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Editados por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2005 SKDENNISON, INC. Todos los derechos reservados.

ARREBATADORA PASIÓN, Nº 1371 - agosto 2012

Título original: In Forbidden Territory

Publicada originalmente por Silhouette® Books

Publicada en español en 2005

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Harlequin Deseo son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-0781-5

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Capítulo Uno

 

El socio de Tyler Farrell entró en su despacho con el pánico reflejado en el rostro.

–Tienes que ayudarme, Ty. Quítamela de encima durante los próximos días.

–¿Que te quite de encima a quién?

–No te robará mucho tiempo. Sólo es una cría.

–¿Quién es una cría? –preguntó Tyler, con la confusión inicial tornándose en irritación–. ¿De qué estás hablando, Mac?

McConnor Coleman se detuvo un momento para tomar aire profundamente.

–Lo único que sé es lo que mi madre me contó por teléfono el otro día. Parece ser que mi hermanita pequeña quiere mudarse de Portland a Seattle, buscar trabajo y tener su propio apartamento. Llegó anoche y se va a quedar conmigo mientras la ayudo a asentarse. Le prometí a mi madre que cuidaría de ella. Ya sabes, llevarla al cine una noche e invitarla a pizza, hacer una visita al puerto o llevarla a lo alto de la Aguja Espacial. Cosas así.

Mac reunió toda su determinación:

–No vas a tener que renunciar a tu ajetreada vida social para pasear a mi hermana. Como te he dicho, sólo es una cría. Sabes la cantidad de horas que voy a tener que dedicar a terminar el nuevo diseño. Los planes de expansión de la empresa dependen de ese proyecto. No quiero que ella se quede sola y aburrida en casa, y mucho menos quiero que salga sola por las noches.

Ty intentó aportar algo de lógica a la conmoción que sufría Mac.

–Estamos en Bainbridge Island, no en Seattle. No hay razón por la que no pueda salir sola.

–Una jovencita no debería ir sola por la calle –afirmó Mac, en un tono que no admitía discusión.

La frente de Ty se arrugó ligeramente. En su mente apareció la imagen de Angelina Coleman, la molesta niña que había conocido una vez en la casa de los padres de Mac en Portland, Oregón. Sacudió la cabeza y suspiró.

–Realmente no tengo tiempo para...

–¿Llego demasiado pronto para comer?

Ty se giró hacia donde provenía el sonido. Aquella voz sensual encajaba perfectamente con la preciosa rubia que estaba en la puerta. Una oleada de deseo sustituyó a la sorpresa inicial de Ty. ¿Podía esa impresionante mujer ser la misma persona a la que Mac había llamado «hermanita pequeña»?

Mac se acercó a ella apresuradamente.

–Angie.. ¿Ya es mediodía? –preguntó, consultando su reloj, avergonzado–. Se me ha pasado la mañana volando.

Ella le dedicó una sonrisa burlona.

–¿Por qué no me sorprende?

Recuperado de la sorpresa, Ty entró en acción. Tomó la mano de Angie, la besó en el dorso e hizo una reverencia.

–Angelina Coleman, Tyler Farrell, a tu servicio. Seguramente no lo recuerdes, pero nos conocimos hace algunos años.

Tyler sintió la energía que emanaba de sus manos unidas. Una ola de deseo subió por su brazo y se extendió por todo su cuerpo. La mirada decidida de ella, combinada con la expresividad de sus ojos verdes, provocó otro impulso que recorrió su cuerpo entero, una extraña combinación de lujuria y cautela.

–Desde luego que me acuerdo de ti. Fue hace catorce años, más o menos un mes antes de que Mac y tú os graduarais por la Universidad de Washington. Mac era el agonías, preocupado por los exámenes finales; yo era la esquelética niña de diez años con aparato en los dientes –una deslumbrante sonrisa iluminó su bello rostro–; y tú eras el estúpido arrogante.

Ty soltó su mano, se la llevó al pecho y dio un par de pasos vacilantes hacia atrás, como si hubiera sido herido de muerte, y su acción provocó la risa de ella. Era un sonido encantador, Tyler deseaba oírlo una y otra vez. Al romper el contacto físico con ella, una extraña sensación de pérdida se abrió paso en su interior. Las palabras de ella lo dejaron atónito, pero habían sido dichas como una broma, sin malicia. Al menos así fue como prefirió tomárselo él.

