EL ABORTO, A DEBATE

 

Alejandro Navas

Profesor de Sociología de la Universidad de Navarra

 






Índice



Introducción


Malestar de fondo y desmoralización social

Aborto y desfondamiento moral

La condición paradójica de nuestra sociedad

La capitulación del Estado de Derecho

Discapacidad y aborto

Animales, plantas y humanos

Oscurantismo frente a transparencia

La opacidad del aborto

El debate sobre La Ley Orgánica de Protección de la Vida y del Concebido y los Derechos de la Mujer

Aborto y votos electorales

La argumentación abortista

La manipulación del lenguaje

La negación del problema

La magnificación del problema

La ignorancia

Las causas de la difusión del aborto

Podemos acostumbrarnos a todo

La cultura se impone a la naturaleza

La codicia y una oportunidad de negocio

Para el aborto no hay recortes

La rendición del personal sanitario

La biografía de los actores implicados

El papel del derecho

Al servicio del imperialismo occidental

La exaltación de la libertad

La libertad de los clásicos

Los modernos y la exaltación de la libertad

Los modernos y la negación de la libertad

Infantilismo y ausencia de responsabilidad

El papel de las pasiones: odio, envidia, miedo

Violencia y poder: la fascinación del poder supremo

La religión también tiene algo que decir

Los debates pendientes

No es fácil debatir sobre al aborto

Se puede revertir la cultura de la muerte


Citas

Citas


[1] Cfr. Alejandro Navas, <El callado suicidio de una civilización>, Nuestro Tiempo, marzo de 1999, 100-114; <El aborto en los medios de comunicación>, en: Mujer y realidad del aborto: un enfoque multidisciplinar, Actas del I Congreso Internacional Multidisciplinar <Mujer y realidad del aborto> (Cáceres, 8-10 de marzo de 2007), Asociación Extremeña de Amigos del Foro Español de la Familia, Cáceres 2008, pp. 116-130; <El primer año de gobierno de Rajoy y la ley del aborto>, en: Montserrat Herrero, Alfredo Cruz Prados, Raquel Lázaro, Alejandro Martínez Carrasco (eds.), Escribir en las almas. Estudios en honor de Rafael Alvira, EUNSA, Pamplona 2014, pp. 679-694.


[2] Me parece que no tiene sentido intentar una objetividad al modo en que se pretende habitualmente en programas televisivos y radiofónicos y en otros foros: dar la palabra a partidarios y detractores de forma teóricamente equilibrada (un equilibrio que, en el caso del aborto, casi nunca se da).


[3] Es obligado cuestionar la validez de esas cifras. Proceden de las mismas clínicas abortistas y sorprende la desidia de los sucesivos Gobiernos a la hora de verificarlas. Como se hace en otros países, bastaría con enviar algunos inspectores para anotar el número de abortos realizados en días aleatorios y compararlo con el proporcionado por las clínicas. El problema no debería radicar en la falta de funcionarios disponibles. Por ejemplo, el Ministerio menciona en la información relativa a 2012 el número de centros que han notificado IVE (interrupción voluntaria del embarazo: denominación oficial del aborto, n. d. a.). En Cataluña son 46 centros públicos y 23 privados. En Madrid, 3 públicos y 7 privados. Llama la atención la escasez de datos madrileños, que no parece preocupar al Ministerio.

Como la aplicación de la ley de 1985 fue fraudulenta, es lógico suponer que un buen número de abortos, que no se atenían a los supuestos permitidos, no fueron registrados en esas estadísticas. Por no hablar de los abortos producidos por la píldora del día después. La cifra real de abortos es, por tanto, mayor que la anunciada por el Ministerio de Sanidad.


[4] Un fenómeno que empieza a ser estadísticamente relevante es el de las mujeres, procedentes generalmente del Este de Europa, que abortan repetidas veces, incluso una vez al año. El aborto se convierte así en el método más utilizado para la regulación de la natalidad, como ya ocurre en Rusia.


[5] Thomas DE QUINCEY (Del asesinato como una de las bellas artes) se hace eco de esa lógica cuando describe en clave irónica la siguiente secuencia: se empieza por el asesinato, se sigue por el robo y se acaba bebiendo excesivamente y faltando a la buena educación; por ejemplo, llegando tarde a las citas.


