José Martí

Granos de oro: Pensamientos Seleccionados en las Obras de José Martí

Publicado por Good Press, 2022
goodpress@okpublishing.info
EAN 4057664148650

Índice


NOTA DE LOS EDITORES
PROEMIO
I Del vol. "Cuba". (Primera Parte.)
II Del vol. "Cuba". (Segunda Parte.)
III Del vol. "En los Estados Unidos". (Primera Parte.)
IV Del vol. "En los Estados Unidos". (Segunda Parte.)
V Del vol. "La Edad de Oro".
VI Del vol. "Hombres".
VII Del vol. "Nuestra América". (Primera Parte.)
VIII Del vol. "Nuestra América". (Segunda Parte.)
IX Del vol. "Norteamericanos".
X Del vol. "Amistad Funesta".
XI Del vol. "Ismaelillo".—"Versos Sencillos".—"Versos libres".
XII Del vol. "Versos".—"Abdala".—"Amor con amor se paga".
XIII Del vol. "Crítica y Libros".

NOTA DE LOS EDITORES

Índice

La Sociedad Editorial Cuba Contemporánea ha querido que el primer volumen de esta Biblioteca que ahora funda con el título de La Cultura Cubana, a semejanza de la creada bajo el de La Cultura Argentina por el Dr. José Ingenieros en la ciudad de Buenos Aires, sea este libro formado con pensamientos de José Martí.

El joven escritor que ha realizado la paciente y admirable obra de selección reunida en este volumen, Rafael G. Argilagos, presta con ella un indudable gran servicio a las letras patrias, honra la memoria insigne del Maestro y se honra a sí mismo; y aunque tales méritos la recomiendan sobradamente a la consideración del pueblo nuestro, el altísimo respeto y la profunda devoción por Martí, que ella revela, la hacen todavía más digna de atención y realzan su valor. Añádase a todo ello el acendrado sentimiento patrio y el buen gusto literario de que el señor Argilagos da irrefutable y patente prueba con este brillante acopio de Granos de Oro del más subido quilate, y se tendrá por axiomático que el primer volumen con que iniciamos esta Biblioteca merece no sólo el puesto que le damos, sino férvidos aplausos y jubilosa acogida por parte del público lector.

Tarea nada fácil es la de recoger en esta concisa y bella forma toda la copiosa y sutil esencia de un espíritu tan refinado y múltiple como el de Martí; pero si el talento sorprendente del maravilloso cubano supo manifestarse en cien aspectos distintos al escribir acerca de cuanto su fecunda pluma encontró digno de dedicarle algunos instantes de meditación, la perspicaz inteligencia del seleccionador de estos pensamientos ha sabido vencer, por la potente fuerza de la comprensión de aquel espíritu y por el filial cariño a su memoria, los obstáculos que la extensa, compleja y poco difundida obra de Martí le ha presentado. Y los venció con tan singular acierto, que el señor Argilagos deja muy poco, si algo deja, a los futuros escanciadores que pretendan apurar las ánforas donde fué dejando su corazón y su cerebro—alquitarado néctar de sabor y pureza exquisitos—el inolvidable caído en Dos Ríos.

Bien lo dice el ilustre Dr. Enrique José Varona en una expresiva carta que escribió al señor Argilagos, al comenzar la revista Cuba Contemporánea la publicación ordenada de estos pensamientos:

¡Qué gran servicio ha prestado V. no a la gloria, ya excelsa, pero sí al conocimiento de Martí! Los granos que V. ha sacado de la mina inagotable de sus escritos forman una cascada de piedras preciosas, donde muy rara vez se encuentra algún guijarro, como para recordar la ganga nutricia.

Vale, pues, y mucho, este primer volumen que la Biblioteca "La Cultura Cubana" ofrece al público; no ya porque quien ha espigado en los libros de Martí pone de relieve todo, o casi todo, lo mejor de sus catorce volúmenes publicados hasta hoy, sino porque la divulgación del contenido de ellos, en esta forma breve y comprensiva, es altamente útil y contribuye al más amplio y exacto conocimiento de aquel que dijo:

Un libro, aunque sea de mente ajena, parece como cosa nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo.

