50

Apéndice
Materia para la meditación

A fin de entrenar nuestras mentes de manera adecuada para examinar los axiomas espirituales, la meditación es necesaria. El inmortal tratado Viveka-Suda-Mani (La joya suprema de la Sabiduría), de Sri Sankaracharya, es una fructífera fuente. Se trata de una incomparable evidencia de las alturas a las que puede elevarse el espíritu humano, y es útil como tema de meditación.

De la meditación sobre estos versos, y no simplemente leyéndolos, surge una actitud mental apropiada.

Esta actitud es la purificación y sensibilización de nuestro órgano de conocimiento del espíritu, aún imperfecto.

Las concepciones encerradas en las enseñanzas de Sri Sankaracharya no son contrarias a la lógica mental; son la última extensión de ella que se da en nosotros dentro de la Verdad incondicionada.

Los versos que aquí se dan son a partir de la traducción de Mohini M. Chaterjii.

Para quienes aún no estén familiarizados con las antiquísimas concepciones del Vedanta, estos pocos extractos pueden servirles como la necesaria preparación.

Al menos ayudan a la comprensión de cómo puede proceder un ser humano que busca la Luz espiritual aquí y ahora.

1. Me postro ante el verdadero instructor, ante él, que es revelado por las conclusiones de todos los sistemas de filosofía Vedántica, pero que es desconocido él mismo, Govinda, la gloria suprema.

4. Aquel que, tras haber adquirido con dificultad una encarnación humana y en ella un conocimiento de las escrituras, no trabaja por su emancipación a causa de los engaños es un suicida que se destruye a sí mismo al tratar de conseguir cosas ilusorias.

6. Puede estudiar las escrituras, propiciar a los dioses por medio de sacrificios, llevar a cabo ceremonias religiosas u ofrecer devoción a los dioses, y sin embargo no alcanzará la salvación ni siquiera en la sucesión de cien Brahma-yugas, salvo por el conocimiento de la unión con el espíritu.

39. Los seres grandes y pacíficos viven regenerando el mundo como la venida de la primavera, y tras haber cruzado ellos mismos el océano de la existencia corporal, ayudan a quienes tratan de hacer lo mismo, sin motivos personales.

40. Este deseo es espontáneo, puesto que la tendencia natural de las grandes almas es la de acabar con los sufrimientos de otros, igual que los rayos de ambrosía (la luna) enfrían la tierra calentada por los áridos rayos del sol.

46. Hay un medio efectivo de destruir el nacimiento y el renacimiento, por medio del cual, cruzando el océano de la cambiante vida, alcanzaréis la gloria suprema.

53. Los hijos y otros pueden descargar las deudas del padre; pero nadie sino uno mismo puede acabar con (su propia) esclavitud.

61. Si la Verdad suprema permanece desconocida, el estudio de las escrituras es estéril; incluso si la Verdad suprema es conocida el estudio de las escrituras es inútil (el estudio de la letra sola es inútil, ha de buscarse el espíritu por medio de la intuición).

62. En un laberinto de palabras la mente se pierde como un hombre en un espeso bosque; es por ello por lo que ha de aprenderse con grandes esfuerzos la Verdad acerca de uno mismo de parte de quien conoce la Verdad.

63. ¿De qué le sirven los Vedas a quien ha sido mordido por la serpiente de la ignorancia? (¿De qué sirven) las escrituras, los cantos o cualquier medicina excepto la medicina del conocimiento supremo?

64. La enfermedad nunca queda curada por (pronunciar) el nombre de la medicina sin tomarla; la liberación no se consigue por la (pronunciación de la) palabra Brahman sin su percepción directa.

86. Quien vive sólo para nutrir su propio cuerpo es como e1 que cruza un río sobre un caimán creyendo que es un tronco de madera.

128. Quien durante el estado despierto, de sueño y del dormir sin sueños, conoce a la mente y sus funciones, que son la bondad y su ausencia, éste es el Ser.

134. Esta conciencia espiritual inmanifestada comienza a manifestarse como la aurora en el corazón puro, y brillando como el sol de mediodía en la «cueva de la sabiduría» ilumina todo el universo.