Se recuperó de la burla mientras hacía un reconocimiento del atractivo físico de ella. Calculó que medía más o menos un metro sesenta y cinco, perfecto para su metro ochenta. Su mirada se posó en aquellos cautivadores ojos y fue recorriendo todo su cuerpo hasta la punta de los pies. Una sonrisa de apreciación se formó en su rostro. Era una mujer perfecta.

Sintió una opresión en el pecho. La piel de su mano aún vibraba ahí donde había estado en contacto con la de ella. Forzó una tranquilidad que no sentía y le dirigió una sonrisa traviesa.

–Bueno... Me alegra ver que al menos uno de los dos ha mejorado con los años.

Angie metió las manos en los bolsillos de su pantalón, en un intento inconsciente de borrar la sensación del tacto tan estremecedor de aquel hombre. El brillo travieso en los ojos color avellana de él revelaba exactamente lo que estaba pensando. Ella había visto esa mirada en muchos hombres antes, pero nunca la había impactado tanto. Era una mirada que prometía muchas noches de placer sensual para la mujer que tuviera la suerte de compartir su cama.

También era una mirada que prometía diversión, la capacidad de disfrutar de las cosas cotidianas y de la vida en general, algo que Angie no había tenido en su vida durante el último año. Quería recuperar esa capacidad de alegría que había perdido, necesitaba sentirla de nuevo.

Tyler Farrell era un hombre muy desconcertante, pero había algunas cosas que ella no podía desestimar: había algo más que su aspecto de estrella de cine, su espeso pelo negro y su complexión atlética. Un escalofrío de anticipación recorrió su piel. Podía sentir una pasión que manaba de él y que la estremecía como nunca había sentido, y se negaba a desaparecer.

Angie miró a su hermano. Una mirada insegura y un breve gesto de desaprobación aparecieron en el rostro de Mac mientras su mirada se paseaba entre su socio y su hermana.

–Uhm... Angie... sobre lo de comer hoy... –comenzó Mac, inseguro.

Ty inmediatamente se hizo con el control de la situación.

–No le des más vueltas, Mac. Sé lo ocupado que estás con el proyecto. Será un honor para mí acompañar a Angie a comer en tu lugar –afirmó, mirando a la cautivadora mujer y volviendo la vista a su socio–. Lo hago por el bien de la empresa y por nuestros planes de expansión.

–No me gusta la idea de interrumpir tu horario, Ty. Os aseguro que puedo divertirme sola hasta que Mac llegue a casa esta noche.

La mención de Ty a los planes de expansión de la empresa no pasó inadvertida para ella. Con un poco de suerte, los proyectos de la empresa podrían encajar con su propia agenda, con el objetivo por el que se había mudado a Seattle: un plan que no había compartido con su hermano, aunque él era clave para su éxito.

Ty le dirigió una deslumbrante sonrisa y le guiñó un ojo.

–No digas tonterías. Nada es más importante que invitar a una bella y encantadora dama a comer –afirmó, despidiéndose de Mac según salía y captando su mirada de advertencia.

Ty acompañó a Angie hacia la salida del edificio. La opresión en su pecho aumentó al percibir su perfume. Una repentina ola de incomodidad lo dejó inquieto. Se sentía obligado a decir algo, aunque no sabía muy bien qué decirle a aquella cautivadora mujer que había logrado anular su labia y su encanto habituales. Respiró hondo. Puede que Mac aún la viera como una cría, pero Angelina Coleman era toda una mujer, hermosa y fascinante.

Volvió a tomar aire profundamente e intentó apartar de su mente los pensamientos lascivos que lo invadían. No tenía intención de ligarse a la hermana pequeña de Mac... de verdad que no. La opresión de su pecho aumentó. Sintió el calor en la parte inferior de su cuerpo. A pesar de que quisiera autoconvencerse de lo contrario, una pizza y un cine eran lo último en lo que estaba pensando.

Los pensamientos libidinosos que controlaban su mente y su cuerpo eran absolutamente inapropiados, dadas las circunstancias, pero ésa no era razón suficiente para que desaparecieran. Ella era la hermana de Mac, su «hermanita pequeña», como decía él con tono protector. Un tono relacionado con la mirada de advertencia que le había dirigido.

Ty se volvió hacia Angie:

–¿Nos vamos ya? Hay un restaurante pequeño y encantador cerca de aquí, podemos ir andando.

