SUMARIO

Introducción de Thomas Cleary

PARTE I:

Presentación general

Educación

Piedad filial

Principios de los guerreros

No olvidarse del combate

Monjes-guerreros

Correcto y erróneo

El valiente

Cortesía y respeto

Equitación

Principios del ejército y principios del combate

PARTE II:

Asuntos domésticos

Familiares

Frugalidad

Construir la casa

Equipo militar

Equipamiento de los subordinados

Guerreros

Modestia

Elegir las amistades

Relaciones de amistad

Cortar relaciones

Fama

Lenguaje altisonante y crítica

Viajes

Advertencia acerca de las murmuraciones

Tutoría

Enfrentarse a la muerte

PARTE III:

Servicio

Vasallaje

Servicio militar

Discreción

Expresión verbal

Historias familiares

Escoltar

Oficiales

Tomar prestada la autoridad o robarla

Cobro de impuestos

Comandantes y superintendentes de la guardia

Pereza

Lidiar con situaciones críticas

Autoexpresión

Saber morir lealmente

Refinamiento cultural

INTRODUCCIÓN

A la cultura japonesa se la suele considerar única, tanto por parte de los visitantes y observadores extranjeros, como por parte de los propios japoneses. Esta singularidad se atribuye en ocasiones a la situación geográfica de Japón, una nación insular, separada del continente asiático por aguas muy peligrosas. Se acostumbra a pensar que la política de sakoku, o aislamiento nacional, adoptada por los shogunes entre 1639 a 1854, contribuyó en gran medida a la insularidad cultural japonesa, a la vez que ayuda a explicar ciertas particularidades de la actitud de los japoneses hacia los pueblos foráneos.

En muchos aspectos, tanto nacionales como aquellos que se derivan de su relación con el exterior, una de las influencias más importantes y duraderas en la historia de la cultura y mentalidad japonesas, incluso en la actualidad, ha sido la extraordinariamente prolongada duración del gobierno militar en Japón. Este atrincheramiento de los samuráis como clase dominante ha dado lugar a profundos efectos culturales y psicológicos sobre el pueblo japonés. Dichos efectos fueron ocasionados por los cambios sociales radicales que el gobierno militar emprendió mediante force majeure, y también por el adoctrinamiento crónico de la sociedad llevado a cabo más tarde por los gobiernos militares para legitimizar ideológicamente su control.

La clase samurái vio la luz del día como una ramificación o especialización de la aristocracia. Por lo general, una clase alta polígama produce más hijos que los que puede absorber ese mismo nivel social. Además, el derecho del primogénito significaba que todos los privilegios del padre eran heredados por un solo hijo. Estos factores crearon presiones naturales y sociales que provocaron las diferencias en las trayectorias de los vástagos de las clases altas.

En Japón, al igual que en Europa y en otros lugares, los hijos de la aristocracia que no heredaban la hacienda paterna solían convertirse en guerreros o monjes. En Japón, ambas especializaciones fueron concebidas en principio para la protección del Estado; al principio, a los guerreros se les llamó samurái o “asistentes”, porque conformaban la guardia armada de la aristocracia. Cuando finalmente los samuráis se hicieron con las riendas del gobierno, pasando a convertirse en una clase independiente, una de las formas en que manifestaron su nueva condición y dignidad fue distanciándose de la etiqueta del samurái “asistente”, para llamarse a sí mismos bushi, “guerreros”, o “caballeros”.

La supremacía de la clase guerrera en Japón vino presagiada por su solidificación y fortalecimiento, a lo largo de generaciones de guerras expansionistas contra los ainus, que habitaban Honshu, la isla principal de Japón, antes de que el pueblo japonés se asentase ahí. Los primeros habitantes de Kyushu, la isla más meridional del archipiélago japonés, que parece haber sido la ruta principal de entrada del pueblo chino-coreano/japonés ancestral en las islas, fueron diezmados y absorbidos tempranamente, en el transcurso del asentamiento japonés. Sin embargo, los ainus de la isla principal, un pueblo cazador de osos, resistieron con gran tenacidad la expansión de los japoneses durante mucho tiempo. Los clanes guerreros japoneses que se enfrentaron a ellos y se asentaron en los lindes orientales se fueron convirtiendo en una casta severa y endurecida.

