Cubierta

JAVIER MELLONI

SED DE SER

Herder

www.herdereditorial.com

Diseño de cubierta: Collage Comunicació

Maquetación electrónica: José Toribio Barba

© 2013, Javier Melloni

© 2013, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona

ISBN DIGITAL: 978-84-254- 3210-1

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

Herder

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ÍNDICE

PRESENTACIÓN

I. ORÍGENES

1. El Ser y la sed

2. Pertenencias y partidas

3. El cuerpo

4. Las palabras

5. Las cosas

6. Las relaciones

7. Lugares y caminos

II. DESPLEGAMIENTOS

1. Buscar

2. Nombrar

3. Besar

4. Actuar

5. Decidir

6. Crear

7. Engendrar

III. OCULTAMIENTOS

1. Renuncias

2. Pérdidas y separaciones

3. Fracasos y pasividades

4. Alienaciones y extravíos

5. Resistencias

6. Noche

7. Rendición y ofrenda

IV. PRESENCIACIÓN

1. Silenciamiento

2. Espaciarse

3. Orar

4. Contemplar

5. Entregarse

6. Vacuidad y plenitud

7. Ser que colma la sed

Con cada ola que mi Océano barre la orilla en que te hallas,

voy a tu encuentro y te llamo sin cejar nunca en mi empeño,

porque infinita es mi paciencia e inexorable

es mi determinación.

Escuchas el rumor de mi voz, admiras el poder

de mi corriente,

sientes que te acaricia la profundidad de mis vientos.

Pero ¿te percatas de la espuma?

En verdad, no soy mar, ni ola, ni rumor, ni viento.

Soy la espuma que brota de la cresta de ola

y que desaparece de inmediato ante tus ojos.

Búscame, pues, en la espuma.

Si eres de los valientes, zambúllete en mi Océano,

aunque no esperes emerger de nuevo a la superficie,

porque perderás completamente tu forma

y te disolverás en mí.

Serás entonces gota entre las gotas de mi ser.

Luego te resucitaré desde mis profundidades

y haré que brotes cual espuma sobre la cresta de mi ola.

¿Qué sería del mar sin las gotas?

No sería el mar.

¿Y qué sería de las gotas sin el mar?

Se evaporarían al instante.

IBN ARABI

(El libro de las teofanías)

 

PRESENTACIÓN

Los libros tienen diferentes orígenes: unos brotan de una intuición o de un vislumbre; otros de un deseo o de una promesa; otros nacen por encargo o por oficio. Otros surgen por necesidad. Este ha nacido de ella.

Los libros también pueden ser rápidos, ágiles y ligeros, o lentos y densos. Este es un libro lento, gestado poco a poco, para ser leído también pausadamente.

Por ello, muchas de sus frases y algunas de sus palabras son consideradas como un verso y así se presentan: como unidades de sentido que convocan su propio espacio. Pero no es un libro de poesía. En todo caso, de prosa poetizante o poetizada.

Sus páginas se han destilado sin prisa alguna, impelidas por la necesidad de expresar lo que el título anuncia: el deseo de anegarse en el Ser que nos da el ser.

Esta sed de Ser es su impulso y su inspiración, y he dejado que recorriera los diferentes ámbitos de su búsqueda y de sus encuentros.

Así han ido apareciendo las partes y los capítulos de esta obra tal como se presenta, en la cual se propone identificar algunos hitos del camino, algunas huellas y rastros que se han ido distinguiendo.

Las páginas están distribuidas en una quaternitas, el número de la tierra, es decir, de nuestra existencia como vivientes, el ámbito donde surge nuestra sed:

La primera parte presenta diversos puntos de partida en una sucesión de referentes en los que comienza nuestro ser ex-sistente.

La segunda parte contiene el desplegarse de esos sustantivos que se convierten en verbos, acciones que requieren nuestro consentimiento y que trazan el recorrido irrepetible por el que cada uno inicia el regreso al Mar que nos atrae a través de nuestra sed.

La tercera parte recoge las interrupciones y caídas en la noche que aparecen sin ser llamadas y nos hacen madurar y crecer a pesar nuestro.

La cuarta contiene el fruto que propicia el paso por la oscuridad. El retorno al Mar queda enriquecido por todo lo que se ha vivido a lo largo del recorrido.

Cada etapa está difractada en siete aspectos, número de completud. Pero nada está más lejos de mi intención que presentar un proceso acabado.

Todo está abierto.

Comparto solo algunos de los sorbos que han calmado mi sed y que tal vez puedan calmar también la sed de otros.

Bendita necesidad que el Ser ha despertado en forma de Sed.

Sed ardiente y pausada a la vez

que extrañamente se aquieta en un desierto de dunas

que se mecen como olas de Mar

donde la sed se colma de claridad

cuando la Presencia

se vislumbra.

 

I
ORÍGENES

Todas las cosas nos hacen guiños para que las sintamos.

En cada gesto nos dicen: ¡No te olvides!

Un día en el que hemos pasado como extraños

se acaba convirtiendo, cuando el tiempo pasa, en un regalo.

¿Quién puede calcular nuestra ganancia? ¿Quién nos aleja

de los años antiguos, ya pasados?

¿Qué hemos aprendido desde que nacimos,

sino que uno se reconoce en eso que ha vivido?

¿Quién pone calor en todo lo que era indiferente?

Oh casa, oh pradera en declive, oh luz de tarde,

de repente apareces ante la mirada

y estás ante nosotros, abrazando, abrazada.

