Una nación llamada Venezuela
 
GERMÁN CARRERA DAMAS
 

Nota del autor a la sexta edición

Llega a su sexta edición esta obra, publicada inicialmente en 1980[1]. Cumpliendo sus normas, la Editorial Alfa me impuso la tarea de que diese «una lectura» al texto de la quinta edición; innovación que rompió con la práctica del hecho cumplido seguida en todas las ediciones que precedieron a la actual, las cuales solo en unos casos me dieron espacio a notas de autor, referidas a lo que recordaba de mis exposiciones. No acierto a calificar el resultado. Pido al lector que me ayude a hacerlo. Con ese fin le entrego la presente confidencia, que probablemente le sorprenderá: nunca había leído el texto; y esto no por obedecer a mi temor de autor, como me ha ocurrido con otras de mis obras luego de mi corrección de pruebas, sino porque las charlas-conferencias que integran este volumen nunca fueron escritas. Forman una serie semanal de charlas-conferencias encomendadas de urgencia, iniciadas el 14 de febrero de 1974, cubriendo la ausencia del expositor originalmente previsto y anunciado. Digo charlas, porque no fueron escritas; y digo charlas-conferencias, porque en las exposiciones utilicé sumarios esquemas y algunas citas referenciales escritas.

Me hallaba en la Gran Bretaña desempeñando la Cátedra Simón Bolívar en la Universidad de Cambridge, en el lapso 1978-1979, cuando me enteré de que la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, organizadora del ciclo de charlas-conferencias, no solo las había hecho grabar sino que dispuso hacerlas transcribir con el fin de publicarlas. Quizás consideré obvio que me harían revisar el texto. Pensé que de esa manera las charlas-conferencias adquirían otra condición y me sentí obligado a revisar el manuscrito resultante. Nada sucedió. Llegué a pensar que el propósito no pasaría de serlo, de manera que apenas estuve de regreso a Caracas acudí a la Dirección de Cultura con el fin de solicitar la transcripción. Mi buen amigo, el profesor Gustavo Arnstein, me respondió entregándome un ejemplar de la obra impresa, que cumplidamente agradecí.

Las siguientes ediciones reprodujeron la primera, que nunca leí, mas no por fiel observancia del primordial precepto de que el más grave pecado que puede cometer un historiador es violar la integridad de un documento, porque debe tener presente que lo publicado adquiere la condición de documento. Los respectivos editores no me brindaron la oportunidad que ahora disfruto.

De allí que cuando atendí la solicitud de Editorial Alfa lo hice creyendo que, salvo puntuales ajustes de estilo, y muy breves y no menos puntuales de concepto, se reproduciría con fidelidad, estructural y argumental, el texto de la primera edición, conservado también en las siguientes. Pero, al advertir errores de transcripción y algunas flaquezas argumentales, opté por pecar, infringiendo, espero que moderadamente, lo que asenté en mi «Nota a la cuarta edición», aquí reproducida; si bien respetando la estructura metódica y el entramado conceptual, aunque ello implicase abstenerme de introducir enmiendas que hoy estimaría oportunas mas no imprescindibles. Me consuelo pensando que las habría hecho si hubiese tenido ocasión de leer la transcripción.

No obstante –y quizás como compensación al lector–, he considerado razonable permitirme añadir una adenda que complementa el sentido general de la obra. Aporta una prueba de que en la década 1936-1946 pudo debatirse sobre la manera de estimular la formación de la Nación, como concepción socio-histórica, y sobre las decisiones políticas a ello conducentes.

Caracas, agosto de 2016

Notas

1. Una nación llamada Venezuela (Proceso socio-histórico de Venezuela, 1810-1974). Ediciones de la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1980; 2.ª edición, 1984; 3.ª edición, 1988; 4.ª edición, 1991; 5.ª edición, 1997; y 1.ª reimpresión, 2006, por Monte Ávila Editores.

2. Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1980.

3. Monte Ávila Editores, Caracas, 1984.

4. Monte Ávila Editores, Caracas, 1988.

5. 14 de febrero de 1974.

6. Véase: Germán Carrera Damas, «Visión histórica de Venezuela». Temas de historia social y de las ideas (Colección Temas). Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1969, pp. 23-24.

7. Véase: Germán Carrera Damas, La dimensión histórica en el presente de América Latina y Venezuela (Serie Varia, vol. X). Escuela de Historia de la UCV, Caracas, 1972, pp. 14-15.

8. Ibídem, p. 14.

9. Ibídem, pp. 14-15.

10. Ibídem, p. 46.

11. Esta charla-conferencia se basa en mi obra La crisis de la sociedad colonial venezolana (Cuadernos de Difusión N.º 5). 2.ª edición. Monte Ávila Editores, Caracas, 1983.

12. Véase mi obra titulada La disputa de la Independencia y otras peripecias del método crítico en historia de ayer y de hoy. Ediciones Ge, Caracas, 1995.

13. Antonio Arellano Moreno, Guía de historia de Venezuela. Caracas-Madrid, Ediciones Edime, 1955, p. 79.

14. Véase mi obra titulada Colombia, 1821-1827: Aprender a edificar una república moderna liberal. Demolición selectiva de la Monarquía, instauración de la República y reanudación política de la disputa de la Independencia. Fondo Editorial de Humanidades y Educación. UCV-Academia Nacional de la Historia, Caracas, 2010.

15. A este respecto véase mi obra titulada El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela. Instituto de Antropología e Historia de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV, Caracas, 1970. 2.ª ed.: ebuc, Caracas, 1973. 3.ª ed.: Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1978. 4.ª ed.: Editorial Grijalbo, Caracas, 1989. 5.ª ed. Editorial Alfadil, Caracas, 2003. 6.ª ed., Editorial Alfadil, Caracas, 2008. 7.ª ed.: Editorial Alfadil, con prólogo de John Lynch, Caracas, 2013.