161. El hombre engañado considera que el Ser es la masa de piel, carne, grasa, huesos e inmundicia. El hombre con discriminación sabe que la forma esencial del Ser, que es la verdad suprema, carece de estas marcas características.

166. A causa de la falsa convicción de que el ser es meramente el cuerpo, de que es la simiente que produce el dolor bajo la forma del nacimiento y demás, hay que hacer esfuerzos para abandonar esa idea; la atracción hacia la existencia material dejará entonces de existir.

175. Al haber producido el apego al cuerpo y a todos los otros objetos, ata así al individuo igual que se ata a un animal con una cuerda; después de haber producido una aversión hacia éstos como hacia un veneno, ese manas mismo le libera de la esclavitud.

176. El manas, por lo tanto, es la causa de la esclavitud de este individuo, y también de su liberación. El manas, cuando está mancillado por la pasión, es la causa de la esclavitud; y de la liberación cuando es puro, carente de pasión e ignorancia.

220. Los necios, al ver la imagen del sol en el agua de la jarra, creen que es el sol. Así un hombre ignorante, viendo el reflejo del Logos en cualquiera de los upadhis (vehículos) lo toma por el Ser real.

221. Así como el sabio mira al sol mismo y no a la jarra, al agua o al reflejo, así también el sabio mira hacia el atman autoiluminado a través del cual se manifiestan los tres (upadhis).

222, 223. Es así como el individuo, abandonando el cuerpo, el intelecto y el reflejo de la conciencia, deviene falto de pecado, de pasión y de muerte, al conocer al autoiluminado atman, que es quien ve, que es él mismo el conocimiento eterno, diferente tanto de la realidad como de la irrealidad, eterno, omnipenetrante, supremamente sutil, sin fuera ni dentro, el único, en el centro de la sabiduría.

229. A causa de la ignorancia, este universo parece multiforme, pero en realidad todo esto es Brahman (quien permanece) cuando todos los estados mentales defectuosos han sido rechazados.

235. El Señor, el conocedor de todos los objetos en su realidad, ha declarado: «Yo no soy distinto de ellos, ni ellos son distintos de mí».

241. El sabio conoce esa Verdad suprema que es conciencia absoluta, en la que se unen el conocedor, lo conocido y el conocimiento, infinito e inmutable.

271. Al dejar de seguir los caminos del mundo, el cuerpo o las escrituras, se acaba con la errónea concepción de que el Atman es el No Atman.

274. Igual que por la mezcla con agua y por la fricción la madera de sándalo emite un excelente olor, acabando con todos los malos aromas, así la aspiración divina se manifiesta cuando se elimina el deseo externo.

316. El Vasana, nutrido por estos dos,* produce la vida cambiante del ego. Bajo todas las circunstancias (deberían siempre buscarse) los medios para la destrucción de esta tríada.

317. Mirando a toda cosa, en todas partes, en todo modo, como si fuese Brahman, y fortaleciendo la percepción de la realidad (única), esta tríada desaparecerá.

327. La mente dirigida hacia los objetos de los sentidos determina sus cualidades (y es así atraída por ellos); de esta determinación surge el deseo, y del deseo la acción humana.

330. Aquel que cuando está vivo realiza la unidad (con lo supremo) lo hace también cuando le falta el cuerpo. Para quien es consciente de siquiera la menor diferencia, existe el temor; así habla el Yajur-Veda.

368. La primera puerta del Yoga es el control del habla, y luego la no aceptación (de cualquier cosa y de todo), la ausencia de expectación, la ausencia de deseo y la devoción ininterrumpida a la (realidad) una.

376. Para quien posee un desapasionamiento en extremo existe el Samadhi; para quien está en Samadhi existe una percepción espiritual sin vacilaciones. Para quien ha percibido la realidad esencial existe la liberación, y para el Atman liberado existe la realización de la gloria eterna.

389. El Atman es Brahma, el Atman es todo este universo; no hay nada aparte del Atman.

390. El Atman está dentro, el Atman está fuera, el Atman está delante, el Atman está detrás, el Atman está al sur, el Atman está al norte, el Atman está también arriba y abajo.

398. Al quitar todos los atributos fenoménicos impuestos al ser (se encuentra que) el verdadero ser es Brahman, supremo, no dual y sin acción.