[6] La palabra inglesa mad significa locura, y el acrónimo quiere decir <Destrucción Recíproca Garantizada>. Kissinger dio muestra de un peculiar sentido del humor en medio de la crisis que llevó al mundo al borde del abismo.


[7] En otros países occidentales, también en España, existen leyes muy similares a la suiza. Hablo de Suiza porque ahí la ley se cumple efectivamente.


[8] La protección de los animales no es un invento suizo: <En el nuevo Reich no debe haber más crueldad con los animales>. Estas palabras de Hitler introducen la pionera <Ley de Protección de los Animales>, de 24 de noviembre de 1933. Por vez primera en la historia de la humanidad, se reconoce a los animales como sujetos de derechos (la tradición clásica, cristiana e ilustrada, se había limitado a postular deberes del hombre para con los animales). El Führer aplicó igual energía en la protección de la naturaleza y de los animales como en la aniquilación de la humanidad no aria (los arios enfermos o incapaces tampoco merecían vivir: Hitler también fue pionero en la práctica de la eutanasia masiva).


[9] En universidades tan prestigiosas como las de Harvard, Georgetown o Rutgers la asignatura “Derecho de los animales” es obligatoria para los estudiantes de Derecho. En Portland se edita la revista Animal Law Review, pionera en su género.


[10] Cementerios, clínicas con la más moderna tecnología, guarderías, bancos de órganos, psicoterapia, programas de radio y televisión para mascotas, líneas propias de ropa y joyas, etcétera. Da un poco de reparo entrar en detalles, a la vista de la necesidad que pasan millones de humanos.


[11] En el mundo sanitario se observa una tendencia a disponer cada vez de más información, bien porque los pacientes la demandan o porque los médicos la ofrecen. La ley y las sentencias judiciales refrendan esa evolución. Como es sabido, Estados Unidos va a la cabeza en este movimiento. Como también lo ha hecho en el desarrollo de la industria del aborto, la justicia ha tenido que hacer auténticas piruetas para conciliar ambas posturas: transparencia en general, hermetismo en el aborto. La sentencia del Tribunal Supremo sobre el caso Akron resulta paradigmática, todo un ejercicio de esquizofrenia jurídica. Cfr. http://caselaw.lp.findlaw.com/scripts/getcase.pl?navby=CASE&court=US&vol=462&page=416.


[12] Los conceptos de <derecha> e <izquierda>, aunque de uso común, resultan un tanto ambiguos. Es curioso que a las personas o formaciones políticas <de derechas> les cueste tanto reconocerse como tales. Sienten la imperiosa necesidad de ubicarse en el centro y de encontrar gente a su derecha. La izquierda no tiene ese problema de autopercepción.


[13] Aznar hizo algo más que limitarse a respetar esa ley. Fue precisamente durante su mandato (1996–2004) cuando el aborto se convirtió en una práctica masiva. La pasividad de las autoridades –Ejecutivo, justicia, policía, sanidad— permitió que la industria del aborto prosperara como nunca, incumpliendo descaradamente los supuestos establecidos por la ley. España se convirtió en el país de nuestro entorno europeo con la praxis más <liberal>, y las extranjeras venían aquí para abortar cuando encontraban dificultades legales para hacerlo en sus países. Los dirigentes del PP suelen guardar silencio sobre este aspecto del gobierno Aznar. Jaime Mayor Oreja constituye una excepción, y con posterioridad ha pedido perdón públicamente por la culpable pasividad de su partido.