16. Véase mi obra, citada, El culto a Bolívar…

17. Véase mi obra, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la Historia de las ideas en Venezuela.

18. Véase mi obra titulada: Boves, aspectos socioeconómicos de la Independencia. 2.ª ed. (1.ª edición separada). Ministerio de Educación, Colección Vigilia N.° 14, Caracas, 1968. 3.ª ed. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1972. 4.ª ed. Monte Ávila, Caracas, 1991. 5.ª ed. Academia Nacional de la Historia, Caracas, 2009.

19. Antonio Arellano Moreno, ob., cit., p. 73.

20. Se refería a la Revolución de marzo, encabezada por el general Julián Castro, para derrocar el régimen del general José Tadeo Monagas.

21. Mas no sobraría adelantar otra explicación de esta fraudulenta interpretación histórica: ¿habrá resultado de la circunstancia de haber sido propuesta por la naciente historiografía marxista de manual, en momentos cuando la III Internacional lanzó la obligatoria consigna de «la revolución agraria antiimperialista», y el naciente Partido Comunista de Venezuela necesitaba de un líder agrarista, y se llegó al exceso de tener que escoger entre dos candidatos a parangonarse con Emiliano Zapata: José Tomás Boves y Ezequiel Zamora?

22. Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela (1829-1860). Enajenación y arrendamiento de tierras baldías. Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV, Caracas, 1971, vol. I, pp. 289-290.

23. «Foro sobre la historia política de Venezuela desde 1936». Dirección de Cultura de la UCV, 24 de octubre de 1973.

24. Recuérdese que esto fue dicho en 1974, y que la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre) fue decretada una década después, el 12 de diciembre de 1984, con el encargo de proponer medios y procedimientos que condujesen a «La modernización del Estado y la profundización de la Democracia». La Comisión presentó el Proyecto para la reforma integral del Estado, el 1.º de noviembre de 1988.

25. La charla-conferencia fue dictada en el 17 de abril de 1974.

26. Enrique Pérez Dupuy, El liberalismo creador frente al socialismo destructor. Caracas, 1954, p. 129.

27. El desarrollo de este tema consiste en una glosa de un capítulo de mi obra Historia contemporánea de Venezuela (Bases metodológicas). Colección Historia, 2.ª edición, N.º VI. Ediciones de la Biblioteca Central de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1979.

28. Enrique Bernardo Núñez, Bajo el samán, p. 146.

29. Geoffrey Barraclough, Introducción a la historia contemporánea. Editorial Gredos, Madrid, 1965, p. 23.

30. Reunido en Caracas, el 26 de noviembre de 1972.

31. «Simón Rodríguez: hombre de tres siglos». Validación del pasado. (Colección Temas, N.º 65). Ediciones de la Biblioteca Central de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1975, pp. 34-35.

32. El 5 de junio de 1963.

33. Dimensión y urgencia de la idea nacionalista. Ed. Bitácora, Madrid, 1953, p. 16.

34. Conferencia dictada en el Auditorio Arturo Uslar Pietri, de la Universidad Metropolitana. Caracas, 24 de febrero de 2016.

35. Rómulo Betancourt, Antología política, vol. tercero, 1941-1945.

36. Adaptado del borrador de mi obra titulada Rómulo histórico, que puede consultarse en la página web www.fundacionromulobetancourt.com

37. Pretendo fundar esta aserción en el conocimiento adquirido como miembro del Buró del Comité científico internacional encargado de la nueva edición de la Historia de la evolución científica y cultural de la Humanidad, dispuesta, patrocinada y editada por Unesco. En la elaboración de dicha obra, cuya versión en inglés fue editada, en siete volúmenes, por la casa británica Rutledge, en 2008, fui además coeditor del volumen VI, El siglo XIX, y autor de las conclusiones del mismo (pp. 561-567).

Índice de contenido
Nota del autor a la sexta edición
Nota del autor a la quinta edición
Nota del autor a la cuarta edición
Prólogo / Elio Gómez Grillo
Charla-conferencia introductoria
Proposición de una perspectiva integral del proceso socio-histórico venezolano: consideraciones de método y de criterio
Primera charla-conferencia
La crisis de la sociedad implantada monárquica colonial: el agotamiento de los factores dinámicos de la implantación y la ruptura del nexo colonial (1800-1830)
Segunda charla-conferencia
La crisis de la sociedad implantada: la formulación del proyecto nacional (1830-1870)
Tercera charla-conferencia
El primer intento de modernización como búsqueda de una salida a la crisis de la sociedad implantada (1870-1900)
Cuarta charla-conferencia
La concentración nacional del poder en el marco de la búsqueda de una salida a la crisis estructural de la implantación. Actualización de factores dinámicos (1900-1940)
Quinta charla-conferencia
Reanudación y desarrollo dependiente de la implantación: reformulación del proyecto nacional liberal (1940-1958)
Sexta charla-conferencia
Tardía institucionalización del Estado liberal democrático en el marco del desarrollo dependiente de la implantación (1958-1974)
Séptima charla-conferencia
Problemas históricos de Venezuela contemporánea. Proposición metodológica prospectiva del proceso socio-histórico de Venezuela contemporánea
Adenda
De la siembra del petróleo a la siembra de la nación
Notas
Créditos

Nota del autor a la quinta edición

Ratifico todos y cada uno de los términos de la «Nota del autor a la cuarta edición». ¿Por qué, entonces, una nota a la quinta edición? No es fácil dar una respuesta a esta pregunta, sinceramente formulada, pero lo intentaré, si bien para hacerlo debo referirme a los dos últimos párrafos de la séptima charla-conferencia. En ellos esbocé el que consideraba que representaría un cambio necesario e inminente en el funcionamiento de nuestra sociedad. Consistiría en que la política habría de ser, cada día más, un ejercicio de administración de recursos, escasos o agotables. Con ello nuestra vida social y política habría de ganar en el ejercicio de la responsabilidad y en la práctica de la eficiencia.