419. El beneficio del Yogui que ha conseguido la perfección es gozar de la gloria perpetua en el Atman.

448. Por el conocimiento de que yo (el Logos) soy Brahman, se extingue el Karma adquirido en mil millones de kalpas, como lo es el Karma de la vida del sueño al despertar.

458. De modo similar, aquel que reside para siempre en el Atman, y por tanto en Parabrahman, no ve nada más. Comer, dormir, etc., son para un sabio tan sólo como el conjunto de objetos que se ven en el sueño.

482. Por la realización del Atman como Brahman, (mi) entendimiento se pierde completamente y la actividad mental se ha desvanecido. No sé ni esto ni aquello, ni lo que es esta gloria, ni su extensión ni su límite.

483. La grandeza de Parabrahman, igual que un océano completamente lleno del néctar de la gloria realizada, no puede ni ser descrita por el habla ni concebida por la mente, pero puede gozarse. Igual que un trozo de granizo que cae al mar se disuelve en él, así mi mente se sumerge (incluso) en la más pequeña parte de este (Parabrahman). Ahora soy feliz con la gloria espiritual.

484. ¿Adónde ha ido este mundo? ¿Quién se lo llevó? ¿Cuándo desapareció? ¡Gran maravilla! Aquello que se percibía ya no existe.

486. Aquí (en este estado) ni veo, ni oigo, ni sé nada. Soy diferente de cualquier otra cosa, el Atman que es verdadera gloria.

487. Me inclino ante ti, oh Gurú, que eres bueno, grande, libre de apegos, la encarnación de la gloria eterna y no dual; señor de la tierra, ilimitado depósito de compasión.

489. Por tu gracia soy feliz y he conseguido mi objetivo, me he liberado del tiburón de la existencia cambiante, he alcanzado el estado de la gloria eterna y soy perfecto.

490. Carezco de apegos y de miembros, no tengo sexo y soy indestructible. Soy calmo e interminable. Soy inmaculado y anciano.

491. No soy quien hace ni quien goza, carezco de cambio y de acción. Soy inteligencia pura, gloria una y eterna.

493. No soy ni esto ni aquello, sino que brillo en ambos, y soy puro y supremo. No estoy ni dentro ni fuera, sino que soy el Brahman omnipenetrante y no dual.

513. Soy ese Brahman que es como el espacio, sutil, no dual, sin comienzo y sin fin, y en quien todo el universo, desde lo inmanifestado hasta la materia grosera, se sabe que es un mero fantasma.

517. Soy omnipenetrante; lo soy todo y lo trasciendo todo; soy no dual, conocimiento indestructible y gloria eterna.

519. Oh Gurú, al despertarme del sueño (de la ignorancia), me has salvado, yo que vagaba por el onírico bosque del nacimiento, la vejez y la muerte creado por Maya, atormentado diariamente por múltiples aflicciones y aterrorizado por el tigre del egoísmo.

520. Oh Gurú, me inclino ante ti que eres la sola verdad, que tienes el esplendor de la sabiduría y que brillas en la forma del universo.

Si este libro le ha interesado y desea que lo mantengamos informado de nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos cuáles son los temas de su interés (Astrología, Autoayuda, Esoterismo, Qigong, Naturismo, Espiritualidad, Terapias Energéticas, Psicología práctica, Tradición, Fisognomía…) y gustosamente lo complaceremos.

Puede contactar con nosotros en

Título original: In Days of Great Peace

Traducido del inglés por Manuel Algora Corbi

Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.

Composición ePub por Editorial Sirio S.A.

Prólogo

Si la Verdad Suprema se desconoce,
el estudio de las Escrituras es estéril;
y cuando se comprende la Verdad Suprema,
el estudio de las Escrituras se vuelve inútil.


DE SRI SANKARACHARYA


La mayoría de las personas de este mundo no tiene fe en los valores espirituales. Para ellas la mente humana lo es todo, y esto las conduce a una gran variedad de reflexiones y especulaciones. Algunas de ellas se declaran escépticas, otras agnósticas, y aun otras se vanaglorian de ser materialistas puras. La Verdad es velada por nuestra propia ignorancia. No llevamos lo suficientemente lejos nuestra búsqueda de ella.