[14] La filosofía clásica advirtió que la naturaleza es sabia, ya que ha dispuesto que la satisfacción de las funciones básicas de nuestro organismo –comida y bebida, reproducción, descanso– constituya una fuente de notable placer. De esta forma, se asegura que al procurarse espontáneamente esos placeres, proporcionemos a nuestro organismo lo necesario para vivir. Cabe distinguir, entonces, las dimensiones objetiva y subjetiva de esas funciones. También muy pronto el hombre supo que podía disociarlas y buscarlas por separado. Los romanos decadentes que celebraban largos y refinados banquetes no pretendían alimentarse, sino tan solo saborear sofisticados placeres gastronómicos. De ahí que provocaran el vómito, para evitar la saciedad y poder seguir degustando. Por el contrario, el astronauta empotrado en su pequeña cápsula espacial se alimenta a base de píldoras, que contienen los nutrientes necesarios, y desprecia el placer de la mesa. Lo mismo vale para el sexo: podemos disfrutar el sexo sin la reproducción y, modernamente, lograr la reproducción sin sexo. Pretender que el sexo no tiene que ver con la reproducción es hacer violencia a la fisiología y a la realidad. ¿Consideraremos un uso natural del intestino emplearlo para almacenar objetos no comestibles –por ejemplo, bolsitas con droga–? Seguramente, no, aunque sea físicamente posible hacerlo. Lo mismo valdría para el sexo, ordenado naturalmente a la reproducción.


[15] En Alemania, por ejemplo, sólo se permite implantar un embrión.


[16] En esa misma entrevista para la SER, se preguntaba: <¿Qué es lo que quieren exactamente esos grupos, encarcelar a las mujeres?>. Sin comentarios.


[17] La ética tradicional y la buena praxis médica han admitido siempre la licitud de la doctrina del <voluntario in causa> y de la acción con doble efecto en el supuesto de la mujer embarazada a la que se le diagnostican patologías que requieren tratamiento. Es admisible radiar el tumor canceroso, aunque eso provoque incluso la muerte del feto, siempre que el objetivo pretendido –en las mentes del médico y de la gestante– sea la curación de la madre y no la muerte del feto. Hablar de aborto terapéutico resulta engañoso y seguramente se hace con ánimo de confundir. Por supuesto que esa madre también puede decidir retrasar o no aplicar el tratamiento para no dañar a su hijo: el heroísmo existe, aunque no sea algo moralmente exigible.


[18] En la discusión sobre el aborto se tiende a prestar demasiada poca atención al aspecto económico, al que luego me referiré.


[19] Ley Orgánica 2/2010 de Salud Sexual y Reproductiva y de la Protección Voluntaria del Embarazo.


[20] Lo notable de este caso es que alguien así pueda llegar a ser ministra del Gobierno español. No menos escandaloso fue su cese: Zapatero donó casi doscientos millones de dólares a ONU Mujeres, la recién creada agencia de la ONU para el empoderamiento de la mujer y la igualdad de género, para que contratara a Bibiana Aído como asesora. El escándalo de las indemnizaciones o pensiones millonarias no es monopolio del sector financiero.


[21] Cfr. Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Lumen, Barcelona 1999. Lauence Rees, Ausschwitz. Los nazis y la “solución final”, Crítica, Barcelona 2005.


[22] Por la propia naturaleza del asunto faltan estudios sociológicos sobre el personal que realiza abortos o que colabora en su realización. Por lo que sabemos, su suerte no es envidiable, y hay datos de frecuentes trastornos: depresión, alcoholismo, drogadicción. Aunque seamos capaces de acostumbrarnos a (casi) todo, hay situaciones difíciles de afrontar. En algunos centros públicos se dan, en ocasiones, situaciones de esquizofrenia: el mismo personal sanitario pone medios extraordinarios para sacar adelante a bebés muy prematuros y, luego, elimina sin contemplaciones a bebés en el seno materno (abortos tardíos). No sorprende que esta <doble vida> provoque trastornos: hay un límite en lo que una persona normal puede soportar sin romperse anímicamente.


[23] Hay que resaltar que el estímulo para que la justicia actuase tuvo que venir del extranjero. Esta circunstancia dice mucho sobre la actitud de nuestras autoridades; también, sobre la índole de nuestra débil sociedad civil.


[24] En 2013 Europa acogía el 7% de la población mundial, generaba el 25% del PIB mundial y se hacía cargo del 50% de los gastos sociales mundiales. Como contrapartida, la Unión Europea gasta poco en defensa. En Estados Unidos se da la situación inversa: muy elevada inversión en defensa y menor gasto social. Parece difícil tener todo a la vez. Si tuviera que recurrir a la fuerza para defenderse, Europa estaría abocada a contar con la ayuda militar norteamericana. Sin su concurso no hubiera sido posible acabar en los noventa con las guerras en el territorio de la ex Yugoslavia.


