alvarodelportillocubierta.jpg

Créditos

© 2012. Salvador Bernal

Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)

Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) – España

Teléfono: +34 948 25 68 50 – Fax: +34 948 25 68 54

e-mail: info@eunsa.es

Todos los derechos reservados

ISBN: 978-84-313-2866-5

Introducción

Acepté con gusto la propuesta de D. Tomás Trigo para escribir estas líneas, pues tengo contraída una gran deuda de gratitud con Mons. Álvaro del Portillo. Las he titulado Una semblanza personal, para dejar claro que no se trata de una biografía –que exigiría otro enfoque, con el correspondiente aparato crítico–, sino de un testimonio sobre la hombría señera de don Álvaro, desde mis impresiones personales.

Aunque en mi mente y en mi corazón aflora siempre su afable personalidad, veo como se agranda su figura con el transcurso del tiempo. Con la sencillez que le caracterizó –y que cautivaba a todo el mundo–, prestó en su vida servicios constantes a la Iglesia y al Opus Dei, aunque nunca hablaba de esos trabajos, ni de su intervención en el Concilio Vaticano II, ni de sus publicaciones.

Es lógico que, en un libro publicado por EUNSA, se mencione su solicitud por la Universidad de Navarra, de la que fui testigo durante muchos años. Y su pasión por la aportación de esta en el nacimiento de la futura Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. Muchos textos de don Álvaro, que habían ido apareciendo en sedes dispersas a lo largo de una dilatada vida intelectual, se recopilaron y ordenaron en un volumen que le ofrecería como homenaje por sus bodas de oro sacerdotales –las habría cumplido el 25 de junio de 1994, unos meses después de su fallecimiento– el entonces Ateneo de la Santa Cruz, del que era Gran Canciller. Una parte de entidad procedía de intervenciones universitarias. Los compiladores le dieron el expresivo título Rendere amabile la verità: una sencilla frase que acierta a sintetizar la vida y la personalidad de don Álvaro del Portillo («hacer amable la verdad»).

Por lo demás, es lógico que remita a mi libro Recuerdo de Álvaro del Portillo, de 1996. Lo he presentado a veces como una crónica –después de aquel otro largo reportaje de 1976 titulado Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei–, porque está construido a partir de vivencias y escenas de las que fui testigo presencial.

Como escribí en la presentación de esa obra, pasé muchas horas a su lado, desde 1976 hasta muy poco antes de su fallecimiento: junto con otras personas, le acompañé bastantes veranos, en tiempos de trabajo y descanso, lejos de sus actividades ordinarias en Roma; y acudí con relativa frecuencia a la Ciudad Eterna, para ocuparme de tareas encomendadas por el prelado del Opus Dei. Naturalmente, en ese texto, como en el que presento ahora, incluí otros hechos y datos objetivos, de fácil documentación.

En muchas conversaciones he utilizado el conocido verso de Antonio Machado, para decir de don Álvaro que era un hombre fundamentalmente bueno, en el buen sentido de la palabra «bueno». Lo comenté, por ejemplo, en noviembre de 1996, en el acto de presentación a los periodistas del libro en Madrid. Uno de los asistentes, que se ocupaba entonces de las páginas religiosas del diario ABC, se refirió a ese calificativo antes de introducir una pregunta. Recordó que había conocido a don Álvaro con motivo de su trabajo informativo –incluida alguna entrevista– y su percepción fue siempre la de estar ante un hombre, no bueno, sino santo. Tenía toda la razón. Y confío en que, tras el periodo cognicional, la correspondiente Congregación romana culmine el proceso con el reconocimiento jurídico de sus virtudes heroicas.