A todo ser lo abarca un solo espacio: el espacio

interior del mundo. Silenciosas, las aves vuelan

a través de nosotros. Oh, quiero crecer,

miro hacia fuera y está en mí creciendo el árbol.

Me preocupo, y la casa está en mí.

Me protejo, y el cobijo está en mí.

Yo que fui amado: en mí reposa

la imagen de la creación y se deshace en llanto.

RAINER MARIA RILKE

(Poemas póstumos)

 

1
EL SER Y LA SED

Amanecimos.

Fuimos lanzados al oleaje de la existencia

como gotas grávidas de ser.

Amanecimos y amanecemos sin cesar

de la profundidad de donde proceden todas las posibilidades.

De ahí y de ningún otro lugar

—Lugar que está en todos los lugares—

proviene la vida que se va haciendo en nosotros

apertura y conciencia.

Contenidos en su insondable inmensidad,

emergemos.

Lo hacemos como contornos separados,

como fragmentos del Todo

para que podamos reunificarnos de nuevo

mediante la ofrenda de la porción que somos.

Recorremos la vida

a partir de la irrepetibilidad que nos es confiada

y después, vaciamos nuestro cuenco

repleto de experiencia y de existencia

en el Pleroma total

que se enriquece con la aventura de cada individuación.

Así, grávidos de ser,

se nos desgaja de la Unidad primera

para que aprendamos a ser

y nos responsabilicemos de ser.

Existiendo,

posibilitamos el darse del Mar en nosotros.

Al darnos

regresamos a él.

Alcanzamos la razón de vivir cuando comprendemos

que nuestro ser

es el suyo

vertido en nosotros

para que lo vertamos

en él.

Cuanto más íntegro este retorno,

más se revela la razón de todo cuanto es.

Cada instante es una oportunidad

una brecha

un pasaje

que se va abriendo y nos va haciendo ceder

lo que somos

en El que es.

Así es la danza del Ser:

movimiento incesante de salida y de retorno,

éxtasis y enstasis

que en cada contorno toma la forma única

de lo que cada cual es.

Olas en el Mar,

cada una lo expresa de un modo singular.

El Mar se expresa en una profusión inacabable de

formas,

movimientos

y procesos.

La sed de Ser

es la paradoja del agua que tiene sed de acuidad.

¿Será acaso que somos agua congelada en algún glaciar remoto,

procedente de nubes que vinieron del Océano

para que, tras el deshielo,

podamos recorrer la distancia que separa

las cumbres solitarias

de las mansas playas de arena?

Tenemos sed del Océano

porque el agua que somos en estado de hielo

tiene impreso el recuerdo de haber sido parte

de su Azul fluido e inmenso.

Se nos da el ser

para que aprendamos a ser

y repletos de ser,

entreguemos nuestro ser.

«Por nosotros, en nosotros, sin nosotros», comprendió Marguerite Porete, audaz mujer del siglo XIII que ardió en llamas por ver lo que pocos son capaces de ver y de soportar ese ver.

Este continuo movimiento de asumir y desprendernos de

lo-que-somos

en

El-que-es

lo reconocemos tanto en el interior como en el exterior de Dios

tal como se expresa en nuestra tradición:

La Profundidad originaria (Padre-Madre) de las aguas

dándose en el Hijo,

el Hijo-Cuenco recibiéndose desde el Fondo

que lo engendra continuamente

para retornar a él por el flujo incesante

del Viento-Espíritu.

No estamos sino en este único y mismo Fondo.

Participamos de él

como oleaje

experienciándose

en nosotros.

A través de nuestra existencia

retornamos a la Fuente

que se vierte

en el Mar

de donde proviene.

 

2
PERTENENCIAS Y PARTIDAS

Exhalados por el Mar,

experimentamos la separación de los Orígenes.

El útero materno es la imagen y extensión biológica

del útero divino,

vacuidad grávida de existencia que nos engendra

sin

cesar.

Para ser gestados biológicamente, necesitamos

un tiempo y un espacio.

Durante nueve meses habitamos ese lugar.

Paraíso de comunión

donde todo nos es dado y donde todo está amortiguado

en ese ámbito acuoso y translúcido en el que flotamos.

Pertenecemos y nos pertenece ese estanque,

ese jardín,

esa cueva,

ese palacio.

En él se alumbra nuestra primera identidad,

frágil silueta que no conoce todavía distinción

entre lo de dentro y lo de fuera,

entre lo propio y lo ajeno,

entre yo,

el otro

y lo otro.

Progresivamente, esa espaciosidad empieza a estrecharse.

Lo mismo que nos permitía crecer comienza a ser obstáculo.

Hay que partir,

des-pertenecerse.

Así se produce la primera ruptura,

la angustia primigenia

y la primera libertad.

Para nacer hay que arriesgarse

y

separarse.

El libro del Génesis relata la Creación

como una sucesión de escisiones.

Sin alejamiento y diferenciación no hay crecimiento,

no puede proseguir el proceso de individuación.

Cuando comencemos a instalarnos

habrá que partir.

Será siempre así.

Pero hay que hacerlo a su tiempo:

si nos anticipamos

no permitimos la maduración;

si nos retrasamos

obstaculizamos la transformación.

Desamparados al nacer,

arrojados a la intemperie,

necesitamos imperiosamente sabernos parte

de alguien

o de algo.

El primer gesto del recién nacido es el abrazo,