Hoy creo que este elemental ensayo de prospectiva histórica se ha visto comprobado por la realidad de nuestro acontecer social y político. Recursos acerca de cuyo agotamiento cercano se nos advirtió reiteradamente, como el agua, plantean, por lo azaroso de su disponibilidad, graves y crecientes problemas a extensas regiones del país. El agotamiento de la tierra urbanizable, en torno a las grandes concentraciones de población, conduce a la destrucción de tierras agrícolas, que son de suyo cada día más escasas por obra de la erosión. Los fondos marinos cercanos a las costas venezolanas, nunca tan ricos en pesca como se creía, se convierten en desiertos; los raleados bosques se repueblan, en el mejor de los casos, de mezquinos arbustos. Los orgullosos grandes ríos, despoblados de su fauna, padecen los efectos de la deforestación de las cabeceras y, por lo general, han olvidado la limpidez de sus aguas.

Pero, ¿y la esperada respuesta de la sociedad? No es cuestión de entregarnos al pesimismo, que no ha estado a la altura del reto, y desesperando de que llegue a estarlo. Pero sí cabe decir que no ha sido todo lo empeñosa y eficaz que la tarea por realizar requiere. Y, por lo que es todavía más significativo: esa respuesta de la sociedad, que ha demostrado su poder allí donde se ha expresado su acción, por ejemplo en una relativa recuperación de la fauna y en la detención de la deforestación de la ciudad de Caracas, pugna todavía por generalizarse y perseverar.

Dije en mi mencionada charla-conferencia, y lo reafirmo ahora, que cabía esperar una respuesta de la sociedad a los nuevos y crecientes problemas del género mencionado. No dije que esa respuesta habría de ser de los gobiernos. Quizás hablé de esa manera porque comenzaba a comprender lo que ahora tengo muy claro: la naturaleza y la vastedad de los problemas, ya entonces enunciados y ahora corroborados, hacen que solo la sociedad, informada y consciente, pueda enfrentarlos. Pero, a su vez, la capacidad de acción de la sociedad dependerá del grado de conocimiento divulgado, adquirido y asimilado, sobre los agravados problemas al que ella puede llegar. El que pueda lograrlo en el grado necesario supondría el desarrollo de una vasta, intensa y sostenida formación escolar, técnica, científica y política.

Pero la capacidad de acción de la sociedad, así armada, requiere a su vez el que llegue a manifestarse como una conducta social, espontánea, sostenida, intolerante con las transgresiones, exigente en el ejercicio de la responsabilidad, propia y de los demás. En suma, la acción de la sociedad debe desprenderse de una profunda democratización de la vida social y política.

En síntesis, lo que ahora creo que quise decir y que apenas logré asomar es que la tarea urgentemente planteada a la sociedad es la de convertirse en una sociedad genuinamente democrática. Para llegar a ello le será necesario superar la etapa de la democracia inducida desde el poder público; como también la de la democracia practicada con olvido de la responsabilidad social, y practicar la democracia entendida, por fin, como el ejercicio responsable de la libertad, tanto frente a los demás hombres como en las relaciones con nuestro entorno natural.

Praga, mayo de 1997

Nota del autor a la cuarta edición

En la primera edición de esta obra[2], luego de la mención «Serie de charlas-conferencias» puesta en la portadilla, incluí la siguiente advertencia editorial que creo oportuno recordar: «El lector debe tener presente que bajo la denominación ‘Serie de charlas-conferencias’ encontrará, en realidad, un conjunto de charlas dictadas con apoyo en esquemas y en contadas referencias bibliográficas. Esto explica el escaso aparato crítico y las características formales de los textos, publicados en una versión muy próxima de las grabaciones. Por último, cabe recordar que las charlas fueron dictadas semanalmente, a partir del 14 de febrero de 1974». Esta advertencia fue suprimida, por razones editoriales, en la segunda edición[3] y en la tercera[4].

El que esta obra llegue a su cuarta edición en poco más de una década me causa asombro, como me lo causó en su momento la asiduidad y el número creciente de quienes escucharon las charlas (llegaron a ser unos trescientos en la última, lo que obligó a buscar espacios mayores). El interés de los asistentes quedó demostrado también por el número y la calidad de las preguntas que formularon, las cuales no fueron recogidas. Ignoro la razón de ello.

Pero quiero volver a la advertencia editorial. En ella se destacan dos hechos: en primer lugar, la escasez de lo que entonces denominé «aparato crítico»; y en segundo lugar, el hecho de que se publicase una versión muy próxima de las grabaciones.

Formalmente, una de las diferencias entre una charla-conferencia y una charla consiste en que esta última prescinde de la metódica fundamentación documental que la primera requiere. Asimismo, la charla-conferencia ha de consistir en un escrito, si bien se admiten interpolaciones. Los textos que integran este volumen son el resultado de una ligera corrección formal de las grabaciones. Conviene tener esto en cuenta no solo como un llamado a la benevolencia del lector cuando tropiece con accidentes formales; conviene tenerlo en cuenta, también, al evaluar críticamente los contenidos conceptuales. Ante algunas formulaciones, el lector podrá optar entre calificarlas de ligeras y suponerles una fundamentación y una elaboración más ricas de lo demostrado. Me acojo a esta última apreciación.