Finalmente, los ainus fueron expulsados a Hokkaido, la más norteña de las grandes islas del Japón moderno, dejando a los clanes guerreros japoneses el control del este del archipiélago. Estos clanes siguieron ejerciendo ese poder en nombre del gobierno central, al igual que los guerreros de otros lugares de Japón, que administraban y controlaban los territorios remotos propiedad de una aristocracia cada vez más urbanizada. Una vez vencidos los ainus en la isla principal y alcanzado un cierto grado de seguridad nacional, la clase guerrera y la aristocracia se fueron distanciando cada vez más en sus intereses, con la aristocracia concentrada en el desarrollo cultural y los guerreros ocupados en los asuntos militares y administrativos.

Con el tiempo, los excesos de la autocomplacencia de la aristocracia, bien documentados en las parodias de aquella época, provocaron cierto grado de debilitamiento. Al mismo tiempo, las responsabilidades de los guerreros se fueron tornando tan abrumadoras que estos pidieron una mayor participación en los beneficios obtenidos de las tierras que administraban en nombre de la aristocracia urbana. Estas circunstancias acabaron provocando la cesión de tierras a clanes guerreros, como forma directa de coparticipación. Finalmente, las tierras y el poder en manos de los clanes guerreros de las provincias hicieron posible el establecimiento de un gobierno militar nacional, que operó paralelamente al gobierno civil –que seguía administrando las propiedades imperiales y de los aristócratas–, siendo más poderoso y capaz de dominar a este último.

El primer gobierno militar de Japón, el bakufu, o “gobierno de tienda”, fue establecido en 1186 en Kamakura, una plaza fuerte montañesa no muy lejos de lo que actualmente es Tokio, en el Este de Japón. Ese sería el primero de los tres gobiernos de tienda que regirían los destinos de Japón entre ese momento y 1868, a lo largo de un período de casi siete siglos.

La estabilidad del régimen de Kamakura se vio fatalmente alterada por las invasiones mongolas de 1274 y 1281. Aunque la resistencia samurái y las tormentas impidieron la victoria de los mongoles, el coste de las campañas debilitó al gobierno militar japonés. En un sistema feudal de ese tipo, las recompensas por los servicios militares prestados se ofrecían generalmente concediendo feudos en los territorios conquistados. No obstante, como lo que sucedió fue que se rechazó una invasión extranjera, no hubo territorios que conquistar y saquear, y por ello a los guerreros no se les pagaron sus servicios de la manera acostumbrada. La insatisfacción que se originó entre los clanes guerreros que habían defendido Japón contra los invasores mongoles acabó desestabilizando el régimen del gobierno de tienda de Kamakura, el cual acabó cayendo definitivamente en 1333.

Tras un período de luchas intestinas, apareció un nuevo régimen militar en 1336, bajo el liderazgo de Ashikaga Takauji. El nuevo gobierno de tienda quedó establecido en el distrito Muromachi de Kyoto, la antigua capital imperial, y se interesó mucho en la cultura y la política de la antigua aristocracia. Durante los cincuenta primeros años del nuevo régimen militar, la casa imperial se vio dividida en facciones rivales, y la tensión y la inestabilidad política que eso produjo se vieron exacerbadas por la defectuosa red de alianzas de los Ashikaga con los clanes guerreros. En 1467 estalló una guerra civil generalizada, tras la cual se necesitarían más de cien años para alcanzar cierta estabilidad política. A este siglo de la historia japonesa, tras la guerra civil, se le denominó la era de los Estados Combatientes, que estuvo compuesta por una serie de intentos de dominio por parte de facciones enfrentadas.