Sea éste—primero de la serie en que irán apareciendo periódicamente las mejores producciones de los más altos intelectos cubanos que nos han precedido—a manera de escogida flor depositada por los fundadores de la Sociedad Editorial Cuba Contemporánea en la tumba del Prócer; flor la más fragante entre las muchas que a diario pone allí, junto a la bandera de la Patria, el amor de un pueblo agradecido que no le olvida, ni olvida tampoco el deseo tan bellamente formulado por Él en sencillos versos.

La Habana, 1918.

PROEMIO

Índice

Martí ha sido, es y será, en la radiante constelación de excelsos varones que han dado gloria y fama a Cuba, el más alto prócer.

Él lo fué todo: la fe que salva y alienta, el valor que impone y exalta, el genio que invade y fulgura, el amor que conquista y domina.

Su vida fué el apostolado, el sublime, el grandioso apostolado de la Patria, ante cuya ara sagrada ofrendó los más puros, los más cálidos, los más hermosos efluvios de su alma.

Predicó con la palabra y el ejemplo; y era tal la majestad y tal la grandeza de sus acciones, que las multitudes, acaso adivinándolo divino—Cristo de una nueva doctrina salvadora—, le siguieron a través de su Calvario heroico, ansiosas de compartir con Él los tormentos de sus desvelos patrios.

Caído en Dos Ríos, en lucha denodada y franca contra los enemigos de la Libertad—como predijo y fué su más ardiente aspiración—, surge triunfante en la magnificencia de su vida espiritual; y de nuevo los mismos corazones que ayer se estremecieron a su conjuro y le adoraron con infinita unción, hoy le rinden lauros gloriosos y hacen de sus santas y sabias parábolas como la Biblia que ha de iluminarlos y guiarlos a través del porvenir.

Entre los que ayer veneraron su figura egregia con filial fervor, entre los que hoy han hecho de su memoria un culto y van por los caminos de la Patria redimida repitiendo sus palabras apostólicas, nos encontramos nosotros, acaso de los primeros y más amantes y sinceros de sus discípulos.

Este libro que hoy damos a la publicidad es una buena prueba de ello: aquí están sus mejores pensamientos y sus más tiernas emociones.

Para que la juventud de hoy—la generación que ha de regir mañana los destinos de la Patria—conozca mejor aquella conciencia inmaculada; para que los aprenda de memoria y no los olvide nunca, aquí le regalamos estos aforismos—granos de oro escogidos en la rica, inagotable mina de sus fulgurantes obras.

Provechosa es la lectura de este libro. Él ilustra, consuela, fortalece y guía a los espíritus: los ignorantes, en él escanciarán ciencia noble y sana de la vida; los atormentados encontrarán bálsamo para sus dolorosas lesiones, los descreídos hallarán fe y esperanzas consoladoras, los descarriados verán caminos rectos y luminosos hacia el porvenir.

Léalo la juventud, amorosamente; llévelo consigo, como preciosa joya, sobre su corazón; póngalo al alcance de su mano, junto a su lecho de reposo; y a toda hora, y en todas partes, como si fuera un cántaro de fecundas simientes que volcara sobre surcos abonados, viértalo en los espíritus, con la esperanza de que esas simientes habrán de florecer en no lejano día en abundante raudal de sublimes ejemplos cívicos y patrióticos.

Rafael G. Argilagos.

La Habana, mayo de 1918.

I
Del vol. "Cuba". (Primera Parte.)

Índice

I

En la cruz murió el hombre en un día; pero se ha de aprender a morir en la cruz todos los días.

El dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.

Dios existe en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y deja en el alma que se encarna en él una lágrima pura. El bien es Dios. La lágrima es la fuente de sentimiento eterno.

Cuando todo se olvida, cuando todo se pierde, cuando en el mar confuso de las miserias humanas el Dios del tiempo revuelve algunas veces las olas y halla las vergüenzas de una nación, no encuentra nunca en ellas la compasión y el sentimiento.

La honra puede ser mancillada. La justicia puede ser vendida. Todo puede ser desgarrado. Pero la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás.

Sufrir es morir para la torpe vida por nosotros creada, y nacer para la vida de lo bueno, única vida verdadera.

Sufrir es más que gozar: es verdaderamente vivir.

El que sufre por su patria y vive para Dios, en este u otros mundos tiene verdadera gloria.

Todas las grandes ideas tienen su gran Nazareno.

La fraternidad de la desgracia es la fraternidad más rápida.

Ninguna pluma que se inspire en el bien, puede pintar en todo su horror el frenesí del mal.