En efecto, si bien siempre me he negado la posibilidad de hacer lo que suele llamarse, impropiamente, «una reflexión libre» sobre mi país, no ignoro la conveniencia y la legitimidad de ofrecer sobre él un pensamiento aligerado de lo que los metodólogos denominamos «aparato crítico»: es decir un denso conjunto de referencias documentales, testimonios, estadísticas etc., que sin duda son consubstanciales con el ejercicio historiográfico científico.

El mismo sentido de la ética intelectual que me prohíbe incurrir en ligereza consciente al formular juicios sobre mi país me obliga a preguntarme sobre la vigencia que puede tener hoy una visión del proceso socio-histórico de Venezuela como Nación elaborada y expuesta hace más de quince años. Al intentar dar una respuesta a esta pregunta se me ocurre proponer la siguiente: cuando el estudio histórico consiste en la identificación de las constantes que conforman el largo período (dentro de la relatividad de este concepto aplicado a nuestra historia), es posible aspirar a una vigencia prolongada de los resultados.

Obviamente, la vigencia prolongada a que me refiero no pretende apoyarse en la abusiva presunción de que «nada ha cambiado». De ninguna manera. Se apoya en una determinante característica del estudio histórico integral: el lapso cronológico tomado como referente participa de tal conceptualización, hasta el punto de que no sería procedente intentar una simple prolongación de ese lapso con el fin de actualizar la obra. Muy probablemente, la nueva determinación del lapso, tomando como hitos 1810 y 1991, impondría la necesidad de reformular algunos conceptos, entendiendo por ello no necesariamente su substitución por contrarios. Tendrían que ser, también probablemente, comprensivos del inicio de nuevos y acelerados procesos, así como de la interacción de estos con las constantes que conforman la estructura de la obra. Bastaría mencionar, tan solo, la reorientación de la política económica y la puesta en marcha del proceso de reforma del Estado.

Pero esta operación equivaldría a elaborar un nuevo libro. Y esto significaría decidir la caducidad de una obra cuya vigencia parece reconocida por el hecho de entrar en su cuarta edición.

Berna, julio de 1991

Prólogo

Pocas satisfacciones más profundas, más verdaderamente regocijantes en nuestro paso por la Dirección de Cultura de esta Universidad que esta que nos está haciendo experimentar hoy el sencillísimo acto que estamos celebrando. Inauguramos hoy la cátedra libre «Venezuela». Iniciamos este cabildo universitario en el cual el tema preferente será Venezuela. La pasión, el goce y el dolor de la patria de todos en la palabra de un hijo de ella en el escenario universitario. Sé muy bien que la ocasión se presta para pobres sentimentalismos patrioteros, pero no se incurre en ellos al evidenciar mi legitima emoción universitaria y venezolana en el momento en que estamos en este rincón de trabajo, al cual vendremos una y otra vez a participar en un diálogo de buena fe para la mejor comprensión inteligente y, por qué no, también para la mejor querencia del corazón venezolano. Porque la cátedra libre «Venezuela», que tendrá carácter de ininterrumpida permanencia, será un laboratorio objetivo del quehacer, del hacer y del deshacer de nuestra tierra. Toda la vicisitud hermosa, desgarrada y contradictoria de la patria y que uno de nuestros escritores resumía con aquella frase, de que «lo que ocurre en Venezuela es que ella es la víctima de la lucha entre la gasolina y el malojo». Más o menos lo que historiaba Andrés Eloy Blanco cuando decía «que desde hace cien años los hijos de Venezuela no se han muerto sino de dos enfermedades fundamentales: del estómago y del corazón, es decir de hambre y de susto». Esta cátedra libre «Venezuela» es la idea inicial de nuestro rector, el Dr. Rafael José Neri, quien me ha encargado presente su disculpa ante ustedes por hallarse imposibilitado para acompañarnos esta noche acá. La Dirección de Cultura, al hacer realidad esta cátedra, satisface no solo una proposición rectoral sino que también trata de contribuir a levantar la deuda que nuestras universidades, que nuestro ser cultural todo, tiene contraída con la nación venezolana. Porque somos dados a penetrar el ser nacional al través de la vigilia de la garita agresiva de cada uno, tratando de descubrir en la vida del país el rasgo que se adecúa a nuestro mejor logro personal o que más favorablemente se presta para el manejo del escalpelo implacable de la negación fatalista. La Universidad Central tenía que ofrecerle a su juventud y a la del país y a los venezolanos todos que integran su pueblo, tenía que ofrecerles, digo, esta asamblea crítica, sostenida, de análisis serio, científico, de nuestra verdadera realidad; de escudriñamiento del destino venezolano por la vía del estudio y por la vía del trabajo. Tarea tan delicada debe y deberá confiarse a mentes entendidas y a manos responsables. Dentro de imperativo de tal nivel de exigencia, está la elección del Dr. Germán Carrera Damas para que sea él el profesor que inaugure la cátedra libre «Venezuela». Su trayectoria de universitario y de historiador, su obra académica y su obra escrita, la enjundia y la penetración bien documentada de sus trabajos históricos, su altura y la inteligente calidad de sus planteamientos, no ceñidos ni cernidos por estereotipos de secta, son algunas de sus credenciales intelectuales. Si el ser profesor de la cátedra libre «Venezuela» es un alto honor universitario y venezolano, también la cátedra se honra al contar para su nacimiento con la colaboración, desde luego que desinteresada, de un compatriota y compañero eximio como el Dr. Germán Carrera Damas. Una nación llamada Venezuela ha titulado el profesor Carrera Damas su ciclo de deposiciones históricas, el cual se inicia hoy cuando, a manera de charla-conferencia introductoria, desarrolla el tema acerca de la proposición de una perspectiva integral del proceso histórico venezolano con consideraciones de método y de criterio.