Como hemos ejercitado nuestro intelecto hasta un cierto límite, creemos que no hay esperanza de posteriores descubrimientos o investigaciones. Esta actitud de la mente es el resultado del estudio de los sistemas filosóficos occidentales; ella es, desde el punto de vista oriental, estéril e incapaz de conducirnos a lugar alguno más allá de especulaciones y conjeturas sobre la verdad.

En cambio, la filosofía oriental, y más especialmente el sistema de pensamiento hindú, le proporciona alguna esperanza «genuina» al aspirante sincero, en su sendero de búsqueda de la Verdad. Casi todos los antiguos pensadores, santos y sabios han señalado un infalible sendero práctico; siguiéndolo uno puede liberarse de todas las dudas e incertidumbres, y comprender el significado y el propósito de la vida. Su método de abordar la Verdad es bien científico. No dogmatizan ni juegan con la credulidad de nuestra fe. Simplemente nos señalan un sendero, y establecen ciertas condiciones definidas para alcanzarlo.

El éxito final en este sendero depende enteramente del propio esfuerzo del aspirante y de su investigación sobre sí mismo. La primera y más obvia condición es un sincero deseo, una insaciable sed por beber el agua de la vida. En respuesta a una pregunta sobre cuáles son las cualidades imprescindibles para un discípulo, Sri Ramana Maharshi afirmó una vez:


Debería tener un ansia inmensa e incesante de liberarse de las miserias de la vida y de alcanzar la Dicha suprema y espiritual. No debería tener el menor deseo de ninguna otra cosa.


La segunda es un esfuerzo incesante, con una cuidadosa y estrecha observación de las reglas de conducta, así como el cultivo de las virtudes de desapasionamiento y discriminación. La tercera es la búsqueda de un Sad Guru, un instructor genuino que pueda guiar correctamente y con éxito al aspirante hacia la meta de destino.

Puede añadirse que las antiguas escrituras hindúes y los Upanishads nos han dado ya directrices necesarias en cuanto al sendero y sus consecuciones. La Verdad que puede encontrarse con este método científico definido es eterna, como fue reconocido por los antiguos sabios, y es confirmado de tiempo en tiempo por testigos vivientes de ella.

Son estos sabios quienes nos han enseñado la razonable suposición y la lógica conclusión de que sólo un instructor viviente puede enseñarnos la Verdad upanishádica, y no los Upanishads mismos, porque ellos únicamente son palabras y poco más, mientras que un maestro vivo es una encarnación de la Verdad que buscamos.

Mouni Sadhu, autor del libro En días de gran paz, publicado en otras ediciones con el título A la senda de Sri Ramana Maharshi, parece haber cumplido todas estas condiciones tanto como es humanamente posible. Como buscador sincero que es, siguió diversos métodos para la realización de Dios, enseñados por distintas escuelas de yoga, ocultismo y misticismo, y finalmente llegó a su Maestro y Gurú supremo, Bhagavan Sri Ramana Maharshi, quien, al hallarlo bien equipado con las necesarias cualificaciones anteriormente enumeradas, le otorgó su Gracia, erradicó su sentido del ego (como lo refiere el autor mismo), y finalmente lo ayudó y guió para descubrir su propio Ser eterno y siempre presente.

Desde nuestro punto de vista hay dos clases de fe racional en la realidad de la vida espiritual:

  • Una fe indirecta, que hemos de tener a partir de las experiencias y veredictos de aquellos intrépidos buscadores de la Verdad que tuvieron el coraje, la obstinación y la férrea fuerza de voluntad necesarios para abrirse esforzado camino a través del espinoso sendero de la autorrealización, y cuyas palabras, de acuerdo con sus antecedentes e integridad personal, han de ser fiables.
  • Una fe extraída de la experiencia directa; algo que nadie podría posiblemente dudar o negar.

El libro de Mouni Sadhu sirve como preciosa evidencia de una fe indirecta que nosotros hemos de investigar y confirmar escrupulosa y correctamente por nosotros mismos. El autor, cuidadoso y puntilloso, ha confiado a la escritura sus inexpresables experiencias internas tan fiel, exacta y humanamente como le ha sido posible. A nosotros nos corresponde ahora hacer uso de ello, hasta el límite que seamos capaces.