Cuando todos los pueblos van errados; cuando, o cobardes o indiferentes, cometen o disculpan extravíos, si el último vestigio de energía desaparece, si la última, o quizás la primera expresión de la voluntad guarda torpe silencio, los pueblos lloran mucho, los pueblos expían su falta, los pueblos perecen escarnecidos y humillados, y despedazados, como ellos escarnecieron y despedazaron y humillaron a su vez.

La idea no disculpa nunca el crimen y el refinamiento bárbaro en el crimen.

Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba, los hace terribles, es seguramente la convicción de nuestra impotencia para calmar los dolores ajenos.

El espíritu es Dios mismo. Y ¡cuán descarriados van los pueblos cuando apalean a Dios!

No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma.

Cuando se ha matado, cada día es de duelo, cada hora es de pavor, cada ser que vive es un remordimiento.

Cuando se ha visto morir, cada recuerdo es una lágrima, y son todas las horas, horas de amor para los que murieron, horas de fe y de esperanza para los que aún luchan en la vida.

Hay un límite al llanto sobre la sepultura de los muertos, y es el amor infinito a la patria y a la gloria que se juraba sobre sus cuerpos, y que no teme ni se abate ni se debilita jamás—porque los cuerpos de los mártires son el altar más hermoso de la honra.

Las madres son amor, no razón; son sensibilidad exquisita y dolor inconsolable.

Es ley de los buenos ir doblando los hombros al peso de los males que redimen.

¡Los redimidos, allá en lo venidero, llevarán a su vez sobre los hombros a los redentores!

Mal puede luego alzarse a hombre el que se educa como a siervo mísero.

Amigos fraternales son los padres: no implacables censores.

Fusta recogerá quien siembra fusta: besos recogerá quien siembra besos.

La única ley de la autoridad es el amor.

Nunca deben los padres abandonar a otros el molde a que acomodan el alma de sus hijos.

Es doble manera de hacer el bien, dar pan al cuerpo y darlo al alma.

Amar puramente es redimirse de terribles sueños.

Amar no es más que el modo de crecer.

Amado será el que ama.

Es ley que las frentes más altas y limpias atraigan sobre sí las piedras que se mueven siempre en las manos débiles o envidiosas.

Merecer la confianza no es más que el deber de continuar mereciéndola.

¡No cabe honor en dejar morir, sin defensa, a aquellos cuyo triunfo nos preparamos, sin embargo, a aprovechar!

El que sabe desdeñar su vida, sabrá siempre honrarla.

Los caudillos nuevos han aprendido de los viejos a pertrecharse de recursos en las bandoleras enemigas.

El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente.

El hijo odiará lo que odió el padre.

Las fuerzas que se pierden en lágrimas, hacen falta después para el ardimiento y empuje de la sangre.

Suele el miedo, natural consecuencia de la culpa, animar con color enfermizo las mejillas.

Sólo las virtudes producen en los pueblos bienestar constante y serio.

Tenemos que pagar con nuestros dolores la criminal riqueza de nuestros abuelos.

El espíritu de los muertos pasa a alentar el alma de los vivos.

¡Qué miserable vida la del que concibió un alto empeño, y muere sin lograrlo!

¡Se sale de la tierra tan contento cuando se ha hecho una obra grande!

La sangre de los buenos no se vierte nunca en vano.

Un mal no existe nunca sin causa verdadera.

Ya se han cansado nuestras frentes de que se tome sobre ellas la medida de los yugos,—aunque hay frentes que no se cansan de esto nunca.

Los pueblos que han sido muy criminales, necesitan, para ser felices, lavar con alta grandeza sus pasados crímenes.

Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es necesario.

Aplazar no es nunca decidir.

Adivinar es un deber de los que pretenden dirigir.

Para ir adelante de los demás, se necesita ver más que ellos.

Ignoran los déspotas que el pueblo, la masa adolorida, es el verdadero jefe de las revoluciones.

La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.

Cuando un mal es preciso el mal se hace.

Es menester más valor para sufrir la befa de los déspotas que para arrostrar su empuje en los combates.

Hay gritos que resumen toda una época.

La cesasión de un hecho sólo se determina por la cesasión de las causas que lo produjeron.

A todo cejarán los tristes presos, menos a la ancha puerta que se abre para acelerar su libertad.

El hombre ilustrado padece en la servidumbre política más que el hombre ignorante en la servidumbre de la hacienda.