Al agradecer al profesor Carrera Damas su colaboración tan espléndida como valiosa y al expresar a toda la audiencia mi reconocimiento sincero por vuestra presencia acá, quiero concluir significando el anhelo de que esta cátedra, hoy libre, sea en un futuro cátedra obligatoria para todo estudiante universitario que curse en universidad venezolana. Y termino reiterando lo que al comienzo traté de describir. Traté de decir que entre las más hermosas, limpias razones para sentirme orgulloso de mi paso por la Dirección de Cultura de la Universidad estará siempre el hecho de la creación de esta cátedra libre «Venezuela». Y digo, además, que cuando, despojado ya de esta condición directiva cultural universitaria, vuelva a ser profesor de la Universidad, un universitario más, será una de mis mayores satisfacciones la de solicitar inscripción como alumno de esta cátedra libre y sentarme acá a disfrutar universitaria y venezolanamente de la emoción de oír, ver y aprender lo que aquí habrá que oír, que ver y que aprender del alma eterna de la patria. Señoras y señores, queda inaugurada la cátedra libre «Venezuela».

Elio Gómez Grillo

Charla-conferencia introductoria

Proposición de una perspectiva integral del proceso socio-histórico venezolano: consideraciones de método y de criterio

Agradezco muy sinceramente las palabras del ciudadano director de Cultura. Espero que las mías no queden muy por debajo de las expectativas que él ha sabido despertar en ustedes. Agradezco a la Dirección de Cultura el haberme designado para inaugurar la cátedra «Venezuela». Estimo que esta es una circunstancia honrosa y obligante.

Es una circunstancia honrosa por dos razones fundamentales: marca el inicio, como acaba de decirlo el doctor Gómez Grillo, de un esfuerzo sistemático que ha resuelto realizar la Dirección de Cultura, con el objeto de propiciar la exposición y confrontación de los conocimientos formados acerca de nuestra nacionalidad. Destacados investigadores tendrán a su cargo el desarrollo de los diversos aspectos de ese conocimiento. Considero que es una circunstancia honrosa, también, porque marca el inicio de la realización de una idea concebida y alentada por el ciudadano rector, quien así da nueva demostración de una inquietud venezolanista que lo ha caracterizado por siempre.

Es una circunstancia que califico de obligante también por dos razones. La primera tiene que ver con el alcance que se ha señalado a la labor que debo realizar. Esa labor consiste en ofrecerles una presentación socio-histórica prospectiva de Venezuela, en el lapso comprendido entre 1810 y nuestros días[5], que sirva de marco general para los desarrollos sectoriales a que me he referido y que estimule el interés de ustedes y los induzca a participar activamente en una empresa de comprensión de nuestra nacionalidad, vista como objeto de conocimiento, como objeto de reflexión y como objeto de pasión. La segunda razón que hace obligante esta circunstancia se refiere a mi calificación para realizar la tarea que se me ha señalado. Al respecto solo puedo decir que otros tienen tantos o más títulos que los que puedan juntarse en mis dieciséis años de cátedra y en alguna obra publicada. Quizás la única justificación válida sea la de mostrarme consecuente con la determinación, tomada hace ya muchos años, de no eludir jamás un compromiso universitario.

¿Cómo encaro el cumplimiento de este compromiso, honroso y obligante? Lo hago sin sustraer mi ánimo ni mi intelecto a ninguno de los tres modos de acercamiento a Venezuela de que he hablado. Venezuela es para mí objeto de conocimiento, es objeto de reflexión y es objeto de pasión. A ustedes les corresponderá hacer críticamente los deslindes que estimen necesarios. Sobre esta base intentaré hacer una presentación del proceso socio-histórico venezolano que responda a tres criterios:

En primer lugar, ha de ser una presentación analítica. En consecuencia, estará animada de una aspiración de inteligibilidad creciente, y para ello será forzoso centrarme en la captación de las líneas fundamentales del proceso socio-histórico. Ineludiblemente, los componentes descriptivos y narrativos no ocuparán, en ningún momento, el primer plano. Manejaré datos y haré referencias históricas completas, pero solo como apoyo de generalizaciones cuya fundamentación, lamentablemente, no podré ofrecer en detalle.

En segundo lugar, ha de ser una presentación integral, cual corresponde a mi concepción de la historia como ciencia social integral. Esto significa que intentaré mantenerme dentro de una visión unitaria del proceso socio-histórico, lo que me llevará a manejar conocimientos que algunas personas podrían juzgar extraños al ámbito de «lo histórico propiamente dicho» y que los especialistas tratarán con más propiedad al particularizarlos. Mi objetivo será integrarlos en una visión unitaria del hecho social. Pero ha de ser una visión integral, también, en el sentido de que ha de corresponderse con el alto nivel de contemporaneidad que constituye una de las características del proceso socio-histórico de Venezuela, como explicaré más adelante.

Por último, ha de ser una visión integral también en el sentido de situar el conocimiento de lo venezolano en contextos de reflexión más amplios, que permitan una ajustada percepción de lo específico de nuestra nacionalidad.

Pero ha de ser, igualmente, una visión sintética del proceso socio-histórico venezolano, y esto tanto por el deseo de centrar la atención en las grandes líneas definitorias de ese proceso, como por las limitaciones derivadas del corto tiempo de que dispondré. Consecuentemente, me veré obligado a formular, casi como si fueren postulados, cuestiones que exigirían desarrollo considerable. Como mal podría prevalerme de un criterio de autoridad que rechazo por anticientífico, espero que las discusiones compensen en parte esta ineludible deficiencia.