Movido por el sentimiento del servicio altruista y por su deseo de compartir con otros sus experiencias y convicciones, resultantes de su conocimiento directo, ha dado cuerpo a sus pensamientos y sentimientos bajo la forma de este fascinante libro, a la vez inspirador y altamente instructivo. Los lectores sinceros hallarán en su estudio no sólo la evidencia de uno que ha cruzado la orilla del ilusorio Samsara, sino también suficiente alimento para el pensamiento y la inspiración.


Dr. M. Hafiz Syed,

junio de 1953

De la introducción a
la primera edición inglesa

«No hay palabras humanas que puedan expresar aquello que llamamos la Verdad, Espíritu o Dios. No obstante, aquellos que han recorrido el sendero de la búsqueda antes que nosotros han dejado algunas huellas de sus experiencias en las escrituras sagradas de todas las religiones del mundo. Hallamos en ellas palabras de tal poder y belleza que cualquier intento de buscar mejores formas para Aquello que carece de forma resulta vano y fútil. Las palabras de los grandes Instructores y Guías de la humanidad son corrientes de poder y luz. No resulta sorprendente, por tanto, que cualquiera que se encuentre en presencia de uno de ellos entre inconscientemente, por así decirlo, en esta corriente.»

«No he tratado de tomar al dictado ninguna de las “enseñanzas” de Maharshi, puesto que pueden encontrarse en varios libros. Mi propósito es referir lo que estos últimos no contienen, es decir, las experiencias reales de un hombre corriente, que quiso saber por sí mismo lo que significa la presencia de un gran sabio, y cuál es su influencia. He leído tantísimas descripciones por parte de pupilos que eran hábiles en clasificar las cualidades y enseñanzas de sus maestros que debería haber sabido ya, al menos en teoría, lo que cabe esperar en presencia de uno de ellos. Pero todas las teorías, todo conocimiento adquirido, caen como polvo cuando uno se encuentra cara a cara con un hombre perfecto. Se vuelven tan superficiales como el complicado traje occidental, con su collarín y corbata, en el despiadado calor de esta parte de la India.»


Mouni Sadhu

1

«La asociación
con los Sabios...»

La asociación con los Sabios que han realizado la Verdad elimina los apegos materiales; al eliminarse estos apegos, se destruyen los apegos de la mente. Aquellos para quienes los apegos de la mente son así destruidos devienen uno con Aquello que es (siempre) inmóvil. Alcanzan la Liberación mientras aún están vivos. Estima (por lo tanto) la asociación con tales Sabios.

De La Verdad revelada de Maharsi

Otra versión:

La asociación con los Sabios que han realizado la Verdad corta con los apegos materiales; al deshacerse éstos, las predisposiciones mentales (debidas al Karma pasado y al engaño presente) se disipan. La paz en la que permanecen los desapegados es Aquello que es siempre inmóvil e inmutable, es la Liberación aquí y ahora. Busca por lo tanto la asociación con tales Seres liberados.

Ramana Maharshi abandonó este mundo seis meses después de marchar yo de la India. Éstas fueron casi sus últimas palabras:

Dicen que estoy muriéndome. Pero estaré aquí más vivo que nunca. ¿Adónde más podría ir?

Varios de sus discípulos, residentes a miles de kilómetros del Ashram, supieron de su muerte el mismo día en que ocurrió. Comparando la hora del óbito con el momento en que esta noticia les fue comunicada místicamente, se diría que fue «radiada» varias horas antes de que el cuerpo de Maharshi lanzara su último suspiro.

Las cartas tardaron una semana o más en llegar desde la India y otras partes, y mostraron que ningún verdadero discípulo del Maestro experimentó pesar o desesperación alguna. La misma atmósfera espiritual de una lúcida onda de paz y luz se sintió en todos los corazones de los pupilos, tanto en el Ashram del Santo como lejos de él.

El mundo, con sus fenómenos físicos, es para nuestro Ser Real como un sueño para el hombre despierto, o como una sombra. ¿Le importan a éste los pasajeros sueños de la última noche o la sombra arrojada por su cuerpo?

