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1. Introducción

«Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo;

y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo»

(Génesis 2, 2).



Este texto es fruto de muchos años de dedicación profesional a tratar los problemas físicos y psíquicos re­lacionados con el estrés y la ansiedad, producidos por el exceso de una actividad laboral o productiva que no va acompañado de un tiempo proporcionado de relajación o re­poso; con otras palabras, los problemas que se derivan de un desequilibrio entre cansancio y descanso.

El propósito principal de esta obra es enseñar a prevenir el cansancio de origen psíquico (afectivo e intelectual); especialmente, el que se va acumulando poco a poco, durante mucho tiempo, y se convierte en crónico. Este tipo de cansancio pasa desapercibido durante años, y es difícil de tratar. El cansancio físico, en cambio, es fácil de percibir y resolver.

En las páginas que siguen, se repiten un buen número de veces, como el estribillo de una canción, algunas ideas:

• que el cansancio psíquico crónico está relacionado con la manera de vivir,

• que produce emociones negativas (temor, ansiedad, preocupación, tristeza, prisa), y

• que el descanso depende de la realización de algunas actividades que promueven emociones positivas y neutralizan así las negativas.

Esta repetición tiene la finalidad de grabar en la memoria del lector la enseñanza principal del texto. Con el mismo propósito, recurro de vez en cuando a los dichos populares.

Como se trata de un trabajo de divulgación, el modo de abordar los temas carece de la profundidad que hubiese deseado un experto en la materia. Tiene, en cambio, la ventaja de ser más accesible a la mayoría de las personas que pueden padecer un desequilibrio entre cansancio y descanso.

En mi actividad profesional, paso mucho tiempo explicando a mis pacientes modos de no cansarse tanto y de descansar más y mejor. Este pequeño libro puede ahorrarme parte de ese tiempo, pues será un complemento a la receta de medicamentos que con frecuencia los pacientes se llevan a casa.

El texto que he escrito no es para leer deprisa y de un tirón, sino más bien para leer despacio y pensar, o para volver a leer, cuando interese, algún apartado concreto.

En general, es un texto más preventivo que curativo: no contiene tratamientos específicos de las alteraciones físicas y psíquicas que se relacionan con el cansancio crónico.

* * *

Hay muchas personas que ponen toda su atención en lo que deben hacer en el mundo exterior: trabajo, familia, amigos; y procuran hacerlo muy bien, de modo oportuno, y agradando a todos. Sin embargo, apenas prestan atención a su mundo interior, a sus necesidades físicas y, sobre todo, a sus necesidades psicológicas y espirituales. Estas personas saben cuidar bien a los demás, pero no saben cuidarse a sí mismas.

Con frecuencia, al cabo de los años, cuando su resistencia al esfuerzo disminuye por la edad, empiezan a presentar signos y síntomas de cansancio crónico que, en mu­­chos casos, afectan a su esfera corporal en forma de ce­­faleas, astenia, insomnio, dolores de espalda, molestias di­­gestivas, problemas dermatológicos, hipertensión arterial, etc. Toman conciencia de estos síntomas y acuden al médico de familia y a los especialistas en busca de una so­lución, para poder trabajar como hasta ese momento. Sin embargo, apenas son conscientes de la relación de esos síntomas corporales con el estrés crónico en el que han vivido durante años, y que les ha producido un desgaste crónico. No buscan una solución para la causa, sino para los síntomas; por eso, su situación suele ser irreversible. Estas personas acaban acudiendo a repetidas consultas y exploraciones médicas, y reciben medicación durante años, sin llegar a resolver el problema de fondo. Con el paso del tiempo, éste se complica con alteraciones psicológicas, es­pecialmente con una depresión. Suelo decir a mis pacientes que «después de la tensión viene la depresión».