Planteado de esta manera, el objetivo de estas charlas-conferencias constituye un reto acerca de cuyas dificultades no cabe engaño; reto del cual puedo decir que está muy lejos de ser un ejercicio académico o una tarea de investigación cuyo fin se realice en sí mismo. No sería exagerado afirmar que este objetivo se corresponde con el problema fundamental que tienen planteado las ciencias sociales, tanto respecto de la América Latina como respecto de cada una de las sociedades que la integran.

Así, en las casi tres décadas transcurridas desde la Segunda Guerra Mundial, se han acentuado los esfuerzos por producir una «teoría de América Latina» que responda a estas exigencias básicas:

En primer lugar, debe recoger los cambios socio-históricos ocurridos desde el momento cuando se produjo la primera teoría orgánica de las sociedades latinoamericanas. Me refiero a la teoría formulada en la coyuntura de los siglos XVIII y XIX, como ideologización de la crisis de las sociedades implantadas coloniales latinoamericanas, es decir, la llamada «ideología de la emancipación».

En segundo lugar, la nueva teoría de América Latina debe superar los localismos en los cuales naufragaron los intentos, realizados a lo largo del siglo XIX, de explicar el proceso socio-histórico de esas sociedades. En contrapartida, la teoría procurada deberá escapar, también, de la fácil y mecánica adopción de fórmulas teóricas generadas en función de realidades socio-históricas no americanas.

En tercer lugar, la nueva teoría de la América Latina deberá consistir en una interpretación de su proceso socio-histórico que la sitúe, sin pérdida de su especificidad, en contextos más inclusivos, cuyo condicionamiento es también factor de esa especificidad.

Por último, la nueva teoría de la América Latina debe permitir la fundamentación de modos de conducta política que ayuden a las sociedades latinoamericanas a promoverse a nuevos y más altos niveles de desarrollo, lo que se corresponderá, esencialmente, con el objetivo de la teoría formulada en la coyuntura de los siglos XVIII y XIX. En otras palabras, ha de ser una teoría para la acción transformadora.

Pretendo que la formulación de esta suerte de «teoría integral de la América Latina» se plantea como necesidad histórica, en términos equivalentes, en cada una de las sociedades que la integran; y por consiguiente también en la sociedad venezolana.

Pretendo, igualmente, que la formulación de esa suerte de «teoría integral de la América Latina» y, por lo dicho, de cada una de las sociedades que la integran, ha de basarse en una perspectiva histórico-científica del proceso socio-histórico, lo que representa un tremendo reto para historiadores y científicos sociales en general.

En el caso del proceso socio-histórico de Venezuela, ese reto se plantea en términos de la insuficiencia de los materiales o insumos científicos hoy disponibles. Se plantea, también, en términos de las dificultades operativas suscitadas por los marcos conceptuales habitualmente manejados.

En cuanto a los materiales o insumos científicos, séame permitido recordar unas palabras que pronuncié en esta sala, también bajo los auspicios de la Dirección de Cultura, el 17 de octubre de 1966. Debía entonces ofrecer, como charla, una «visión histórica de Venezuela». Luego de mucho reflexionar me sentí obligado a comenzar con estas palabras:

«Creo que nunca antes me había visto en trance comparable. Ofrecer una visión histórica de Venezuela es todavía más difícil que formársela: a los «trabajos de la concepción» se añaden los de la expresión, necesariamente limitada y forzosamente selectiva en cuanto a los aspectos por destacar. Es más, y ello sea dicho con el debido respeto y la ponderada admiración de que son merecedores quienes han cultivado la Historia en Venezuela, dudamos de que tal visión histórica de Venezuela, en cuanto deba tener de sintética y de significativa, pueda hacerse apropiadamente en el estado actual de los estudios históricos venezolanos y venezolanistas.

»Decir que conocemos mal nuestro país, desde el punto de vista histórico, no es otra cosa que reconocer la existencia, en este terreno, de una situación comparable a la que impera en otros campos del conocimiento referidos a Venezuela. Circunstancia esta que se consigna sólo con el fin de establecer, objetivamente, el punto de partida del somero esquema que habré de esbozar...

»El hecho de que conozcamos mal a Venezuela puede explicarse históricamente, aun a riesgo de caer en generalizaciones un tanto aventuradas. Globalmente, diría que conocemos mal a Venezuela porque durante casi un siglo, el XIX, la conciencia histórica del venezolano repudió el pasado colonial, al mismo tiempo que refugió su inconformidad con su propia realidad en un cantar loas al deber ser; es decir, a un porvenir siempre pospuesto al que, sin embargo, se le suponía grande y promisorio, porque la gloria derrochada por los venezolanos en su lucha por la independencia les daba derecho a él. Sí, es cierto que se trata de una construcción ideológica que pueda parecer un tanto retorcida y hasta oscura; más todavía cuando no podemos desarrollarla debidamente en esta breve charla. Pero no es menos cierto que, salvo dos o tres notables empresas de conocimiento, los venezolanos del siglo pasado parecían ocuparse más de lo que a Venezuela faltaba, o de lo que Venezuela debía ser, que de lo que Venezuela era. Mientras tanto, aprendíamos de Venezuela a través de la visión que de ella proporcionaban algunos observadores extranjeros, para quienes el presente venezolano, en diversos momentos, fue merecedor de estudios: nuestro presente político, nuestra flora, nuestra fauna, nuestra geografía, etc., nos eran revelados. Aprendíamos nuestro ser en libro extranjero. La que habría podido llegar a ser una fecunda tradición de autoestudio, iniciada por la Guía de forasteros de Andrés Bello, resurge en la Historia de Rafael María Baralt y en la Geografía de Agustín Codazzi; pero, pese al mérito de estas obras extraordinarias, es un hecho que todavía a fines de siglo estuvo Francisco Michelena y Rojas redescubriendo la naturaleza venezolana, tras la huella del barón de Humboldt. Sin darles a las palabras una desmesurada significación, bien podríamos decir que mal puede conocerse históricamente un país cuya geografía permanece en gran parte ignorada. Y tal es el caso de Venezuela, cuyo conocimiento geográfico es todavía parcial y fragmentario, en grado considerable.