El último shogun Ashikaga fue depuesto en 1574 por Oda Nobunaga, el primero de una serie de tres señores de la guerra que acabarían unificando Japón bajo un régimen militar. A Oda le siguió Toyotomi Hideyoshi, y a éste, Tokugawa Ieyasu, que estableció el tercer gobierno de tienda en 1603. Asentado en la nueva ciudad de Edo, el moderno Tokio, no muy alejado de la antigua capital militar de Kamakura, el régimen Tokugawa cerraría Japón al mundo exterior y mantendría su propio sistema de gobierno samurái durante más de 250 años, hasta 1867.

El régimen Tokugawa adoptó una organización más estricta que los anteriores gobiernos militares, con mayores controles políticos y sociales. El siglo de guerras civiles suele ser considerado por los historiadores japoneses como una época de gekokujo, o “los de abajo superando a los de arriba”. Muchos de los señores de la guerra que aparecieron en esa época formaban parte de una nueva casta, proveniente de los escalafones militares más bajos, incluso del campesinado. El propio Tokugawa Ieyasu era de origen humilde, y cuando se convirtió en el primer shogun del nuevo gobierno de tienda en Edo, su gobierno se encargó de instituir medidas que previniesen cualquier intento de cambio o de movilidad social.

Una de las acciones más reveladoras del régimen Tokugawa fue transformar el sistema de clases en un sistema de castas. La sociedad japonesa siempre ha sido jerárquica, pero el destino personal y familiar podía variar con las generaciones. Con el nuevo sistema, las cuatro clases principales de guerreros, agricultores, artesanos y comerciantes, se convirtieron legalmente en castas hereditarias, cuyos estilos de vida quedaron definidos mediante leyes complicadas específicas para cada casta. Por debajo de esas cuatro castas se hallaban dos clases de descastados: los polucionados y los inhumanos. Aunque los comerciantes adinerados podían asegurarse alianzas matrimoniales y acordadas con familias de guerreros, y los individuos libres podían ser descastados si cometían delitos, en general, las cuatro castas permanecieron claramente separadas.

Otra de las innovaciones principales del régimen militar Tokugawa fue el alejamiento de los samuráis de la tierra. En otros sistemas feudales anteriores, un señor de la guerra pagaba a sus vasallos mediante cesiones de tierras, de las que estos extraían una parte de sus ingresos. El sistema Tokugawa estaba diseñado para disminuir las posibilidades de que pudieran formarse grupos de guerreros independientes en las provincias, obligando a los samuráis a vivir en el interior del recinto de las ciudades fortificadas de sus señores y a recibir sus estipendios en arroz, en lugar de vivir directamente en sus terrenos, en el campo.

pax Tokugawa

El código del samurái, cuyo título japonés, Bushido Shoshinshu, significa “Bushido para principiantes”, fue escrito para los caballeros novicios de la nueva era. Su autor, Taira Shigesuke, un erudito confuciano y científico militar, nació en 1639, el año posterior a la adopción de la política de aislacionismo nacional, y murió en 1730, es decir, que vivió durante el período de mayor prosperidad de la pax Tokugawa. Este manual, escrito tras cinco siglos de gobierno militar en Japón, se compuso a fin de proporcionar instrucción práctica y moral a los guerreros, corrigiendo tendencias caprichosas e irregulares y delineando las normas de conducta personal, social y profesional del bushido, o camino del guerrero, la tradición caballeresca japonesa.

Gran parte del aislacionismo cultural que existe en el mundo en que vivimos se debe a la información errónea y a los malentendidos. El código del samurái presenta un espejo muy fiel de las características y hábitos de la moderna civilización japonesa, al reflejar una tradición de reconocido prestigio y poder. En este texto se tratan muchos aspectos de la vida –responsabilidades personales, relaciones familiares, deberes públicos, educación, economía, ética, y demás– desde el punto de vista del espíritu marcial de la caballeresca japonesa. En este texto de más de tres siglos de antigüedad aparecen descritas con extraña precisión incluso las formas de incompetencia profesional y política, así como de corrupción, con las que lucha el Japón de la actualidad, demostrando hasta qué punto los modos de gobierno feudal y militar que las crearon siguen presentes en la sociedad japonesas. Así pues, este manual es un recurso fundamental para todo aquel que desee comprender a Japón y a los japoneses de manera realista.