Como ejemplos esclarecedores de la falta de equilibrio entre cansancio y descanso, tensión y relajación, actividad y reposo, me gustaría citar tres enfermedades físicas que están «de moda» en occidente: el síndrome de estar quemado («burn-out»), la fibromialgia y la astenia crónica. Estas y otras enfermedades, agrupadas bajo el epígrafe de enfermedades psicosomáticas, tienen como base común la tensión psíquica, que se hace crónica por falta de relajación o descanso. Se dan en personas de carácter o personalidad perfeccionista, hiperresponsables, muy autoexigentes, dependientes de logros o éxitos, con marcada propensión al activismo y a las obsesiones, controladoras, con tendencia a sentirse culpables de las cosas que no van bien en su entorno, competitivas, voluntariosas. Están siempre en tensión, debido a la necesidad patológica de cumplir sus obligaciones con el mundo exterior, y abandonan los deberes respecto a sí mismas: el descanso, el disfrute y la relajación.

A este tipo de personas va dirigido especialmente este libro, pues son las que menos saben descansar.

2. El cansancio y sus consecuencias

He citado ya, en la introducción, algunas consecuencias del cansancio, sobre todo las del cansancio crónico.

Por mi dedicación a la psiquiatría, me centraré especialmente en el aspecto psicológico del cansancio.

Dejo a los fisiólogos y bioquímicos las manifestaciones orgánicas del cansancio, relacionadas con la síntesis y de­gradación de las sustancias químicas activadoras e inhibidoras cerebrales y del sistema nervioso vegetativo. También dejo al margen, y en manos de los internistas, aquellos cansancios (sensaciones de cansancio) que acompañan a algunas enfermedades físicas. En estos casos, la sensación de cansancio debe ser llamada astenia, que es un síntoma más de esas enfermedades. Es frecuente que aparezca astenia en infecciones, anemias, hipotiroidismo, miopatías, hepatopatías (p. ej., hepatitis), la toma de algunos medicamentos (p. ej., quimioterapia), y en síndromes de mala absorción intestinal.

Para diferenciar un cansancio no orgánico del cansancio por enfermedad física (astenia), hay que buscar los demás síntomas que acompañan a la astenia en las enfermedades orgánicas. El tratamiento de este cansancio o astenia orgánica es el tratamiento de su causa, la enfermedad orgánica. Se debe sospechar una causa orgánica del cansancio cuando el sujeto no ha realizado ni realiza una actividad que explique el cansancio que padece.

También dejo para los expertos en moral el cansancio espiritual o acedia, que tiene que ver con aspectos espirituales del ser humano.

Cuando una persona está cansada por haber mantenido una actividad física o mental continuada, su rendimiento en las actividades que realiza decrece en relación inversa al aumento del cansancio.

Aparecen además ciertos fenómenos psíquicos que se asocian a las situaciones de malestar y sufrimiento (el cansancio es uno de ellos): irritabilidad, intranquilidad interna, ansiedad (a veces, angustia), tendencia a huir de las situaciones que exigen realizar esfuerzo.

Cuando se llega al límite, el sujeto puede sentirse im­pulsado a realizar actividades poco convenientes, que producen evasión o neutralizan el sentimiento de malestar de modo inmediato, como el consumo de alcohol, dulces o chocolate; la lectura y visión de imágenes eróticas; el consumo de analgésicos, estimulantes y drogas; la dedicación al juego con apuestas de dinero, que atrae intensamente la atención, distrayendo de lo que cansa; la realización compulsiva de compras, etc.

Además, como las personas con cansancio crónico han agotado su energía vital para realizar esfuerzos (se puede decir que la han desgastado), tienen menos fuerza de voluntad para hacer lo que deben y evitar lo que no deben –menos capacidad de autodominio–, y más facilidad para convertirse en «adictas» a algo que o bien les sigue agotando (una especie de huida hacia adelante) o les evade del agotamiento.

La tendencia a la evasión (la huida de lo que agota), mediante las actividades que he citado, y el menor control de uno mismo por desgaste de la voluntad conducen a adicciones peligrosas, que causan frustración e insatisfacción, y por ese motivo empujan más aún a la evasión. Se crea de este modo un peligroso círculo vicioso: cansancio-evasión-adicción-frustración-evasión.