Pasearon por el muelle hacia el puerto. Aunque lo intentaba, Tyler no lograba apartar la vista de ella. Se recreaba en sus rasgos finamente esculpidos, en su nariz recta, en su deliciosa boca.

–¿Por qué me miras?

Las palabras de ella lo sorprendieron. Intentó encontrar alguna explicación plausible.

–Yo... Estaba buscando parecidos entre tú y Mac. Tenéis un aire de familia.

–Los dos nos parecemos a nuestra madre.

–No eres lo que yo esperaba –comentó Tyler, mientras la recorría con la mirada–. Recordaba la imagen de la niña de diez años.

Ella suspiró, en parte exasperada y en parte resignada.

–Ya, eso es lo que Mac también ve cada vez que alguien me nombra. Él y mi madre hacen lo mismo, ambos me tratan con condescendencia. Supongo que se explica porque soy la única chica, y además la más pequeña de la familia, con cinco hermanos mayores. Mac es el mayor, tiene trece años más que yo. Sigo confiando en que llegará un día en que dejen de tratarme como a una niña, pero creo que eso no va a suceder de momento.

Llegaron al restaurante. Era un soleado día de otoño y se sentaron en el porche sobre el muelle. Pidieron la comida y Tyler se recostó en el respaldo de su silla intentando dar sensación de relajado, algo muy lejano de la inquietud que sucedía en su interior.

–Y dime, ¿qué ha sido de tu vida desde que eras esa niña pequeña?

La boca de ella dibujó una sonrisa juguetona:

–Principalmente, he estado intentado que todo el mundo deje de verme como esa niña pequeña.

¿Se estaba riendo de él? Su mente estaba tan confusa que no sabía muy bien qué pensar. Volvió a recorrerla con la mirada, deteniéndose unos instantes en la forma en que la blusa moldeaba sus pechos. Después se centró en su seductora boca, una boca que estaba hecha para ser besada con pasión y a menudo.

–¿Y qué más has hecho, aparte de no seguir teniendo diez años? –insistió, con un tono en su voz, ronco y susurrante, que le disgustó.

Ladeó la cabeza y la miró a los ojos. Un estremecimiento de ansiedad le recorrió la espina dorsal seguido de un estremecimiento de inseguridad. Una pizza y una película con la hermana pequeña de Mac... ¿En qué se había metido? Ya no estaba seguro de aquello, en absoluto.

–Fui al colegio, luego al instituto y luego participé en un concurso de belleza en Oregón, en el que quedé segunda.

–Ah... Así que eres una reina de la belleza.

Una sombra de irritación cruzó el rostro de ella.

–No me importaba el título. Lo que yo quería era la beca para la universidad. Tenía algo de dinero ahorrado, pero no era suficiente, y quería pagarme el resto. Con la cantidad de asignaturas que quería cursar no habría podido trabajar durante la semana.

Aquello no era lo que Ty esperaba escuchar. Ella hablaba en serio, no como si fuera una charla sin importancia. ¿Era siempre así de seria? En el poco tiempo que la conocía, había demostrado que tenía sentido del humor. Él no estaba acostumbrado a tener conversaciones serias con mujeres.

–¿Y qué sucedió?

–Mac acudió en mi ayuda, como siempre ha hecho con cualquiera de la familia.

La camarera interrumpió la conversación al colocar la comida en la mesa. Angie la observó meditabunda, y cuando se marchó volvió a centrar su atención en Ty.

–Como Mac seguramente te habrá contado, nuestro padre murió cuando yo era muy pequeña y Mac aún estaba en el instituto. Mamá tuvo problemas económicos: criaba a seis niños ella sola, y el dinero nos llegaba muy justo. Después de graduarse en el instituto, Mac trabajó durante dos años para ahorrar el dinero que necesitaba para la universidad, por eso es dos años mayor que todos vosotros, los de su mismo curso –le dedicó una sonrisa burlona–, y desde luego mucho más maduro que la mayoría.

Ty volvió a representar como si hubiera sido un duro golpe para su ego, en parte en broma, pero consciente de la parte subyacente de realidad.

–Mac me ayudó cuando lo necesité –continuó Angie–. Se hizo cargo del resto de mis gastos de la universidad. Me licencié con matrícula de honor en Empresariales y Diseño Industrial.