»Mas el historiador advierte que el nivel de conocimiento de sí, requerido por un pueblo, es función de sus necesidades, de las tareas históricas que enfrenta, de su desarrollo. La necesidad de transformar a Venezuela nos ha impuesto la obligación de conocerla; y el desarrollo de este conocimiento es función del fraguado de las estructuras nacionales. Mientras más definidas sean éstas, más acabado será el conocimiento de la realidad exigido por su propio funcionamiento[6].»

Esto dije en octubre de 1966. No podría decir ahora que esa situación ha cambiado radicalmente. Esto no significa subestimación de los considerables aportes realizados desde entonces por historiadores y científicos sociales. Me atrevería a decir que los más lúcidos de estos reconocerían hoy que no contamos con los conocimientos necesarios para formular un diagnóstico científicamente sólido de nuestra sociedad.

No hay, sin embargo, contradicción entre este aserto y el intento en que ahora me hallo. Esto por dos razones:

En primer lugar, por el carácter instrumental, transitorio, del esquema interpretativo que presentaré. Es un esquema destinado a estimular la investigación y, por lo mismo, a tener una vida corta. Quienes trabajamos en él estamos preparados para sentirnos más complacidos cuanto más corta sea esa vida, porque ello significaría que el nivel del conocimiento histórico se habría elevado con más prontitud de lo que esperábamos.

Me atrevo a intentar este esquema motivado, fundamentalmente, por el aporte realizado por el equipo que en el Cendes estudia, desde hace ya cerca de dos años y medio, «El proceso socio-histórico de América Latina». Un equipo, cuya coordinación ejerzo, formado por excelentes investigadores en las áreas de la Sociología, la Historia y la Economía. Me refiero a los profesores Ruth Hurtado, Josefina de Hernández, Alfredo Caraballo, Manuel Beroes, Yoston Ferrigni y María Elena González de Rodríguez; y a los auxiliares de investigación Lourdes Fierro de Suels y Gastón Carvallo. En el seno de ese equipo ha sido forjado el instrumental básico que manejaré a lo largo de este ciclo de charlas. Ha sido forjado tan en el seno de un equipo que es absolutamente imposible determinar cuánto de ese producto pertenece o corresponde a alguno de sus miembros. Con esto no quiero, de ninguna manera, eludir responsabilidades críticas, sino única y exclusivamente rendir un tributo público de reconocimiento a quienes han trabajado con tanta dedicación y con resultados que tanto estimo.

Esto en cuanto a los problemas planteados por los conocimientos o insumos científicos disponibles actualmente. El segundo orden de dificultades se refiere a los problemas operativos suscitados por los marcos conceptuales. Mas, al referirme a estos debo, forzosamente, limitarme casi a enunciarlos, porque de otra manera tendría que extenderme demasiado. Me refiero a los siguientes marcos conceptuales, que constituyen obstáculos ciertos y difíciles de vencer para el adelanto del conocimiento científico en Historia:

En primer lugar, el concepto de historia patria, inculcado en todos nosotros desde la escuela primaria. Este concepto grava poderosamente la elaboración de las fuentes disponibles y aún mantiene en un nivel de subdesarrollo científico gran parte de la historiografía venezolana, hasta el punto de que en muchas ocasiones no es realmente utilizable ni siquiera como fuente secundaria, por cuanto este enfoque tan caduco, tan poco científico, llega a inutilizar esas obras incluso para ese fin.

En segundo lugar, el marco conceptual constituido por el hispanismo, en sus diversas versiones, desde la rememorativa y nostálgica hasta la falangista. Esta tendencia milita agresivamente contra la determinación de nuestra especificidad socio-histórica y no hay, en nuestra convicción, ninguna posibilidad de formular una teoría válida para nuestras sociedades que no deba basarse en una cuidadosa y exacta determinación de nuestro grado de especificidad socio-histórica.

En tercer lugar, mencionaré la adopción mecánica –a veces a manera de moda– de marcos conceptuales que han sido producidos en función de otras realidades socio-históricas. No necesariamente porque esos marcos resulten inconvenientes o erróneos, sino sobre todo porque la adopción mecánica de ellos actúa como un disuasivo para la investigación creadora. Es en verdad una situación penosa, lamentable, ver cómo jóvenes investigadores se automutilan en su posibilidad de una aproximación creadora a la realidad, al partir de la adopción de marcos teóricos que a la postre podrían resultar convalidados, justamente, por una investigación creadora de la realidad.

En último lugar, señalo la necesidad de abandonar el localismo, que lleva a confundir la formulación de categorías, como instancia imprescindible del conocimiento, con el empleo de una terminología que, si no fuera porque corre el riesgo de disgustar a alguien, calificaría de folklórica; terminología de difícil o imposible comprensión científica. Aquí naufragan muy serios y muy valiosos intentos de producir conocimiento histórico.

Me referiré, para culminar, a algo que constituye, más que un marco, una actitud conciliable con todo lo que llevo dicho, y que a mi juicio revela la falta de autenticidad de buena parte de nuestra cultura, de buena parte de nuestra ciencia. Se trata del temor que frena las posibilidades creadoras: el temor a la definición de categorías que expresen la especificidad de nuestro proceso socio-histórico. Si no podemos apoyarnos en una cita de autoridad –y en esto hemos vuelto a una suerte de Edad Media– no nos atrevemos a dar un paso. Y si la realidad no cuadra con la cita de autoridad, es la realidad la que padece las consecuencias de ese desajuste.

