurado las terapias de tercera generación que se centran no tanto en el contenido sino en el contexto de los pensamientos, sensaciones y emociones.