Ty dejó escapar un silbido de admiración.

–Eso es un logro impresionante.

–Nunca hubiera podido hacerlo sin la ayuda de Mac. Siempre lo he admirado. Ha sido tanto mi hermano mayor como la figura paterna que nunca tuve. Siempre ha cuidado de mí –parpadeó para diluir las lágrimas que acudían a sus ojos–. Le debo mucho.

Lo que decidió no contarle a Ty fue que siempre se había sentido un poco intimidada por Mac y sus múltiples logros. Idolatraba a su hermano y sabía que nunca podría pagarle todo lo que había hecho por ella.

–Sí, Mac es muy generoso y entregado.

–Aparte de eso, durante los tres últimos años, después de licenciarme por la Universidad de Oregón, he trabajado en una empresa de diseño industrial en Portland. Desafortunadamente, era un trabajo que no me ofrecía ningún desafío ni ningún futuro.

«Por no mencionar a mi jefe, que creía que yo era parte de la decoración y nunca se tomaba en serio mi trabajo.»

Era un punto delicado para Angie, y una actitud que la molestaba profundamente. Quería ser tratada conforme a sus méritos, no a su belleza. Hubo un momento en que se planteó incluso teñirse el pelo para dejar de ser el blanco de todos los chistes sobre rubias tontas. Pero desestimó la idea enseguida: ella era como era y no iba a cambiar para gustarle a alguien cuya opinión no le importaba.

Ty activó toda su atención. De repente, ella era más que una increíblemente guapa participante de un concurso de belleza. Era inteligente y sabía expresarse, con un sentido del humor y un carácter abierto que le resultaban muy frescos, sobre todo comparados con la cantidad de mujeres pretenciosas con las que acostumbraba a salir.

–¿Tu familia está muy unida? –preguntó.

Era un área por la que él sentía curiosidad pero a la vez le hacía sentirse incómodo, ya que no tenía ninguna experiencia al respecto.

–Sé que Mac se siente muy cercano a su familia, aunque no os vea muy a menudo –continuó Tyler–, lo cual no me sorprende, dado que es un adicto al trabajo. Nunca se toma el tiempo necesario para sí mismo, tiempo para no hacer nada y divertirse.

Diversión... La palabra le llegó al alma a Angie. Observó a Tyler durante unos instantes. Le parecía que él sí que sabía cómo divertirse, y que era alguien con quien uno se lo pasaba bien.

–Sí. Somos una familia muy unida en nuestros corazones, aunque geográficamente estemos dispersos. Sólo uno de mis hermanos vive aún en Portland. Los otros se han mudado a otras partes del país para desarrollar sus carreras.

–¿Qué te gusta hacer para divertirte?

–Bueno... Me gusta ir a museos, conciertos, galerías de arte y al teatro. Y en cuanto a deportes, esquío, tanto en la montaña como en el agua. De hecho, me encanta todo lo relacionado con el agua. Y además me encanta viajar y conocer lugares nuevos.

Él asintió, de acuerdo con ella.

–Yo pondría navegar lo primero de la lista, lo cual es una suerte ya que nuestra empresa se dedica a diseñar y construir barcos «a la medida». Por lo demás, coincidimos en gustos.

Angie dio un par de bocados a su ensalada.

–Ya hemos hablado suficiente de mí –dijo, y lo miró interrogante–. ¿Y tú? ¿Cómo es tu familia?

Sus recuerdos de Tyler Farrell eran los de hacía catorce años. Hasta una niña de diez años podía reconocer a un estúpido arrogante y mujeriego. Y a juzgar por cómo la miraba, seguía siendo igual de mujeriego.

No tenía dudas sobre lo que Ty estaba pensando. El destello de malicia en sus ojos y su cautivadora sonrisa lo decían todo. Pero había algo más detrás de la fachada de tío bueno de Tyler Farrell. Ella percibía honestidad en él, en contraste directo con el brillo sexy de sus ojos y la imagen de playboy que parecía gustoso de cultivar. Era el tipo de honestidad que anunciaba que ella estaría a salvo de avances no deseados. Probablemente él intentaría ligar con ella, pero aceptaría un «no» por respuesta y no la presionaría. Y sucedería lo mismo aunque ella no fuera hermana de Mac, su mejor amigo y además Ty y él no fueran socios.