[25] Menciono un caso que me parece muy ilustrativo: en Alemania hay una extendida <cultura del balneario>. Hasta comienzo de los noventa, cada alemán tenía derecho a disfrutar 21 días de balneario al año a cargo de la sanidad pública, siempre que un médico lo determinara. Como es lógico, el pueblo alemán hacía uso masivo de esa prestación. El esfuerzo económico que supuso la reunificación llevó al Gobierno a reducir la prestación a 18 días, lo que provocó una clamorosa protesta popular. Con ese motivo el Canciller Kohl pronunció la famosa frase, tan repetida: –<Los alemanes se quejan en un alto nivel de bienestar>.


[26] Tampoco nota apenas los recortes la <genda de género>, el homosexualismo político. Las subvenciones públicas siguen fluyendo con generosidad en las arcas de todo tipo de colectivos LGBT y para las actividades que organizan –día del orgullo gay, talleres, festivales, etcétera–. Esta política se aplica con generosidad en comunidades autónomas como Cataluña –durante el Gobierno del tripartito y bajo el Gobierno de CiU– y Andalucía, pero también en autonomías o municipios gobernados por el PP. Hay una evidente cercanía entre esos grupos y los activistas partidarios del aborto; en ocasiones, se trata de las mismas personas.


[27] Organización Médica Colegial de España, Desde el corazón de la Medicina. Homenaje a Gonzalo Herranz, Madrid 2013, p. 109. En la entrevista que José María Pardo hace al Dr. Herranz (pp. 47–218) se abordan con gran lucidez los retos a los que se enfrenta la bioética en la actualidad.


[28] A su lado, el genocidio armenio a manos de los turcos, que podría considerarse como el precedente más cercano, parece un burdo trabajo de aficionados.


[29] Se trataba de un campo de exterminio sin barracones para alojar a los internos: las víctimas eran asesinadas nada más llegar. Su esperanza media de vida era de hora y media.


[30] Conviene recordar que tanto los estadounidenses como los rusos supieron sacar abundante partido de esas investigaciones. En el trabajo de los médicos nazis están, por ejemplo, los fundamentos de la medicina espacial.


[31] Por ejemplo, un médico que no esté dispuesto a practicar abortos no puede trabajar hoy como ginecólogo en un país como Australia.


[32] Una tendencia del todo similar se observa en el ámbito de la educación en general y de la enseñanza universitaria en particular. Se acabó la secular autonomía universitaria y la regulación de docencia e investigación se ha convertido en cosa de funcionarios y tecnócratas.


[33] Está fuera de duda que, en algunos casos, esa preocupación benéfica era sincera. Por ejemplo, ahí está la labor del explorador David Livingstone, que decidió quedarse en África para ayudar a la población autóctona, con su programa de las tres <c>: cristianismo, civilización, comercio.


[34] El <enemigo> sobre el que hay que prevenirse no se encuentra necesariamente lejos de la metrópolis. Darwin alerta a sus lectores sobre los irlandeses, gente sin cultura ni educación, primitivos, vagos, que se reproducen como los conejos. Frente a ellos destaca a los escoceses, austeros, trabajadores y sacrificados, que dedican años a su preparación, se casan más tarde y tienen menos hijos. El peligro de la invasión irlandesa queda bien definido. No sorprende la inhumana política de Inglaterra durante el siglo XIX para con la ocupada Irlanda. Las hambrunas constituyeron una política especialmente adecuada para mantener a raya a una población levantisca. Se cobraron millares de víctimas y obligaron a los irlandeses a emigrar masivamente a América. No fueron ni Stalin ni Mao los inventores del hambre como recurso para exterminar a millones de campesinos demasiado apegados a su tierra y a sus tradiciones y poco sensibles a las <ventajas> del comunismo. El aborto significa una solución todavía más radical: no es necesario hacer pasar hambre a los que ni siquiera se les ha permitido nacer.


[35] Años de vértigo: Cultura y cambio en Occidente, 1900–1914, Anagrama, Barcelona 2013, pp. 153 y 144.


[36] Inicialmente, la colonia fue propiedad privada del rey. Cuando la explotación del caucho dejó de ser rentable, el monarca la vendió al Estado belga.