Cuando el cansancio es excesivo, las funciones físicas y psíquicas disminuyen. Los sujetos presentan menor ca­pacidad para concentrarse y mantener la atención, su pensamiento es más lento, tienen mayor dificultad para asociar ideas y llegar a conclusiones en un razonamiento. Pue­den permanecer mucho tiempo delante de un problema sin llegar a resolverlo. También se ve afectada su capacidad de tomar decisiones, porque no ven con claridad qué camino es el más correcto; se llenan de dudas, y eso les crea gran desasosiego, pues les impide avanzar en sus ta­reas ordinarias, acabarlas y así poder descansar de ellas.

Disminución de la fuerza de voluntad

La disminución de energía y fuerza de voluntad se manifiesta en la incapacidad para hacer cualquier tarea que requiera esfuerzo o sea complicada; incapacidad que va acompañada de un sentimiento de rechazo emocional. Se tiende entonces a dejar pasar el tiempo sin acometer las obligaciones y dejando que se acumulen tareas pendientes, incluso de fácil ejecución, como ordenar las cosas personales, hacer una llamada telefónica o comprar un artículo de necesidad.

En esta situación de falta de energía y de fuerza de voluntad, todo parece de una dificultad enorme, imposible de realizar, desde levantarse por la mañana, asearse y prepararse el desayuno, hasta las cosas que eran agradables en otros momentos, como el deporte, la lectura, la música, etc. Si no se descansa, este proceso puede ir a más, hasta llegar a paralizar a la persona.

En algunas personas, más frecuentemente en gente jo­ven, la falta de voluntad puede deberse a la escasez de en­trenamiento o ejercicio (falta de fortaleza), como ocurre en personas perezosas y comodonas, que evitan sistemáticamente lo que les cuesta, y se dejan llevar de modo habitual por lo que les apetece. Estas personas afirman estar siempre cansadas, sin energía. En ciertos casos, se trata de una ex­cusa para no hacer lo que tienen que hacer o lo que los de­más les piden que hagan, porque solamente hacen lo que les apetece. Pero en otros, se trata de un cansancio verdadero que o bien se debe a no hacer algo útil y gratificante (algo que produzca buenas sensaciones y por lo tanto descanse psíquicamente), o bien a hacer solo lo que apetece afectivamente (que desarrolla mucho la afectividad, pero atrofia la voluntad).

Para ayudar a las personas a distinguir si el suyo es un cansancio verdadero (por esfuerzo continuado) o falso (por no hacer nada y aburrirse), basta analizar qué actividades son las que han realizado en los días precedentes. Si no han hecho nada que requiera esfuerzo intenso y continuado, se debe pensar que es un cansancio del segundo tipo.

Para tratar el cansancio del perezoso o comodón se debe seguir un plan progresivo de recuperación de la fuerza de voluntad, con un programa diario de actividades que requieran esfuerzo personal. Este plan debe ser supervisado por personas experimentadas, maduras y con cierta autoridad moral sobre el sujeto que desea desarrollar su voluntad.

Anestesia de la afectividad

Desde el punto de vista afectivo, el cansancio se manifiesta en una menor atracción afectiva de las cosas agradables, que es como una anestesia de la afectividad y que lleva a la anhedonia (incapacidad para disfrutar). Además, es frecuente la presencia de hipersensibilidad emocional para lo desagradable, que se manifiesta en que casi todos los estímulos ambientales producen desagrado, irritabilidad y frustración, y lleva al individuo a huir y aislarse de su entorno a fin de lograr un alivio pasajero; pero ésa no es la solución, pues el problema –el cansancio– lo sigue llevando dentro, vaya donde vaya.

La falta de resonancia afectiva conduce, con el tiempo, al desinterés por las cosas y las personas, a la tristeza y a la angustia, porque no se encuentra sentido a la propia existencia cotidiana, que son síntomas de una depresión, complicación frecuente de los cansancios crónicos.