Sí, cuando ella tenía diez años pensaba que era un estúpido. Un cosquilleo de excitación le recorrió las entrañas, haciéndole consciente de lo atractivo que lo encontraba después de esos años. Habían pasado seis meses desde que ella rompiera su compromiso con Caufield Woodrow III, el hombre con quien su madre insistía que debía casarse. Tenía de todo: dinero, buena familia, posición social y un futuro garantizado. Era un hombre que le hubiera dado cualquier cosa que ella deseara. Pero Angie no había estado de acuerdo con aquello: puede que le hubiera dado cualquier cosa material, pero nunca había tenido consideración por lo que ella quería en la vida, él sólo tenía en cuenta sus propios deseos.

Y no sabía divertirse. Cuando estaba con él, Angie nunca reía. Y le gustaba reír. Siempre era todo tan serio con él... Todo tenía que estar planeado de antemano, no conocía la espontaneidad. Había sido una relación agobiante, que la había asfixiado bajo un manto creado por él, hasta el punto en que ella empezó a ahogarse.

Angie apartó esos pensamientos de su mente. Era el pasado y no quería volver sobre ello. Se sentía aliviada de haber escapado de aquella relación.

–Mi familia... –comenzó Ty.

Inspiró hondo, mantuvo el aire un momento y luego exhaló. La palabra «disfuncional» acudió inmediatamente a su cabeza. Él era hijo único criado entre dinero y privilegios, pero eso no sustituía el tipo de cercanía que Mac tenía con su familia y que Angie acababa de describir. El mayor recuerdo que tenía de cuando era pequeño era las constantes peleas entre su madre y su padre. Al final, se divorciaron cuando él estaba en el instituto, pero los enfrentamientos continuaron.

Luego estaba su desastroso matrimonio durante dos años, al poco tiempo de terminar la universidad. Era raro el día en que no tenían alguna discusión, o que no estaba lleno de tensión. ¿Una familia? Un matrimonio feliz y lleno de amor, y una familia unida, eran algo que él nunca había conocido. Hubiera dicho incluso que no existía, si no fuera porque conocía a Mac y a su familia. Pero el matrimonio y la intimidad emocional eran algo que él nunca conocería y que no quería intentar experimentar con una nueva relación; sabía que el intento estaría maldito desde su comienzo.

Desplegó lo que esperaba que fuera una sonrisa confiada.

–Fui hijo único, nacido y criado en Seattle. Mis padres vivían en Seattle, mi madre en Bellevue y mi padre en Mercer Island. Esto es todo.

–Qué breve –contestó ella, devolviéndole la sonrisa y haciéndole saber que no le había ofendido su respuesta evasiva, aunque le resultó desconcertante.

La comida continuó por derroteros más cómodos. Después del momento inicial de conocer un poco más el uno del otro, la conversación derivó hacia temas más superficiales y las siguientes dos horas estuvieron repletas de risas y diversión. Ambos se relajaron y disfrutaron del precioso día. Terminada la comida, volvieron caminando hacia la oficina.

–¿Sabes? Mac va a estar muy ocupado durante los próximos días. Mi agenda es mucho más flexible que la suya, así que estaría encantado de acompañarte y enseñarte esto un poco –comentó Ty, y al mirarla a los ojos, una ola de deseo le recorrió el cuerpo–. Siempre que no te importe esta sustitución de último momento.

Ese instante de contacto visual con él le hizo saber más de lo que ella quería sobre el magnetismo sexual de Tyler Farrell. Un estremecimiento de inquietud reclamó su atención.

–No, no me importa... –contestó.

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Tyler intentó acallar los sentimientos que lo invadían, sobre todo la lujuria. Pero había algo más, algo que no lograba definir; algo que le ponía nervioso. Centró su atención en aquella boca perfecta, sus labios ligeramente entreabiertos, ligeramente rosados. Se sintió impulsado contra su voluntad consciente.

Acercó su rostro al de Angie. Comenzó como un roce inocente de sus labios contra los de ella, pero encendió un deseo salvaje. La rodeó con sus brazos y cubrió su boca con un beso que revelaba toda la pasión que corría por sus venas. Ella se puso rígida.

El pánico hizo volver a la realidad a Ty. ¿Acababa de cometer el error más terrible de su vida? ¿Iba a tener aquello peores consecuencias de lo que nunca habría imaginado, tal vez incluso perder la amistad de su mejor amigo y socio?