[37] El CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) organizó en Madrid hace unos años una mesa redonda sobre el aborto. Intervenían ocho ponentes, todas mujeres: seis favorables al aborto –a las que habría que sumar la moderadora, nada imparcial— y dos defensoras de la vida, Esperanza Puente y Alicia Latorre, Presidenta de la Federación Española de Asociaciones Provida. La señora Latorre es de pequeña estatura, pero de gran coraje, y no se arredró en absoluto a pesar del ambiente hostil. A lo largo de sus intervenciones habló una y otra vez de <la criatura>, víctima del aborto, lo que incomodó claramente a sus oponentes, que recurrían a los eufemismos al uso. Finalmente, una de ellas no aguantó más y estalló: –<De acuerdo, es verdad. Lo que reivindicamos es el derecho a matar a nuestros hijos>. Se hizo un silencio helador ante esa declaración tan contundente como imprevista. Por fin alguien expresaba sin rodeos el sentido genuino del planteamiento abortista.


[38] Antes he aludido a la afinidad entre feminismo y aborto: en general, la mayoría del feminismo más beligerante defiende el aborto. Me parece oportuno apuntar aquí que el machismo retrógrado, que el feminismo combate con toda justicia, no es algo medieval, sino un genuino producto de la modernidad ilustrada: <… la mujer, ese ser de cabellos largos e ideas cortas>, escribió Nietzsche. En La flauta mágica, la popular ópera de Mozart, podemos ver en la Reina de la Noche, figura tenebrosa e inquietante, la expresión paradigmática del modo ilustrado de considerar a la mujer.


[39] Philipp von Jolly, profesor de Física en la Universidad de Munich, recomendó al joven estudiante Max Planck que no se dedicara a esa ciencia: estaba a punto de terminarse como disciplina científica, una vez resueltos los últimos problemas pendientes. Este era el clima de opinión reinante en el medio científico en el último cuarto de siglo XIX.


[40] José Luis Comellas, Historia sencilla de la Ciencia, Rialp, Madrid 2009, p.244.


[41] Se observa una actitud similar, muy difundida, ante la salud. ¿Cómo se puede fundamentar un derecho a la salud en general? Es una suerte que el Estado del bienestar tome a su cargo nuestra asistencia sanitaria, pero nadie puede asegurarnos que estaremos siempre sanos. ¿Vamos a denunciar a virus y bacterias? ¿A las corrientes de aire por propagar agentes patógenos? ¿Ante qué jurisdicción? Gozar de buena salud es cuestión de genes, de estilo de vida y de suerte. No tiene sentido convertir los normales azares de la vida en objeto de reivindicación ante el Estado.


[42] Los líos amorosos del presidente francés, François Hollande, han alimentado las comidillas de toda Europa. Las censuras a ese vodevil han sido abundantes, pero Hollande también ha encontrado defensores. El alcalde de París, Bertrand Delanoë, ha reivindicado el derecho del presidente a la pasión y al arrebato: la inmadurez como ideal. En palabras del ministro del Interior Manuel Valls, <Hollande se comporta como un adolescente retardado>.


[43] El Comité Central de Deontología de la Organización Médica Colegial llegó a proponer el aborto libre y gratuito, en la confianza de que los médicos se negarían masivamente a realizarlo. De esta forma, se hubiera acabado con el siniestro negocio de las clínicas abortistas.


[44] El trabajo que me parece de metodología más fiable es el de David M. Fergusson, L. John Horwood and Elizabeth M. Ridder, <Abortion in young women and subsequent mental health>, Journal of Child Psychology and Psychiatry 47:1 (2006), pp. 16–24. Se trata de un estudio longitudinal llevado a cabo durante 25 años en Nueva Zelanda. Las conclusiones sugieren que el aborto en mujeres jóvenes (entre 15 y 25 años) puede asociarse con un mayor riesgo de problemas de salud mental.


[45] No me parece necesario extenderme en este punto con detalles concretos, pero cito uno: me contaba una mujer que había abortado en circunstancias dramáticas que cuando iba por la calle, de modo especial en los parques o zonas de juegos infantiles, se <obligaba> a sí misma a acercarse a madres que llevaban a bebés en cochecitos y a contemplar a esos hijos, para cobrar conciencia de lo que ella había rechazado.


[46]