***

En este ciclo de charlas-conferencias me propongo presentar una visión del proceso socio-histórico de Venezuela que se funda en criterios definidos por el equipo al cual he hecho referencia originalmente para América Latina, pero adoptaré una perspectiva mundial, mediante una aproximación metodológica que pretende operar simultáneamente, y en forma absolutamente inseparable, en los dos planos de nuestro curso histórico: el de la totalidad y el de la especificidad. Muy sucintamente expuestos, esos criterios son los siguientes:

En primer lugar, el proceso socio-histórico de las sociedades latinoamericanas se inscribe en un contexto de modernidad, con las siguientes implicaciones:

«Los fenómenos socio-económicos que caracterizan la Edad Moderna muestran una tendencia creciente a la universalización, y esto tanto en el sentido de ampliación del Oecumene o universo conocido, como en el sentido de la generalización de patrones culturales por vía de influencia, imitación, incorporación o imposición, suplantando los patrones precedentes, mediatizándolos o simplemente superponiéndose y por lo mismo coexistiendo con ellos[7].»

«El proceso de implantación de las sociedades que integran América Latina marcha con ritmo desigual en función, sobre todo, de la base indígena y de la cristalización de las formas socioeconómicas»[8] que habrán de fundamentar la especificidad de estas sociedades. De esta manera se generan diversos grados de apertura hacia el influjo de la modernidad y, a nuestro juicio y como consecuencia de lo dicho, no cabe hablar de sociedad latinoamericana sino de sociedades latinoamericanas.

Quizá sea la consecuencia más importante de la valoración de esta modernidad el hecho de que:

«… el esfuerzo de incorporación a la modernidad correspondiente a la expansión europea, resultante de la propia dinámica de la sociedad implantada en América Latina, en estrecha interacción con la dinámica propia de la expansión europea, configura la que denominaríamos crisis de la sociedad colonial; crisis que tuvo carácter integral y que se desenvolvió holgadamente durante la primera mitad del siglo XIX[9].»

Cuando hablé de una perspectiva integral que uniera los planos más generales y los singulares o específicos, me refería un poco a lo que quiero decir con las siguientes palabras: cuando se ubica la crisis de la sociedad implantada colonial en esta perspectiva, hay una serie de conceptos y de términos, manejados tradicionalmente, que pierden todo asidero, que dejan de tener significación. Ya no es cuestión de indagar si la independencia fue una guerra civil o si fue una guerra internacional; indagar si quienes luchaban por la independencia eran los patriotas y si los que luchaban por defender el nexo colonial no eran patriotas. El enfoque de la crisis de la sociedad monárquica colonial como resultado de un proceso estructural que se desarrollaba, al mismo tiempo, a nivel mundial, a nivel latinoamericano y a nivel local en el seno de cada sociedad sitúa este hecho en una perspectiva de análisis que se desentiende de los criterios de la historia patria.

El segundo criterio fundamental que manejaré podría resultar, quizás, un poco confuso, y creo que con razón. El proceso socio-histórico de las sociedades implantadas latinoamericanas se da en el corto período histórico –en sentido cronológico–. Medio milenio en la perspectiva de la historia universal puede ser estimado un corto período, reservando la denominación de breve período, posiblemente, para el siglo. Con frecuencia, personas que no tienen bien desarrollado el sentido del tiempo histórico encuentran dificultad en situarse en este plano de análisis. Hablar de corto período, referido al medio milenio, puede parecer un exceso; pero hay que situar ese lapso en una perspectiva de largo período que abarca más de seis milenios historiados. El hecho de que toda la historia de América Latina se ubique en el corto período, en sentido cronológico, obliga a los latinoamericanos que estudiamos nuestra sociedad a emplear un enfoque múltiple del tiempo histórico referido a América Latina, por lo que se hace necesario concatenar la noción de corto período aplicable a la sociedad moderna europea –cinco siglos– con la noción del largo período americano aplicable a la base indígena –del orden del milenio– y con una concepción del largo período, a su vez, referido a las sociedades implantadas latinoamericanas. Pero no sobre la base de una percepción cronológica, porque si nos atuviéramos a la cronología no podríamos hablar de largo período para las sociedades implantadas latinoamericanas. En este caso el concepto de largo período tendría que referirse no ya a lo cronológico sino al tiempo histórico necesario para la gestación y desarrollo de las formas socio-históricas estudiadas. Por ejemplo, he dicho que la formación de la hacienda se inscribe en un largo período, pero ese largo período en realidad va poco más allá de tres siglos. Sería, por consiguiente, incurrir en una contradicción hablar de largo período en una historia de América que toda ella se inscribe en el corto período. En este caso, cuando hablo de largo período lo que quiero decir es el tiempo histórico necesario para que una formación socio-histórica nazca, se desarrolle, madure y adquiera caracteres perdurables.

Es obvia la importancia que estas consideraciones adquieren al intentar detectarse los rasgos de especificidad en las formaciones socio-históricas latinoamericanas. Cuando se establece alguna relación de comparación entre las formas socio-históricas latinoamericanas y las europeas, por ejemplo, se cae en el grave error de poner en un mismo nivel de apreciación formas cuya gestación y maduración se inscriben en el orden del milenio con formas cuya gestación y desarrollo se inscriben en el orden de los dos o tres siglos. No sé cómo decirles que no se trata de meticulosidad cronológica, que en esto la puede haber. Creo que podré demostrarlo a lo largo de estas charlas-conferencias.