De los Dichos de Maharshi


Ninguna de las Religiones del mundo ha conseguido espiritualizar y dar felicidad a la Humanidad. Sin embargo, cada una de ellas ha dado la Liberación (la Salvación, en lenguaje corriente) a muchos individuos.

De los dichos del famoso filósofo indio Sri Aurobindo

El poder espiritual de todo santo y sabio es sentido por sus contemporáneos de modo sumamente vívido y directo. Con el paso del tiempo lo que era una revelación se convierte tan sólo en un dogma muerto. Y cuando la gente canoniza al santo y le construye templos, lo encierran en sus estrechas paredes, en las cuales su espíritu es sofocado y deja de ser una fuerza vivificante e inspiradora. Los seguidores de sucesivas generaciones disputan acerca de todas y cada una de las palabras atribuidas al maestro. Compiten por «la autenticidad de los textos». Hacen de todo menos lo único importante enseñado por aquel gran ser, a saber: «Volverse semejantes a Él».

Mas no todas las semillas caen sobre piedra. Algunas dan una rica cosecha. En ello reside la esperanza para el futuro de la humanidad errante. Vidas de hombres como Maharshi son la prueba misma de esta verdad. Son como meteoros que en su curso alumbran la más oscura noche.

Aquellos capaces de percibir el sendero en este relámpago de luz sabrán de ahora en adelante adónde conduce.

EN DIAS DE GRAN PAZ
PORTADILLA

2

El primer encuentro

Cuando llegué a la morada de Maharshi, llamada Ramanashram, y salté del carruaje de dos ruedas justo enfrente del templo, a pesar de la tardía hora, pero de acuerdo con la costumbre del lugar, fui llevado directamente a la presencia del Sabio.

Estaba sentado en un amplio salón, cercano a una de sus paredes, aparentemente terminando su comida. Había un cierto número de personas, todos hindúes, sentados en hileras sobre el suelo entre los pilares. Me condujeron hasta unos tres o cuatro metros de Maharshi, y mi acompañante le dijo unas pocas palabras de las cuales el nombre del país del que yo venía fue la única que le entendí. El Santo levantó la cabeza, me miró e hizo un gesto con la mano como invitándome a acercarme un poco más. Me impresionó la suavidad y serenidad de este movimiento, tan simple y digno que inmediatamente sentí que me encontraba frente a un gran hombre. Su actitud era tan natural que, a pesar de ser recién llegado, no sentí ninguna perplejidad o timidez. Toda mi facultad crítica de pensamiento y mi curiosidad se desvanecieron. Así que fui incapaz de hacer observaciones o comparaciones, aunque subconscientemente pude haber tenido esta intención cuando previamente imaginaba este primer encuentro. La imagen del Sabio se grabó desde este mismísimo primer momento con viveza en mi mente, sin calificativos, como una imagen arrojada sobre una placa fotosensible. Pero, puesto que no puede transmitirse nada sin palabras, trataré de describir su apariencia. Maharshi, tal como lo vi, era un anciano delgado, de cabellos blancos y muy afable; su piel tenía el color del marfil viejo; sus movimientos eran sueltos, calmos y suaves; su rostro respiraba un estado natural de concentración interna sin el más ligero esfuerzo de voluntad. ¿Podría decirse que había alcanzado esa etapa en que la fuerza de voluntad ya no necesita usarse para superar cualquier obstáculo, o para conseguir cualquier propósito, y ello por la simple razón de que ya se ha logrado todo?

Fue la primera manifestación de la radiación invisible de la que fui testigo cada día durante los meses subsiguientes. Incluso ahora cuando escribo estas líneas, me pregunto cómo es que nunca he olvidado siquiera el más pequeño detalle concerniente a Maharshi; puedo evocarlo en mi cerebro como una imagen sobre una oculta placa sensible de cuya existencia no me he percatado.

Se sirvió una modesta cena india: un poco de arroz, verduras y fruta sobre una hoja de plátano. Cuando terminé, Maharshi se había ido. Tan pronto como me encontré en la pequeña choza de una sola habitación preparada para mí en el Ashram, me dormí inmediatamente, cansadísimo tras un día entero de viaje.